El sueño de la razón produce monstruos

viernes, 24 de enero de 2014

Roberto Fontanarrosa, Sobre las malas palabras.




Fragmento de la ponencia del escritor, dibujante y humorista rosarino en el III Congreso Internacional de la Lengua Española, noviembre de 2004 en Rosario, provincia de Santa Fe.

No sé que tiene que ver con lo de la internacionalización, que, aparte, ahora que pienso, ese título lo habrán puesto para decir que una persona que logra decir correctamente in-ter-na-cio-na-li-za-ción es capaz de ponerse en un escenario y hablar algo —porque es como un test que han hecho—.
Algo tendrá que ver el tema, éste, el de la malas palabras, por ejemplo, con éste, como el que decía el amigo Escribano (José Claudio Escribano), se nota que es tan polémica esta mesa que es la única a la que le han asignado «escribano» para que se controle todo lo que se dice en ella.
Creo que es un aporte real en cuanto al intercambio, me ha tocado vivir cuando he tenido que acompañar a la selección argentina a partidos (de fútbol) en Latinoamérica. El intercambio que hay en esos casos de este lenguaje es de una riqueza notable; es más, en Paraguay nos decían «come gatos» que es, estrictamente para los rosarinos, «un rosarinismo».
Un Congreso de la Lengua, es más que todo, para plantearse preguntas. Yo como casi siempre hablo desde el desconocimiento, me pregunto por qué son malas las malas palabras, quién las define como tal. ¿Quién y por qué?, ¿quién dice qué tienen las malas palabras?, ¿o es que acaso les pegan las malas palabras a las buenas?, ¿son malas porque son de mala calidad?, o sea que ¿cuando uno las pronuncia se deterioran? o ¿cuando uno las utiliza, tienen actitudes reñidas con la moral?
Obviamente, no se quién las define como malas palabras, tal vez sean como esos villanos de viejas películas como las que nosotros veíamos, que en un principio eran buenos, pero que al final la sociedad los hizo malos.
Tal vez nosotros al marginarlas, las hemos derivado en palabras malas, lo que yo pienso es que brindan otros matices muchas de ellas. Yo soy fundamentalmente dibujante, con lo que uno se preguntará: ¿qué hace ese muchacho arriba del escenario? Manejo muy mal el color, por ejemplo, pero a través de eso sé que cuanto más matices tenga uno, más puede defenderse, para expresarse, para transmitir, para graficar algo, entonces, ¿hay palabras, palabras de las denominadas malas palabras que son irremplazables, por sonoridad, por fuerza, algunos incluso por contextura física de la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o zonza que decir que es un pelotudo. Tonto puede incluso incluir un problema de disminución neurológica realmente agresivo.
El secreto de la palabra pelotudo, ya universalizada —no sé si está en el diccionario de dudas—, está en que también puede hacer referencia a algo que tiene pelotas. Puede hacer referencia a algo que tiene pelotas que puede ser un utilero de fútbol que es un pelotudoporque traslada las pelotas; pero lo que digo, el secreto, la fuerza; está en la letra t. Analicémoslo —anoten las maestras—: está en la letra t, puesto que no es lo mismo decirzonzo que decir peloTUdo.
Otra cosa, hay una palabra maravillosa que en otros países está exenta de culpa —esa es otra particularidad, porque todos los países tienen malas palabras pero se ve que las leyes de algunos países protegen y en otros no—, hay una palabra maravillosa, decía, que es carajo. Yo tendría que recurrir a mi amigo y conocedor, Arturo Pérez Reverte, conocedor en cuanto a la navegación, porque tengo entendido que el carajo era el lugar donde se colocaba el vigía, en lo alto de los mástiles de los barcos para divisar tierra o lo que fuere, entonces mandar a una persona al carajo era estrictamente eso, mandarlo ahí arriba.
Amigos mexicanos con los que estuve cenando anoche me estuvieron enseñando una cantidad de malas palabras mexicanas. Ahora que lo pienso creo que me estaban insultando porque se suscitó un problema con la cuenta a la hora de pagar. Me explicaban, que las islas Carajo son unas islas que están en el océano Indico.
En España, el carajillo es el café con coñac y acá apareció como mala palabra, al punto que se llega a los eufemismos se decía caracho es de una debilidad absoluta y de una hipocresía... ¿no?
A veces hay periódicos que ponen: «El senador fulano de tal envío a la M a su par…». La triste función de esos puntos suspensivos, realmente el papel absurdo que están haciendo ahí, merecería también una discusión acá, en el Congreso de la Lengua.
Voy a ir cerrando, hay otra palabra que quiero apuntar que creo es fundamental en el idioma castellano, que es la palabra «mierda», que también es irremplazable. El secreto de la contextura física está en la r —anoten las docentes— porque es mucho más débil como lo dicen los cubanos: miELda, que suena a chino y eso —yo creo que ahí está la base de los problemas que ha tenido la Revolución cubana—, quita de posibilidades de expresiva.
Voy cerrando, después de este aporte medular que he hecho al lenguaje y al Congreso, lo que yo pido es que atendamos a esta condición terapéutica de las malas palabras. Mi psicoanalista dice que es imprescindible para descargarse, para dejar de lado el estrés y todo ese tipo de cosas. Lo único que yo pediría (no quiero hacer una teoría) es reconsiderar la situación de estas palabras. Pido una amnistía para la mayoría de ellas. Vivamos una navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje, que las vamos a necesitar.
Texto adaptado de su transcripción.
                                                 (http://congresosdelalengua.es/rosario/mesas/fontanarrosa_r.htm)
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jueves, 23 de enero de 2014

