El sueño de la razón produce monstruos

domingo, 13 de noviembre de 2016

EPICUREÍSMO vs ESTOICISMO (I Parte)


EPICUREÍSMO vs ESTOICISMO

0. Introducción

El estoicismo, el epicureísmo y el escepticismo son las tres escuelas que aparecen  y se desarrollan en el Helenismo con la expansión de la cultura griega a partir de Alejandro Magano (s. III a. C.: Macedonia, 356 - Babilonia, 323). Aristóteles había muerto un año antes, 322 a. C., en Calcis o Calcidia, la capital de la isla de Eubea en Grecia, también llamada Negroponte, localizada en la costa oriental del Mar Egeo.

Las escuelas del periodo helenístico se han clasificado (HADOT, P., 1998, págs. 117-118) en dos tipos:

            1º.- Escuelas dogmáticas: su terapéutica consiste en transformar los juicios de valor. Y sus enfoques son de tipo pedagógico. El mismo Hadot afirma que la enseñanza del periodo que tratamos es dialogada y dialéctica (periodo antiguo de la filosofía), mientras que en la época imperial, a partir del s. I d. C. y posteriores, la tarea docente de los filósofos será el comentario de texto.

Zenón y Aristón, por ejemplo, los dos estoicos, aprecian las potencialidades intelectuales del alumno y rechazan una educación enciclopédica, es decir, la pura y simple erudición y la acumulación del saber de los grandes libros de los antiguos. Se puede hablar, pues, de una paideia estoica (<παιδεία, 'educación o formación'); el termino fue usado por Jenófanes (Colofón?, siglos VI-V a. C.), fundador de la escuela eleática[i], para referirse a una plena y rigurosa formación intelectual, espiritual y atlética del hombre. La enseñanza del alumno sobre sí mismo es propia del estoicismo si se le compara con el epicureísmo. El privilegio que el estoicismo otorga al criterio propio del estudiante es, sin duda, legado de Sócrates (BUSTOS, N., 2013: 24 y ss.)

Entre las escuelas dogmáticas, Hadot diferencia el epicureísmo donde lo que incentiva toda actividad humana es la búsqueda del placer, del platonismo, el aristotelismo y el estoicismo. En estos tres últimos discursos filosóficos, aparecen muy evidentes las influencias de la herencia socrática de la mayéutica y la concepción de que la tendencia principal de los seres humanos va dirigida hacia el amor al bien, es decir, la kalokagathia (kalokagathia
está atestiguado desde Heródoto (484 a, C. -426 a. C.), el primer historiador griego, para describir un ideal de conducta personal, especialmente en un contexto militar y se seguirá usando durante el periodo clásico y siguientes con otras connotaciones.
            2º.- Las escuelas escépticas: su objetivo es suspender los juicios de valor. Aunque ya la Academia, con anterioridad a Antíoco de Ascalón, mostró signos inequívocos del escepticismo, fue la escuela de Pirrón la que se consideró  como antecesora del nuevo escepticismo (Elis, 360 a. C. - 270 a. C.) Los miembros de la escuela trataron de hacer comprender  lo relativo de todos los juicios y opiniones y aunque se opusieron al dogmatismo filosófico reconocen los derechos de la vida práctica y elaboraron normas (Τρόποι, 'argumentos') para guiar la conducta de los hombres. El mismo Pirrón , a pesar de su escepticismo, defiende que las costumbres, las tradiciones y las leyes del Estado son vías que había que seguir por el bien de la república. Sexto Empírico (c. 250 d. C.) es la principal fuente para la doctrina escéptica (COPLESTON, F., 2011: págs. 377 y ss.)

1.- LA LÓGICA O CANÓNICA EPICÚREA (Teoría del conocimiento)

La LÓGICA CANÓNICA EPICUREA elabora y conforma los cánones para reconocer la verdad. Para ello basa el conocimiento en la sensación. La Física analiza la constitución de lo real y la Ética tiene por objetivo el estudio de la finalidad del hombre, o sea, los medios que ha de emplear para alcanzar la felicidad..

