El sueño de la razón produce monstruos

jueves, 8 de enero de 2015

La aniquilación de la Casa de Edipo en Antígona (I)


         La saga tebana
         A continuación vamos a estudiar la fundación de Tebas y todos sus reyes, esto es, todos los mitos de la saga tebana.

ZEUS E ÍO
         Uno de los amores de Zeus fue Ío, que era sacerdotisa precisamente de la diosa Hera en Argos. Se dice que, para seducirla sin que se diera cuenta su esposa, Zeus se metamorfoseó en nube, como se puede ver en esta pintura del manierista Correggio (1531-1532):
         Después Zeus, temiendo los celos de Hera, convirtió a Ío en ternera blanca. Pero, a pesar de todas estas precauciones, Hera sospechó y le exigió a su esposo que le entregara aquel precioso animal. Una vez en su poder, para que Zeus no se volviera a acercar a su amante, la sometió a la férrea vigilancia del guardián Argos, el de los cien ojos, quien siempre tenía abiertos cincuenta, mientras los cincuenta restantes dormían. Pero esta situación no duró mucho, porque Zeus, apiadado de la joven, envió al mensajero de los dioses para que matara al guardián. Como se ve en el siguiente cuadro ático de figuras rojas del s. V a.C., Hermes consiguió matar a Argos tras haberle dormido con su mágico caduceo los cincuenta ojos que permanecían vigilantes.
         Hera, al enterarse de lo ocurrido, rindió un último homenaje a su fiel servidor colocando sus cien ojos en la cola del pavo real, animal consagrado a la diosa. Y, por otro lado, hizo que un tábano persiguiera a la pobre ternera-Ío, que, huyendo del insecto, fue a parar a Egipto, donde finalmente cesaron sus tormentos y pudo dar a luz al hijo concebido con Zeus: Épafo, futuro rey de Egipto.
         Épafo se casó con Menfis, hija del río Nilo, y juntos engendraron a Libia, que tuvo un hijo con Poseidón: Agénor

         EL RAPTO DE EUROPA
         Agénor y su esposa Telefasa reinaron en Fenicia y tuvieron cinco hijos: Cadmo, Fénix, Cílix, Taso y Europa. Todo iba bien hasta que un día la princesa Europa, jugando en la playa de Tiro con sus amigas, vio un precioso toro blanco y manso en la orilla y se subió a su grupa. El toro, que no era otro que Zeus metamorfoseado, se lanzó al mar sin que a Europa le diera tiempo a reaccionar, como se ve en el siguiente cuadro del renacentista Tiziano (1559-62), y no le dejó bajar hasta que llegaron a la isla de Creta, donde la dejó embarazada de Minos, Radamantis y Sarpedón.
         Cuando el rey Agénor supo de la desaparición de su hija, ordenó a sus cuatro hijos varones que fueran en su busca y que no regresaran con las manos vacías.
         CADMO Y LA FUNDACIÓN DE TEBAS
         El primogénito, Cadmo, partió en dirección a Grecia y buscó infructuosamente a su hermana durante muchos años. Desesperado y agotado, decidió acudir al oráculo de Delfos, para preguntarle a Apolo dónde se hallaba Europa. Para su sorpresa la Pitia no respondió exactamente a su consulta, sino que le aconsejó que, al salir del oráculo, siguiera la primera vaca que viera y que allí donde ésta se desplomara por agotamiento fundara una ciudad.
         Algo aturdido por la respuesta, salió del templo y vislumbró una vaca que se había alejado del rebaño. Ni corto ni perezoso empezó a seguir al animal, como le había ordenado la Pitonisa. La vaca recorrió toda la Fócide y prácticamente toda Beocia sin detenerse, pero, de pronto, cayó desplomada. Cadmo envió a sus sirvientes a por agua a la fuente más cercana, para poder purificarse y realizar los ritos fundacionales, pero, al observar que sus hombres no regresaban, se dirigió él mismo a la fuente. Allí se encontró con un panorama desolador, un dragón hijo del dios Ares había devorado a sus sirvientes, pero Cadmo le hizo frente y consiguió matarlo, como se ve en esta pintura del maierista Goltzius (1558-1616):

