El sueño de la razón produce monstruos

domingo, 28 de diciembre de 2014

In Memoriam del viñetista Máximo San Juan





XXXIX
Letanía
de nuestro señor don Quijote

Rey de los hidalgos, señor de los tristes,
Que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
Coronado de áureo yelmo de ilusión;
Que nadie ha podido vencer todavía,
Por la adarga al brazo, toda fantasía,
Y la lanza en ristre, todo corazón.

Noble peregrino de los peregrinos,
Que santificaste todos los caminos
Con el paso augusto de tu heroicidad,
Contra las certezas, contra las conciencias
Y contra las leyes y contra las ciencias,
Contra la mentira, contra la verdad...

Caballero errante de los caballeros
Varón de varones, príncipe de fieros,
Par entre los pares, maestro, salud!

¡Salud, porque juzgo que hoy muy poca tienes,
Entre los aplausos o entre los desdenes,
Y entre las coronas y los parabienes
Y las tonterías de la multitud!
¡Tu, para quien pocas fueran las victorias
Antiguas y para quien clásicas glorias
Serían apenas de ley y razón,
Soportas elogios, memorias, discursos,
Resistes certámenes, tarjetas, concursos,
Y, teniendo a Orfeo, tienes a orfeón!

Escucha, divino Rolando del sueño,
A un enamorado de tu Clavileño,
Y cuyo Pegaso relincha hacia ti;
Escuchas los versos de estas letanías,
Hechas con las cosas  de todos los días
Y con otras que en lo misterioso ví.

¡Ruega por nosotros, hambrientos de vida,
Con el alma a tientas con la fe perdida,
Llenos de congojas y faltos de sol,
Por advenedizas almas de manga ancha,
Que ridiculizan el ser de la Mancha,
El ser generosos y el ser español!

¡Ruega por nosotros, que necesitamos
las mágicas rosas, los sublimes ramos
de laurel! Pro nobis ora, gran señor.
(Tiembla la floresta de laurel del mundo,
y antes que tu hermano vago, Segismundo,
el pálido Hamlet te ofrece una flor)

Ruega generoso, piadoso, orgulloso;
Ruega casto, puro,  celeste, animoso;
Por nos intercede, suplica por nos,
Pues casi ya estamos sin savia, sin brote,
Sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,
Sin pies y sin alas, sin Sancho y sin Dios.

De tantas tristezas, de dolores tantos,
De los superhombres de Nietzsche, de cantos
Áfonos, recetas que firma un doctor,
De las epidemias de horribles blasfemias,
De las Academias, líbranos, señor.

De rudos malsines,
Falsos paladines
Y espíritus finos y blancos y ruines,
Del hampa que sacia
Su canallocracia
Con burlar la gloria, la vida, el honor,
Del puñal con gracia,
¡Líbranos Señor!

Noble peregrino de los peregrinos,
Que santificaste todos los caminos
Con el paso augusto de tu heroicidad,
Contra las certezas, contras las conciencias
y contra las leyes y contra las ciencias,
Contra la mentira, contra la verdad...

Ora por nosotros, señor de los tristes,
Que de fuerza alientas y de ensueño vistes,
Coronado de áureo yelmo de ilusión;
Que nadie ha podido vencer todavía,
Por la adarga al brazo, toda fantasía,
Y la lanza en ristre, toda corazón!


          (Darío, Rubén: “Otros poemas” en Azul...Cantos de vida y esperanza Edición de José María Martínez  3ª.Edición revisada. Madrid Cátedra. Letras hispánicas 2000  págs. 461 y ss.)

jueves, 25 de diciembre de 2014

Λóγος: Evangelio según San Juan, Cap. 1, 1-18

1 Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
2 Al principio estaba junto a Dios.
3 Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
4 En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
5 La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.
6 Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
7 Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
8 El no era luz, sino el testigo de la luz.
9 La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
10 Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
11 Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
12 Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
13 Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
14 Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
15 Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo».
16 De su plenitud, todos nosotros hemos participado
y hemos recibido gracia sobre gracia:
17 porque la Ley fue dada por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
18 Nadie ha visto jamás a Dios;
el que lo ha revelado es el Hijo único,
que está en el seno del Padre.