El Timeo de Platón (I)


         El Timeo lo escribe Platón (428/427-347 a. C.) al final de su vida, entre 358-356 a. C. Este diálogo relata una discusión que se produce entre 430 y 425 a. C.; junto con el Critias y el Hermócrates, debiera formar parte de una trilogía que describe el origen del universo, del hombre y la sociedad.
         Platón, siguiendo a otros pensadores precedentes, recoge el testimonio de poetas como Hesíodo cuando expone lo que fueron la aparición y evolución de toda la realidad.
         Aquellos filósofos, cuyas obras llevaron el título genérico Sobre la naturaleza, pretendieron describir el origen del universo (macrocosmos), del hombre, considerado como un universo en miniatura (microcosmos), y de la sociedad, considerada como arquetipo al que tenía que configurarse la ciudad real.
         El diálogo principia con un resumen de la constitución ideal de la ciudad descrita en la República, obra conocida también Sobre la justicia, y prosigue aludiendo a la guerra victoriosa que mantuvo la antigua Atenas contra la Atlántida.
         El "filósofo" que pretende describir el origen del universo, del hombre y de la sociedad se encuentra tan limitado como el poeta Hesíodo, que en su Teogonía invoca a las musas para saber a qué atenerse sobre el origen de los dioses. A semejanza de lo que dice el poeta, lo que expresa Platón no puede afirmarse ni verdadero ni falso, pues ni uno ni otro fueron testigos del origen de la humanidad y del universo. Este tipo de discursos, sin duda, entra en la categoría del mito.
         Platón, tradicional en su objetivo y en la forma de "diálogo" que adopta, sin embargo, es innovador, especialmente porque es la primera vez que en la historia de la ciencia se emplea la matemática como lenguaje. Por esto, los límites de la idea y explicación del universo que nos presenta Platón se adapta a los límites de la matemática de su época.
         En esta pieza de Platón, Sócrates resume una conversación que tuvo lugar el día anterior entre el mismo Sócrates, Timeo, Critias, Hermócrates y otro tertuliano, este último ausente en el banquete de hoy, el día siguiente.
         Zamora Calvo en su edición crítica de Timeo, ABADA editores, pág. 11, n. 1, traza un paralelismo entre este ausente del Timeo cuando expone sus ideas sobre la constitución de los cuerpos elementales donde examina sucesivamente los cuatro poliedros regulares -tetraedro, octaedro, icosaedro y cubo-, de los que están constituidos respectivamente los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra. Luego señala: Había aún una quinta composición; el dios la utilizó para el universo cuando lo pintó con diversos colores". Se está refiriendo al dodecaedro, el quinto de los poliedros regulares inscribibles en la esfera, y el que más se aproxima a ella. Una figura bien conocida por los pitagóricos, no nombrada y ausente, solo citada como "quinta".
         Lo que se dice en el Timeo es una prolongación de la conversación mantenida en la República. El ausente del Timeo representa el principio de unificación, de totalidad. Del mismo modo que los cuatro interlocutores presentes en el diálogo suplen la parte del ausente, los cuatro poliedros presentes engendran por sí solos la totalidad del universo, que se relacionan simbólicamente con el quinto cuerpo. Así, Timeo, siguiendo la tradición pitagórica, asocia el dodecaedro a la totalidad.