         La diosa Atenea se le apareció inmediatamente a Cadmo y le aconsejó que le arrancara los dientes al dragón y los sembrara en la tierra. El hijo de Agénor obedeció y, al instante, nacieron de la tierra los “Espartoi”, es decir, los “Hombres sembrados”. Este sorprendente nacimiento lo encontramos representado en la siguiente ilustración del s. XV:
         Eran hombres tan violentos y fuertes, que, en cuanto se vieron las caras, empezaron a matarse los unos a los otros. Cadmo, atónito, intentó poner paz entre ellos, pero sólo consiguió salvar a cinco: Equión, Udeo, Ctonio, Hiperenor y Peloro.
         Por fin Cadmo, con la ayuda de estos “espartoi”, pudo fundar una ciudad, Tebas, y construir su ciudadela o acrópolis, a la que llamó la Cadmea. Sin embargo, antes de reinar en ella hubo de expiar la muerte del Dragón de Ares poniéndose al servicio del dios durante ocho años.
         Una vez cumplida esta penitencia, los dioses, para compensarlo de tantos sufrimientos, le dieron por esposa a la bella Harmonía, hija de Afrodita y Ares, y ambos, por fin, pudieron reinar en Tebas.
         Cadmo y Harmonía tuvieron seis hijos: Autónoe, Ino, Ágave, Sémele, Polidoro e Ilirio.

