
jueves, 1 de octubre de 2015
miércoles, 30 de septiembre de 2015
miércoles, 23 de septiembre de 2015
jueves, 17 de septiembre de 2015
jueves, 3 de septiembre de 2015
El estoicismo de Séneca
"a
quien toca en suerte nacer, le falta luego morir" (99,8)
cui nasci contigit,
mori restat
Séneca,
Epístolas morales a Lucilio.
miércoles, 2 de septiembre de 2015
martes, 25 de agosto de 2015
Quevedo y la abuela de Canarias
A un juez mercadería
- Las leyes con que juzgas, ¡oh Batino!,
- menos bien las estudias que las vendes;
- lo que te compran solamente entiendes;
- más que Jasón te agrada el Vellocino.
- El humano derecho y el divino,
- cuando los interpretas, los ofendes,
- y al compás que la encoges o la extiendes,
- tu mano para el fallo se previno.
- No sabes escuchar ruegos baratos,
- y sólo quien te da te quita dudas;
- no te gobiernan textos, sino tratos.
- Pues que de intento y de interés no mudas,
- o lávate las manos con Pilatos,
- o, con la bolsa, ahórcate con Judas.
sábado, 15 de agosto de 2015
Estoicismo en Cervantes
DIÁLOGO ENTRE BABIECA Y ROCINANTE
Soneto
Babieca. ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
Rocinante. Porque nunca se come, y se trabaja.
Babieca. Pues ¿qué es de la cebada y de la paja?
Rocinante. No me deja mi amo ni un bocado.
Babieca. Andá, señor, que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
Rocinante. Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Quereislo ver? Miraldo enamorado.
Babieca. ¿Es necedad amar?
Rocinante. Porque nunca se come, y se trabaja.
Babieca. Pues ¿qué es de la cebada y de la paja?
Rocinante. No me deja mi amo ni un bocado.
Babieca. Andá, señor, que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
Rocinante. Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Quereislo ver? Miraldo enamorado.
Babieca. ¿Es necedad amar?
Rocinante.
No es
gran prudencia.
Babieca. Metafísico estáis.
Babieca. Metafísico estáis.
Rocinante. Es que no
como.
Babieca. Quejaos del escudero.
Babieca. Quejaos del escudero.
Rocinante. No es bastante.
¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante?
¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante?
Miguel de
Cervantes
Descubre la cita y si no, da lo mismo.
LA DOCENCIA DE LA
INVESTIGACIÓN EN HUMANIDADES
"[...] en las humanidades, la transmisión es, al mismo
tiempo, lección y descubrimiento."
Babelia, 1.238
lunes, 3 de agosto de 2015
Orígenes del estoicismo
Estoicismo:
primeras influencias.
Zenón de Citium
fue discípulo de Crates el cínico, de Estilpón el megárico y de Jenócrates y
Polemón, escolarcas de la Academia. También se relacionó con Diodoro Crono y su
pupilo Filón el dialéctico. Como se ve, sus influencias son muy variadas.
Zenón
tenía a gala leer a los antiguos, y su doctrina, en algunos aspectos, se veía
como una reinstauración de la de Heráclito. Esta influencia que los
historiadores antiguos apuntaban, especialmente Apolonio de Tiro, en su obra Sobre Zenón[1],
no desvela el enigma sobre la aparición del estoicismo. Zenón toma de los
megáricos la dialéctica árida y abstracta propia de la enseñanza del antiguo
estoicismo; se cuenta que Estilpón, el megárico, sintió el mismo rechazo que
los cínicos hacia los prejuicios sociales, al tiempo que situaban el bien
soberano en el alma impasible. Jenócrates también exageró el papel de la
virtud, a la que considera la condición esencial de la felicidad. Polemón hizo
hincapié, como los cínicos, en la superioridad de la ascesis sobre la formación
puramente dialéctica, y afirmaba que la vida perfecta lo era si coincidía con
la de la naturaleza. Espeusipo, el primer sucesor de Platón como escolarca en
la Academia, clamó contra el placer con tanta violencia como el cínico
Antístenes. Las nuevas evoluciones del pensamiento de la civilización griega,
de fuerte rigorismo y naturalismo, se expandía y difundía entre todas las tendencias
filosóficas, a finales del siglo IV a. C.
En
Atenas continúan la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles, y aparecen el
epicureísmo y el estoicismo. Por todo el mundo helenístico brotan otros
centros, que tuvieron gran importancia. El más importante de todos fue
Alejandría, que tras la muerte de Alejandro, en la partición del imperio, le
fue entregado a Tolomeo Soter (323-283), quien construyó el Museo, que más que
un dentro de enseñanza fue un centro de investigación, junto al Palacio Real.
El
origen de todas las influencias filosóficas y culturales, al menos en parte,
está en Grecia, porque el pensamiento del siglo IV no termina ni con el
conceptualismo de Platón y Aristóteles ni en las enseñanzas de los socráticos,
aunque se hace más extenso, multiforme y diverso. No podemos olvidar que las
escuelas de medicina eran prósperas, con anfiteatros de anatomía en los
hospitales y otros edificios, y se ocupaban intensamente de la naturaleza del
alma y de la estructura del universo. Únicamente hemos de recordar aquí las
insólitas alusiones de la medicina en el Fedro
y, sobre todo, en el Timeo.
Galeno,
una de las mejores fuentes para el estoicismo, en su obra Contra Juliano, asegura que Zenón, Crisipo y los demás estoicos
escribieron extensamente sobre las enfermedades. Además asegura que la escuela metódica se inspiraba en Zenón y
que las teorías médicas de los estoicos coincidían con las de Aristóteles y
Platón.
Las
especulaciones de los estoicos acerca del ser vivo aparecen citadas en Filón de
Alejandría, prototipo el filósofo judío que ha absorbido toda la tradición
griega y hace uso de su rico vocabulario conceptual y de sus recursos
literarios para defender y probar sus especulaciones a su compatriotas judíos.
Aquellas opiniones fueron tomadas por los médicos de los filósofos de la
naturaleza. Estos fragmentos de Filón sobre anatomía de los seres vivos nos han
llegado de Diocles Karystos, médico del siglo IV a. C., de la escuela
hipocrática,[2] citado
por Aristóteles. Plinio el Viejo asegura que Diocles sigue en edad y fama a
Hipócrates de Cos (Cos, c. 460-Tesalia, 370 a. C.).
Según
la doctrina fisiológica, atribuida a los estoicos, Diocles defendió que todos
los fenómenos de la vida de los animales están regidos por lo caliente y lo
frío, lo seco y lo húmedo, y que en todo cuerpo viviente hay un calor innato
que, al alterar los alimentos ingeridos, produce los cuatro humores: sangre,
bilis, flema ácida y flema salada. La saludo, como señala Galeno, es el
resultado de la correcta mezcla de esos cuatro humores. Diocles también admite
que el aire exterior, atraído hacia el corazón por la laringe, el esófago y los
poros, se transforma en el hálito psíquico donde reside la inteligencia, que da
vigor a todo el cuerpo y le permite los movimientos voluntarios.