Platón, en su Teoría de las Ideas, afirma que la sensación confunde al alma y desorienta al ser. En cambio, Epicuro da la vuelta a este planteamiento y sostiene que la sensación y solo ella es capaz de captar el ser de modo infalible. Las sensaciones nunca se equivocan. Y usa los siguientes desarrollos filosóficos como el primer criterio de verdad:

a) La sensación es una afección o impresión que hace algo en otra cosa; es algo positivo y está provocada por los sentidos constituyendo un efecto en el alma.

b) La sensación es objetiva y verdadera porque nace del impacto de flujos de átomos procedentes de los objetos, esto es, de la estructura atómica de la realidad. a esos impactos los llama simulacros, o imagen hecha a semejanza de alguien o algo, sobre nuestros sentidos. Estos simulacros son positivos y mecánicos, de modo tal que la impronta del mundo exterior registrada por los sentidos se corresponden con el original. De este fenómeno deduce Epicuro que siempre las sensaciones son verdaderas y objetivas. Al emanar de todas las cosas conjuntos de átomos, que configuran imágenes o simulacros, y que penetran en nosotros a través de los sentidos, son las sensaciones y solo las sensaciones las que ocasionan las ideas que poseemos del mundo físico.

c) La sensación es algo arracional. En su lógica canónica, la sensación es la base del conocimiento. Nace y se genera como huella de los simulacros -flujos de átomos- de las cosas sobre los sentidos. La sensación es mecánica y arracional -ni racional ni irracional- y, en consecuencia, objetiva y siempre verdadera. Los sentimientos de dolor y placer son la resonancia interior de las sensaciones. Sobre este planteamiento, se fundamenta la moral epicúrea.

El segundo criterio de verdad que nos propone Epicuro consiste en afirmar que las prolepsis, anticipaciones o prenociones constituyen las representaciones mentales de las cosas. Las sensaciones, al representarse muchas veces y mantenerse en el alma, producen imágenes desvaídas y poco nítidas que pueden desplazarse a múltiples objetos del mismo género y anticipan, en consecuencia, las características de las cosas antes de que estas se presenten ante nuestros sentidos. De ahí los términos prolepsis o anticipaciones, que también pueden representar las cosas en ausencia, lo que acerca esta hipótesis al equivalente sensitivo del concepto. Estas prolepsis o anticipaciones funcionan como conceptos pero su validez depende del vínculo y relación que se establezca con la sensación. Los nombres son "expresión natural" de estas anticipaciones y también constituyen una manifestación natural de la acción o impresión originaria de las cosas en nuestra alma, o sea, su impacto y penetración en la sensibilidad del hombre.

Su tercer criterio de verdad, Epicuro lo sitúa en los sentimientos de dolor y placer. Ambos se originan por la proyección interna de las sensaciones, en el efecto que estas producen en nosotros. Y constituyen la base de su Ética, dado que construyen y articulan los criterios que sirven para distinguir el bien del mal.

Por otro lado, las afecciones o impresiones poseen, en Epicuro, una relevancia adicional; como las demás sensaciones, sirven como criterio para distinguir lo verdadero de lo falso, el ser del no ser. Además esas sensaciones de dolor y placer constituyen de por sí el criterio axiológico -teoría de los valores- que servirán  para discernir el bien del mal y marcan la vía esencial de la elección o no elección, de elegir o no elegir una determinada conducta. De todo ello, emanarán los códigos o conjuntos de reglas que han de orientar nuestras  actuaciones y comportamientos.

En conclusión, en Epicuro, sensaciones, prolepsis o anticipaciones y sentimientos de placer y de dolor tienen en común un valor de verdad que se fundamenta en la evidencia inmediata, esto es, en la certeza clara y manifiesta de lo que no se puede dudar, la prueba determinante de un proceso. Si aceptamos esa evidencia como verdadera, pues se origina de la acción directa que ejercen las cosas en nosotros, no podemos equivocarnos ni errar.

Sin embargo cuando falta la garantía de la evidencia, surgen las opiniones y no todas las opiniones son verdaderas. Con las opiniones es necesario emplear un criterio de valoración: solo si las opiniones son confirmadas por la sensación son verdaderas, y falsas, cuando las desmienten su falta de evidencia.

Los límites de la Lógica canónica de los epicúreos está en afirmar que todas las sensaciones son verdaderas, de lo que se deduce un OBJETIVISMO ABSOLUTO así como un SUBJTIVISMO ABSOLUTO, por lo que Epicuro cae en el RELATIVISMO de los Sofistas: de ese relativismo, Protágoras de Abdera defendiera que "el hombres es la medida de todas las cosas".

La sensación no es el referente objetivo y directo de la realidad en sí, sino solo los simulacros o imágenes que producen los flujos de átomos en la sensibilidad. Y esos flujos pueden ser distintos según las condiciones externas o del mismo sujeto. Es por esto que cada ser humano puede tener sensaciones distintas aunque se encuentren ante la presencia del mismo objeto y a este fenómeno se le llama relativismo (REALE, G. y ANSERI, D., Barcelona, 2010: págs. 261 y ss.)

