El sueño de la razón produce monstruos

lunes, 27 de diciembre de 2010

Globalización

"Nada más cierto que el viejo refrán que dice que no es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita. Por eso alentar hasta lo esperpéntico las necesidades de la gente es un verdadero atentado contra la felicidad. Porque aunque ésta no pueda ser establecida por decreto, la frustración sí que puede serlo. El libre mercado es un monstruo insaciable que se alimenta del desconcierto y la insatisfacción humanas; cuanto más consigue que éstos aumenten, mejores son sus cuentas de resultados. Generar constantemente nuevas necesidades entre los consumidores acomodados del mundo rico y estar persuadiéndolos sin descanso de que su felicidad depende de satisfacerlas lo antes posible es ya un despropósito digno del mayor rechazo, pero cuando las víctimas del tinglado son los desdichados habitantes del Tercer Mundo o los propios pobres de los países desarrollados la cosa alcanza tintes de auténtica crueldad.
¿No es acaso este concepto de felicidad lo primero y más importante que había que globalizar? Quienes algún día aprendieron a ser felices de otra manera son los peores enemigos del capitalismo; y no porque su manera de alcanzar la alegría pueda llegar a ser contagiosa o porque sean clientes permanentemente fallidos para el mercado, sino sencillamente porque están ahí, porque sobreviven entre los residuos, resisten lo abominable… y continúan riendo."

http://desafiosilencioso.blogspot.com/2009/02/que-es-globalizar.html

martes, 21 de diciembre de 2010

Alberto Durero, Adán y Eva (507 - 36 años)

El Pecado Original y la primera división del trabajo
(Mitología hebrea)


Material: Díptico. Óleo sobre tabla.
Medidas: 209 x 161 cm.
Museo: Museo del Prado. Madrid

“Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él la sabiduría, y tomó de su fruto y comió, y dio también de él a su marido, que también con ella comió. Abriéronse los ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos ceñidores[1]. Oyeron a Yahvé Dios, que se paseaba por el jardín al fresco del día, y se escondieron de Yahvé Dios el hombre y su mujer, diciendo: “Dónde estás?” Y este contestó: “Te he oído en el jardín, y temeroso porque estaba desnudo, me escondí”. “¿Y quien, le dijo, te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?” Y dijo el hombre: “La mujer que me diste por compañera me dio de él y comí”. Dijo, pues, Yahvé Dios a la mujer: “¿Por qué has hecho eso?” Y contestó la mujer: “La serpiente me engañó y comí”. Dijo luego Yahvé Dios a la serpiente:

“Por haber hecho esto, maldita serás entre todos los ganados y entre todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre tu pecho y comerás el polvo todo el tiempo de tu vida[2].”

Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer y entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza, y tu le acecharás el calcañal”.

A la mujer le dijo: “Multiplicaré los trabajos de tus preñeces. Parirás con dolor los hijos y buscarás con ardor a tu marido, que te dominará[3]”.

Al hombre le dijo: “Por haber escuchado a tu mujer, comiendo del árbol del que te prohibí comer, diciéndote no comas de él: Por ti será maldita la tierra; con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida; te dará espinas y abrojos y comerás de las hierbas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado; ya que polvo eres, y al polvo volverás[4]”.

El hombre llamó Eva[5] a su mujer, por ser la madre de todos lo vivientes. Hízoles Dios al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió”[6].



[1]. Nota de los Traductores: Basados en este pasaje, algunos autores piensan que el pecado de los primeros padres consistió en un desorden sexual. Pero nada en el contexto favorece esta interpretación porque el uso de los sexos en la vida matrimonial entraba dentro del plan divino para la propagación de la especie. Su pecado fue de índole espiritual, un pecado de insubordinación y de orgullo. La serpiente les propone prevaricar para situarse como dioses sobre la línea de separación entre el bien y el mal, y la mujer se deja llevar por esa insinuación diabólica.

