El sueño de la razón produce monstruos

jueves, 31 de mayo de 2012

Las pasiones humanas (1896), del belga Jef Lambeaux (1852-1908)


Las Pasiones humanas (1896), del escultor belga Jef Lambeaux (1852-1908)
Cuando la obra fue abierta al público en 1898 suscitó un escándalo inmediato. La oda a la vida que representa, en forma de cuerpos desnudos que gozan, ríen, se aman,
sufrió la condena pública al considerarla inmoral y un ataque a la decencia.
Tres días después de su apertura fue clausurado.

 
Una de las más evidentes empresas artísticas que haya conocido la humanidad, la mitología arcaica y clásica griega, y dos de sus derivas sustanciales: la literatura y la filosofía, como pilares del pensamiento precristiano, es comparable a la religión cristiana en teología, a la hechura y configuración de la Capilla Sixtina en pintura, a la aventura inenarrable del descubrimiento de América por Cristóbal Colón en el arte de la navegación, a la comedia humanística, como La Tragicomedia de Calixto y Melibea, en literatura, y, en la música,  a la ópera épica El Anillo del Nibelungo (tetralogía formada por El oro del Rin (Das Rheingold), La valquiria (Die Walküre), Sigfrido (Siegfried) y El ocaso de los dioses (Götterdämmerung), de Richard Wagner, por poner algunos ejemplos.
Como Wagner en la mitología germánica, convencido por Ludwing Feuerbach[1], de que no eran los dioses los que creaban a los hombres sino éstos a los dioses, adornándolos de todas sus virtudes y defectos, nos iremos moviendo por parte de esa tradición arcaica y clásica de los griegos en la que se sustenta su mitología y su literatura, y los infortunios de los hombres en su relación individual con la comunidad y con el Estado a través de la tragedia griega, lo que es tanto como decir a través de la mitología, la literatura y la filosofía. El poeta elegíaco y filósofo griego Jenófanes de Colofón (570 a. C.), entre los presocráticos, ya había afirmado “los seres humanos se han creado dioses a su propia imagen”, y Protágoras, “El hombre es la medida de las cosas”. Fueron este grupo de filósofos primitivos los que por primera vez dijeron que los mitos no fueran tal vez más que imaginaciones humanas.
Uno de los fines de El anillo del nibelungo es, sin duda, la recusación de la trascendencia teológica, la convicción de Wagner de que solo el arte da vida y vigencia a unos dioses y a un más allá tan frágiles, vulnerables y confusos como los mismos seres humanos[2].
En la mitología griega se desencadenan las pasiones, las hazañas, los crímenes y, a partir de ese pecado original, se precipitará a dioses, semidioses, titanes, gigantes, humanos, padres, consortes y descendientes, griegos y troyanos, en una orgía de violencia que acabará por destruirlos sumiéndolos en el camino de la exterminación y la muerte (la saga de los Labdácidas o la cadena de desgracias que jalonan la historia de los Atridas).
 
No hay tabú que no se viole (incesto, matricidio, parricidio, filicidio…) ni exceso (raptos, violaciones, sacrilegios, apostasía, bacanales, traiciones, codicias…) que no se cometa en el panteón pagano griego. Se suceden las prácticas mágicas y oráculos que destruyen la identidad de los individuos y los destellos diamantinos no dejan de deslumbrarnos o sobrecogernos cuando afrontamos la lectura de sus líricas o épicas peripecias, en las que intervienen dioses, hombres y héroes, casi siempre macabras y tan horrendas y feroces que serían irresistibles sin la originalidad y la belleza de los textos que van modelando cada episodio con profundidad y elegancia, hasta concluir en una intensidad milagrosa como la que podemos contemplar en el destino aciago de Edipo o en la muerte violenta de Antígona.
Todo ese mundo mítico y mágico nos aparece distanciado de las experiencias vividas y se transmuta en imágenes plásticas y espectáculo dramático, a veces sacralizado, una realidad otra (una piedra, un árbol) o como cosa “totalmente otra” (lo natural, lo profano) y totalmente diferente (lo sagrado, que al manifestarse, se limita y deja de ser absoluto. Ej.: con la Encarnación del Hijo de Dios, Dios mismo se hace historia (Jesucristo, el hijo del hombre), acepta limitarse; ahí radica el mysterium tremendum, el gran misterio ininteligible) (ELIADE, Mircea, 1991).


[1]. FEUERBACH, Ludwing (1995), La esencia del cristianismo, Madrid, Trotta.

[2]. VARGAS LLOSA, Mario (2010), “Los dioses mueren en Bayreuth”, LA CUARTA PAGINA, El País, domingo 8 de agosto.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Para entender a Baltasar Gracián: El Cardenal Cisneros, fundador de la Universidad de Alcalá (499). Recogimienmto, Alumbrados (dejamiento) e Iluminismo> Port-Royal


El Cardenal Jiménez de Cisneros muere en el momento  de deponer la carga de la regencia en manos de Carlos de Gante, ocho días después de que Lutero clave sus tesis en la puerta de la Schlooskirche de Wittenberg. Confesor de la reina Isabel desde 1492, casi inmediatamente después provincial de los franciscanos de Castilla, Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas desde 1495, Inquisidor General desde 1507, regente del reino en dos ocasiones, este fraile domina tan claramente la vida religiosa española durante los veinte años que preceden al estallido de la Reforma, que no podemos menos de remontarnos hasta él si queremos comprender la actitud de España frente a la revolución protestante. La España de Cisneros contiene en germen todo lo que desarrollará la de Carlos V y todo lo que se esforzará en salvar Felipe II.

        Cisneros, fundador de la Universidad de Alcalá, inspirador de la Biblia Poliglota, pertenece a la historia de la Prerreforma por toda una obra creadora que lo coloca en primera fila entre los promotores de aquella Philosophia Christi que va a entusiasmar a Europa. Uno de los varios aspectos de esa obra de Cisneros es su actividad reformadora. Quizá sea en él donde Prerreforma, Reforma y Contrarreforma manifiestan mejor su unidad profunda. (Bataillon, Marcel, 1995, pp. 1 y ss.).

