El sueño de la razón produce monstruos

domingo, 25 de noviembre de 2012

Lope de Vega: en el 450º de su nacimiento

          
 Lafuente Ferrari, Enrique, «Los retratos de Lope de Vega», Madrid, Imprenta Helénica, 1935.
© Patronato de la Biblioteca Nacional y Junta Nacional del III Centenario de la muerte de Lope de Vega.
 
                Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, noviembre de 1562-agosto de 1635), máximo talento de la dramaturgía del Barroco español, todavía nos sigue asombrando por la fuerza lírica de sus textos.

                                   "lloré las Rimas de amor humano
                                     canté las Rimas de amor divino."
                                         ("Egloga a Claudio", vv. 283-284)

               

¿Quién es amor? - Infierno de la vida.
¿De quién nace? - Del ciego atrevimiento.
¿De quién vive? - El favor es su alimento.
¿Qué fuerza tiene? - Estar al alma asida.
¿Da muerte amor? - Amor es homicida.
¿Da vida amor? - Mezclada con tormento.
¿Dónde asiste? - En el ciego entendimiento.
Pues, ¿algo tiene amor? - Gloria fingida.
¿Qué tiene bueno amor? - Algún secreto.
Todo lo vence amor, griegos y godos.
Nadie se escapa, el mundo está sujeto.
¿Con qué engaña amor? - De varios modos.
¡Oh amor, vuelve por ti! Dime ¿a qué efeto
todos te infaman y te buscan todos?
           
            Este soneto lo incluye en La corona merecida, Ac, VIII, pág. 592b (“Parte XIV, Madrid, 1620. El autógrafo lleva fecha de 1603. Lo recita el rey, en solitario, enamorado de Leonor.
 

De Rimas Sacras (1614)
            Anda Lope, cuando salen las Rimas sacras, por sus cincuenta años. En la crisis amorosa y espiritual está la clave para escribir, al modo petrarquista, sus primeras Rimas, que representan, con el Romancero espiritual  (1619), la divinización de la lírica humana, en el contexto del hombre pecador y arrepentido; veamos:

Yo me muero de amor, que no sabía,
aunque diestro en amar cosas del suelo,
que no pensaba yo que amor del cielo
con tal rigor las almas encendía.

Si llama la moral filosofía
deseo de hermosura a amor, recelo
que con mayores ansias me desvelo
cuanto es más alta la belleza mía.

Amé en la tierra vil, ¡qué necio amante!
¡Oh luz del alma, habiendo de buscaros,
qué tiempo que perdí como ignorante!

Mas yo os prometo agora de pagaros
con mil siglos de amor cualquiera instante
que por amarme a mí dejé de amaros.


A.T.T.




jueves, 22 de noviembre de 2012

El Criticón: De Fortuna a Virtelia (C, II, c.7)

Simon Vouet,  Saturno, vencido por el Amor, Venus y la Esperanza (1645-46; ) Musée du Berry.

        El anciano Saturno, representado con la hoz por ser un dios agrícola, alegoriza el Tiempo. La bella muchacha que se agarra a una de las alas del dios, es la Esperanza, cuyo atributo es el ancla a sus pies. La mujer que tira del pelo de Saturno es la Verdad, ayudada por un rechoncho putti. Sobre este grupo se encuentran la Fama, quien sopla una larga trompa y sostiene otra en su derecha, y la Ocasión, que lleva en su mano derecha los atributos del poder, por lo que también puede identificarse con la Fortuna