                            


                El dodecaedro simboliza geométricamente la totalidad y es, por su volumen el más próxima a la esfera. El dodecaedro está constituido de 12 pentágonos, pudiendo dividirse cada uno en cinco triángulos, divisibles a su vez en seis triángulos. Así, un dodecaedro equivale a 360 triángulos, esto es, el número de días siderales que componen el año.
         El mundo que describe el Timeo está sometido a las únicas transformaciones de los cuatro poliedros. En palabras de Sócrates sobre la mejor constitución de las ciudades falta el hombre que unifica las mismas, el filósofo-rey; sin este tipo de hombre, la ciudad se asemeja a un cuerpo sin cabeza, un alma sin su principio hegemónico, la parte racional (νούϛ).

         En ausencia de los filósofos, la ciudad que describe Sócrates en el Timeo está gobernada por los guardianes. La enfermedad del quinto invitado, presente en el banquete de ayer y ausente en el de hoy, está relacionada con el silencio de una teoría principal en la República, y con el olvido sobre el dodecaedro.

miércoles, 22 de enero de 2014

Literatura y fútbol en el Cervantes



Un cuento de fútbol:


Viejo con árbol, de Roberto Fontanarrosa

     Relato leído por Jorge Valdano en el Instituto Cervantes el 20 de enero de 2014.