[2]. N. TT.: La sentencia seguirá el orden inverso que el interrogatorio. La serpiente no es preguntada; su culpa es manifiesta. Y la sentencia de Dios contra ella se basa en su condición y en sus relaciones con el hombre. Con este simbolismo realista, el autor del texto mira al espíritu diabólico, pues la maldición expresa el horror que el hombre siente hacia la serpiente, mayor incluso que hacia otros animales más dañinos; arrastrarse es natural a la serpiente, pero es señal de su abatimiento, así como es indicio de la realeza del hombre el andar derecho.

La imagen de enemistad brota de la natural aversión que el hombre siente hacia el reptil porque en cuanto lo ve, lo acecha para matarlo; al perseguir a la serpiente el hombre no se cree seguro de ella hasta haberla aplastado la cabeza. Este es el origen de la imagen. Su sentido es que esa perpetua enemistad acabará con la victoria del linaje de la mujer, en quien serán bendecidas todas las naciones. Esa victoria es la de Jesucristo, y luego la de aquellos que vencen por El y a través de ellos, El vence a Satanás. La Virgen María, La Madre de Dios, ocupa el primer lugar entre estos por su completa victoria sobre el pecado.

[3]. N. TT.: La sentencia sobre la mujer responde a las penas que llevan consigo sus oficios de esposa y madre.

[4] . N.TT.: En estas palabras de Dios a la mujer y al hombre se resalta la diversa misión del uno y de la otra en la familia. La del hombre es ser jefe de ella y su mantenedor; la de la mujer, cumplir el ansiado oficio de la maternidad.

[5]. N. TT.: Eva en hebreo significa vida; aquí, fuente de la vida humana.

[6]. “Génesis”, cap. 3, vv. 6-19, en Sagrada Biblia, versión directa de las lenguas originales por Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga, O.P., 4ª ed., Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1985, págs.. 30-31.


domingo, 12 de diciembre de 2010

Zahra Ramdán


SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO SAHARAUI


Presidenta y Fundadora de AMSE (Asociación de Mujeres Saharauis en España)


Nació en la capital del Sáhara Occidental, El Aaiun, donde estudió hasta la obtención de su título de Bachiller Superior. Desde muy joven militó por la libertad de su pueblo. Ante la inminencia de su encarcelamiento por las fuerzas ocupantes marroquíes, huyó junto a otros estudiantes a los Campamentos de Refugiados/as, donde realizó trabajos de periodismo y traducción en la Radio Nacional Saharaui, en sus programas en lengua española, durante más de diez años. Estudió Filología inglesa y de Relaciones Internacionales en la Universidad de Panamá. También participó en numerosos eventos regionales e internacionales como representante de su país y de la UNMS. Actualmente es la Presidenta de AMSE, asociación que se crea con el fin de divulgar la causa saharaui a través del mensaje y la voz de las mujeres saharauis, así como, el empoderamiento de las féminas de su país, que considera que son un ejemplo de emancipación en el mundo árabe e islámico.

martes, 7 de diciembre de 2010

Apología de Sócrates. Platón (III)

Autodefensa basada en el mandato demónico.

Empieza diciendo que ha suscitado muchos odios y que la envidia y calumnia de la gente es lo que le puede condenar, y no Meleto ni Ánito. No se avergüenza de estar en peligro de muerte porque el hombre justo solo debe mirar si lo que hace es justo o injusto, si obra como hombre bueno o malo. Y refuerza su argumento con el ejemplo de Aquiles, hijo de la diosa Tetis, famoso por su sentido del honor, que sabiendo que el destino ha señalado su muerte inmediatamente después de la muerte de Héctor, mata a éste para vengar la muerte de su amigo Patroclo. (Iliada, cap. XVIII).