Cisneros, inmerso en la observancia franciscana, organizó con gran efectividad sínodos, constituciones diocesanas e impulso toda clase de iniciativas y reformas de la vida y organización religiosas. Reformador de monasterios, conventos y órdenes mendicantes, su extremada campaña de evangelización de los musulmanes granadinos provocó los levantamientos de Granada y Las Alpujarras de 1499. Muerta su protectora Isabel, se alzó como figura política de primer orden. Medió entre Fernando y su yerno Felipe el Hermoso y, desaparecido éste, Cisneros presidió la Junta de Regencia. El testamento de Fernando (1516) le convierte en regente del Reino, frente a la oposición de los flamencos, que esperaban la llegada de Carlos I. Debió enfrentarse entonces a brotes revolucionarios e intrigas nobiliarias, que sofocó con gran energía. Murió en Roa, Burgos, el 8 de noviembre de 1517, cuando se dirigía hacia la costa para recibir al joven Carlos I.

En el plano humanista, sus aportaciones son elementos fundamentales en la cultura hispana: Universidad Complutense (1498) y Biblia Políglota, elaborada entre los años 1514-17. (García-Cárcel, Ricardo, 2000, pág. 44). Por entonces Erasmo de Rótterdam[1] era ilustre universalmente y era invitado a todas partes; recibe y rechaza la propuesta de trasladarse a España, a la universidad de Alcalá de Henares recientemente fundada por el Cardenal Cisneros, donde en 1517 se termina la Biblia Políglota Complutense con la colaboración de Nebrija y todo un equipo de doctos en que abundaban los erasmistas; “Non placet Hispania”, manifestó. A pesar de ello, sus ideas y doctrinas continuaron desarrollándose poderosamente en España, llegando a influir en la mística heterodoxa de los alumbrados  e iluministas[2], que tanto abundaron en Alcalá de Henares.

Como contrapunto a lo dicho anteriormente, queremos destacar la riqueza de conventos e iglesias, tan abundantes en la ciudad de Alcalá de Henares, a pesar de la gran novedad que supuso el modelo de vida cristiana defendido por el Humanismo y Erasmo de Rótterdam[3], al defender su “monachatus non est pietas”, es decir, que la vida monástica no conduce necesariamente al camino de perfección como ideal del cristianismo; claro que la contundencia de los edictos del Concilio de Trento y la Contrarreforma velaron aquellas ideas y, en parte, aquí tenemos algunos de sus resultados.


[1] . El humanista del siglo XVI más influyente fue el holandés Erasmo de Rotterdam (1467-1536), de cuyas obras más famosas se hicieron centenares de ediciones en el siglo XVI. En España, poco después de la muerte, en 1538, del Gran Inquisidor erasmista, Manrique, sus libros quedaron prohibidos e incluidos en el Index de 1559, a pesar de que anteriormente sus ideas y doctrinas tuvieron una gran influencia; las traducciones de sus obras fueron abundantísimas, su fama y popularidad alcanzaron límites insospechados, y el asunto llegó incluso al campo de las frases proverbiales: “El que habla mal de Erasmo, o es fraile o es asno”. Príncipes de la Iglesia, el Inquisidor General Manrique, intelectuales, cortesanos, se agruparon en torno a la ideología renovadora del holandés. Luego llegaría el luteranismo y la Contrarreforma.

                Su segundo éxito es el breve Enchiridion milithis christiani (1504) -Manual del caballero cristiano-, que en griego significa a la vez “manual” y “puñal”; 30 ediciones en 20 años alcanza esta obrita; guía del caballero cristiano, escrita a petición de una señora que deseaba enderezar discretamente a su marido. En sus 22 reglas -más moralizantes que fervorosas- Erasmo usa, junto a los ejemplos de santos, los de paganos virtuosos: la gran novedad es que su modelo de vida cristiana ya no es la monástica, “monachatus non est pietas”, aunque todavía no use el concepto de “secularidad”.

[2] . El recogimiento es la espiritualidad que florece entre franciscanos reformados de Castilla la Nueva. Es un florecimiento del misticismo alentado por Cisneros, que encontrará su expresión más rica y matizada en el Tercer abecedario espiritual de Fr. Francisco de Osuna. Es un método por el cual el alma busca a Dios en su propio seno, en un desprendimiento tan total del mundo, que deja a un lado el pensamiento de toda cosa creada, y hasta todo pensamiento discursivo. Esta espiritualidad se apoya en las enseñanzas de San Bernardo y de Gersón; es una disciplina del alma que tiende a prepararla para “la amistad e comunicación con Dios”. Todo el tratado de Osuna es una guía minuciosa que conduce a ese resultado final a través de una purificación de las pasiones y los deseos.
                Los alumbrados que predican el dejamiento parecen obrar con menos prudencia. Esto inquieta más a la Inquisición y los recogidos procuran distinguirse de los dejados; para estos últimos, rama de los recogidos,  sólo hay una oración, que resume todas las demás: Fiat voluntas tua (“Hágase tu voluntad”).
El iluminismo, en sus distintas ramas,  invocaba la inspiración divina e iba en contra del formalismo religioso; desestimaba el culto de las imágenes, como signo de idolatría, y la adoración de la cruz; además defendían una gran libertad de juicio respecto a la vida monástica, rechazaban las bulas de las indulgencias, las excomuniones, los ayunos y abstinencias y la confesión auricular; si se piensa que el evangelismo decisivo de los alumbrados margina la doctrina de los santos, pretendiendo conocer nada más que la Sagrada Escritura, se comprende que la Inquisición se alarmara de la propaganda de los “alumbrados o dejados”. (Bataillon, Marcel, 1966, págs.173 y ss.)