A un costado de la cancha había yuyales y, más allá, el terraplén del ferrocarril. Al otro costado, descampado y un árbol bastante miserable. Después las otras dos canchas, la chica y la principal. Y ahí, debajo de ese árbol, solía ubicarse el viejo.Había aparecido unos cuantos partidos atrás, casi al comienzo del campeonato, con su gorra, la campera gris algo raída, la camisa blanca cerrada hasta el cuello y la radio portátil en la mano. Jubilado seguramente, no tendría nada que hacer los sábados por la tarde y se acercaba al complejo para ver los partidos de la Liga. Los muchachos primero pensaron que sería casualidad, pero al tercer sábado en que lo vieron junto al lateral ya pasaron a considerarlo hinchada propia. Porque el viejo bien podía ir a ver los otros dos partidos que se jugaban a la misma hora en las canchas de al lado, pero se quedaba ahí, debajo del árbol, siguiéndolos a ellos.Era el único hincha legítimo que tenían, al margen de algunos pibes chiquitos; el hijo de Norberto, los dos de Gaona, el sobrino del Mosca, que desembarcaban en el predio con las mayores y corrían a meterse entre los cañaverales apenas bajaban de los autos.--Ojo con la vía, alertaba siempre Jorge mientras se cambiaban.--No pasan trenes, casi, tranquilizaba Norberto. Y era verdad, o pasaba uno cada muerte de obispo, lentamente y metiendo ruido.--¿No vino la hinchada?, ya preguntaban todos al llegar nomás, buscando al viejo-. ¿No vino la barra brava?Y se reían. Pero el viejo no faltaba desde hacía varios sábados, firme debajo del árbol, casi elegante, con un cierto refinamiento en su postura erguida, la mano derecha en alto sosteniendo la radio minúscula, como quien sostiene un ramo de flores. Nadie lo conocía, no era amigo de ninguno de los muchachos.--La vieja no lo debe soportar en la casa y lo manda para acá, bromeó alguno.--Por ahí es amigo del referí, dijo otro. Pero sabían que el viejo hinchaba para ellos de alguna manera, moderadamente, porque lo habían visto aplaudir un par de partidos atrás, cuando le ganaron a Olimpia Seniors.Y ahí, debajo del árbol, fue a tirarse el Soda cuando decidió dejarle su lugar a Eduardo, que estaba de suplente, al sentir que no daba más por el calor. Era verano y ese horario para jugar era una locura. Casi las tres de la tarde y el viejo ahí, fiel, a unos metros, mirando el partido. Cuando Eduardo entró a la cancha --casi a desgano, aprovechando para desperezarse-- cuando levantó el brazo pidiéndole permiso al referí, el Soda se derrumbó a la sombra del arbolito y quedó bastante cerca, como nunca lo había estado: el viejo no había cruzado jamás una palabra con nadie del equipo.El Soda pudo apreciar entonces que tendría unos setenta años, era flaquito, bastante alto, pulcro y con sombra de barba. Escuchaba la radio con un auricular y en la otra mano sostenía un cigarrillo con plácida distinción.--¿Está escuchando a Central Córdoba, maestro? --medio le gritó el Soda cuando recuperó el aliento, pero siempre recostado en el piso. El viejo giró para mirarlo. Negó con la cabeza y se quitó el auricular de la oreja.--No sonrió. Y pareció que la cosa quedaba ahí. El viejo volvió a mirar el partido, que estaba áspero y empatado. Música dijo después, mirándolo de nuevo.--Algún tanguito?, probó el Soda.--Un concierto. Hay un buen programa de música clásica a esta hora.El Soda frunció el entrecejo. Ya tenía una buena anécdota para contarles a los muchachos y la cosa venía lo suficientemente interesante como para continuarla. Se levantó resoplando, se bajó las medias y caminó despacio hasta pararse al lado del viejo.--Pero le gusta el fútbol --le dijo--. Por lo que veo.El viejo aprobó enérgicamente con la cabeza, sin dejar de mirar el curso de la pelota, que iba y venía por el aire, rabiosa.--Lo he jugado. Y, además, está muy emparentado con el arte --dictaminó después--. Muy emparentado.El Soda lo miró, curioso. Sabía que seguiría hablando, y esperó.--Mire usted nuestro arquero --efectivamente el viejo señaló a De León, que estudiaba el partido desde su arco, las manos en la cintura, todo un costado de la camiseta cubierto de tierra--. La continuidad de la nariz con la frente. La expansión pectoral. La curvatura de los muslos. La tensión en los dorsales --se quedó un momento en silencio, como para que el Soda apreciara aquello que él le mostraba--. Bueno... Eso, eso es la escultura...El Soda adelantó la mandíbula y osciló levemente la cabeza, aprobando dubitativo.--Vea usted --el viejo señaló ahora hacia el arco contrario, al que estaba por llegar un córner-- el relumbrón intenso de las camisetas nuestras, amarillo cadmio y una veladura naranja por el sudor. El contraste con el azul de Prusia de las camisetas rivales, el casi violeta cardenalicio que asume también ese azul por la transpiración, los vivos blancos como trazos alocados. Las manchas ágiles ocres, pardas y sepias y siena de los muslos, vivaces, dignas de un Bacon. Entrecierre los ojos y aprécielo así... Bueno... Eso, eso es la pintura.Aún estaba el Soda con los ojos entrecerrados cuando al viejo arreció.--Observe, observe usted esa carrera intensa entre el delantero de ellos y el cuatro nuestro. El salto al unísono, el giro en el aire, la voltereta elástica, el braceo amplio en busca del equilibrio... Bueno... Eso, eso es la danza...El Soda procuraba estimular sus sentidos, pero sólo veía que los rivales se venían con todo, porfiados, y que la pelota no se alejaba del área defendida por De León.--Y escuche usted, escuche usted... --lo acicateó el viejo, curvando con una mano el pabellón de la misma oreja donde había tenido el auricular de la radio y entusiasmado tal vez al encontrar, por fin, un interlocutor válido--... la percusión grave de la pelota cuando bota contra el piso, el chasquido de la suela de los botines sobre el césped, el fuelle quedo de la respiración agitada, el coro desparejo de los gritos, las órdenes, los alertas, los insultos de los muchachos y el pitazo agudo del referí... Bueno... Eso, eso es la música...El Soda aprobó con la cabeza. Los muchachos no iban a creerle cuando él les contara aquella charla insólita con el viejo, luego del partido, si es que les quedaba algo de ánimo, porque la derrota se cernía sobre ellos como un ave oscura e implacable.--Y vea usted a ese delantero... --señaló ahora el viejo, casi metiéndose en la cancha, algo más alterado--... ese delantero de ellos que se revuelca por el suelo como si lo hubiese picado una tarántula, mesándose exageradamente los cabellos, distorsionando el rostro, bramando falsamente de dolor, reclamando histriónicamente justicia... Bueno... Eso, eso es el teatro.El Soda se tomó la cabeza.--¿Qué cobró? --balbuceó indignado.--¿Cobró penal? --abrió los ojos el viejo, incrédulo. Dio un paso al frente, metiéndose apenas en la cancha--. ¿Qué cobrás? --gritó después, desaforado--. ¿Qué cobrás, referí y la reputísima madre que te parió? El Soda lo miró atónito. Ante el grito del viejo parecía haberse olvidado repentinamente del penal injusto, de la derrota inminente y del mismo calor. El viejo estaba lívido mirando al área, pero enseguida se volvió hacia el Soda tratando de recomponerse, algo confuso, incómodo.--...¿Y eso? --se atrevió a preguntarle el Soda, señalándolo.--Y eso... --vaciló el viejo, tocándose levemente la gorra--...Eso es el fútbol.  