Alusión a sus campañas militares: Si en las guerras no se puede abandonar el puesto que uno ha tomado o le ha señalado un superior, tal y como él actuó en las batallas de Potidea, Anfipolis y en Delión (28 d – e), cómo iba a desobedecer él al Dios de Delfos. Eso hubiera sido mucho más grave.

De las tres batallas de la Guerra del Peloponeso, comentaré la primera; Potidea, en la península Calcidica, colonia de Corinto, unida a la Confederación de Delos, próxima a Esparta, en 432, decide separarse de la Confederación y Atenas no se lo consiente. Un ejército de 3000 hoplitas es embarcado. Ahí va Sócrates; el ala donde van él y Alcibíades es atacada. Alcibíades, herido, es salvado por Sócrates llevándolo a hombros. El mérito militar se lo llevó Alcibíades, que entonces iniciaba su carrera militar. Este tipo de amistades, con hombres de turbio poder político, como la de Critias, el más cruel de los Treinta Tiranos, son la clave de la sentencia de culpabilidad de Sócrates.

Además les dice que no desobedecerá el mandato del Dios de Delfos por temor a la muerte, como si la muerte fuera un mal cuando nadie sabe qué es ni si se trata del mayor de los bienes del hombre (29 a – b).

Temer a la muerte es creer ser sabio sin serlo, porque se cree saber lo que no se sabe; nadie la conoce pero todas la temen como si supieran muy bien que es el mayor de los males. La ignorancia mas vituperable es creer saber lo que no se sabe. Y es en eso en lo que se diferencia de la gente; el no sabe lo que desconoce, como las cosas que hay en el Hades, pero sí sabe que delinquir y desobedecer al que es mejor (Dios u hombre) es malo y vergonzoso (29b). Sócrates se siente seguro cuando hace este tipo de afirmaciones morales. “...¿por qué, atenienses, no os avergonzáis de aumentar vuestras riquezas y no os ocupáis en lo que hace a la sabiduría, la verdad y el alma y de cómo llevarlas a la perfección?”. Psijé (. vida, alma; sentimientos) es de difícil asimilación; se traduce por “alma” y por “mente”, aunque esto no refleja la amplitud del término. Es Sócrates el primero en usarla con el sentido aproximado a “alma”, pero como sede de la inteligencia y de la ignorancia, de la bondad y de la maldad, pero inmanente, de este mundo. “Alma” y “espíritu” son aquí términos sinónimos.

Con respecto al Hades, hemos de decir que ese terrible dios, hijo de Cronos, guardián de los mundos subterráneos, no es un lugar, sino un dios, aunque no torturador, que no se debe comparar con el “infierno” católico, porque ese concepto no aparece en la mitología griega.

Sócrates no está dispuesto a desobedecer al Dios, aunque pudiera evadir la sentencia condenatoria (29 – 30). Las razones que expone en a, b, c se fundan en su conducta moral: los principios del Dios que le guían, y en las decisiones que ha ido tomando.

Además, dice que nadie le puede hacer ningún daño, ni Ánito ni Meleto. No podrán: “No creo que sea lícito que el hombre mejor sufra daño del peor”. Su misión es un don del Dios al Estado, y no a él personalmente, sino que se trata de un beneficio social. Él es como un tábano, puesto por el Dios para despertar al caballo grande y de buen pedigrí, pero que anda somnoliento.

Que él actúa, por mandato divino, como un padre o como un hermano, para que los ciudadanos cuiden se su excelencia; por esto no recibe nada a cambio, no cobra estipendio y de ello da testimonio su pobreza.

La actividad política del filósofo

Os puede parecer extraño, les dice, que siempre dé consejos en privado y no me suba en público, ante la plebe, a aconsejar al Estado.

La causa es que le ocurre algo divino y demónico. Meleto, despectivamente siguiendo a cierto comediógrafo, habla de esto es su acusación. Desde niño, una voz interior le desaconseja algunas acciones; esto le impide entrar en política; si se hubiera metido en política, ya hace tiempo que hubiera muerto, y entonces no hubiera sido útil, ni a vosotros, ni a mi mismo.