       En El Hiermo de Hipocrinda, Critilo y Andrenio, son salvados por la Fortuna evitando que caigan despeñados. La Ocasión y el Acaso hacen que los peregrinos pasen, por un puente levadizo del espacio alegórico de la Fortuna al de la Virtud, con lo que Gracián logra una transformación del espacio en una sublimación simbólica. Será la Ocasión quien les encomiende que se dirijan al Palacio de Virtelia (la virtud) y que no abandonasen por muy penosa que fuera la subida.
       En estas estaban los peregrinos cuando se encuentran con el falso ermitaño y verdadero embustero y cómo este influye en Andrenio para seguir por la senda fácil que lleva al Palacio de Hipocrinda.
         El mundo al revés que nos presenta el aragonés y el sarcasmo con que retrata a los personajes que por aquel desierto eremítico van desfilando, convierten esta capítulo de El Criticón en uno de los más geniales de su relato filosófico-alegórico, sazonado por una gran complejidad estilística que posibilita multitud de sentidos e interpretaciones.
                                               A.T.T.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

El Criticón y Gian Francesco Barbieri (Cento, 1591 — Bolonia, 1666), Il Guercino




Il Guercino, La Fama, 1621, Roma, Casino Ludovisi

Strandhal, cuando visita la Villa Ludovisi (Roma), en abril de 1828, escribe: "Tuvimos el acierto de subir al primer piso, donde hay una bóveda pintada al fresco por este gran maestro, Il Guercino; es una Fama llevando un ramo de olivo y tocando una trompeta."
La Villa fue fundada por el cardenal Ludovico Ludovisi (Bolonia, 1595-1632); hoy ha desaparecio.


 



La representación alegórica de la Fama
         La Fama es la mensajera de Júpiter y compitió con Mercurio, el Hermes griego, que tradicionalmente había desempeñado esa misión.
         Para los romanos simbolizaba la VOZ PÚBLICA, hija de Gea, la Tierra. Es una de las configuraciones más creativas es la de Virgilio . (Libro IV de La Eneida); la hace habitar en el corazón de mundo, en un palacio de cristal lleno de ventanas por las que entran las voces. La Fama se rodea de la Credulidad, la Sedición, el Error, la Falsa Alegría, el Terror y los Falsos Rumores. La hace volar rápidamente y la dota de numeroso ojos y bocas. La Fama de Virgilio carece imagen en la civilización griega. Ovidio y Horacio seguirán a Virgilio. En los poetas latinos, la personificación de Fama es un monstruo horrendo, de origen divino, que alegoriza el poder demoníaco, del rumor y la publicidad.
         Se representa con una figura femenina, alas de águila, entre nubes, en lo alto de los cielos  y tocando una trompeta, como así la podemos ver en la pintura de Il Guecino. Su oráculo es anfibológico al proclamar indistintamente la verdad y la mentira.
         En el Renacimiento, se abandona esa imagen monstruosa y sus representaciones en el arte aparece como una hermosa y desenvuelta doncella, a menudo con el torso desnudo, que sopla una larga trompeta.
         Gracián, en El Criticón, último capítulo de la Tercera Parte, el Inmortal, uno de los guías de los peregrinos de la vida, propone a Critilo y Andrenio ser varón eminente para salir de la Mansión de la Muerte. Este mismo guía los lleva al Palacio de la Vida verdadera, el de los honores de La Fama, esto es, la Isla de la Inmortalidad, cuyos habitantes si son héroes, se nutren con el higadillo del ave fénix; si son valientes, con médulas de leones y, especialmente con los airecillos del aplauso.
         La Isla de la Inmortalidad está en un mar negro, donde bañan sus plumas los escritores famosos. Una sola gota de ese licor basta para hacer famoso e inmortal a un hombre, haciéndolo pasar a la mansión de la Eternidad.
                                                                 A.T.T.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Don Juan Tenorio y la Noche de Difuntos (VI)