jueves, 9 de enero de 2014

El mito de la Palabra creadora (y III)


Como decíamos anteriormente, en el prólogo al Evangelio de San Juan, se habla del Logos eterno (Palabra) que está junto a Dios, a través del cual fueron creadas todas las cosas y que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
         El texto de Juan es trascendental a este respecto. Es una pieza teológica solemne, con forma rítmica en el que se canta a Jesucristo como Palabra creadora que se ha encarnado. Logos, en griego, significa "Palabra" o "Verbo", que en este Prólogo es la Palabra creadora, reveladora y salvadora manifestada en el Antiguo Testamento y revelada en el Nuevo como una persona divina.
"1. En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
2. Ella estaba en el principio con Dios.
3. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
4. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres,
5. y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
6. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan.
7. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él.
8. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
9. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
10. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.
11. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
12. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre;
13. la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.
 [...]"

         Esta misma palabra divina, eterna, creadora e iluminadora entró en la Historia asumiendo la naturaleza humana (encarnación):
       "14. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. "  (Jn. 1, 14).
            La importancia de este texto radica en que subraya todas las resonancias que en un griego podía tener el término Logos, de compleja traducción: razón, palabra, pensamiento y comunicación.
            Según Aristóteles, cuando define hombre afirma que es el "animal que posee Logos", y el Logos es lo más divino que hay en él. Heráclito ya había hablado de un Logos universal que lo rige todo. Los estoicos afirman también la existencia de un Logos eterno, que dirige el mundo y que es su ley, su providencia, y entendían el Logos humano como una participación de ese Logos divino. Los neoplatónicos, por su lado, situaban después del Uno, inaccesible e inefable, una "mente o pensamiento universal", hipóstasis intermedia entre la unidad trascendental y la divinidad de lo existente, interpretando de este modo metafísico el tema del demiurgo creador del Timeo de Platón.
         Con ese trasfondo común, parece más que lógico que los cristianos se acercaran a las doctrinas estoicas y neoplatónicas al texto de Juan y que sintiera algo parecido a una anticipación pagana, que emanaba de esa luz natural divina de la razón, de la verdad cristiana.
         Por otro lado, Juan asegura que ese Logos "ilumina a todo hombre que viene a este mundo", lo que implica que todo hombre, con independencia de raza, condición social o cosmovisión, puede recibir la iluminación de Dios y vivir en la verdad.
         Lo que para los judíos había sido la Ley y los profetas, lo era el Logos eterno para los paganos. Y si Dios habló al pueblo judío por la Sagrada Escritura en el Antiguo Testamento, a otras gentes y otras civilizaciones les transmitió su sabiduría por medio del Logos. Para los cristianos, la cultura pagana tenía "verdad", a veces mezclada con errores y fragmentaria, algunas veces incomprensibles, pero ningún obstáculo podía impedir que los cristianos la hicieran suya y la integraran a la "Verdad plena".
         Los cristianos sintieron que el Logos encarnado, humanizado (Cristo), como verdad cierta de Dios, era lo que les permitía distinguir y filtrar las "verdades" las "verdades" que los hombres habían podido vislumbrar al margen de la historia de la revelación. Y así las "verdades de los clásicos" es como se integran en la "Verdad" del cristianismo. Y aquellas verdades se consideraron como "indicios" y "anticipaciones" que alcanzan su plenitud en el Logos humanizado, en Cristo Jesús, redentor y salvador.
         Todo esto llevó al pensamiento de los Padres de la Iglesia una actitud positiva frente ala cultura y la filosofía pagana y con sus instrumentos fueron configurando la cosmovisión cristiana del mundo y del hombre. De ahí que sea preciso reconocer que la fe cristiana se helenizó, aunque la doctrina revelada por el Logos encarnado sea la primera y principal, valorando la razón y la filosofía como elementos subordinados a la fe revelada.