El que hace frente con lealtad a la Asamblea e impide que ocurran en Estado muchas injusticias e irregularidades, vive poco. El que realmente quiera luchar por lo justo, si quiere vivir muchos años, tiene que dedicarse a la vida privada y no a la pública.

Aquí está planteando la no intervención del filósofo en la política, idea muy desarrollado por Platón anciano. Como la Apología es obra de juventud, el concepto puede ser muy bien de Sócrates, rescatado más tarde por el mismo Platón. A continuación, se defiende con los hechos de su propia experiencia vital, tal y como actúo durante la democracia y en la dictadura. Cuando se juzgó a los diez generales que no habían recogido a las víctimas de la batalla naval de las islas Arginusas, por razones estratégicas justificadas, luego ejecutados, el era miembro del Consejo. Sócrates, desafiando las iras populares, fue el único de los Prítanos que se opuso a la decisión de la Asamblea, por ser ilegal en un solo juicio y colectivamente. Entonces el Estado era democrático.

Al segundo hecho biográfico que alude es que durante el régimen oligárquico, los Treinta llamaron a cuatro ciudadanos y a Sócrates al Tolo (edificio circular), antes ocupado por los Prítanos, para que fueran a detener a León de Salamina para ejecutarlo; mientras los demás obedecieron la orden, Sócrates se fue a su casa sin inmutarse, jugándose la vida con aquella actitud de rebeldía. No hubo represalias contra él, porque los Treinta fueron derrocados muy pronto. La dureza de los Treinta, régimen oligárquico impuesto por los espartanos, queda en evidencia con el apodo de Tiranos que recibieron del pueblo. Trataron de implicar al mayor número de ciudadanos posible.

Su misión demónica no puede ser objeto de persecución judicial; es privada, y nunca ha sido maestro de nadie, ni ha cobrado nada. Su magisterio consiste en que cuando habla, le escucha quien quiere, joven o viejo. Al hablar en público, en el ágora, y el derecho de oír son connaturales y consustanciales al hombre griego, un derecho inalienable del hombre helénico (33 b-c), amén de una inspiración del Dios de Delfos[i], en su caso particular.

Si, involuntariamente, hubiera hecho algún daño a algún joven, lo natural sería que el pervertido o sus parientes fueran los que subiesen a acusarle; Sin embargo, nadie le ha acusado entre los presentes entre los que hay muchísimos seguidores (Critón, Lisanias...). Meleto y Ánito tampoco han llevado a ninguno de ellos como testigos de cargo; antes bien, todos están dispuestos a testificar en su favor (33 d – 33 b). La declaración de los testigos era la máxima prueba pericial en un juicio; no se conoce a ninguno de los testigos aducidos por la acusación.

También les dice que no quiere defenderse apelando a la compasión de los jueces, ni con lágrimas, ni haciendo subir a sus hijos para suscitar compasión, como ha visto que hacen otros muchos al ser juzgados. Que se comporta así, no por orgullo, ni por desprecio a la muerte, sino por respeto al honor del Estado, por respeto a sí mismo, a sus años y a su fama, y por respeto también a lo justo y a lo bello.

Dice despreciar a los hombre que al ser juzgados caían en actitudes asombrosas para mover a compasión a los jueces y evitar así la pena de muerte, como si morir fuera algo tan terrible; esos hombres cubren de vergüenza al Estado y en nada se diferencian de las mujeres (misoginia).

Si recurriera a la compasión hubiera sido renunciar indirectamente a su labor demónica. Por eso Sócrates la descarta; tratándose de Tribunal popular, no técnico, el manejo de ese tipo de recursos emotivos eran sumamente efectivos. Si se hubiera arrepentido delante del Tribunal, probablemente se hubiera olvidado su causa. Y Sócrates no cede, antes bien, le provoca, porque su juicio es algo más que un juicio a un ciudadano, es el proceso a una nueva concepción de la sociedad.