Con respecto a la FÍSICA de Epicuro, eligió su teoría con un fin práctico: el de liberar al hombre del temor a los dioses y al otro mundo, con la finalidad de buscar la paz del alma. Epicuro no niega la existencia de los dioses, pero asegura que estos no interfieren en los asuntos humanos y que los hombres no tienen que realizar ni propiciaciones, ni sacrificios, ni súplicas, ni otras "supersticiones"... para ganarse su favor o aplacar la justicia divina. Al mismo tiempo niega la inmortalidad del alma con el objeto de liberar al hombre del temor a la muerte, alegando que no hay razones para tener miedo a morir porque la muerte es un puro extinguirse, es ausencia de sentimientos y de conciencia, sin juicios ni castigos en el más allá. La muerte no puede perturbarnos en nada porque lo que perece carece de sensaciones y lo insensible no es nada para los hombres. Y de la nada no procede nada: nada se resuelve de la nada, afirmaba Epicuro, siguiendo el argumento de los antiguos cosmólogos, quienes especularon sobre el origen del universo y su evolución como un todo. Los cuerpos que conocemos por la percepción y la experiencia se componen de átomos -entidades materiales- y su muerte solo es un disolverse o deshacerse en las entidades que los constituyen. Los elementos últimos que componen el universo son, pues, los átomos y el vacío.

El universo todo es un cuerpo porque así lo atestiguan nuestros sentidos: todos los cuerpos tienen una existencia real tal y como lo evidencian los sentidos, de la cual parten también todos nuestros argumentos para afirmar la existencia de todo aquello que no percibimos directamente como el vacío y el espacio o la naturaleza intangible. Porque si estas tres realidades no tuvieran existencia real no habría nada donde pudieran estar contenidos los cuerpos, ni donde se pudiesen mover mientras vemos que se mueven realmente.

Los átomos tienen diversos tamaños, formas y pesos y son indivisibles e infinito en número. El poeta Lucrecio, en su obra De Rerum Natura (Sobre la Naturaleza), compara sus movimientos con las motas de polvo que se ven en un rayo de sol. Al final terminan colisionando. Para explicar el origen del mundo, Epicuro tiene que admitir una colisión, un choque de los átomos entre sí, concepción que se relaciona con la idea de un "deus ex machina"[ii].

Con este planteamiento, parece querer dar también una explicación de la libertad humana, afirmada por la Escuela del Jardín. Loa átomos no caen siempre en vertical y supone que se produce un movimiento espontáneo en sentido oblicuo, desviándose de la línea recta en su perpetuo descender. Y así sucede la primera colisión entre ellos, y de ese choque de átomos y de las aglomeraciones que surgen entre ellos se originaron los movimientos rotatorios que causan la formación de innumerables mundos, separados entre sí por espacios vacíos.

El alma humana está compuesta también de átomos, lisos y redondos, pero a diferencia de las de los animales, el alma de los hombres posee una parte racional, que reside en el pecho, como lo prueban las pasiones del temor y del gozo. La parte irracional, el principio vital, se expande por todo el cuerpo. Al morir, los átomos del alma se separan y se eliminan las percepciones y sensaciones: la muerte es la privación de la percepción.

El mundo, pues, es el resultado de unas causas mecánicas. No son necesarios los argumento que defienden cualquier tipo de teleología, es decir, la doctrina de las causas finales. Así los epicúreos rechazan la antropocéntrica teleología de los estoicos y su teodicea panteísta e inmanente, pues la naturaleza estoica aunque se asemeja al primer motor de Aristóteles, causa última de todas las cosas, también la conciben, como una sustancia material (fuego artífice de Heráclito[iii]) que traspasa todas las cosas y no como un dios fuera del mundo, trascendente, tal y como lo planteó Aristóteles. (COPLESTON, F., Barcelona, 2011, págs. 344 y ss.)

 

Escribe Seneca (ESTOICO), en su Naturalium quaestionem, II, 45:

"¿Quieres llamarle Destino (fatum) No te equivocas; de él dependen todos los acontecimientos; en él están las causas de las causas. ¿Quieres llamarle Providencia (providemtiam)? Bien le llamas: su providencia vela por las necesidades del mundo, para que nada altere su marcha, y realice su ordenado fin. ¿Prefieres llamarle Naturaleza? No errarás: de él ha nacido todo; de su aliento divino. ¿Quieres llamarle Mundo? No te engañas: él es todo lo que ves, está todo entero en cada una de sus partes y se sostiene por su propio ser. De la misma manera que nosotros pensaron los etruscos, y si dicen que el rayo procede de Júpiter, es porque nada se hace sin él[iv]".