[3] . Defensor de una religiosidad pura y escueta, desprovista de ceremonias exteriores y de hipocresías, Erasmo propugnaba, simplemente, la secularización del cristianismo, un humanismo tan clásico como cristiano, que sirviera, al propio tiempo, para llevar a cabo una auténtica reforma política y social, conducente, en fin, a la construcción de un estado universal y pacífico: Pax et unanimitas (“Paz y concordia o armonía” podría ser el lema erasmista).
Este tema formará parte de su tercer gran éxito, el también breve Moriae enkomion, id est stultitiae laus (Elogio de la locura, esto es, Encomio de la Estulticia, 1509), tomando Moria en juego de palabras con el apellido del dedicatorio de la obra, Thomas More (Tomás Moro), autor de la Utopía. Allí el personaje Stultitia afirma ser la sal de la tierra, y va poniendo en solfa una serie de costumbres y estamentos -incluidas las creencias en reliquias. (Martín de Riquer y José María Valverde, Historia de la Literatura Universal. Vol. 4 por José María Valverde , catedrático de Estética de la Universidad de Barcelona. Barcelona: Planeta.

Alcalá de Henares durante el Siglo de Oro Español


                 Alcalá fue una de las mejores canteras de escritores del Siglo de Oro Español. Cisneros consiguió atraer a la Universidad a intelectuales de la talla de Antonio de Nebrija, autor de la primera Gramática de la Lengua Castellana y allí se imprimió la Biblia Políglota Complutense. Por sus claustros pasearon Juan de Valdés , Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Mateo Alemán, Félix Lope de Vega Carpio, Francisco de Quevedo y, ya en plena decadencia de la Universidad de Alcalá (s. XVIII), Melchor Gaspar de Jovellanos, estudiante del Colegio Mayor de San Ildefonso, donde se doctoró en Derecho; allí nació el Arcipreste de Hita (s. XIV) y vivió Catalina de Aragón, pero, sin duda, el más grande ha sido Miguel de Cervantes.

      Doce siglos de historia medieval de Alcalá que se reparten entre visigodos, musulmanes y la mitra toledana. El castillo la Qal´at, y su diminutivo al-qulay´a, -nombre que se sobrepuso a Complutum-, por cuyo valle culebrea el río Henares, reducido a fortaleza, de Alcalá la Vieja, terminó en poder de los arzobispos toledanos, y desde sus orígenes, la villa queda ligada a la memoria de los santos mártires Justo y Pastor por la presencia de un grupo muy activo de mozárabes; Alcalá de San Justo serán mantenido por algunos cronistas e historiadores hasta el Siglo XVI. (Pavón Maldonado, Basilio, op. cit., pág. 9 y ss.).

martes, 29 de mayo de 2012

El paradigma de género: distinción entre sexo y género (II)


Según BERNÁRDEZ RODAL, Asunción, la distinción más básica y con mayor consenso es la que se refiere al uso de las palabras sexo y género.

            Sexo: se usa generalmente para aludir a las diferencias biológicas relacionadas con la reproducción y otros rasgos físicos y fisiológicos entre los seres humanos. El sexo, como parámetro para crear categorías, distingue entre hombres y mujeres o entre machos y hembras de la especie humana.

            Género: por el contrario, se refiere a las características que socialmente se atribuyen a las personas de uno u otro sexo. Los atributos de género son, pues, femeninos y masculinos, a saber:

a)      Se consideran atributos femeninos la delicadeza en los comportamientos, la no violencia, la inclinación por las tareas domésticas y manuales, la menor capacidad de abstracción, la belleza.

b)      Se consideran masculinos, por oposición, la brusquedad en las actuaciones, la violencia, el egoísmo, la competitividad, una mayor capacidad de abstracción, la fealdad.

            Esta distinción pone de manifiesto que una cosa es el sexo, las diferencias biológicas dadas y otra el género, esto es, la significación que culturalmente se asigna a esas diferencias. (JARAMILLO, Isabel Cristina, 2000, ibídem,  págs. 29 y ss.).

            Parece necesario establecer distinciones entre sexo y género. El sexo corresponde a un hecho biológico, producto de la diferenciación sexual de la especie humana, que implica un proceso complejo con distintos niveles, que no siempre coinciden entre sí, y que son denominados por la biología y la medicina como sexo cromosómico, gonadal[1], hormonal, anatómico y fisiológico. A la significación social que se hace de los mismos se la denomina género. Por lo tanto las diferencias anatómicas y fisiológicas entre hombres y mujeres que derivan de este proceso, pueden y deben distinguirse de las atribuciones que la sociedad establece para cada uno de los sexos individualmente constituidos.

             Algunas de sus principales características y dimensiones del paradima de género son:

            1ª) es una construcción social e histórica, por lo que puede variar de una sociedad a otra y de una época a otra;

            2ª) es una relación social porque descubre las normas que determinan las relaciones entre mujeres y hombres;

            3ª) es una relación de poder porque nos remite al carácter cualitativo de esas relaciones;

            4ª) es una relación asimétrica; si bien las relaciones entre mujeres y hombres admiten distintas posibilidades: dominación masculina, dominación femenina o relaciones igualitarias. Sin embargo, generalmente éstas se configuran como relaciones de dominación masculina y subordinación femenina;

            5ª) es acaparadora porque no se refiere solamente a las relaciones entre los sexos, sino que alude también a otros procesos que se dan en una sociedad: instituciones, símbolos, identidades, sistemas económicos y políticos, etc.;

            6ª) es transversal porque no están aisladas, sino que atraviesan todo el entramado social, articulándose con otros factores como la edad, estado civil, educación, etnia, clase social, etc.;

            7ª) es una propuesta de inclusión ética porque las problemáticas que se derivan de las relaciones de género sólo podrán encontrar resolución en tanto incluyan cambios en las mujeres y también en los hombres;

            8ª) es una búsqueda de una equidad que sólo será posible si las mujeres conquistan el ejercicio del poder en su sentido más amplio: como poder crear, poder saber, poder dirigir, poder disfrutar, poder elegir, ser elegida, etcétera...


          La literatura feminista ha señalado enfáticamente la relación que existe entre biología (sexo) y cultura (género) y viceversa. Es decir, que las prácticas culturales inciden en el discurso de la biología y, sobre todo, las más que probables influencias de la biología (sexo) en las configuraciones culturales (género). Como por ejemplo el caso de la reproducción. El que las mujeres sean reproductoras es un hecho biológico que ha determinado ciertas prácticas culturales. Las mujeres han sido y siguen siendo las encargadas principales del cuidado y la crianza de los niños.