         ZEUS Y SÉMELE
         Pero, una vez más, todos los problemas comenzaron cuando Zeus se enamoró de Sémele. En cuanto Hera se enteró de que su esposo visitaba a la joven todas las noches, se hizo pasar por anciana y le aconsejó que desconfiara de su amante, que, si de verdad era un dios, se lo demostrara. Sémele, que hasta el momento no había dudado de la palabra de su amado, empezó a recelar. Cuando esa misma noche se presentó Zeus en su casa, ella le pidió que se le mostrara como dios. Zeus intentó negarse, pero tal fue la insistencia de la muchacha, que no le quedó más remedio que mostrarse en todo su esplendor. Como era el dios de los rayos y de los truenos, la pobre Sémele cayó fulminada por uno, pero Zeus consiguió al menos salvar a la criatura que la princesa llevaba en su seno: le abrió el vientre, extrajo el feto de siete meses y se lo introdujo en su propio muslo, para que allí pudiera completar la gestación…Y, en efecto, dos meses después, del muslo de Zeus nació el pequeño Dioniso.
         Pero los primeros años de vida de Dioniso no fueron fáciles. Para protegerlo de los celos de Hera y de la maledicencia de sus tías, que habían extendido el rumor de que el amante de Sémele había sido un simple mortal, Zeus envió al pequeño fuera de Grecia. A medida que fue creciendo, lo fueron reconociendo como dios en toda Asia, pero, deseoso de ser reconocido en su patria, se dirigió a Tebas.
         Durante su ausencia, Polidoro, el hijo de Cadmo, había sucedido en el trono a su padre y, tras su muerte, su sobrino Penteo, hijo de Ágave y el “espartós” Equión, ocupó la regencia, pues Lábdaco, hijo de Polidoro y sucesor legítimo, era demasiado pequeño.
         En cuanto Dioniso llegó a Tebas, las mujeres, incluída Ágave, hermana de Sémele y madre de Penteo, cayeron rendidas a su poder y, en trance, empezaron a celebrar los ritos báquicos en el monte Citerón. Luego el dios haciéndose pasar por extranjero intentó convencer a Penteo de que rindiera culto a Dioniso, pero éste se negaba. Mas, cuando Penteo se enteró de lo que sucedía por las noches en el monte, no pudo evitar ir a espiar y Ágave, que se hallaba en éxtasis báquico, al verlo, lo confundió con un animal y descuartizó a su hijo con sus propias manos. Esta terrible historia nos la recrea Eurípides en una impresionante tragedia: Bacantes
         ZEUS Y ANTÍOPE
         A la muerte de Penteo, como Lábdaco seguía siendo demasiado pequeño para reinar, se hizo cargo de la regencia de Tebas Nicteo, hijo del “espartós” Ctonio y suegro de Polidoro.
         Nicteo tenía una hija, Antíope, de la que se vino a enamorar Zeus. En esta ocasión, metamorfoseado en sátiro, consiguió aproximarse a la joven mientras dormía, como podéis observar en esta pintura del manierista Correggio (1523):
         Antíope, convencida de que su padre no daría crédito a su historia, huyó a la corte de Epopeo, rey de Sición. Entonces Nicteo, pensando que quien la había dejado embarazada era Epopeo, dirigió una expedición de castigo contra Sición en la que encontró la muerte.
         Antíope, tras dar a luz a dos gemelos, Anfión y Zeto, los dejó a cargo de unos pastores, para que estuvieran a salvo.
         Mientras en Tebas le tocó reinar por fin al sucesor legítimo, a Lábdaco, pero su reinado fue breve y, a su muerte, se hizo cargo de la regencia Lico, el hermano de Nicteo.
         Cuando llegó al poder, Lico decidió realizar un segundo ataque contra Sición, para vengar la muerte de su hermano. Esta vez Lico mató a Epopeo y se llevó prisionera a Antíope.
         Una vez en Tebas, Lico y su esposa Dirce sometieron a Antíope a un trato inhumano, pero, milagrosamente, ésta consiguió liberarse de sus cadenas y pudo ir en busca de sus hijos, que ya eran unos hombres.
         Anfión y Zeto, al enterarse de las torturas que Dirce había infligido a su madre, se dirigieron a Tebas, la capturaron y la ataron a un toro salvaje, para que en su carrera enloquecida, acabara con la vida de Dirce, como se ve en esta copia romana de una escultura helenística de Apolonio de Atenas (130 a.C.).
         Anfión y Zeto también mataron a Lico, así que pasaron a ocupar ellos el trono de Tebas. Estos dos hermanos, a pesar de ser gemelos, eran muy diferentes: mientras que Zeto destacaba por su fuerza y agresividad, Anfión era un músico prodigioso. Ambos, sin más ayuda, construyeron la muralla de Tebas, pues Zeto no tenía problemas para transportar a pulso las piedras y Anfión hacía que estos bloques se fueran colocando unos encima de otros al son de su lira.
         Cada una de las siete puertas de la muralla recibió el nombre de una de las hijas de Anfión y Níobe, pues habían concebido siete chicas y siete chicos. Tan orgullosa estaba Níobe de su prole, que se jactó de ser superior a Leto, porque ésta sólo había tenido dos hijos: Apolo y Ártemis. Como era de esperar, Leto no dejó impune esta ofensa: sus dos hijos se encargaron de matar con sus flechas a todos los Nióbidas, como vemos en esta cratera ática de figuras rojas del s.V a.C :
         Anfión y Zeto, apesadumbrados por esta desgracia, abandonaron Tebas, de manera que por fin pudo reinar Layo, el heredero legítimo.

LAYO Y CRISIPO
         Sin embargo, Layo empezó su reinado con mal pie, pues arrastraba ya una maldición. En efecto, en vista de que Lico, primero, y Anfión y Zeto, después, no le dejaban reinar, se había refugiado en la corte de Pélope y allí, enamorado del hijo de éste, Crisipo, lo raptó, como se ve en esta cratera apulia (ca. 320 a.C). Crisipo al poco tiempo se suicidó y Pélope maldijo a Layo solemnemente, según unas versiones.

