
jueves, 25 de junio de 2015
viernes, 19 de junio de 2015
viernes, 12 de junio de 2015
María de Quiñones, impresora española del siglo XVII del Madrid de los Austrias.

La protagonista es María de Quiñones, impresora madrileña del
s. XVII y doblemente viuda, primero de Pedro Madrigal, hijo del impresor del
mismo nombre, muerto en 1602 y más tarde de Juan de la Cuesta. La
ausencia de datos, tanto biográficos como tipográficos con que contamos,
contrasta con su voluminosa producción tipográfica que alcanza 133 impresos, de
los cuales 62 custodia la Biblioteca Histórica. Tras realizar un microanálisis
de estos ejemplares, presentamos aquí otra aportación más para avanzar en el
estudio de la incursión de las féminas en este oficio.
María de
Quiñones aparece vinculada a la imprenta a raíz de los sucesivos matrimonios
con linajes de impresores, ocupando la posición secundaria de transmisora de
los negocios. Era la tónica general en una sociedad tremendamente misógina,
donde a la mujer se la excluía de los ámbitos profesionales y culturales
quedando relegada, bajo la tutela dominante del varón. Sólo cuando enviudaba y
alcanzaba la mayoría de edad contaba con total libertad en el ámbito legal para
gestionar oficio y patrimonio. Con este telón de fondo, es difícil delimitar
unas fechas que abarquen su actividad tipográfica. A la muerte de Pedro
Madrigal, se casa el 26 de junio de 1602 con Juan de la Cuesta, que con su
presencia activa desde 1604 y ausencia a finales de 1607, nos descabala esta
crónica. "El 4 de diciembre de 1607, Juan de la Cuesta se encuentra en
Sevilla y ante notario da amplios poderes a su mujer, María de Quiñones, a su
suegra, Maria Rodriguez de Ribalde y a Jerónimo de Salazar para regir la
imprenta, cobrar lo que se les debiere y actuar en su nombre". Dejaba en
Madrid a su mujer embarazada y deudas a pagar.
[...]
El año 1633 marca los
inicios de esta impresora con la obra Patrocinium de pro regia iurisdictione
inquisitoribus siculis concessa,de Mario Cutelli [BH DER 6050] donde María
de Quiñones figura ya con su nombre en la sintaxis de los pies de imprenta,
hasta 1666. Un periodo en el que desplegó una gran actividad tipográfica
traduciéndose en 86 obras salidas de sus prensas. Su apellido cubre así
33 años ininterrumpidos de la historia de la imprenta madrileña. En este
arco temporal entra en escena un nuevo editor, Pedro Coello muy activo en el
campo teatral, y la Hermandad de los Mercaderes de Libros para la que trabajó
en 1638.
Destacamos de esta época, la
publicación de 3 partes de comedias de célebres dramaturgos del Siglo de
Oro español que alcanzaron un gran éxito editorial, presentes en la Biblioteca
Histórica: Cuarta parte de Comedias, de Tirso de Molina. Madrid: María de
Quiñones, 1635 [BH FLL 29558]; Segunda parte
de las comedias de Don Pedro Calderon de la Barca, recogidas por D. Ioseph
Calderón de la Barca su hermano. En Madrid, por Maria de Quiñones,
1637 [BH FLL
Res.509]; y Parte veinte y tres de las comedias de Lope Félix de
Vega Carpio. Madrid, Maria de Quiñones, a costa de Pedro Coello, 1638 [BH FOA 253].
http://biblioteca.ucm.es/blogs/Foliocomplutense/3244.php
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sábado, 6 de junio de 2015
La Tabla de Cebes y Epicteto
La
Tabla de Cebes, publicada
frecuentemente con el Manual de
Epicteto, comparte con él un lugar privilegiado y prevalente en la tradición
grecolatina occidental. Ambas se encuentran entre las obras más publicadas y
traducidas, especialmente entre los siglos XVI y XVIII, como lectura obligada
en las clases de lengua griega (enseñanza moral + brevedad y sencillez).
Además la Tabla ha sido fuente de
inspiración para grabadores y se ha reservado un papel crucial en el nacimiento
de la literatura emblemática.
Theatro moral de la Vida Humana en cien emblemas con
el Enchiridion de Epicteto y la Tabla de Cebes, philósofo platónico.