Afirma
Diocles de Karystos que los cuerpos vivos se componen de dos cosas: a) lo que
lleva, es decir, la potencia y lo que es llevado, esto es, el cuerpo.
Identifica la potencia con el hálito psíquico y asegura que las enfermedades se
producen por la obstrucción e impedimentos de la potencia por acumulación de
los humores.
Estas
doctrinas sobre el ser vivo son también propias de los estoicos y esta
explicación se generaliza: todo cuerpo, animado o inanimado, es concebido como
un ser vivo. Y en el ser vivo hay un hálito (pneuma) cuyo vigor sostiene a las partes. Los diversos grados de
ese vigor-tensión vivificador justifican y explican la dureza de los metales,
la solidez de las piedras... El universo total, como se señala en el Timeo, profundamente penetrado de ideas
médicas, es también un ser vivo cuya alma o hálito ígneo, generalizado y
expandido por todas las cosas, sostiene a las partes armónicamente..
Según
Werner Jaeger, tan importante es la synkrâsis
o fusión orgánica de las sustancias, como la simpnoia, referente a la "conspiración o "respiración
conjunta" del pneûma, es decir,
la comunidad de espíritu, donde el verbo sympneo
significa tener un espíritu, un animus
o hálito común. Esta explicación pasó de la medicina griega a la filosofía
estoica y neoplatónica, hasta llegar al racionalismo de Leibniz. Esta
explicación fue muy adecuada para dar cuenta de la vida orgánica del cuerpo,
pero esa sympnoia se producía también
en el universo, sympnoia panton. En
todo caso, se trata de uno de esos conceptos metafóricos que se pueden aplicar
a los casos más heterogéneos, pues, la idea de synkrâsis y la de sympnoia van
unidas y denotan poseer una misma procedencia en una misma fuente filosófica,
dedicada a la armonía política en la sociedad humana[3].
En
sus raíces primigenias, la imagen estoica del universo se alimenta de ideas
médicas cuyo origen se remonta a la física presocrática y que se vuelven a
sistematizar en otra física y otra cosmología. Los estoicos no fueron los
pioneros, en aquel momento, de crear una cosmología plena de vida, partiendo de
fuentes de la medicina. Entonces todavía existían pitagóricos (segunda mitad
del IV a. C.); el filósofo y músico Aristógenes de Tarento, del sur de Italia,
discípulo de Aristóteles, se hizo famoso por defender que el alma era la
armonía del cuerpo, se relacionó con
aquellos pitagóricos y nos dejó los nombres de varios de ellos[4].
El
polígrafo Alejandro Polihístor (siglo I a. C.) dejó una reseña de la cosmología
pitagórica, que procedía de las Noticias
pitagóricas, recogidas por Diógenes Laercio. Esa cosmología está vinculada
con la especulaciones de los jonios del último periodo (Alcmeón de Crotona,
filósofo pitagórico, médico e investigador de la naturaleza[5],
y Diógenes de Apolonia), muy vinculados con la escuela pitagórica, en la que
predominaban astrónomos, filósofos, músicos, matemáticos que defendieron que el
número era el principio de todas las cosas, y también se relaciona con los
médicos del siglo IV y la teoría de dos parejas de fuerzas: caliente y frío, seco
y húmedo, cuya reparto desigual origina las cuatro estaciones y las
enfermedades del cuerpo. Las cualidades divinas del calor y sus rayos, que
proceden del sol, engendran la vida de las cosas. El alma, una parte del éter
cálido mezclado con el frío, es inmortal como el ser de donde procede: el éter
(espíritu universal, infinito e inmortal) y se alimenta de partículas
sutilísimas de sangre; la razón, de donde proceden las sensaciones... y otras
muchas especulaciones pertenecen a una época anterior al estoicismo y son
recogidos por los antiguos estoicos, y a través de ellos tendrán una influencia
tardía en los neopitagóricos de los siglo II y I a. de C. Algunas de esas
teorías como la triple partición del alma en: razón (
φρένες ),
inteligencia ( νοῠν ) y corazón (
θυμόν )
son muy arcaicas. Este pitagorismo, cargado de connotaciones físicas y médicas,
antecede al estoicismo. La especulación de Aristógenes de Tarento, discípulo de
Aristóteles, acerca del alma-armonía está muy relacionada con las explicaciones
de la medicina, que compara la armonía con la salud del cuerpo, cuando los
cuatro elementos, fuego (bilis amarilla), tierra (bilis negra o melancolía),
aire (sangre) y agua (flema) están
mezclados equilibradamente. En esa distribución se entremezclan la
teoría cosmológica de los pitagóricos de Alejandro Polihístor y la teoría
médica de la vida.
Los
estoicos reconstituyeron el vitalismo médico, muy diferente del mecanicismo
matemático hacia el que se inclinaba Platón. Y ese mundo animado de los
estoicos se vinculaba claramente con la tradición jónica[6],
que aparece incluso en el mundo matematizado de Platón, pues en el Timeo, lo concibe como un ser vivo. Sin
embargo, y aun aceptando esas influencias, lo principal del estoicismo continúa
sin explicación.
Los
estoicos, por el lugar que colocan a dios, en su manera de concebir la relación
de dios con los hombres y con el universo, aportan elementos nuevos que nunca
se encuentran en la concepción filosófica de dios de los griegos, ni en sus
especulaciones religiosas, ni menos aun en las obras de Homero ni en la vieja
Teogonía mítica de Hesíodo.
La
teología griega de dios siempre actúa con las imágenes y los símbolos de un
mundo de ideas religiosas vivo y fuertemente enraizado en la conciencia popular
a través de los mitos; es el mundo mítico de los dioses antropomórficos de
Homero y Hesíodo. Cuando los filósofos empiezan a repetir insistiendo en lo
sublime y extraordinario de su propia concepción de Dios, más se afirman en sus
convicciones los que aceptan la vieja idea de una pluralidad de seres divinos
siguiendo la tradición hereditaria griega de dotar a sus dioses de nombres y formas definidas. Ni siquiera
las intuiciones de Jenófanes, que expresaba en versos y que recitaba
públicamente como un rapsoda, cuyos teman versaban sobre problemas de Weltanschauung, sobre la naturaleza de los dioses, sobre fenómenos
naturales, sobre el origen de todas las cosas, sobre la verdad, sobre la duda o
sobre la falsa autoridad, al tratar del problema de Dios, sus especulaciones
nunca implican que dios carezca de
forma, aunque ataque a los dioses antropomórficos de la tradición. Pero la
forma efectiva de dios queda sin definir[7].