         LAYO Y YOCASTA: EL NACIMIENTO DE EDIPO
         Cuando Layo llegó a Tebas, se casó con Yocasta. Como pasaba el tiempo y no tenían hijos, el rey fue al oráculo de Delfos para preguntarle qué podía hacer para tener descendencia. Una vez más, Apolo le respondió de manera ambigua: “No siembres el surco con simiente de hijos, pues, si tienes uno, te matará”.
         A pesar de la advertencia, Yocasta se quedó embarazada una noche que Layo llegó ebrio. Cuando nació el bebé, temiendo que se cumpliera el vaticinio, decidieron abandonarlo. Se lo entregaron a un pastor tebano, para que lo expusiera en el monte Citerón con los pies atravesados por una fíbula. El pastor, apiadado de la criatura, en lugar de abandonarlo, se lo entregó a un pastor corintio que pasaba por allí y éste, a su vez, se lo dio a los reyes de Corinto, que no podían tener hijos. La herida de la fíbula le dejó los pies hinchados de por vida, por lo que lo llamaron Edipo, que en griego significa “el de los pies hinchados”.
         Edipo se crio feliz como príncipe de Corinto, pero una noche que celebraba con sus compañeros un banquete oyó decir que era hijo bastardo. Conmocionado por estas palabras, se dirigió al oráculo de Delfos para preguntarle a Apolo si Pólibo y Mérope eran sus verdaderos padres. La Pitia, sin embargo, como era habitual en ella, no respondió exactamente a la pregunta, sino que dijo: “Matarás a tu padre y te casarás con tu madre”. Edipo, horrorizado ante la posibilidad de matar a Pólibo y casarse con Mérope, sus únicos padres conocidos, decidió no volver a Corinto para huir del cumplimiento de su destino. Pero nada más salir de Delfos, en un cruce de caminos, entabló una terrible discusión con un hombre que, desde su carro, le ordenaba de malos modos que le cediera el paso. El orgulloso Edipo se defendió con tal violencia, que acabó matando a todos los ocupantes del carro. “El de los pies hinchados” sin saberlo acababa de matar a Layo, su padre, que se dirigía a Delfos para preguntar qué había sido del bebé expuesto.
         En su huida de Corinto llegó casualmente a Tebas, que se hallaba asolada por la llegada de la Esfinge, mezcla de mujer, león y ave. Quien lograra destruirla descifrando su enigma obtendría el cetro de la ciudad y la mano de Yocasta, que acababa de enviudar. El recién llegado, gracias a su inteligencia, logró vencer a la Esfinge y liberar a Tebas, de manera que se le entregó el cetro y a Yocasta por esposa.
         Edipo y Yocasta reinaron durante muchos años felizmente y engendraron cuatro hijos: Eteocles, Polinices, Antígona e Ismene. Pero de repente una peste empezó a arrasar la ciudad: dejó yerma la tierra y a las mujeres y mató a muchos niños y ancianos. Edipo prometió averiguar quién era el causante de semejante plaga y castigarlo duramente. Cuando finalmente descubre que él es el causante por haberse casado con su madre y haber matado a su padre sin saberlo, se saca los ojos con una fíbula. Esto es precisamente lo que se representa en la tragedia Edipo Rey de Sófocles, la tragedia más perfecta para muchos.

LOS HIJOS DE EDIPO Y YOCASTA: ETÉOCLES Y POLINICES
         Y lo que sucede a continuación es propiamente lo que se puede a leer en las tragedias Las Fenicias, de Eurípides, de fecha incierta, o en Los siete contra Tebas (467 a. C.), de Esquilo: Etéocles y Polinices ofenden a su padre y deciden alternarse en el poder, pero Edipo los maldice. Cuando vence el año de mandato de Etéocles, se niega a cederle el cetro a Polinices. Éste entonces busca hospitalidad en Argos, donde el rey, Adrasto, le entregará la mano de una de sus hijas y le ayudará con un numeroso ejército para marchar contra Tebas en guerra fratricida.