Bibliografía:
"Evangelio según San Juan" en Sagrada Biblia, Madrid, Bac, 2011.   
GARRIDO, Juan José, El Pensamiento de los Padres de la Iglesia, Madrid, Akal, 1997.

PLATÓN, Timeo, Madrid, CSIC, 2012.

miércoles, 8 de enero de 2014

Los padres de la Iglesia (II)


            Los padres de la iglesia descubren un nueva hermenéutica capaz de encontrar en el mundo grecolatino "indicios", "anticipaciones" y "profecías" de Cristo.
            Pablo, en su discurso en el Areópago de Atenas, dijo:

"Atenienses, en cada detalle observo que sois en todo extremadamente religiosos. Porque paseándome por ahí y fijándome en vuestros monumentos sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: Al Dios desconocido. Pues eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo: el Dios que hizo el mundo y todo lo que contiene, ése es el Señor del Cielo y la Tierra, no habita en templos construidos por hombres, ni lo sirven manos humanas como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento y todo. [...] Sí, estirpe suya somos. Por tanto, si somos estirpe de Dios, no podemos pensar que la divinidad se parezca a oro, plata o piedra, esculpidos por la destreza y la fantasía de un hombre. [...] Dios, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, manda ahora a todos los hombres en todas partes que se arrepientan; porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre que ha designado, y ha dado garantía de esto a todos resucitándolo de entre los muertos."
            Al escuchar "resurrección de los muertos", unos se reían y otros dijeron de esto ya hablaremos en otra ocasión.
            Pablo, pues, trata de vincular el mensaje cristiano con las ideas de los paganos, hasta presentar la Buena Nueva como un perfeccionamiento y cumplimiento del helenismo. Ha visto que detrás de la multitud de altares y de dioses, se esconde un hombre religioso. Solo él ha sabido interpretar la frase "Al Dios desconocido" como un anhelo latente en el corazón del hombre a "algo otro". Percibe con claridad ese difuminado entre la profundidad religiosa del griego y las configuraciones sensoriales de su religión y sus dioses.
            Este será el punto de partida de Pablo en sus mensajes: "Eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo", les insistirá. Todo el discurso de Pablo rezuma una doctrina que emplea categorías propias de sus oyentes: estoicos, neoplatónicos, e incluso epicúreos podrían asumir algunas de sus afirmaciones, llegando a citar unos versos del poeta griego Arato de Soli (310-240 a. C.) para reafirmar la idea de que somos de linaje divino.
            Sin embargo Pablo, a partir de esos conceptos comunes, emplea claramente lo novedoso de su concepción: introduce la idea de la creación, extraña a la cultura griega; critica duramente los ídolos según la tradición bíblica, y les habla de la conversión y del Juicio Final por medio de Jesucristo en su Segunda Venida a la Tierra -la Parusía-, al final de los tiempos en que se manifieste gloriosamente. El retorno glorioso de Cristo, el Hijo de Dios, cuya garantía es haber resucitado de entre los muertos, aparece en la antiquísima expresión del Credo, símbolo de la fe cristiana, que anuncia "y de nuevo vendrá con gloria...".
            La búsqueda de un terreno intelectual común no hace que Pablo diluya el Evangelio en las distintas cosmovisiones de sus oyentes. Jamás intenta "racionalizar" su doctrina mostrando, por ejemplo, que la resurrección no es un símbolo de la pervivencia de Jesús en su obra y en sus discípulos. Nunca Pablo desvirtúa "los hechos salvíficos". La cruz y la resurrección no se demuestran subrayando con ello que el cristianismo no es un paradigma más de la vida intelectual o racional, sino una fe en un hecho histórico: la muerte y resurrección salvadoras -redentoras- de Cristo y su significado universal.
            Estos planteamientos de Pablo no le apartarán muchos éxitos, pero su discurso se hizo modelo de su aproximación a la cultura griega. Luego sería imitado por la mayoría de los primeros pensadores cristianos. Después Pablo reconocerá que "los griegos buscan saber" y que lo que él les predica es un Mesías crucificado, lo que para muchos paganos no deja de ser una locura (1 Cor. 1, 23). Con todo, Pablo está plenamente convencido de que puede hacerles comprender que "la locura de Dios es más sabia que los hombres".