Atribuida a Cebes, hasta bien
entrado el siglo XVIII, su autoría se empieza a cuestionar: el filósofo Cebes de Tebas aparece en el Fedón y el Critón platónicos, conocido discípulo, primero, del pitagórico Filolao, y luego como perteneciente al
círculo socrático. En cambio, la Tabla menciona
a los peripatéticos (en XIII 2) y se perciben claramente huellas platónicas,
estoicas y algunos rasgos comunes con el pitagorismo.
Argumentos de carácter lingüístico,
usados desde el XIX (Drosihn, 1871; Praechter o Joly), avalan que la Tabla no corresponde a la época del
discípulo de Sócrates, Platón, sino que hay que fecharla en el siglo I d. C.
Problemas de la clasificación literaria
En
una ciudad sin nombre, ante el templo de Crono
(gr. antiguo Κρόνος, de la
primera generación de los titanes, descendientes divinos de Gea y Urano) ,
unos extraños, también sin nombre, pasean por entre las ofrendas y ven una
tabla pintada cuyo asunto no comprenden. Un anciano, también innominado, se
orece para dar una explicación. Se trata de una alegoría pictórica de la vida.
Simboliza las relaciones de los seres humanos con los vicios y las virtudes.
Entre el anciano y los presentes se desarrolla un diálogo en relación con
algunos tópicos morales propios de la literatura filosófica del siglo I d. C.
En la Tabla se mezclan tres géneros
literarios: el diálogo, la écfrasis (gr. ἔκφρασιϛ, 'explicar hasta el final') y la erotapócrisis.
La
écfrasis[i] es
"una forma de discurso descriptivo que presenta a la vista de modo vivaz
lo que manifiesta". Hay ejemplos en Homero. En la literatura de la época
imperial (gusto por la retórica), se refleja en las descripciones de las obras
de arte, de las ciudades y de los países que van ofreciendo los geógrafos. Se
trata de un uso del discurso con fines pedagógicos, ya practicado por Platón en
Leyes 785 b para presentar la ciudad ideal, y también lo hacía Cleantes, según
Cicerón (De Finibus 2, 21, 69), en
sus clases recurriendo a cuadros imaginarios para sus explicaciones. Écfrasis,
pues, es el vocablo griego que en la retórica antigua designaba cualquier tipo
de descripción vívida, aquella que tiene la capacidad de poner el objeto
descrito delante de los ojos del receptor, es decir, lo que los latinos
llamaron evidentia...[1]
La erotaprókrisis es también un
discurso con fines esencialmente didácticos y pedagógicos, en forma de
preguntas y respuestas, con el que se escriben las colecciones que se intitulan
Problemas o Cuestiones, por ejemplo,
los catecismos.
Hay acuerdo entre los estudiosos en
situar la Tabla de Cebes en el s. I
d. C.; pero en cuanto a su adscripción a una corriente filosófica, la cuestión
es problemática.
Para Wolf, muestra tendencias
estoicas; von Arnim, Praechter y Pesce defienden los planteos
socrático-cínicos; Joly, en cambio, dice que es obra de influencia
neo-pitagórica y para Fitzgerald y White, es de origen ecléctico, opinión que
apoya Schmid-Stählin, en su manual de literatura griega, cuando afirma que se
va a tratar de autores de tendencia estoica, dice que la Tabla de Cebes, además, presenta una alegoría de la vida
"según el espíritu platónico-pitagórico".
M.B. Trapp defiende que la Tabla forma parte de la alegoría moral y
cuenta entre sus conexiones con la literatura protréptica o exhortativa y con el mito
platónico de la alegoría de la Caverna.
La Tabla no es una obra maestra ni un monumento
literario; ni tampoco es original ni lo pretende. Pero posee la gracia humilde de las figurillas de
terracota, sencillas, cotidianas y entrañables sin carecer por ello de
inquietudes artísticas[2].
Bibliografía
"Tabla de Cebes" en Tabla de Cebes [.... ], Introducción, traducción y notas de Paloma
Órtiz García, Madrid, Gredos, 1995.
[i]. La pintura y la literatura tienen una filiación que se
remonta a las indagaciones de Platón en torno a lo bello y a la mímesis,
filiación cuya divisa es la frase horaciana Ut
pictŭra poĕsis ('La poesía es como
la pintura'; Horacio,
Epístola a los Pisones, 361,
traducción de Helena Valentí, Barcelona, Bosch, 1961, p.54.) y que se instrumenta en la literatura a través de la
figura de la retórica de la écfrasis, descripción vívida y detallada de objetos
y personas. La écfrasis alcanza su acmé en Metamorfosis
de Ovidio, obra que viene inspirando a plásticos, escritores y músicos. Sin
embargo, la crítica moderna restringe el uso del vocablo.