Las Fenicias de Eurípides
         Ahora nos detendremos en esta tragedia de Eurídipes. La fecha de la primera representación de Fenicias la conocemos sólo por aproximación. La Hypothesis de Aristófanes de Bizancio señala que se presentó en el arcontado de Nausícrates, pero se conoce ningún arconte con ese nombre. Sólo hay algo exacto, el hecho de que la obra refleja el ambiente de los años 411 a 409 a. C., en los que Atenas sufría las angustias de una guerra prolongada, las amenazas repetidas de asedio y los reveses motivados por la ambición de algunos políticos sin escrúpulos.
         El tema de Las Fenicias es el del asedio de la ciudadela cadmea por los argivos y el duelo final entre los dos hermanos, condenados por la maldición del airado Edipo.
         El nombre de la obra procede de las fenicias que componen el coro. A diferencia de otros coros, el formado por estas esclavas, enviadas desde Fenicia a Delfos para el servicio de Apolo, no se siente su destino comprometido en la catástrofe que amenaza a la ciudad de Tebas.
            Son extranjeras, unidas por lejano parentesco a los pobladores de la ciudadela fundada por el fenicio Cadmo, quienes evocan en sus cantos leyendas de gloria y de sangre que rodean la historia de la polis asediada. A este distanciamiento del coro de Eurípides le saca un buen partido dramático. Esa distancia sentimental le permite al coro de mujeres expresar su simpatía por la causa del agraviado Polinices, y lanzar pintorescas evocaciones míticas en torno a las figuras famosas de Cadmo, el matador del dragón, de Edipo, el vencedor de la Esfinge, de Ares y de Dioniso.
            Este drama tiene muchos personajes y no existe un protagonista trágico cuyos sufrimientos y catástrofe final concentren los sucesos, a no ser que tomemos como tal a toda la familia de Edipo. Junto a Yocasta y Antígona, desfilan Polinices, Etéocles, Creonte, Meneceo y Edipo…
El tema de las Fenicias es el del asedio de la ciudadela cadmea por los argivos y el duelo final entre los dos hermanos, condenados por la maldición del airado Edipo.
                        Innovación de Eurípides es presentarnos a Yocasta en vida, habitando el palacio a la par que el viejo y cegado Edipo, puesto que en la versión más tradicional del mito ella se suicidaba al enterarse de la personalidad real de Edipo, su hijo y esposo. Y también el que Edipo haya permanecido hasta la muerte de sus hijos en Tebas es una innovación. La Yocasta de Eurípides es un personaje impresionante que relata las desgracias de su familia; en el momento en que la obra comienza Edipo está ciego, y quien gobierna Tebas es su hijo Eteocles, mientras Polinices, su otro hijo, vive en el destierro. Yocasta es una mujer anciana, y con el cabello rapado, en señal de luto porque tiene un hijo en el destierro. Intenta detener la maldición. Cuando, a pesar de sus esfuerzos, la maldición se cumple y los dos hijos se dan muerte uno al otro, Yocasta se quita la vida.
            Eurípides, en Las Fenicias, intenta reunir en una sola tragedia todo el mito de Edipo: la acción comienza con el sitio de Tebas por Polinices, pero el prólogo, en boca de Yocasta, resume toda la historia del mito hasta ese momento, vv. 1-87.
            Yocasta cuenta su boda con Layo, la consulta de Layo al oráculo de Apolo sobre su descendencia. Describe el oráculo del dios. Narra la desobediencia de Layo. La orden de dejar morir a su hijo Edipo. La salvación de éste y su crianza en Corinto. La coincidencia que llevó a Edipo y a Layo camino de Delfos otra vez: a Edipo para averiguar su identidad; a Layo para saber de su hijo. El encuentro en Fócide con el parricidio ignorado y el homicidio, en legítima defensa, que llevó a cabo Edipo. La superioridad como ser humano de Edipo, salvador de Tebas; sus ignoradas bodas incestuosas.
            El nacimiento de los cuatro hijos, la tercera generación. El descubrimiento de la verdad por parte de Edipo y su elección. Yocasta sigue narrando que Etéocles y Polinices encarcelaron a Edipo en el mismo palacio, donde sigue vivo todavía. Nos cuenta el pacto de los dos hermanos sobre el reparto de poder. El incumplimiento por parte de Etéocles de dicho pacto equitativo y la reclamación justa por parte de Polinices. Nunca, en toda la tragedia, se había descrito la saga con más detalles, nunca se narró en un prólogo.
         Yocasta es la reina madre, la reconciliación de sus hijos significaría la  continuidad de la estirpe reinante en Tebas; al morir sus hijos varones, el poder pasa a Creonte, hermano de Yocasta.