La
concepción griega de dios, que está reflejada en los mitos, al igual que la
Idea de Bien en Platón o principio mismo de todas las cosas, o el Acto puro y
Forma pura de Aristóteles ( el Primer motor eterno e inmutable), es un Ser que
tiene una vida ajena a los hombres, desconoce los males de la humanidad y las
vicisitudes del mundo. Únicamente actúa sobre el hombre y el universo por la
fuerza de atracción de su belleza. Su voluntad no interviene y Platón condena a
los que creen que pueden influir en él y su voluntad con plegarias. Platón
también condena las viejas creencias de un dios defensor de sus prerrogativas y
privilegios, porque lo que veían los griegos no era su bondad moral, sino una
perfección intelectual de la que el orden del mundo era una prolongación, una
especie de irradiación.
Junto
a las divinidades del Olimpo, los griegos también conocían en Dionisos a un
dios cuyas muertes y resurrecciones periódicas y cíclicas aportaban al hombre
un ritmo de vida, las estaciones y los días. Llegado de Anatolia o Asia Menor
según los más, las tragedias le presentan como dios extranjero, que es incorporado
al panteón griego como hijo de Zeus y Sémele; otras versiones lo dan como hijo
de Zeus y Perséfone. Dios de la vendimia y del vino, es el dios que inspira e
induce la exaltación violenta, los delirios furiosos, el frenesí, la locura
ritual y el éxtasis. Sus seguidores participaban, en el monte Citerón, del
drama divino, sufriendo y gozando de la pasión del dios, uniéndose a él a
través de la orgía mística, hasta fusionarse con él en uno solo. Pero ni en los
cultos báquicos, el dios desciende hasta los hombres, sino que les permite a estos
ascender hasta él.
El
dios de los estoicos no es ni Olímpico ni Dionisos: es un dios que convive con
los hombres y que pone a disposición todas las cosas del universo en favor de
los seres racionales. Su potencia penetra todas las cosas y nada por nimio que
sea, escapa a su providencia.
Esta
es una forma radicalmente nueva de pensar la relación divina con el hombre y
con el universo. Ese dios ya no es un ser ajeno y aislado del mundo y del
hombre, que atrae por su belleza; antes bien, se trata de un artesano del
mundo, cuyo proyecto y diseño se ha cambiado en su pensamiento. La virtud del
sabio ya no srá ni la identificación a dios que planeaba en Platón, ni la
virtud cívica y política de Aristóteles, sino la aceptación de la construcción
divina y la participación en ella tras haber sido comprendida por la
inteligencia.
Esta
novedosa concepción, ajena a los teólogos griegos y también a los filósofos es
la semítica de un dios todopoderoso que gobierna el destino de los hombres y de
las cosas, idea totalmente diferente de la concepción helénica. Pero no se
trata de una irrupción abrupta y repentina en el pensamiento griego, porque en
el Timeo, el dios de Platón es un
demiurgo, el ser divino que genera las cosas naturales, al servirse de las
Ideas como modelos y plasmarlas en la materia, como un artesano; el de las
Leyes se ocupa del hombre, y el de Sócrates y Jenofonte, que ha puesto en el
hombre los sentidos, inclinaciones e inteligencia, les sirve de guía a través
de los oráculos y la adivinación. De ese modo se va confeccionando lo
demiúrgico y providencialista de ese dios que Zenón de Citium (Kitium, Chipre)
convirtió en la clave de la filosofía. Y desde aquí ya iremos viendo como esas
dos concepciones, la semítica y la helénica, unas veces coinciden y otras
divergen, adoptando diversas formas hasta penetrar en el cristianismo.
[1].
Conocido por Diógenes Laercio, VII, 2; cf. VII, 16.
[2]. La elaboración de una anatomía científica y la
disección del cuerpo humano son uno de los logros de los médicos griegos.
Anatomía procede del griego anatémnein que
significa disección, lo que implica que es más un método de investigación que
un grado de conocimiento.
(GARCÍA
BALLESTER, Luis, Los orígenes del saber
anatómico occidental. Del corpus Hippocraticum a la anatomía alejandrina, Revista
de estudios históricos-informativos de la Medicina, Barcelona, junio 1973, núm.
25, pág. 8)
[3].
JAEGER, Werner, Cristianismo primitivo y
paideia griega, México, FCE, 1993, págs. 26-39.
[4].
Diógenes Laercio, VIII, 46.
[5].
JAEGER, Werner, ibídem, pág. 61,
afirma que Alcmeón de Crotona coincide con Jenófanes cuando éste último subraya
que ni el más sabio de los hombres sabrá nunca si ha encontrado la verdad sobre
Dios y el universo. Hipócrates de Cos, que ejerció la medicina en el siglo de
Pericles y autor del tratado Sobre la
Medicina Antigua, mantiene la misma convicción de Alcmeón de Crotona y de
Jenófanes.
[6]. Región de la
Grecia antigua que está ahora en lo que es Turquía, costa del mar Egeo. Allí
estaban las ciudades de Mileto, Efeso, Eritrea, Pirene y la isla de Samos. Los
principales filósofos jonios que especularon sobre el principio rector y
explicativo del mundo, fueron: Thales de Mileto (el agua como arjé), Anaxímenes
(un arjé ilimitado y abstracto), Anaximandro (lo apéiron τὸ ἄπειρον = lo indefinido, lo
que no tiene límites, la materia infinita, indeterminada como arjé. Hay que
entenderlo en el sentido del concepto aristotélico de materia. Anaximando no
distingue todavía entre SER como materia y SER como forma. Su apéiron es la cosa que abraza todas las
cosas y gobierna todas las cosas, algo activo, lo más activo del mundo), Heráclito (el
fuego como arjé), Pitágoras (la
armonía matemática del mundo)...
Los
antiguos distinguían dos escuelas filosóficas en Grecia, una en la Jonia y la
otra en Italia. A la escuela itálica asociaron a Jenófanes de Colofón,
Pitágoras y Parménides. Los tres vivieron en Italia meridional y en Sicilia
donde ejercieron su principal actividad, pero sus antecedentes intelectuales
están marcados por sus orígenes: Jenófanes vino de Colofón, en la costa de Asia
Menor; Pitágoras, de Samos. Los dos fueron emigrantes, el primero sale huyendo
tras la conquista de Colofón por los medas; el segundo deja Samos para escapar
a la tiranía de Polícrates. Elea, la patria de Parménides, en la Italia
meridional, fue una colonia fundada por refugiados de Asia Menor, y Parmenides
lo fue, por tanto, intelectualmente es un hijo de Jonia, como los demás. Y los
tres estuvieron en contacto con la filosofía jónica de la naturaleza y
desarrollaron sus ideas en diversas direcciones.
Jaeger,
W., La teología de los primeros filósofos
griegos, págs. 24 y ss.
[7].
