El sueño de la razón produce monstruos

martes, 21 de junio de 2016

CONCIENCIA E IDENTIDAD (I)


            CONCIENCIA E IDENTIDAD (I)

            Según del Diccionario de la Real Academia[1], en su primera acepción de conciencia[2] dice: "la propiedad del espíritu humano de reconocerse en todos sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que experimenta".

            En cambio, el mismo Diccionario de la Real Academia, en su 23ª. edición, 2014, nos ofrece como definición de conciencia, también en su acepción primera: "conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios", significado que está implícitamente contenido en el primero y que aparece como una consecuencia necesaria del mismo.

 

            Ambos aspectos están contenidos en el concepto que da Santo Tomás de la sindéresis: Synderesis dicitur pars intellectus nostri, in quantum est habitus continens praecepta legis naturalis quae sunt prima principia operum humanorum (Summa Theologica, I/II, Quaestio 94, artículo 1, ad 2.)[3]

 

            Conciencia, pues y siguiendo a Santo Tomás, es primero consciencia. Como apunta Calvo Espiga, A., la conciencia es la capacidad o facultad para percibir la propia identidad personal como radical libertad, en lo que cada uno es similar y distinto de "lo otro" y de "los otros" (vivencia de lo común y de lo singular), de sus posibilidades y de sus límites, sintiéndose sujeto único al que han de referirse todos los cambios, transformaciones y acciones, dando así unidad a la propia historia (de lo que hace, de lo que le hacen y de lo que le acontece)[4]

 

            La conciencia  es  fuente de criterios para la valoración moral de las conductas del sujeto, tanto hacia sí mismo como con respecto a "lo otro" y a "los otros". Así el sujeto viene predeterminado por la percepción  no solo de su propia identidad  sino también de su propia historia: de lo que se es, de lo que se puede ser y de lo que  se debe ser.

            Llamazares continúa diciendo que es esa percepción la que le dicta al sujeto lo que debe hacer o no hacer , lo que es correcto o incorrecto, hasta alcanzar el máximo ideal de persona, al que aspira todo ser humano en la sociedad histórica que le ha tocado vivir, con el desarrollo libre de sus potencialidades, al tiempo que se hace consciente de sus límites. La dignidad personal radica, entonces,  en la coherencia entre convicciones de conciencia y conductas externas, entendida la dignidad como merecimiento de respeto tanto a sí mismo como a los otros.

 

            La dignidad de la persona humana se asienta sobre la conciencia y la libertad. Y este es el punto de partida hacia el ideal utópico: la máxima realización del libre desarrollo de la personalidad singular. Las normas morales son los principios ideales de las conductas; en el ideal de persona de cada sociedad, de cada momento histórico, es la fuente de la moral y de esa fuente se alimentan  las dos máximas kantianas: no utilizar nunca a la persona como un fin, porque la persona humana es un fin en sí misma, y obrar de tal modo  que puedas siempre querer  que la máxima de tu acción sea una ley universal.

           

            La percepción  que tiene el sujeto de sí mismo como yo referencial de cuando hace, de cuanto le hacen y de cuanto le sucede se fundamenta en tres evidencias:

            1ª. Se siente distinto de lo demás (mundo animal, vegetal o mineral), dado que su respuesta  no es un simple estímulo-respuesta, si no que analiza como posibles varias alternativas y se hace sabedor, además, que cada nueva elección es irreversible y pone límites a sus futuras elecciones;

            2ª. Descubre la corporeidad como una de las partes de su mismidad siendo el cuerpo el instrumento de expresión y realización de sus vivencias (convicciones) internas;

            3ª. Se siente a gusto consigo mismo en la medida en que dice lo que cree y actúa según a sus creencias y con lo que dice, haciendo de la coherencia su norma de conducta (ética autónoma).

           

            A priori, esa percepción es un fenómeno interno que no se rige por el Derecho. Sin embargo deja de ser no controlable cuando se exterioriza. La misma expresión de esa percepción es jurídicamente relevante, de tal modo que la coherencia e incoherencia entre convicción interna y conducta externa es jurídicamente controlable.

 

            Por otro lado, la norma de conciencia puede convertirse en norma jurídica reguladora de la convivencia en el instante mismo en que cada sujeto reconoce capacidad autonormativa en las otras personas, de acuerdo con el imperativo categórico de la ética kantiana, no dependiente de ninguna religión ni ideología.

           

            A.T.T.



[1]. Rae, 21º. ed., Espasa Calpe, Madrid, 1994
[2]. conciencia < lat. conscientĭa, y este calco del gr. συνείδησις syneídēsis.
[3] . Citado por Llamazares Fernández, D., Derecho de la Libertad de conciencia I, pág. 16,  n. 4, Pamplona, Thomson Reuters, 2011.
[4] . "Conciencia y Estado de Derecho", en Laicidad y Libertades. Escritos Jurídicos, núm. 1, 2002; cit. por Llamazares Fernández, D., ibídem, pág. 15, n. 2.

viernes, 17 de junio de 2016

Obra para la reflexión de las matanzas étnicas, religiosas,... y todas las fobias que se pueden generar en los grupos humanos (II)


"¿Qué es lo que, en la cultura del país de acogida, constituye el bagaje mínimo que toda persona se supone que ha de asumir, y qué es lo que legítimamente se puede discutir o rechazar? Lo mismo vale decir de la cultura de origen de los inmigrados: ¿qué componentes de ella merecen ser transmitidos al país de adopción como una dote de gran valor, y qué otros- qué hábitos, qué prácticas- deberían dejarse en el vestuario?"

                            (Maalouf, A., Identidades asesinas, págs. 50 y ss.)

         "Cuanta gente, presa de vértigo, renuncia a  comprender lo que está pasando... han decidido que el mundo que les rodea es impenetrable, hostil, depredador, demencial, demoníaco. Cuánta gente siente la tentación de encastillarse en su papel de víctimas -víctimas de EEUU. víctimas de Occidente, víctimas del capitalismo o del liberalismo, víctimas de las nuevas tecnologías, del cambio... No puede negarse que esas personas se sientan efectivamente expoliadas y que sufren por ello, en una reacción de lo que me parece un error. Encerrarse en una mentalidad de agredido es para la víctima aún más devastador que la propia agresión. Y por otra parte esto es tan aplicable a las sociedades como a los individuos. Se hacen un ovillo, levantan barricadas, se defienden de todo, se cierran, dan vueltas a la situación, dejan de buscar, de explorar, de avanzar, le tienen miedo al futuro, y al presente, y a los demás."

                            (Maalouf. Amin, Identidades asesinas, pág. 133)

jueves, 16 de junio de 2016

Obra para la reflexión de las matanzas étnicas, religiosas,... y todas las fobias que se pueden generar en los grupos humanos (I)


De IV Domesticar a la pantera

UNO

         " [...] Que nadie se sintiera excluido.

         En el plano mundial, al igual que en el seno de cada sociedad, nadie debería sentirse ridiculizado, minusvalorado, objeto de burla, 'demonizado', hasta el extremo de verse obligado, para poder vivir en su entorno social, a disimular con vergüenza su religión, su color, su lengua, su apellido o cualquier otro componente de su identidad. Todos los seres humanos deberían poder asumir, con la cabeza alta, sin miedo y sin resentimiento, todas y cada una de su pertenencias."

(Maalouf, Amin, Identidades asesinas,  pág. 132)