         Sin embargo, este hecho biológico se ha modificado profundamente con la introducción de las tecnologías de planificación y procreación artificial. Hoy no todas las mujeres son reproductoras y es posible que pronto no se necesite de una mujer para la reproducción de la especie. Tan es así que muchas feministas alertan a las mujeres sobre los peligros que la tecnología representa para la capacidad femenina de la reproducción.

         La distinción entre sexo y género no es dada por la naturaleza sino construida, producto de teorías y debates. Se ha constatado que el tratamiento que un individuo recibe socialmente de la percepción que socialmente se tiene de él está en función de su sexo. Por eso se llega a la conclusión que lo importante no es el sexo, sino el género.

         Además distinguir entre sexo y género se mostró muy eficaz frente a las teorías socio-biológicas pues reducían los comportamientos de hombres y mujeres a variables biológicas, como si la biología fuera un factor determinante, un fatum irremediable.

         Políticamente, diferenciar entre sexo y género resultó un arma clave para socavar el conservadurismo de los defensores de las teorías socio-biologicistas. La lucha entre sexos (entre hombres y mujeres) se transforma en una lucha contra el género (de hombres y mujeres). Al introducir el género como estructura social, los hombres de carne y hueso dejan de ser atacados en su generalidad, así como las mujeres de carne y hueso dejaron de ser siempre las víctimas.

Simone de Beauvoir y la negación de la diferencia.

         Un aspecto importante del género nos conduce a la dimensión social de la existencia y de la experiencia humana, a ese “tener que demostrar” lo que somos en tanto que seres en constante relación e interdependencia con los demás, con los otros.

         Estos “otros” toman la forma de otro, (el Otro, diría Lacan), otro, la masculinidad, que conoce a las mujeres, y en el caso de la feminidad, otro que conoce a los hombres. Cada uno de los géneros tiene que mostrarse y definirse de forma visible y cognoscible para el otro, con el objeto de que el otro averigüe si constituimos una forma aceptable o adecuada o suficiente del modo de ser masculino o femenino.

         En juego está el entrar o no, o en qué forma se entra en una relación, en cualquier relación: de amor, de amistad, de trabajo, de poder…; es decir, mostrar nuestra manera de ser parte de una comunidad patriarcal, de relacionarnos con y en lo social según las facetas establecidas por el sistema del patriarcado.

         Esta dimensión social de la feminidad es a la que se refiere Simone de Beauvoir, en su obra Segundo sexo, cuando afirma: “No se nace mujer, llega una a serlo”. La feminidad no es una esencia sino un proceso o un trayecto como sugiere Freud (1925 y 1931) con sus estudios sobre la sexualidad femenina y su teorización del complejo de Edipo, un “llegar a ser” propiciado o impuesto o determinado por un conjunto de técnicas sociales.

         En la segunda parte de El segundo sexo[1], describe las formas de violencia simbólica que ejerce el patriarcalismo sobre las mujeres cuando, en relación al enamoramiento, al amor conyugal y a la maternidad, invoca a falsas y bellas imágenes que condenan a la mujer a la inmanencia.

         La mujer, en lugar de volcarse a la acción y con ella transformar la realidad, lo que sería una verdadera trascendencia, prefiere convertirse en un objeto sublime (bello, diría Kant) influida por las imágenes simbólicas de la cultura. De modo que opta por sentirse merecedora de un gran amor, a ser un verdadero sujeto activo y creador.

         La enamorada, la narcisista y la mística tienen en común que eligen “la ilusión de ser amadas”, y así salvarse por el amor de un ser supuestamente superior (ya sea el padre o el hijo, la opinión de los demás o Dios). Renuncian a ser las protagonistas de su propio destino y de su propio proyecto personal; prefieren ser objeto de adoración a ser verdaderos sujetos.

         Los mitos patriarcales contra las mujeres como la sobreprotección, la dulzura o la santidad, atribuidas por el patriarcado a la feminidad, son desmitificadas por Simone de Beauvoir al considerarlas mentiras opresoras que ahogan la vida y la verdadera dicha en el amor, la pareja o la maternidad.

         Esa violencia simbólica, un concepto del sociólogo francés Pierre Bourdieu, enmascaran los privilegios de los sujetos dominantes como es la misma sumisión de los dominados. Estos no dejan pensar a las mujeres y las conducen a la infelicidad en la sexualidad, en la pareja y en la familia, a donde llegan por cusa de estas sublimes y opresoras imágenes del eterno femenino: belleza, delicadeza, dulzura, completa entrega en el amor, abnegación total en la crianza de los hijos.

         Resultado de esa violencia simbólica será la culpabilidad, frustración y sumisión que arrastran a las mujeres a extrañas formas de sadomasoquismo en su relación con os sujetos dominantes ya se trate del amado, de la opinión de los demás o de Dios.

         Para llevar a cabo esta denuncia, Beauvoir se inspira en su propia experiencia autobiográfica. De ahí que exista una continuidad temática en El segundo sexo, sus memorias y las novelas memorialistas.

         La hermenéutica de la factibilidad y la hermenéutica de la sorpresa se complementan como métodos de desenmascaramiento de las opresivas y culpabilizadoras falsas imágenes de la felicidad, con las que el sistema de valores patriarcal arranca la sumisión de las mujeres.



[1]. BEAUVOIR, Simone de (2002),  El segundo sexo, Prólogo a la edición española de Teresa López Pardina, Traducción de Alicia Martorell, 2 vols., Madrid, Ediciones Cátedra, Universotat de Valencia, Instituto de la mujer.