Cfr. Jaeger, W., ibídem, págs. 43 y
ss.
sábado, 1 de agosto de 2015
La ética de la Estoa
Los cínicos por entonces se ocupaban especialmente de la
ética. De ellos recibió Zenón su concepción, presente en todas las etapas del
estoicismo, de que la verdadera naturaleza o physis de un hombre radica en su racionalidad. Se trata de una
ética eudaimonista cuyo objeto es
alcanzar la felicidad a través de la sabiduría.
Esta idea no era ajena ni a Platón ni algunas tesis de Aristóteles,
pues la misma se inspira en el intelectualismo socrático. Pero Diógenes, y
antes Antístenes, hacen una interpretación radical y rigurosa, tomando un sesgo
ascético que fue rechazado por Platón y Aristóteles. Para Antístenes y
Diógenes, el hombre necesita una disciplina propia, física y mental, para vivir
de acuerdo con la Naturaleza, evitando las pasiones, el pathos. Las cosas tales como la propiedad, la riqueza, el status
social... son insignificantes y además perjudican al bienestar y la felicidad
del hombre que constantemente tendrá que preguntarse si una cosa o una acción
está o no de acuerdo con su naturaleza como ser racional. Es difícil saber que
entendía Diógenes por razón, lógos,
pero no es irrelevante deducir que sus connotaciones se acercaban en su mente a
phronesis, es decir, sabiduría practica o prudencia, más
valiosa que las riquezas o el status
social. La phonesis no está al albur
ni de los juicios convencionales, sociales o morales, ni de los cambios de
fortuna; en esa virtud moral está el bienestar interior del hombre y así se
alcanza la verdadera libertad. Llevar una vida así sería natural porque el hombre no precisa nada extraordinario, excepto
las cosas mínimas necesarias del mundo exterior.
La teología física de la Estoa: la actividad divina.
La
concepción estoico-semítica del alma -material e inmortal, que forma parte del
fuego divino- y del espíritu tuvo calado en sus teorías sobre la divinidad y la
providencia, ambas inmanentes a la naturaleza e identificadas (monismo
materialista).
Zenón
formula su filosofía sobre la naturaleza inmanente vinculada al lógos, considerado como una realidad
absoluta o hipostasiada. Sin embargo, esta concepción es ajena a la mentalidad
griega. Esta teología física de Zenón atribuye a dios, fuego divino, un
protagonismo histórico como regidor-hegemonikón[1] del
mundo natural. Ese fuego, es decir, dios, eterno y dinámico, conciencia del
mundo, se desenvuelve en la naturaleza como un artesano del cosmos y un
sembrador, generador de todas las especies.
Zenón
dirá que la naturaleza es un fuego artificioso, que lo abrasa y lo contiene
todo y que actúa como un artista porque es maestro de todas las artes. De mismo
modo que las otras naturalezas nacen, crecen y están contenidas en sus
semillas, la naturaleza del mundo y sus movimientos y sus tendencias y sus
deseos realizan sus actos lo mismo que nosotros ejecutamos nuestros movimientos
por efecto de nuestra alma y nuestros sentidos. Por ser de esta condición, el lógos del mundo, también llamado
providencia del mundo (prónoia), desempeña la misión de proveer que el mundo,
como gran ser vivo, perdure en la infinitud[2].
Zenón,
coherente con sus concepciones cananeas, y aunque admitía la existencia de los
dioses y defendía su culto, llega a la conclusión de que el lógos divino es el creador de la
naturaleza. Su carácter histórico, temporal, le impide una duración infinita,
por lo que tiene que admitir su corruptibilidad; de ahí la idea de la infinidad
de mundos sucesivos -no simultáneos- que se autodestruyen y autoconstruyen
cíclicamente.
Con
esta ultima teoría, Zenón se enfrenta abiertamente a uno de los dogmas griegos . En su libro περὶ
Ούσία, los
todos o seres totales contienen dos principios: el paciente, la ousía informe o materia incualificada, y
el agente, el que hace en esa materia; ese agente es el lógos-dios, que es eterno y permite que cada uno de los seres sean
parte del cosmos[3].
Los
griego jamás defendieron que el mundo fuera hecho por el lógos-dios. Ni Platón ni Aristóteles admiten que Dios fuera causa eficiente primera de nada,
es decir, una causa que no es causada, que no es efecto de nada. En su
cosmovisión, los griegos señalan que la materia y la forma del cosmos son
ingénitas, necesariamente increadas y, en consecuencia, incorruptibles. La
posición de Zenón, en cambio, con respecto a la materia es de origen semítico y
oriental.
El
cosmos, que procede del fuego y se consume en fuego, es un gran holocausto del
mundo que retorna a la divinidad. Una combustión continua causada por el choque
de los elementos que se rompen, fraccionan y se van pulverizando generan
irremediablemente su corrupción, su descomposición, al arder en la última
hoguera de la conflagración, que es la apoteosis (< gr. ἀποθέωσις, 'deificación')
del mundo, su extinción, que luego volverá a crearse. Es el eterno retorno de
la escuela estoica, en que todo volverá a repetirse un número infinito de
veces: todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones, volverán a repetir
eternamente.
Esta
concepción de la Estoa Antigua forma parte de la interpretación de la teología
física religiosa, de las tradiciones rituales de los sacrificios en Canaán, una
geografía caracterizada por los sacrificios sinfín que se ofrecían en honor de
El, Baal, Astarté y otros dioses de la naturaleza. Los sacrificios en Fenicia,
en los que se ofrecían objetos parecidos a los de Israel, excepto los
sacrificios humanos prohibidos por Yahvé, se hacían a dioses o diosas de la
naturaleza, mientras que en Israel se ofrecían a un Dios personal y
trascendente al cosmos y a la naturaleza.
Zenón
llamó anathymiásis a aquella
pluralidad de sacrificios cruentos e incruentos, puros e impuros, ejecutados a
cuchillo y a fuego. Se corresponden y relacionan con las inmensas catástrofes y
luchas entre los elemento de la naturaleza, que al fin quedarán reducidos por
el fuego religioso del sacrificio.
El
sacrificio del holocausto o anathymiásis
ya lo vimos en la lucha sagrada del profeta Elías contra los 450 sacerdotes de
Baal, sacrificados a cuchillo, una vez derrotados por el israelí, a quien Yahvé
le entrega milagrosamente el fuego del cielo para que consumara el sacrificio[4].
[1]. Los estoicos consideraron que el alma humana
constaba de partes, siendo la más importante el Hegemonikón. El Hegemonikón
es lo que da unidad a toda la vida psíquica humana, la fuente de la vida del
alma y del conjunto psico-físico, de la conciencia y de las facultades
cognoscitivas superiores como la capacidad representativa, el juicio y la
razón. La situaron en el pecho. (http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-
filosofia/Filosofiagriega/Filosofiahelenistica/Hegemonikon.htm)
[2].