            El otro texto de acercamiento al pensamiento pagano nos lo encontramos en el prólogo al Evangelio de San Juan. Pero este asunto lo aplazamos para el último artículo.

martes, 7 de enero de 2014

El Cristianismo en la Historia de la Humanidad (I)


              El cristianismo entra en la Historia de la Humanidad como una religión revelada cuya esencia es la fe en Jesucristo, el Mesías esperado, el Hijo de Dios, el que da a los hombres la certidumbre del Padre y de su voluntad salvadora, que además les descubre su propia verdad y su destino.
            Aparentemente tiene poco que ver con las indagaciones racionales de la Filosofía. Su fin primordial es suscitar en los creyentes una vida santa, a imitación de Dios, amén de tener vocación universal. Cristo es la Buena Nueva, el Verbo humanizado (San Juan de la Cruz), que hay que anunciar a todos los hombres para su salvación.
            Según el evangelista Marcos, las últimas palabras de Cristo resucitado: "Id por el mundo entero propagando la buena Noticia" son el mandato expreso de evangelizar; "el que crea y se bautice se salvará; el que se niegue a creer se condenará" (Mc. 16, 15-17). También relata el mismo Marcos que los apóstoles y los discípulos pregonaron el Evangelio por todas partes con el impulso de Jesús resucitado. El mensaje de salvación se dirige a toda la Humanidad, a todos los pueblos y, en primer lugar, al pueblo judío, comenzando por Jerusalén, pues los primeros apóstoles y los primeros discípulos eran todos judíos y Jesús se presenta como el Mesías esperado, cumplimiento y plenitud de la Ley y los Profetas. El pueblo judío, el pueblo de la Alianza, está capacitado para entender y aceptar el nuevo mensaje pues entronca directamente con su tradición cultural y religiosa.
            Sin embargo, a pesar de que el Evangelio no implicaba una ruptura con la Antigua Alianza y los profetas el pueblo judío no reconoce a Jesús de Nazaret como el Mesías esperado; su suplicio en la cruz por los romanos constituyó un gran escándalo para ellos (1 Cor. 1, 23-24). Es entonces cuando los apóstoles y los discípulos se vuelven a los judíos de la diáspora y hacia los gentiles. Pedro comprende pronto que "Dios no hace distinciones, sino que acepta al que es fiel y obra rectamente, sea de la nación que sea" (Hch. 10, 34-36).
            Por otro lado, la conversión de Pablo es clave para anunciar el Evangelio a los gentiles (Hch. 15, 7-8; 22, 21; Gál. 1, 15-17; 2, 7-8). Con Pablo se hace plena el llamamiento universal del cristianismo. Con Cristo resucitado, Señor y salvador, se rompen todas las fronteras étnicas, desaparecen las diferencias y se constituye un nuevo pueblo: "Ya no hay ni judío, ni griego, ni siervo ni libre, ni varón ni hembra, dado que todos vosotros hacéis uno con Cristo Jesús (Gál. 3, 28-29; Rom. 10, 12-13; Ef. 2, 16).
            Con todo, evangelizar a los gentiles no es fácil. Falta algo común para que los gentiles comprendieran el mensaje evangélico. El cristianismo se enfrenta a una cultura extraña, cuya religiosidad se manifiesta en una gran variedad de dioses. Jesucristo era el Mesías esperado, pero ¿qué esperaban las religiones greco-latina? Cristo, para los cristianos, era la respuesta a una aspiración universal de la humanidad y por esto debe ser anunciado a todos. Y esta idea cristiana les obliga a acercarse al hombre clásico y sus cosmovisiones con la actitud de descubrir en ellas los interrogantes a los que respondía "el nombre de de Jesucristo".

            Seguiré en el próximo artículo...