 

 

El mal que padece a vida humana es incompatible, en El Jardín de Epicuro, su escuela, con las concepciones de un universo regido por los dioses. La divinidades habitan en los inter-mundos (< latín intermundia), que surge de la tesis física de la pluralidad de los mundos, que constituyen el Cosmos. Los dioses, concebidos con formas antropomórficas, son bellos y felices y no se ocupan ni se preocupan por los seres humanos ni de sus asuntos. También están constituidos de átomos y Epicuro los necesita para justificar su ideal ético de asegurar a los hombres tranquilidad de ánimo, calma, serenidad e imperturbabilidad. La  creencia universal en ellos es, para los epicúreos, la mejor hipótesis de su existencia objetiva. De las divinidades solo nos llegan sus imágenes a través de los sueños. La verdadera piedad es el pensamiento justo y el sabio no debe temer la muerte, porque esta es pura extinción, ni tampoco ha de temer a los dioses porque ellos no se ocupan de nosotros.

Durante el helenismo, el pensamiento espiritualista que brota de los grandes sistemas de Platón y Aristóteles se resiente con los epicúreos y escépticos. En cambio, en el estoicismo, a pesar de su materialismo corporealista, se pueden encontrar mayores afinidades con las ideas del platonismo y su espiritualidad. Y todo ello por muy diversos motivos que seguidamente veremos al analizar la LÓGICA estoica.

                                                                                                                      A.T.T.

            MADRID 13 de noviembres de 2016

 




[i]. Jenófanes de Colofón pudo ser discípulo de Anaximandro y provocó una auténtica controversia sobre el politeísmo y la idea antropomórfica de los dioses griegos. Ironizó y se burló de Homero y Hesiodo al proyectar en los dioses las peores cualidades de los humanos. Propuso sustituir esta tradición por la concepción de la existencia de un solo dios, indivisible y de naturaleza distinta a los hombre: su dios es todo ojo, oído, conocimiento,  razón (λóγος), ingénito e inmortal. Con relación a su concepción del cosmos, sus ideas fueron sistematizadas por Parménides. Afirmó que el elemento "tierra" es el principio, pero no de todo el Cosmos, tan solo de nuestro planeta (REALE, G. y ANTISERI, D.: 2012: 32-33)
 
[ii]. Traduce la expresión griega απò μηχανῆς θεóς (apò mēchanḗs theós) del teatro griego y romano cuando una grúa (machina) o cualquier otro medio mecánico introducía desde fuera del escenario a un actor interpretando a una deidad (deus) para resolver una situación o dar un giro a la trama. Se refiere a un mecanismo de poleas que en los teatros griegos permitía que un personaje apareciese en el escenario como si descendiese desde las alturas. Cuando el desenlace de una obra no resultaba fácil y la situación estaba muy embrollada, se utilizaba la máquina para hacer descender a Zeus, quien era capaz de arreglarlo todo en un momento. Gracias a la intervención del padre de los dioses, el mundo volvía en un instante a estar ordenado, lo que era un alivio para el autor de la obra, que, de este modo, salía fácilmente de cualquier callejón sin salida narrativo. (http://wordpress.danieltubau.com/que-es-el-deus-ex-machina/ Página consultada el 9/XI/2016, hora 20:03)
 
[iii]. Cicerón (106 a. C.- 43 a. C.) escribe De natura deorum (=Sobre la naturaleza de los dioses). Se trata de un diálogo entre tres personajes, llamados príncipes (=los primeros): los tres protagonistas representan a tres escuelas filosóficas: Veleyo, de la epicúrea; Balbo, de la estoica, y Cayo Aurelio Cotta (124 a. C. - 73 a. C.), de la Academia.
En esta obra Cicerón-Cotta se burla del fuego divino artífice de las cosas. Heráclito, siguiendo la tradición de los filósofos jonios, ve en el fuego, el arché - fuente, origen, principio- del universo: no solo las cosas individuales salen del fuego y vuelven a él, sino que es el mundo entero el que acaba en el fuego, en algo similar a una conflagración universal, para después volver a renacer. Se encierra aquí la antigua idea griega del Eterno Retorno, que luego vuele a reaparecer en Platón y los estoicos; y también la idea de un juicio universal: al sobrevenir el gran fuego, juzgará y condenará todas las cosas, señala Heráclito en uno de sus fragmentos. Y en esto se ha visto las influencias de la astronomía caldeo-babilónica y de las religiones de los misterios.
 
[iv]. Traducción de Rodrigo S. Braicovich, en "Monismo e inmanencia en la cosmología estoica", Anuario Filosófico, XXXIX, 2006, págs. 675-676.