Cicerón, De nat. deor., II, 57-58,
citado por Elorduy, ibídem, pág. 43.
[3].
Diógenes Laercio, VII, 134.
[4].
I Reg., 18, 21-42.
lunes, 27 de julio de 2015
La aparición del estoicismo: su enigma (V)
A) La teoría del conocimiento en Zenón.
Con respecto a su teoría del conocimiento, está marcada por la
impronta del sustantivismo del cínico Antístenes, que se opuso al mundo de las
Ideas de Platón. El fundador de la escuela cínica mantuvo que lo único que hay
en a realidad son los individuos; a cada cosa solo le debería predicar su
propio nombre, por ejemplo, el hombre es
hombre o lo bello es bello.
Ningún predicado debería atribuirse a un sujeto, sino únicamente el sujeto
mismo. De un individuo se puede predicar su propia naturaleza individual, no se
le puede atribuir el ser miembro de una especie como lo feo es malo. De ahí su negación de la teoría de las Ideas. Para
el estoicismo no existe otra realidad que la que conocemos por la percepción y
su teoría del conocimiento propone la representación cataléptica o comprensiva
como criterio de verdad.
Katalepsis significa acción de coger,
capturar, sorprender, además de percepción y comprensión, pero también implica
no solo la captación directa de la realidad, sino la conciencia de esa
captación. Un representación es una huella en el alma o una alteración del
alma, una imagen mental producida por un objeto exterior. Sin embargo, no toda
representación es válida porque nuestro sentidos nos pueden engañar; únicamente
la representación catalepsis o comprensión implica la certidumbre de que la
representación se ajusta al objeto real.
B)El elogio de la sabiduría.
El lógos de Zenón, al
igual que el de Heráclito, coincide con el concepto fenicio de la sophia personificada, tanto por su
carácter dinámico como por su unidad sustancial. Así, como diosa de la sabiduría, aparece en un texto cananeo del II milenio
a. C. Y esa concepción de la Sabiduría penetra en el pensamiento judío y luego
en el gnóstico, pero no en la concepción griega del lógos.
El máximo grado de conocimiento es el de la sabiduría, es decir,
si la representación concuerda con la ordenación jerárquica y sistemática de
los conceptos supremos, que son la base para la comprensión. Su fundamento
metafísico es que la razón pueda captar la realidad, porque se afirma a priori que la realidad es racional. La
sabiduría como poder divino bienhechor, ordena el universo y pertenece a Dios.
Zenón defenderá que solo los sabios
pueden alcanzar la sabiduría; solo ellos son capaces de conocer las cosas en forma comprensiva. En
la Biblia de Alejandría, que no es una simple traducción, sino que añade libros
históricos, como los de los Macabeos
o sapienciales, o como el de la Sabiduría
de Salomón, también conocido como el Libro
de la Sabiduría, el elogio de la Sabiduría se mantiene. Este libro defiende la inmortalidad
del alma y el juicio, ideas nuevas en el judaísmo y nos transmite expresiones
cuyo origen estoico está fuera de toda duda:
El soplo (pneuma[1]) del
Señor llena la tierra entera, y él, que mantiene la cohesión del universo,
tiene conocimiento de toda palabra[2].
La
omnipresencia pneumática de un Dios que garantiza la cohesión del mundo, es un
pensamiento propio de la Estoa o Pórtico, de la filosofía estoica. Queda
asociada en la Biblia la sabiduría divina con un soplo inteligente (< gr. πνεῦμα
νοερόν), uno y múltiple, móvil
e igualmente bueno, que penetra todas las cosas. El "materialismo"
estoico, pues, pasa subrepticiamente a la Biblia de Alejandría.
22Pues en ella (es decir, la sophia) hay
un soplo inteligente, santo, único y múltiple, sutil ágil, penetrante,
inmaculado, cierto, impasible, benévolo, agudo, libre, bienhechor.
23Amante de los
hombres, estable, seguro, tranquilo, todopoderoso, omnisciente, que penetra en
todos los espíritus inteligentes, puros, sutiles.
24Porque
la sabiduría es más ágil que todo cuanto se mueve, se difunde su pureza y lo
penetra todo;
25 porque es un hálito del poder
divino y una emanación pura de la gloria de Dios omnipotente, por lo cual nada
manchado hay en ella[3].
Esta
concepción pneumática de la omnipotencia divina, que penetra todo, es propia
del estoicismo y contrasta con el Dios de la Biblia hebrea. Es, sin duda, el
Dios estoico, ordenador universal que solo puede hacer el bien. La Sabiduría,
que ordena el universo, puede conocer el pasado y anticipar el futuro, puede
interpretar los signos y los prodigios, la sucesión de las estaciones y los
tiempos... Esa Sabiduría, como ciencia divina es accesible al hombre sabio y
reúne, pues, las cualidades del profetismo hebreo y la adivinación estoica.
[1]. pneûma procede
del griego; en latín significa spiritus (=soplo, aliento, respiración). El mismo
Homero ya identificó la vida es identificada con el aliento vital, que escapa
de la boca de los muertos en la guerra de Troya. Con un significado similar, aunque
menos mitológico y más metafísico, el término lo podemos encontrar en Anaxímenes
y, sobre todo, en los estoicos:
"Los estoicos
[creen que Dios] es un soplo [pneûma] que se
extiende aun a través de las cosas podridas." (Sexto Empírico, Esbozos
pirrónicos)
Su
origen está en la medicina y/o en los filósofos de la naturaleza, incluso en
los materialistas. De ahí pasará a la Biblia con el mismo sentido de vida,
aunque según el filólogo e historiador
israelí Scholem, especialista en mística judía, el vocablo alude al lenguaje:
"Entonces
formó Yavéh Elohim al hombre del polvo del suelo, e insuflando en sus narices
aliento de vida [spiriculum vitae], quedó
constituido el hombre como alma viviente." (Génesis, II, 7)
Sánchez Tortosa, J., "Espiritualismo:
esto no se va ni con agua caliente", El mundo, Madrid, 18 de abril
de 2015.
El verbo sympneo
significa tener un 'espíritu común, un soplo inteligente'. Su empleo trata de
dar una explicación de la vida orgánica de las partes del cuerpo humano; en
este sentido, el pneuma penetra y
anima todo el organismo del cuerpo del hombre y de ese ámbito se traslada a la
vida del universo. El termino, efectivamente,
fue tomado por la escuela estoica antigua de la medicina griega.
Jaeger, Werner, Cristianismo primitivo y paideia griega,
1971, pág. 37 y ss.
[2].
Cfr. DUHOT, Jean-Joël, ibídem, pág.157, n. 9: Sab,
I, 7.