                En la Segunda parte de Don Juan Tenorio, en el teatro aparece un magnífico cementerio hermoseado como un jardín;  en un primer plano, aislados y con estatuas de piedra, se ven los sepulcros de don Gonzalo de Ulloa, de rodillas, de doña Inés, de pie y en centro, y, a la izquierda, la de don Luis Mejía también de rodillas. En el fondo, el panteón de la Familia Tenorio con la estatua de don Diego Tenorio, el fundador de la saga. Una pared llena de nichos y lápidas, sepulcros, estatuas de piedra, sauces llorones que se inclinan ante las tumbas, flores de todas clases y cipreses enhiestos hacia el cielo aparecen envueltos por la luz de una luna en una noche  fría y tranquila de verano, y alumbrada por una luna brillante.
             En el silencio, se sienten los pasos de un lento,  nostálgico y meditabundo caminar. Son los de don Juan Tenorio, que deambula entre el misterio de tumbas que sobrecogen, sombras de ultratumba, la estatua animada del Comendador de Calatrava y la invitación temería al banquete espectral; brindis, euforia en casa de don Juan, seguidos de duelos y muerte. Luego una cena paródica en el sepulcro del convidado de piedra, espectros, osamentas, sudarios y vuelos macabros. El reloj de arena, implacable, marca el último instante. Campanas fúnebres y cantos funerarios. Arrepentimiento y apoteosis final del amor. Dos almas resplandecientes como llamas ascienden hacia las esferas celestes del paraíso entre músicas angelicales al esclarecer el alba en un nuevo día que aterrará a los sevillanos.
            Entre los predecesores de Zorrilla, Antonio de Zamora tuvo gran éxito con una serie de comedias de magia, como ya señalamos, donde la tramoya era más importante que el mismo texto. Sin embargo, cuando Zorrilla compone el Tenorio, aquel género estaba en decadencia absoluta. La comedia de magia, con predominio absoluto de la escenografía, al gusto cortesano en tiempo de Felipe IV, en el reinado de Felipe V, es uno de los más atractivos para el pueblo de Madrid y otras grandes ciudades y que se mantenía todavía con éxito en el reinado de Fernando VII.
            Hartzenbusch escribirá dos de las últimas comedias de magia, La redoma encantada (1839), donde se llama al héroe el "Don Juan Tenorio de nuestros tiempos" y donde los espectadores son testigos de la presencia de dos estatuas que "vienen a cenar", y Los polvos de la madre Celestina (1840), que llegará al siglo XX como espectáculo infantil.
            Torrente Ballester afirmará que El Tenorio es de las obras modernas, la más alabada y denostada, pero la única verdaderamente popular, y que ha sido representada hasta las últimas décadas la noche de difuntos. Con esas representaciones teatrales, tan arraigada como el culto a los muertos, el público disfrutaba con el sepulcro de doña Inés donde las flores se transforman en una apariencia, en la que se ve en medio de resplandores, la sombra de DOÑA INÉS:
            SOMBRA.    Yo soy doña Inés, don Juan,
                                   que te oyó en su sepultura.
            JUAN.           ¿Conque vives?
            SOMBRA.                             Para tí;
                                   mas tengo mi purgatorio
                                   en ese mármol mortuorio
                                   que labraron para mí.
                                   Yo a Dios mi alma ofrecí
                                   en precio de tu alma impura,
                                   y Dios, al ver la ternura
                                   con que te amaba mi afán,
                                   me dijo: "Espera a don Juan
                                   en tu misma sepultura.
                                   Y pues quieres ser tan fiel
                                   a un amor de Satanás,
                                   con don Juan te salvarás,
                                   o te perderás con él.
                                                           (Zorrilla, Don Juan Tenorio, vv. 2992-3007)
            Esta unión de destinos es fruto de un amor verdadero que implica un estar ontológicamente con el otro, fiel al destino de éste, sea el que sea, como señaló Ortega.
            Dante, en La Divina comedia (Infierno, Canto V), encuentra a una pareja de amantes en el círculo del Infierno, destinado a pecadores carnales, Paolo y Francesca, asesinados por el esposo de ésta, Giovanni di Malatesta, señor de Rímini, una vez que descubre sus amores ilícitos. Sus almas, unidas para siempre, sufrirán el mismo tormento. (Peña, Aniano, ibídem, pág. 188, n, 3007).