Si las súplicas os forzaran, dice a los jueces, a faltar a vuestro juramento, ser fieles a la aplicación de la Ley, os estaría enseñando a creer que los dioses no existen, y yo mismo me acusaría de no creer en los dioses. Pero esto no es así. Creo en los dioses y los venero, como no creen en ellos mis acusadores. Me pongo en vuestras manos y en las del Dios para que me juzguéis y que sea lo mejor para mí y para vosotros.

Así acaba esta primera parte, con un final retórico, muy alejado del discurso dialogante socrático; Platón nos lo ha convertido en un orador.

Sócrates ante la muerte

A Sócrates no le sorprende ni le indigna el resultado condenatorio, sino el que el margen de votos en su contra haya sido tan pequeño.

“Porque yo voy de un sitio a otro sin hacer otra cosa que tratar de persuadiros, [...], de que no os cuidéis del cuerpo ni del dinero ni antes ni con más empeño que del alma (psijé); se cómo será excelente; y os digo que la excelencia no procede del dinero, sino que es de la excelencia de donde proceden para el hombre la riqueza y todos los demás bienes, tanto privados como públicos” (Apología, 30 b).Para los griegos, psijé (alma o espíritu) era el principio, el arjé que animaba un cuerpo. Tenían alma los animales, incluso el mundo y los dioses. El alma humana, para Sócrates, era el espacio de la inteligencia, de la ignorancia, de las virtudes; el alma, como fuente de los valores supremos, los que generan la verdadera felicidad (eudamonía<>

Esta es la mayor recriminación que lanza a la Asamblea, y a los mercaderes y comerciantes que la sustenta porque solo viven por el lucro y por las riquezas. Sócrates nunca cobró nada; su pobreza es su mejor testigo.

Con Sócrates, los valores de la nobleza o de la posición social ceden ante los valores morales, haciéndolos coincidentes con las reformas democráticas que proclaman la igualdad entre los hombres. Da un paso más; el hombre bueno o malo, lo es por los valores internos, por la supremacía de la propia conciencia, y que el simboliza en el demon personal: “me ocurre algo divino y demónico [...]. Me empezó a suceder cuando era niño” (Apología, 31 d).

El revulsivo moral de Sócrates provocó un gran escándalo, al abandonar la conciencia de lo externo (el cosmos y la física), para adentrarse en sí mismo, donde la armonía puede llegar a ser perfecta. La virtud es controlar los impulsos egoístas y seguir los mandatos absolutos de la razón. La areté es el Bien. Sócrates, sin embargo, no proclama la existencia de la Ideas innatas, más tarde lo hará Platón, sino que plantea la virtud como esencia, y no como virtudes particulares, pasajeras, efímeras. El mal es seguir un impulso particular, contra el Bien permanente e inmutable. Por encima de las acciones concretas por las que llevamos a la práctica ciertas virtudes, existen las ideas de Justicia, de Belleza, de Bien. Pero Sócrates no llegó a la objetivación de las Ideas; lo haría Platón al fraccionar el mundo de los sentidos (aisthetós < style=""> aísthesis <>noetós < style="">comprensible, que a su vez procede de ver, observar, percibir; pensar, reflexionar, comprender, entender; saber...).

Solo puede hacer el mal quien ignora que existe el bien; la ignorancia es el mal; la areté se puede enseñar; cuando la Razón se tuerce hacia bienes concretos, alejándose de la Justicia, la Belleza y del Bien – hacia los que tiende inevitablemente-, es cuando se necesita a alguien que te muestre lo que tienes dentro (esa fue la misión de Sócrates y la mayéutica). La virtud es el máximo bien individual y social; el que es bueno (agathos), será feliz (eudaimonos) y estará bien visto u honrado (kalós) porque ha sido justo (díkaios). Cada cualidad lleva a la siguiente como una consecuencia interna de la otra. Por eso, la virtud es útil al individuo y a la sociedad; al hombre le aporta paz interior; Hegel lo expresó como la libertad de la autoconciencia y de la subjetividad infinita; esta libertad jamás podrá ser impedida por nadie, porque nadie puede entrar dentro de esa infinita interioridad. También serán útil a la sociedad las virtudes individuales, porque la areté participa de la Justicia, la vara de medir que nos iguala a todos.