[3]
. Ibid.,V, 22-25.
sábado, 25 de julio de 2015
El aparición del estoicismo: su enigma (IV)
El encuentro de Zenón con la filosofía: Antístenes
Se cuenta que Zenón llegó a Atenas como mercader; naufragó en un
viaje de Fenicia al Pireo; llega a Atenas y topa con la filosofía leyendo un
libro de Jenofonte sobre Sócrates. El relato continúa diciendo que quedó tan entusiasmado
con aquella lectura que preguntó dónde podría encontrar hombres como Sócrates.
Pasaba por allí Crates el Cínico y el librero le dijo: "Sigue a ese
hombre". Crates Tebano, discípulo directo de Diógenes, fue el sucesor de
Antístenes, escolarca de la escuela cínica. La primera gran influencia en Zenón
parece que fue la de un cínico, así se pone de manifiesto en fragmentos que han
quedado de la República de Zenón,
tales como la abolición del acuñamiento de moneda, de los matrimonios, de los
templos y su concepción de que una verdadera república y su sociedad es que la
formen hombres buenos y virtuosos. No se descarta que la República de Zenón fuera un ataque directo contra Platón.
Las
causas de su simpatía hacia Crates son varias pero destaremos aquella por la
cual Crates prefería ser hombre, razonable y sabio, a ser griego, ya que se
consideró un hombre del cosmos, o sea, una porción sabia del mundo. Esta idea
la encontró en Jenofonte, ateniense desilusionado de Grecia, muy alejado del
panhelenismo de Platón y Aristóteles, y panegirista de Ciro y de la educación
Persa. Antístenes es seguro que compartió esa misma desilusión, probablemente
ya alimentada por Sócrates.
Zenón,
profundamente religioso y amante de la verdad, le atrajo el espíritu crítico de
Antístenes. Es más que probable que Zenón conociera las descalificaciones que
padeció la mitología cananea por el monoteísmo de Israel, al tiempo, que no
podía compartir las creencias de los hebreos porque su mentalidad fenicia
rechazaba la moral mosaica, esencialmente normativa. Zenón jamás negó si origen
ketiense ni renegó de su religión y sus mitos, a pesar del descubrimiento de la
filosofía cínica y conocer que Antístenes dejó los mitos sin caer por eso en el
ateísmo; siguiendo al cínico Antístenes, Zenón pudo abandonar las tradiciones
mitológicas fenicias sin romper con la religiosidad que encerraban las mismas.
Antístenes
se alimenta de un monoteísmo racional, tras rechazar la religiosidad
tradicional griega. En un fragmento que se conserva expresa: según las leyes, hay muchos dioses, pero uno
según la naturaleza[1]. La actitud
crítica de los cínicos les llevó a comentar los mitos alegóricamente
El
filósofo chipriota, influido por el racionalismo radical del cínico Antístenes,
combatió las normas que prohibían la homosexualidad y el incesto. Pero esto no
escandalizaba a nadie en Grecia. En cambio, Zenón si condenó el adulterio,
vicio también abominable en Israel. Por todo esto se puede afirmar que la moral
cananea de Zenón, unas veces fue sancionada por la Ley mosaica, y otras,
reprobada por los Profetas Lot, Rubén y Judá.
Zenón
terminó saliéndose de la escuela cínica de Crates, pero más por la
incompatibilidad de caracteres y temperamentales que por sus discrepancias
filosóficas. Diógenes Laercio señala que la falta de vergüenza de los cínicos
chocó con el carácter comedido y discreto de Zenón. Luego pasaría diez años con
Jenócrates, escolarca de la Academia de Platón. Pero insatisfecho de las
escuelas griegas, también de la Academia y del Cinismo, opuesto a las
orientaciones aristotélicas y epicúreas, empezó a enseñar su propia filosofía
en el Pórtico o Estoa poikile de
Atenas.
Desde
la epistemología, Zenón se acerca o se aleja de los filósofos griegos. El
concepto de Dios y la teoría del conocimiento son las dos caras que determinan
una filosofía. La escuela griega que mejor satisfizo la mentalidad fenicia de
Zenón fue la del cínico Antístenes.
Lo
que rechazó Antístenes de todos los
filósofos griegos, fue el concepto de lógos,
uno de los más importantes en la actitud racional ante el mundo; el significado
castellano que más se le ajusta es el de de razón, y también pensamiento,
palabra, discurso, concepto, conocimiento. Zenón ve al lógos como fuego divino creador del mundo y del hombre; y con su
concepción del lógos quiere explicar
o dar razón de Dios, del mundo y del hombre.
Censorino,
gramático romano del siglo III, de gran interés por su origen arameo, que pone
entre sus fuentes a Varrón y Suetonio, citado por Elorduy[2], aproxima a Zenón, en este
punto, al pensamiento hebreo, y escribe en su De die natale:
Zenón Kitiense, fundador de la secta
estoica, creyó que el principio del género humano proviene del mundo nuevo. Los
primeros hombres nacieron del suelo con el adminículo del fuego divino, es decir,
de la Providencia de Dios.
Prometeo,
en la mitología griega, simboliza a la Providencia que será castigada por Zeus
por entregar el fuego divino al homínido, el ser creado por su hermano
Epimeteo. En Zenón, en cambio, considera al lógos
(=Prónoia) el alma del mundo, racionalidad, sabiduría o providencia, capaz de
crear al hombre racional. Con esta interpretación, Zenón sigue a los cananeos,
cuya tradición mitológica es contraria a la mentalidad helena. El lógos de Zenón es un principio inmanente
y dinámico, llamado razón universal o
lógos providente o ley eterna inmutable, que equivale, en
definitiva a Dios, un dios que se manifiesta como conciencia del mundo, como
fuego inmanente creador de todas las especies del universo, como alma
generadora que vivifica y moviliza el mundo y sus partes, como la fuente de
energía creadora que encierra en sí la semilla de todas las cosas.
viernes, 24 de julio de 2015
El aparición del estoicismo: su enigma (III)
1º. El fuego-artífice
El profesor Friedrich Lang[1] escribió un interesante artículo sobre el fuego en la cultura antigua; sin embargo, adolece del aspecto metafísico al que responden muchas de las especulaciones conceptuales. Se trata, pues, del mismo defecto que aparece en la crítica antiestoica de los filósofos griegos y latinos.
El profesor Friedrich Lang[1] escribió un interesante artículo sobre el fuego en la cultura antigua; sin embargo, adolece del aspecto metafísico al que responden muchas de las especulaciones conceptuales. Se trata, pues, del mismo defecto que aparece en la crítica antiestoica de los filósofos griegos y latinos.