Danilo
Albero, en su trabajo, elaborado desde la perspectiva de un narrador, aporta
algunas observaciones que ayuden a recuperar el significado amplio del término
como instrumento expresivo. (Albero, D., La
écfrasis como mímesis, Universidad Nacional de San Martín, USAM, 2007)
miércoles, 3 de junio de 2015
ADENTRARSE EN LOS DESARROLLOS FILOSÓFICOS DEL ESTOICISMO... (I)
El matrimonio y sus
hijos han soportado un accidente estoicamente.
El
adverbio "estoicamente", que modifica al verbo 'han soportado',
quiere indicar una cierta fortaleza de ánimo ante la adversidad. En general, se
suele asociar al estoicismo la idea de que alguien ha padecido algún
padecimiento con fortaleza de ánimo, con un cierto coraje personal.
Zenón
de Citio, Cleantes de Assos y Crisipo de Solos son los filósofos responsables
de haber iniciado el estoicismo, una de las escuelas filosóficas griegas con
mayor influencia y penetración en el pensamiento posterior.
Efectivamente,
el estoicismo, junto con el epicureísmo y el escepticismo académico, constituye
uno de los tres movimientos intelectuales más destacados del Helenismo, periodo
que abarca desde la muerte de Aristóteles (322 a. C.) hasta el fin de la
República Romana, batalla naval de Accio (31 a. C.) o triunfo de Octavio[1]
contra Marco Antonio. Este episodio sirve también para cerrar el Helenismo, ese
fascinante periodo de la filosofía antigua que duró aproximadamente unos
quinientos años. El pensamiento estoico tuvo una importancia decisiva en la
Antigüedad tardía y en la filosofía europea posterior..
Los estoicos se
consideraron a sí mismos como discípulos más o menos directos de Sócrates, pero
del Sócrates de los primeros diálogos de Platón y del retrato del Sócrates que
deja Jenofonte de él (Libro II de los Memorabilia
'Memorables'), según señala Diógenes Laercio (VII 2). Jenofonte y Platón coinciden en un
punto importante: Sócrates solo debatía sobre aquello que hace buenos a los
seres humanos como individuos y como ciudadano. Además de Sócrates, los cínicos
también tuvieron una repercusión importante en la concepción ética del
estoicismo antiguo.
El
estoicismo corrobora que es una escuela de filosofía sistemática que organiza
el saber filosófico dividiéndolo en tres partes: Lógica, Física y Ética. Sin
embargo, esta articulación es común en el Helenismo a todas las escuelas y se
remonta al académico Jenócrates, discípulo de Platón, y a Aristóteles.
Los
planteamientos de Zenón y sus seguidores acabarán relacionándose con el
epicureísmo, la física de Heráclito[2], el atomismo de Demócrito,
la ética de los cínicos y algunos enfoques de la Academia y del peripato.
Adentrarse
en el estoicismo es reabrir el pensamiento helenístico y repensar la filosofía
de la Estoa, en su deriva hacia la inmanencia y el determinismo, a través de
los autores más relevantes de sus distintas etapas, a saber: el antiguo
estoicismo[3], la Estoa media[4] y el estoicismo tardío[5] hasta llegar a centrarnos en una de las obras
más destacadas de Epicteto, el Enquiridión,
fuente de inspiración para la figura del filósofo asesor del Helenismo y para
todos cuantos estamos interesados en la 'ciencia de la vida' o 'en el arte que proporciona
a los hombres la felicidad o la infelicidad', conforme a la naturaleza (RUFO,
Musonio, Disertaciones VIII y XIV).
[1]. Octavio inicia el Imperio Romano que, con el nombre de
César Augusto, gobernó como Emperador entre el 27 a. C. hasta el 14 d. C.
[2]. La herencia de Heráclito es clave para comprender la inspiración
de la doctrina cosmológica del estoicismo en su totalidad, pues los estoicos
repitieron la doctrina heraclitea de que el Logos
y el Fuego son las sustancias del
mundo (monismo materialista), aunque
sus principales representantes no siempre la mantuvieron con coherencia.
La fuerza y la influencia del estoicismo no decayó con la
caída del Imperio Romano si no que se mantuvo durante toda la Edad Media,
rebrotó con bríos en el Renacimiento y dejó huellas indelebles en la filosofía
y literatura moderna y contemporánea hasta nuestros días.