[1]. Según el D.R.A.L.E.,  Gonadal < gónada (del gr. γον, generación, y el suf. -ας, -αδος).
1. f. Biol. Órgano formador de gametos masculinos o femeninos.

lunes, 28 de mayo de 2012

Plinio el Viejo y los efectos maravillosos de la menstruación


Pero no encontraremos difícilmente nada más prodigioso que el flujo menstrual. La proximidad de una mujer en este estado hace agriar el mosto; a su contacto, los cereales se convierten en estériles, los injertos mueren, las plantas de los jardines se secan, los frutos de los árboles donde ella está sentada caen; el resplandor de los espejos se enturbian nada más que por su mirada; el filo del acero se debilita, el brillo del marfil desaparece, los enjambres de las abejas mueren; incluso el bronce y el hierro se oxidan inmediatamente y el bronce toma un olor espantoso; en fin, la rabia le entra a los perros que prueban de dicho líquido y su mordedura inocula un veneno sin remedio. Hay más: el asfalto, esa sustancia tenaz y viscosa que, a una época precisa del año sobrenada un lago de Judea, que se llama Asphaltites, no se deja dividir por nada, pues se adhiere a todo lo que toca, excepto por un hilo infectado por este veneno. Se dice incluso que las hormigas, esos animalejos minúsculos, le son sensibles: ellas echan los granos que transportan y no los vuelven a recoger. Este flujo tan curioso y tan pernicioso aparece todos los treinta días en la mujer, y, con más intensidad todos los tres meses.
                                                                                    
[Hist. Nat., VII, 64-66][1]



[1]. Cfr. CANET, José Luis (1996), La mujer venenosa en la época medieval, Valencia, Lemir, pág. 3).

El paradigma de género (I)


El derecho, entendido como el conjunto de instituciones formadas que regulan la vida en sociedad, es objeto de la crítica feminista y al mismo tiempo una de las más relevantes herramientas dentro de la lucha de las mujeres para situar el lugar que desean tener dentro de la sociedad.

            La crítica y los usos del derecho por el feminismo son tan intensos como variados porque están en función de cómo una mujer o un conjunto de mujeres entienden su opresión dentro de las sociedades contemporáneas.

            JARAMILLO, Isabel Cristina, referencia su estudio preliminar a los debates teóricos y políticos y a las características del movimiento feminista en los EE.UU. porque allí se ha marcado la tendencia internacionalmente de los debates y las acciones de los movimientos feministas en otros países. Sin embargo, sería absurdo generalizar lo que allí sucede (contexto estadounidense) para los casos de los demás países.

            El género[1], como categoría social, es una de las aportaciones más relevantes del feminismo contemporáneo. Surge en las ciencias sociales, y más concretamente en la antropología, cuando se incluyen las investigaciones sobre la mujer como un nuevo paradigma para explicar las desigualdades entre hombres y mujeres, subrayando el concepto de multiplicidad de identidades.

            De modo, pues, que el objetivo general de este trabajo es conocer y tratar de comprender la noción de género como una categoría interdisciplinar que nos remite a los rasgos y funciones psicológicos y socioculturales, con vocación universal, que se atribuyen a cada uno de los sexos en las sociedades y en cada uno de sus periodos históricos.

            Los géneros históricos como sistemas de poder ponen de manifiesto la existencia de conflictos sociales. Los problemas de género que se han ido mostrando en las distintas investigaciones han pulverizado la idea de su carácter natural, ya que lo femenino o lo masculino no hacen alusión al sexo de los individuos de un grupo social, sino que se refieren a las conductas consideradas como representaciones o configuraciones femeninas o masculinas, desde el punto de vista fenomenológico.

            Desde esta perspectiva, la categoría de género hemos de entenderla como una explicación sobre los diversos modos que adoptan las relaciones de género y que superan con mucho teorías como la del patriarcado, a pesar de que ésta constituyó un avance serio y profundo con la que se trató de explicar la situación de las mujeres, aunque resultó insuficiente para entender los procesos que inciden en la estructura social y cultural de los grupos humanos y de las sociedades.



[1]. El término género aparece como explicación en Simone de Beauvoir, El segundo sexo (1949). Se generaliza en las ciencias sociales y en el debate feminista a partir de los setenta y hacia los noventa la noción de género se hace fuerte e inciden poderosamente en América Latina.. En 1955 John Money propone el término  papel de género para describir las conductas atribuidas a los hombres y mujeres. Pero fue Robert Stoller quien fijó claramente la diferencia conceptual entre sexo y género.
            Los sistemas de género se entienden como los conjuntos de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la diferencia sexual anatómico-fisiológica y que dan sentido a las relaciones entre personas sexuadas (De Barbieri, 1990).
            La “perspectiva de género”, en referencia a los marcos teóricos adoptados para una investigación, capacitación o desarrollo de políticas o programas, implica:
            a) reconocer las relaciones de poder que se dan entre los géneros, en general favorables a los varones como grupo social y discriminatorias para las mujeres;
            b) que dichas relaciones han sido constituidas social e históricamente y son constitutivas de las personas;
            c) que las mismas atraviesan todo el entramado social y se articulan con otras relaciones sociales, como las de clase, etnia, edad, preferencia sexual y religión.
                                                               http://www.nodo50.org/mujeresred/spip.php?article1395

domingo, 27 de mayo de 2012

En el análisis de El Criticón...

      El objeto didáctico de Gracián le permite introducir apólogos, frecuentemente al principiar una crisi o capítulo, para exponer alguna enseñanza moral en su programa de formación del hombre para llegar a ser persona, donde los preceptos tienen tanta importancia en l aprendizaje como las experiencias del sujeto con el medio físico y social.


—Y aun por esso. Advierte, Andrenio, que ya estamos entre enemigos: y ya es tiempo de abrir los ojos, ya es menester vivir alerta. Procura de ir con cautela en el ver, en el oír y mucha más en el hablar; oye a todos y de ninguno te fíes; tendrás a todos por amigos, pero guardarte has de todos como de enemigos.             Estaba admirado Andrenio oyendo estas razones, a su parecer tan sin ella, y arguyóle desta suerte:

       —¿Cómo es esto? Viviendo entre las fieras, no me previniste de algún riesgo, ¿y ahora con tanta exageración me cautelas? ¿No era mayor el peligro entre los tigres, y no temíamos, y ahora de los hombres tiemblas?