Comparar
los pasajes de Zenón y Crisipo, sobre el fuego, con los relatos bíblicos en los
que interviene el fuego durante todo el primer milenio a. de C., es muy
ilustrativo. Esa confrontación nos hace ver, no sin cierta sorpresa, un
concepto metafísico sobre la naturaleza del fuego en la Estoa y en el Antiguo
Testamento. Así por ejemplo, las Escrituras, sobre la misión profética de
Elías, nos lo presenta como el profeta del fuego:
"1Como
un fuego se levantó Elías; / su palabra era ardiente como antorcha; 2
y trajo sobre ellos el hambre, /y en su celo los redujo a pocos. 3 Con
la palabra del Señor cerro los cielos / y por tres veces hizo bajar
fuego." [2]
En
tiempos de Zenón todavía se conservan vivos, a pesar de haber transcurrido
cinco o seis siglos, la memoria de las violentas guerras de los sacerdotes de
Baal y Astarté contra los profetas de Israel. Uno de los episodios más
relevante es, sin duda, el acuerdo que alcanza Elías con sus rivales sobre la
prueba de la supremacía entre Yahvé y
Baal, durante el reinado de Acab. Elías les lanza el siguiente reto, que es
aceptado sin obstáculos por sus enemigos:
"22
Volvió a decir Elías al pueblo: "solo quedo yo de los profetas de
Yahvé, mientras que hay cuatrocientos cincuenta profetas de Baal. 23 Que
traigan bueyes para que escojan ellos uno, lo corten en pedazos y lo pongan
sobre la leña, pero sin poner fuego debajo; yo prepararé otro sobre la leña,
sin poner fuego debajo. 24 Después invocad vosotros el nombre de
vuestro dios y yo invocaré el nombre de Yahvé. El Dios que respondiere con el
fuego, ése sea dios"; y todo el pueblo respondió: "Está muy
bien". [3]
Esta
escena, poco comprensible para un grecorromano, se ajusta perfectamente en el ignis artificiosus o del artificiose
ambulans de la cosmovisión de Zenón, cuyas propiedades específicas ígneas
entran en todas las actividades que expresa el verbo arameo qânâh,
que más adelante analizaremos. El rasgo común de esas propiedades del fuego, en
el estoicismo, es su profunda intimidad en el seno de la naturaleza, por un
lado, y por el otro, la disponibilidad del fuego para ser usado y utilizado por
la voluntad libre de los dioses.
Los
dos bandos, el de Elías y el de los profetas de Baal produjeron matanzas al
adversario sin piedad; solo se diferenciaron en las liturgias que emplearon.
Los sacerdotes de Baal, invocaron a sus dioses dando saltos rituales en el
fuego de la pira, se hieren los cuerpos y usan todo procedimiento que pueda
conmover a Baal. Elías, en cambio, se burla de ellos y se limita hacer la
siguiente plegaria:
" 36Yahvé, Dios de Abraham, de
Isaac y de Israel: que se sepa hoy que tu eres el Dios de Israel y que yo soy
tu siervo, que todo esto lo hago por mandato tuyo. 37 Repóndeme,
Yahvé; respóndeme, para u todo este pueblo conozco que tú, ¡Oh Yahvé!, eres
Dios y que tu conviertes a tí su corazón. 38 Bajó entonces fuego de
Yahvé, que consumió el holocausto y la leña, las piedras y el polvo, y aún
lamió las aguas que había en la zanja. 39 Viendo esto el pueblo,
cayeron todos sobre sus rostros y dijeron: "¡Yahvé es Dios, Yahvé es
Dios!" 40 Y dijo Elías: "Prended a los profetas de Baal,
sin dejar que escape alguno". Apresáronlos ellos, Y Elías los llevó al
torrente de Cisón, donde los degolló".[4]
Para
uno y otro de los grupos en pugna aparece como absolutamente normal el juicio
del fuego, como signo de la divinidad. Y hemos de decir que la mayoría de las
teofonías o manifestaciones de la divinidad, al menos las más relevantes,
acontecen y suceden después del fuego.
Aunque
la historicidad de algunos pasajes de se cuestionan actualmente, la guerra
religiosa de los adoradores de Yahvé contra los de Baal y Astarté fue demasiado
larga y sangrienta como para considerarla como fruto del reino de la imaginación
popular.
Las
propiedades de aquel fuego concuerdan mal con los conceptos científicos,
filosóficos y religiosos de Grecia y Roma. Dada su complejidad, lo mismo
podrían llevarnos al monoteísmo hebreo, al politeísmo de Canaán o a las
supersticiones de Siria, quizás por eso el cronista de Israel se burla de los
sirios, cuando explican a su rey las causas del desastre sufrido en Israel:
"23Los
siervos del rey de Siria dijeron a este: "Su dios es un dios de monte por
eso nos han vencido, pero si peleamos con ellos en el llano, los
venceremos."[5]
Con
esta tradición histórica se crearon teorías de gran complejidad espiritual, que
escapan al "cientificismo" de los griegos. Frente al naturalismo de
los helenos, nómadas y guerreros, que veían el mundo ingenuamente y lo
interpretaban inducidos por relatos mitológicos, la mente de los arameos se
caracterizó por la intervención activa de elementos religiosos universales
entrelazados con las fuerzas misteriosas de la vida.
Si
comparamos las categorías[6]
aristotélicas, entendidas después por los escolásticos, en su metafísica, como
los modos de ser, a las que también llaman predicamentos,
son los géneros supremos del ente finito. Sin embargo, Aristóteles hace que las
Categorías sea el primero de sus
tratados de lógica, lo que nos lleva a pensar que para él son modos
lingüísticos de predicación en lugar de modos metafísicos de ser. El mismo
Aristóteles, de forma ingenua quizás, no distingue el modo de ser de las cosas
(formas del ser) y el modo en que las aprehendemos (modalidades de
predicación). Estas categorías aristotélicas serán las propias del helenismo y
su cosmovisión y pertenecen al campo de la física, en contraposición al modo de
pensar arameo o palestinense en el que inciden sofisticadas concepciones metafísicas
y físicas, con frecuencia enraizadas en la superstición, tal y como ocurre con
el concepto de fuego a través del cual se producen las teofonías.
Cicerón
concebirá ese fuego como un duende que interviene y actúa en todas partes; es
la fuerza activa de los estoicos que está por
todas partes coexistiendo con la materia; el mundo es un ser animado y
armonioso que posee vida propia; en él solo existen los individuos concretos,
siempre diferentes entre sí; por eso afirma el filósofo y escritor... que cada cosa
posee su propio carácter y nada es idéntico a otra cosa. En cambio, Yahvé
emplea el fuego como elemento instrumental de las manifestaciones de sus libres
designios personales. Para los estoicos Dios es Fuego, energía activa, y Lógos,
la razón, expandida por todo el cosmos; además concibieron que la Ley Natural
era la presencia material de Dios en el universo. Del mismo modo que la razón
cósmica, el Lógos, Dios era la providencia que regía todas las cosas. Dios como
Fuego era similar a una semilla interior, la razón de todas las cosas y causa
de lo que era, es y será. El principio vital es esa energía que hace posible
florecer todo la flora y nacer, crecer y desarrollarse la fauna. Como fuerza
viviente, Dios se encuentra en cualquier fase de desarrollo de los seres del
cosmos y del cosmos mismo, el cual domina y moldea la materia pasiva hasta
hacerla progresar. Esto genera el Destino que impone un cierto determinismo a
los hombres, solo libres si aceptan la
necesidad cósmica.