         Todos estos personajes forman un conjunto patético, conmovedor e impresionante,  bien conocidos a los espectadores. Su psicología está claramente trazada en las escenas del drama. El destino que aniquila La Casa de Edipo se halla fatalmente inscrito en el alma de  los propios personajes, como más tarde veremos en la Antígona de Sófocles.

Las religiones no matan, solo los asesinos...

No matarán la libertad de expresión

miércoles, 7 de enero de 2015

El ideal estoico de la libertad y la autoposesión

       
      Epístolas morales LXII 1: "Yo estoy libre, Lucilio, estoy libre y dondequiera que me hallo, allí soy dueño de mí"; LXXV 18: "¿Quieres saber lo que ésta (=la plena libertad) supone?... poseer el máximo dominio de sí mismo. Es un bien inestimable llegar a la propia posesión".

                                     Séneca, Sobre la brevedad de la vida

martes, 6 de enero de 2015

En el quinto centenario de Teresa de Cepeda y Ahumada (1515-1582)

Poesía de la Santa

                            El libro de la vida
                                                           Camino de Perfección

                                                                                                   Los Conceptos de Amor de Dios...





   Cervantes
                    San Juan de la Cruz
                                                     Lope de Vega
                                                                             Luis de Góngora
                                                                                                         Francisco de Quevedo



EL ÉXTASIS DE SANTA TERESA



Gian Lorenzo Bernini (1645-1652), iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma

viernes, 2 de enero de 2015

Motete ético-político para el Año 2015, en el sentido griego más profundo




καλός    καὶ   ἀγαθός
κακόϛ    καὶ   αἰσχρός

                                Sócrates


        Pasados los años e incluso los siglos, Macbeth dará la vuelta al marbete y al sucumbir a la tentación, las brujas y los seres del mal presagian lo que puede ser tanto bueno como malo:
Todas
Lo bello es feo y feo lo que es bello;
la niebla, el aire impuro atravesamos.[1]



[1] .  Shakespeare, Macbeth, Acto I, Escena Primera.

jueves, 1 de enero de 2015

Antonio Piñero AÑO I

¡Feliz 2015!

¡¡¡ FELIZ AÑO NUEVO a tod@s los que entráis a este blog !!!


¡Que 2015 nos sea más propicio que el año que se fue 
para resolver los problemas que acechan fundamentalmente 
a los clases medias y a los trabajadores!


Desde losmedioscomometaforas os deseamos una lucha limpia, llena de coraje, eficaz y sin cuartel, allá donde quiera que estéis; 
la agonía por los derechos logrados es del día a día, 
y si me apuráis, en las calles, 
aunque solo sea para eliminar de las instituciones a los chorizos, a la canallocracia, a los vampiros de la re pública... hasta avergonzarlos por tanto dolor y miseria 
que están causando entre los más desfavorecidos. 
Los responsables del empobrecimiento de los más, no se van voluntariamente. Tenemos que desenmascarar a los mandarines putrefactos y echarlos y que devuelvan hasta el último euro que han robado a las obras públicas, a la sanidad de todos, a la enseñanza, a los derechos de los trabajadores, a las clases medias...

¡Indignaos y a luchar! 

!!!Y todos a las urnas, que nadie se quede en casa. La solución está en conseguir cuotas de  Poder llenando las urnas de votos¡¡¡