       —Sí —respondió con un gran suspiro Critilo—, que si los hombres no son fieras es porque son más fieros, que de su crueldad aprendieron muchas vezes ellas. Nunca mayor peligro hemos tenido que ahora que estamos entre ellos. Y es tanta verdad ésta, que hubo rey que temió y resguardó un favorecido suyo de sus cortesanos (¡qué hiziera de villanos!) más que de los hambrientos leones de un lago; y assí, selló con su real anillo la leonera para asegurarle de los hombres cuando le dexaba entre las hambrientas fieras. ¡Mira tú cuáles serán estos! Verlos has, experimentarlos has, y dirásmelo algún día.

       —Aguarda —dixo Andrenio—, ¿no son todos como tú?

       —Sí y no.

       —¿Cómo puede ser esso?

       —Porque cada uno es hijo de su madre y de su humor, casado con su opinión, y assí, todos parecen diferentes: cada uno de su gesto y de su gusto. Verás unos pigmeos en el ser y gigantes de soberbia; verás otros al contrario, en el cuerpo gigantes y en el alma enanos; toparás con vengativos que la guardan toda la vida y la pegan aunque tarde, hiriendo como el escorpión con la cola; oirás, o huirás, los habladores, de ordinario necios, que dexan de cansar y muelen; gustarás que unos se ven, otros se oyen; se tocan, y se gustan, otros de los hombres de burlas, que todo lo hazen cuento sin dar jamás en la cuenta; embaraçarte han los maniacos que en todo se embaraçan. […]; y, finalmente, hallarás muy pocos hombres que lo sean: fieras, sí, y fieros también, horribles monstruos del mundo que no tienen más que el pellejo y todo lo demás borra, y assí son hombres borrados.

       —Pues dime, ¿con qué hazen tanto mal los hombres, si no les dio la naturaleza armas como a las fieras? Ellos no tienen garras como el león, uñas como el tigre, trompas como el elefante, cuernos como el toro, colmillos como el xabalí, dientes como el perro y boca como el lobo: pues ¿cómo dañan tanto?

       —Y aun por esso —dixo Critilo— la próvida naturaleza privó a los hombres de las armas naturales y como a gente sospechosa los desarmó: no se fió de su malicia. Y si esto no hubiera prevenido, ¡qué fuera de su crueldad! Ya hubieran acabado con todo. Aunque no les faltan otras armas mucho más terribles y sangrientas que éssas, porque tienen una lengua más afilada que las navajas de los leones, con que desgarran las personas y despedaçan las honras; tienen una mala intención más torcida que los cuernos de un toro y que hiere más a ciegas; tienen unas entrañas más dañadas que las víboras, un aliento venenoso más que el de los dragones, unos ojos invidiosos y malévolos más que los del basilisco, unos dientes que clavan más que los colmillos de un xabalí y que los dientes de un perro, unas narizes fisgonas (encubridoras de su irrisión) que exceden a las trompas de los elefantes. De modo que sólo el hombre tiene juntas todas las armas ofensivas que se hallan repartidas entre las fieras, y assí, él ofende más que todas. Y, porque lo entiendas, advierte que entre los leones y los tigres no había más de un peligro, que era perder esta vida material y perecedera, pero entre los hombres hay muchos más y mayores: y a de perder la honra, la paz, la hazienda, el contento, la felizidad, la conciencia y aun el alma. ¡Qué de engaños, qué de enredos, traiciones, hurtos, homicidios, adulterios, invidias, injurias, detracciones y falsedades que experimentarás entre ellos! Todo lo cual no se halla ni se conoce entre las fieras. Créeme que no hay lobo, no hay león, no hay tigre, no hay basilisco, que llegue al hombre: a todos excede en fiereza. Y assí dizen por cosa cierta, y yo la creo, que habiendo condenado en una república un insigne malhechor a cierto género de tormento muy conforme a sus delitos (que fue sepultarle vivo en una profunda hoya llena de profundas sabandijas, dragones, tigres, serpientes y basiliscos, tapando muy bien la boca porque pereciesse sin compassión ni remedio), acertó a passar por allí un extrangero, bien ignorante de tan atroz castigo, y sintiendo los lamentos de aquel desdichado, fuesse llegando compasivo y, movido de sus plegarias, fue apartando la losa que cubría la cueva: al mismo punto saltó fuera el tigre con su acostumbrada ligereza, y cuando el temeroso pasagero creyó ser depedazado, vio que mansamente se le ponía a lamer las manos, que fue más que besárselas. Saltó tras él la serpiente, y cuando la temió enroscada entre sus pies, vio que los adoraba; lo mismo hizieron todos los demás, rindiéndosele humildes y dándole las gracias de haberles hecho una tan buena obra como era librarles de tan mala compañía cual la de un hombre ruin, y añadieron que en pago de tanto beneficio le avisaban huyesse luego, antes que el hombre saliesse, si no quería perecer allí a manos de su fiereza; y al mismo instante echaron todos ellos a huir, unos volando, otros corriendo. Estábase tan inmoble el pasagero cuan espantado, cuando salió el último el hombre, el cual, concibiendo que su bienhechor llevaría algún dinero, arremetió para él y quitóle la vida para robarle la hazienda, que éste fue el galardón del beneficio. Juzga tú ahora cuáles son los crueles, los hombres o las fieras.

                   (Gracián, B., El Criticón, I, c. 4: “El despeñadero de la vida”, págs.100-103, Madrid, Cátedra, 1980).

miércoles, 23 de mayo de 2012

Gracián: El Oráculo Manual y Arte de Prudencia


            ALONSO, Santos considera que una de las obras más atractivas y sugestivas de nuestra literatura es el Oráculo. Si El Criticón es la vida misma mediante la acción, el Oráculo es la vida misma en normas. Sus trescientos aforismos dicen mucho más de lo que aparentemente dicen, de lo que superficialmente señalan, de ahí que el texto sea de difícil lectura.