¿Por qué un Estado así condena al más perfecto de sus ciudadanos? Sócrates, anticipándose a los estoicos, se contesta así mismo cuando dice en la Apología (30 c): “A mí no me pueden hacer ningún daño ni Ánito ni Meleto, no podrán. No creo que sea lícito que el hombre mejor sufra daño del peor. Desde luego que puede matarlo, hacerlo exiliar o privarlo de toda honra. El y otros pensarán seguramente que éstos son grandes males; [...] es mucho peor lo que Ánito está ahora haciendo, o sea, tratar de llevar a la muerte injustamente a un hombre.

Porque la Razón tiende imperiosamente a la Justicia, la Belleza y el Bien, “...jamás hay que hacer el mal ni siquiera para devolverlo, pues no se peca contra el que te daña, sino contra las leyes.”. (Fedro, 166). Y este es el testamento que deja a sus jueces legales, “Comprended que si me matáis siendo como digo que soy, no me perjudicáis a mí más de lo que os perjudicáis a vosotros”. (Apología, 30 c). Su vigencia sigue viva a pesar de la cicuta.



Apología de Sócrates. Platón (II)

Contexto extralingüístico

a. Lugar: Atenas, “La ciudad en forma de rueda”, según el oráculo; dedicada a Atenea, la diosa lechuza, que significa racionalidad y arte. Ser ateniense implicaba pertenecer a la mejor de las polis ciudad; Estado). En esta época contaba de unos cincuenta mil hombres libres, más unas decenas de miles de esclavos y una población flotante (extranjeros y mercaderes) muy importante.

Grecia, territorialmente, estaba formada, más o menos, por la Grecia actual, más un grupo numeroso de islas habitadas; políticamente mantenían formas de gobierno o politeias (del gr. gobierno, constitución; régimen político) independientes (Aristóteles habla de 171), incluso opuestas. Pero una historia, mitología y lengua común les hacía unirse para empresas colectivas: guerras, juegos, etc. Así sucedió en el 499 a. C. con las Guerras Médicas; entonces las colonias de Mileto y de Jonia, apoyadas por Atenas, se sublevaron contra la invasión persa.

La lucha por la hegemonía griega, entre Atenas y Esparta y apoyadas mutuamente por colonias aliadas, desemboca en el 431 a. C. en la Guerra del Peloponeso, que duró 30 años. En Atenas, la aristocracia, controlada por la democracia, apoya a Esparta, tratando de recuperar privilegios perdidos. Atenas es derrotada en Egospotamos y la ciudad capitula; se destruyen las murallas, exilio o muerte para muchos atenienses y se implanta un gobierno oligarca espartófilo (el de los Treinta Tiranos).

b. Tiempo del diálogo: hacia el 399 a. C., fecha del juicio y condena de Sócrates, que muere bebiéndose la cicuta. Patón tiene unos 28 años. El maestro había nacido hacia 470 a. C.