Es
difícil concretar con rigor cuáles son los atributos de Yahvé en comparación a
las divinidades fenicias. En las peticiones punitivas de Elías para los
sacerdotes de Baal predomina el efecto destructor del fuego; en el rapto del
profeta al cielo, se subraya el poder discriminatorio y mayestático del fuego,
y en el monte Tabor, cuando Jesús habla con Elías y Moisés, el fuego deslumbra
con el brillo de la Gloria.
Todas
estas misteriosas cualidades ígneas que se manifiestan configuran la mentalidad
aramea de Zenón, y todas rechinan y encajan mal en las concepciones helénicas
de griego y romanos, a excepción de los planteamientos especulativos de
Heráclito sobre el fuego. Las similitudes entre la Biblia y el Estoicismo sobre
las propiedades naturales del fuego como energía activa, poco tienen que ver
con la ἐνέργεια griega.
2. El lógos estoico vs. el qânàh arameo
Dada su importancia metafísica, pasamos ahora a comparar la
actividad del lógos estoico con el qânâh de los arameos. El verbo qânâh[1], analizado por los
escrituristas y dependiendo de los contextos, presenta diversas acepciones
tales como crear, procrear, poseer -con mando e imperio-), engendrar...
Cicerón - Cayo Cotta, en el diálogo De natura deorum, se burla del contenido metafísico o religioso que
Antíoco Ascolonita, filósofo y maestro de Cicerón, hace en su exposición; sin embargo, esas
denotaciones y connotaciones del verbo en las fuentes orientales, adquieren un
enorme valor en los pasajes ciceronianos relativos a Zenón.
No cabe duda que los conceptos dinámicos expresados por
el arameo qânâh son ponen de manifiesto aspectos diversos del ignis artificiosus o artificiose ambulans
de Zenón. Las propiedades de la actividad ígnea está íntimamente relacionada
con la naturaleza y puede, además, ser manejada por la voluntad de los dioses,
totalmente libre. Ambas propiedades, inmanencia y trascendencia, se
complementan y sus límites son absolutamente difusos; esta imprecisión de
advierte en la leyenda de Prometo, de origen semita o preario, que los griegos
-Hesiodo y trágicos- presentan como rival de Zeus, e inferior a los cultos
helénicos.
En la cosmogonía helénica o prehelénica, el que entrega a
los hombres el fuego divino es Prometeo, un titán descendiente de Urano (el
Cielo) y Gea (la Tierra), que dominaron el mundo bajo el mandato de Cronos, antes
de ser desplazado por los dioses olímpicos liderados por Zeus, hijo de Cronos y Rea. Se considera a los
titanes, seis varones y seis mujeres, como divinidades menores al compararles
con los olímpicos y como seres primordiales, violentos y caóticos. El más
importante de los titanes fue Cronos, símbolo hiperbólico de la ambición de
poder, que destronó y emasculó con una hoz a su padre Urano. Urano, temeroso,
devoraba a sus hijos recién nacidos; Su mujer y hermana Rea esconde a Zeus en
la isla de Creta, aunque antes envuelve una piedra entre pañales para engañar a
su marido. Zeus termina derrocando a su padre e instaura el poderío de los
dioses y sus descendientes en el Olimpo, hogar de los principales dioses del
panteón griego.
Prometeo (Προμηθεύς, ‘previsión’,
‘prospección’) equivale a Providencia. Zenón pudo
identificar dos mitos, uno hurrita y otro griego, sobre la creación del hombre.
En el primero, recién descubierto, fue identificado por los mismos hurritas
con el sumerio
Enlil y por los ugaritas con El, Anus dios del cielo es castrado por su hijo Kumarbi. Es una
variante del ἅρπαγμα o "rapiña" celeste cometida por el hombre. Kumarbi es
destronado por su hijo; en el segundo, Cronos castra también a su padre Uranos,
y es destronado por su propio hijo. Zeus, que se entroniza así dios del cielo y
castiga a Prometeo (=la Providencia), quien regala el fuego divino al hombre
creado por su hermano Epimeteo. Zenón concibe el lógos (Prónoia[2]) como hacedor del hombre
racional. Sin embargo, los griegos -Hesíodo, Esquilo y Platón- modifican el
mito de Prometeo haciendo que Zeus le castigue y le encadene a las rocas del
Cáucaso, para allí ser devorado continuamente por un buitre que le roe las
entrañas y le atormenta eternamente. Con todo, el mismo Zeus envía a Mercurio
para que dé una mayor inteligencia político-social a sus enemigos los hombres,
para evitar que mueran desamparados y abandonados por la Providencia
(=Prometeo).
En estas variaciones mitológicas se puede observar que el
enfrentamiento religioso entre Zenón y los helenos es evidente. Zenón defiende
a la Providencia, como los cananeos y los prehelenos de Grecia. Aristóteles,
representante del panhelenismo, la niega. Platón la imagina torturada en
Prometeo, y, luego, el Sócrates de Jenofonte adopta una tradición primitiva,
prearia, que coincide con la cananea.
[1].
Elorduy, E., ibídem, págs. 30 y ss.
[2]. Los filósofos
griegos dedujeron la realidad de una Providencia que está sobre los hombres,
del conocimiento de la ordenación racional del mundo, adecuada a un fin y
dirigida a él. Se entendió esta ordenación como el hacer de un espíritu divino
(pneuma), fuego artífice que gobierna el universo y lo mantiene, y que
vela, además, por la felicidad de los hombres. El término PRÓNOIA significa el
alma del mundo; se la puede llamar sabiduría o providencia, cuyo principal
cometido es procurar que el mundo
mantenga las mejores condiciones para conservarse, que no le falte de nada,
pero especialmente que se encuentren en él una belleza extraordinaria y un
ornato total. El concepto aparece por
primera vez en el V a. C. (Cicerón, De
natura deorum, II, XXI-XXII).
[1].
Lang, Fr., v. πὖρ
en Kittel, vol. VI, págs. 957-963; citado por Elorduy, E., Ibídem, pág. 27, n. 9.
[3]
. I Reg., 18, 22-24.
[4]. I Reg.,
18, 35 y ss.
[5]
. I Reg. 20, 23.
[6].
El origen del término categoría es
jurídico: kategoreîn, en griego clásico, que significa "hablar en contra
de alguien o de algo"; y categorías < del gr. Κατηγορίαι. . Aristóteles
usa el vocablo con el sentido de predicación de alguna característica con
relación a alguien o a algo. Así, una categoría sería el referente de un predicado.