            Los aforismos gracianos son semejantes a todas las formas existentes hasta la fecha para expresar brevemente un pensamiento: participan del significado relevante y ejemplar del apotegma (muchos de sus aforismos llevan el verbo en imperativo o presente de subjuntivo, en la primera parte de la frase), de la enseñanza didáctica de los proverbios, de la ética de las máximas y los axiomas, y del valor universal de los epigramas. Pero a lo que más se aproximan es a las sentencias, a los epigramas o a los proverbios. Cualquier significado concreto y nimio le induce a Gracián a formular una verdad general, verdadera para toda época y para todos los hombres.

                La inferencia es clara; el jesuita ha decido escribir un libro de consejos, de reglas para gobernarse, partiendo de esa tradición de libros de consejo para gobernantes. La diferencia está en que su destinatario no son los príncipes ni los reyes, sino que su objetivo será el comportamiento de cualquier persona.

            La sustantiva prudencia que Gracián enseña en el Oráculo manual, la de cómo moverse en un mundo fundamentalmente hostil, para sobrevivir en su piélago, ha sido la clave del éxito editorial de la obra a lo largo de los siglos. Su potencia radica en esa adaptación del hombre al mundo circundante, en ese acomodarse a la ocasión, un consejo de conducta fundamental para el hombre barroco, pero que no deja de serlo para el hombre de nuestro tiempo.

            El éxito, pues del Oráculo se debe, pues, a que Gracián ofrece “Al lector” un “epítome de aciertos de vivir”; el arte de prudencia pasa, de ser norma de comportamiento en el ámbito político, a ser norma en la vida que permite el triunfo moral en la vida cotidiana de todo ser humano. Y todo ello desde una forma nueva, la del aforismo. Como ya hemos anticipado, se han visto precedentes, por tener rasgos comunes al aforismo graciano, en los apotegmas de Plutarco; en los de Erasmo que revitalizan el género en el s. XVI; en la sentencia (un juicio general de obligación), o en los adagios o proverbios, que van dirigidos a la formación de un hombre prudente y discreto. También los epigramas, que expresan una verdad general deducida de algo concreto, y, finalmente, los emblemas y empresas, género inaugurado por Alciato y que también pudieron influir en Gracián.


Si el Renacimiento exaltaba la vida, el Barroco va produciendo una progresiva desvalorización de todo lo terreno y se vuelve a ideas medievales como la fugacidad de la vida y la caducidad de todas las cosas. La base del desengaño barroco es la brevedad de todo lo terreno. Frente al idealismo y optimismo renacentista, domina ahora una concepción negativa del mundo, que aparece como caos, desorden, confusión, lo que conlleva frustración y desencanto y esa negatividad viene también fomentada por las conflictivas consecuencias histórico-sociales: guerras, pestes, decadencia del Imperio…

            La vida barroca está presidida por la idea de la muerte: vivir es solo un tránsito entre la cuna y la sepultura, título de una obra de Quevedo. El paso del tiempo lo destruye todo, y, por tanto, todo es vanidad. La realidad es sólo ilusión, apariencia, sueño (La vida es sueño de Calderón) y el mundo es un gran teatro donde cada persona representa su papel; esta imagen del theatrum mundi se puede rastrear desde la Antigüedad al mismo Renacimiento, hasta plasmarse en el auto-sacramental titulado El gran teatro del mundo del mismo don Pedro Calderón de la Barca. Y como hay que vivir en este teatro, el hombre barroco es un ser esencialmente desconfiado. Para sobrevivir en una realidad tan engañosa en la que las cosas no son como parecen, en la que todo esta lleno de trampas, es necesario saber moverse por él. De ahí que el modelo de comportamiento renacentista se desplace de El Cortesano de Baltasar de Castiglione al  Discreto o el Oráculo manual y arte de prudencia de Baltasar Gracián. El jesuita nos propone el engaño, la prudencia, el saber ocultarse, la discreción como el camino que debe seguir la vida del que quiera triunfar o simplemente sobrevivir. El recuerdo de La vida del Lazarillo de Tormes y sus aventuras y adversidades (Burgos, 1554) aún sigue vivo.
                                                                                 A.T.T.
 
                                                                              A.T.T.

martes, 15 de mayo de 2012

A la muerte de Carlos Fuentes. In memoriam



La muerte de Artemio Cruz (1962)


Novela póstuma:

Federico en su balcón

(de próxima aparición, en la que las ficciones de Nietzsche no están muy alejadas)

lunes, 7 de mayo de 2012

Talleyrand y Fouché


“El arte de un Talleyrand, personaje histórico y uno de los protagonistas de LA CENA, de Jean Claude Brisville, de disimular los pensamientos con palabras, no es patrimonio sino de un pequeño número”.
Nacido en Bois-Colombes en 1922/??-,  Jean Claude Brisville fue galardonado con los premios más prestigiosos en literatura dramática en Francia.

“Fouché y Talleyrand, estos dos ministros de Napoleón, los más capaces, y capaces de todo, son las figuras psicológicamente más interesantes de esa época. Ambos son mentes claras, positivas, realistas. Ambos han pasado por la escuela de la Iglesia y por la fogosa escuela superior de la Revolución. Ambos tienen la misma sangre fría carente de toda conciencia en cuestiones de dinero y de honor. Ambos sirven con igual deslealtad, con igual falta de escrúpulos, a La República, al Directorio, al Consulado, al Imperio y a la Monarquía.” Stefan Zweig.

         “[...] Sabiéndose hacerse indispensables a los sucesivos gobiernos que emplearon su talento, los dos, odiándose, dominan un cuarto de siglo de la historia francesa.” J.C.Brisville.

         Tras la caída de Napoleón (batalla de Waterloo, 18 de junio de 1815), los vencedores ocupan París. Francia es de quien la quiera. ¿Quién va a gobernar Francia? ¿La República de Fouché, la monarquía de Luis XVIII, o el Imperio de Napoleón II?  Luis XVIII regresa a Francia y Talleyrand está a su lado. El 5 de julio, Talleyrand y Fouché celebran un encuentro en Neuilly, y el 7 de julio por la noche, en Saint-Denis, Joseph Fouché presta juramento de fidelidad al rey, con la bendición de Talleyrand.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Psicología para tontos: OBSESIÓN Y SUICIDO (V)


             Todos los fenómenos que desde la ansiedad se encaminan hacia la fobia, y luego se deslizan a las obsesiones, pueden desembocar en el suicidio.
            Desde el mundo obsesivo, el suicidio se presenta así: idea dominante de suicidio -->idea fija de suicidio --> fobia al suicidio (temor irresistible a perder el control y suicidarse: agresión hacia fuera –homicidio-; agresión hacia dentro –suicidio-; estado lleno de ansiedad, inquietud, desasosiego) --> idea obsesiva de suicidio (se ha clavado ya en la mente).

            Otras fuentes: Enrique Rojas no trata estas dos enfermedades en la obra reseñada.

             Paranoia, (paranoide = forma atenuada de lo paranoico) estado mental patológico en el que el paciente sufre delirios (percepciones y creencias sistemáticas y erróneas, desconectadas de la realidad y resistentes al cambio) de los cuales los más comunes y más conocidos son los de persecución y de grandeza. A finales del siglo XIX, Sigmund Freud definió la paranoia como un trastorno mental en el que el síntoma primordial es la extrema desconfianza hacia los demás; la personalidad paranoide llega a creer que los que le rodean quieren asesinarle. En la forma más grave, la psicosis conocida como esquizofrenia paranoide, el paciente puede tener alucinaciones en las que personajes históricos, mitológicos o religiosos se le aparecen y le transmiten mensajes, alucinaciones obviamente conectadas con los delirios de grandeza del paciente.
          Esquizofrenia< ‘mente escindida’(< ‘escindir’ +  ínteligencia’); denominación común para un grupo de trastornos mentales con variada sintomatología. Es una enfermedad del cerebro que se manifiesta en el comportamiento.
            ADN=genes=naturaleza + entorno y la experiencia personal>; es decir, se produce por la interacción entre la genética y el entorno.
            Apariencia de los enfermos: SANOS Y PEREZOSOS.
          Esquizofrenia Paranoide: sus síntomas recuerdan la paranoia; delirios, desorden o perturbación de la razón o de la fantasía y alucinaciones (
DE APARICIÓN BRUSCA Y REPENTINA.
AGITACIÓN Y AGRESIVIDAD CON EL ENTORNO.
No tiene grados: incapacidad laboral, pero no intelectual. Alto peligro de que se vuelva crónica: 30% recuperación completa; 40 % con altibajos; 30 % no se recupera.
Síntomas: ideas delirantes persistentes que no se corresponden con la cultura del individuo, tales como

         -identidad política

        -Ideas sobrevaloradas persistentemente que se presentan a diario durante semanas, meses o permanentemente.

-          Negativismo

-          Bloqueo

-          Incongruencia en la respuesta emocional que conduce al retraimiento social y disminución de la competencia social.

-          Cambio de conducta personal: aislamiento social y ansiedad.

               La trata el psiquiatra y la psicología clínica.

            Enfermedad crónica: desordenes de comportamiento; aislamiento social de los pacientes y de las familias; soledad. Disminución notable de la tolerancia a la tensión y al estrés.

            El aislamiento social hace que la persona se recluya. Esto puede darse debido a una intolerancia a estar entre multitudes, reuniones pequeñas e inclusive con sólo otra persona.

            En sentido literal, esquizofrenia significa "mente dividida", sin embargo, a pesar de la concepción popular que se tiene de este trastorno, no se produce una disociación de la personalidad (el paciente no se comporta como dos personas distintas). La esquizofrenia empezó a entenderse como enfermedad diferente del resto de las psicosis a principios del siglo XX.
Mitos:
1.  “Los esquizofrénicos son incapaces de tomar decisiones relacionadas con su vida y requieren la ayuda de un tutor legal”. Falso.
     La mayoría de las personas con esta enfermedad manejan sus propios asuntos exitosamente. Sólo temporalmente pueden necesitar la ayuda de un tutor, durante las crisis.
2. “Las personas con esquizofrenia son violentas”.

      La violencia no es un síntoma de la esquizofrenia y no es común entre las personas que sufren de este trastorno. Por el contrario, las personas con esquizofrenia tienen más posibilidades de ser víctimas de violencia ellas mismas. Si ocurre un episodio de violencia o agresión, es debido a que el paciente se siente acorralado o no alcanza a comprender las intenciones del otro. Las alucinaciones, los delirios, las preocupaciones o pensamientos revueltos son lo que causan los miedos y confusiones que culminan en violencia.

    Tratamiento: con medicamentos antipsicóticos bajo supervisión del siquiatra; se trata de un desequilibrio bioquímico.

            Muy pocos tratan adecuadamente el aislamiento social.

          La psicoterapia individual ayuda a los pacientes a comprender sus emociones y hacer frente a sus problemas con más confianza y en una forma más sana. También la terapia de grupo.
CONTROL DE IMPULSOS O IMPULSIVIDAD
Entre un 10 y un 15 % de la población tiene problemas con el control de sus impulsos.
            La manifestación más pura de la impulsividad es el trastorno explosivo intermitente, que se caracteriza por la repetición de episodios desmesurados de agresividad verbal y física ante acontecimientos que no lo justifican,
            Pasado el CALENTÓN, esta actitud genera un sentimiento de vergüenza y arrepentimiento. Según Salvador Ros, psiquiatra del hospital del Mar de Barcelona, la impulsividad patológica es la necesidad patológica de satisfacer un impulso. Un síntoma que es tb el centro de la piromanía y la cleptomanía.
            El doctor Gabriel Rubio, jefe de los servicios de salud mental de Retiro de Madrid, en España, estos desordenes están asociados al 70 % de los suicidios porque el impulso patológico lleva directamente a la acción.
            El origen del desorden es biológico y parece estar relacionado con factores neurobioquímicos: relación directa entre la función de la serotonina, un neurotransmisor central que tiene influencia sobre el humor, el sueño y la ansiedad, y la impulsividad.