Con el siglo V, se inicia el llamado “Siglo de Oro de Pericles” y se convierte en la cita obligada de todos los filósofos y sofistas. Las reformas democráticas alcanzan la cima con el gobierno personal de Pericles (449 a. C.); poco antes se habían recortado los poderes del Consejo de Aristócratas o Areópago, para constituir la democracia radical, dotando de poder a las instituciones de Gobierno del pueblo: la Asamblea (Ecclesia) en la que participaban todos los ciudadanos, y el Consejo Ejecutivo (Boulé), Consejo de 500, elegidos por sorteo, 50 por tribu. El siglo termina con el lógico desgaste de unas largas guerras y rivalidades intestinas entre la nobleza de sangre y latifundista y las clases medias (mercaderes, artesanos y gentes sin tierra).

c. Escenario

Pórtico del Arconte-Rey, presidente del Tribunal de Jueces o DIKASTAI. La acusación de Sócrates, por tratarse de un proceso de impiedad, le incumbía a éste. Comprobaba requisitos legales, recogía las declaraciones de ambas partes, publicaba acusaciones. No existía un cuerpo específico de jueces si no que se elegían por sorteo de entre los ciudadanos. El Tribunal era un órgano formado por unos 500 jueces; asistían al juicio, deliberan, estudian propuestas o “antitimesis”, aplican penas, por el sistema de votación secreta. El Tribunal Popular o HELIEIA no intervino en el juicio de Sócrates; este tribunal estaba compuesto por 6000 miembros, más otros mil de reserva.

d. Personas

Sócrates: Ateniense, de la tribu Antióquida. Edad: 70 años. Criticó la democracia, no por sus contenidos ideológicos (ley igual para todos, igual participación en las tareas de gobierno, igual poder para todos), sino por sus concreciones prácticas; descubre los fallos de un sistema que depende del azar del sorteo de unos cargos o de las artimañas de los buscadores de votos donde democracia (gobierno del pueblo) se convertía en demagogia (conducción del pueblo).

Sócrates aparecía como amigo de las familias que habían tenido más poder durante la oligarquía de los Treinta Tiranos, entre ellos Critias y Alcibíades. Sócrates afirma neutralidad, sospechosa para muchos, y alega como prueba su oposición a la oligarquía y sus ataques a Critias y Caricles, que le llaman y le prohíben tener conversaciones con los jóvenes. Los hechos dejan claro la posición política de Sócrates. Desmontada la acusación, Sócrates proclama que su condena no es por motivos religiosos ni jurídicos, sino por intereses de ciertos sectores sociales o de ideologías políticas enmascaradas. El juicio de Sócrates ha quedado como paradigma de juicios políticos con apariencias religiosas o de corrupción social. En el diálogo se dirige a:

- Tribunal de 500 jueces, de entre los 6000 ciudadanos integrantes del Tribunal heliástico; 600 de cada una de las diez tribus. Corte numerosa y heterogénea.

- Acusadores oficiales:

Ánito: rico curtidor de pieles, general, político activo contra los Treinta. Enemigo de los sofistas. Representante extraoficial de artesanos y políticos, quizás enojados, como clase media, contra Sócrates. Dirige los hilos de la acusación desde la sombra; pertenece al grupo de los demócratas conservadores, según información de Platón en el Menón. Defensor de los valores conservadores, quiere presentar en Sócrates el escarmiento ejemplar

Meleto: “Piteo, lacio de pelo, menguado de barba, de nariz ganchuda” (Eutifrón, 26); habla extraoficialmente por los poetas, quizás también enfurecidos, como clase media, contra Sócrates. Fue quien depositó la acusación: “Meletos, del demos de Pithos contra Sócrates...”. Oscuro poeta, autor de malas tragedias sobre Edipo, parece que quiso ganar popularidad a consta de su protagonismo en un juicio tan famoso. El mismo Sócrates dirá con ironía: “¡Creo que ha emprendido bien la carrera del Estado!”. Este joven sin experiencia dirige la acusación y Sócrates le deja en ridículo.

Licón: poco conocido; habla extraoficialmente por los retóricos, también malquistados contra Sócrates por los mismos motivos. Pudo ser hijo del atleta Autolico, muerto en el año 404 por los Treinta, en la ocupación espartana; de ahí su odio contra Sócrates y la obra de los Treinta, todos etiquetados y sin matices como espartófilos.

Parecen poco fiables las versiones (Plutarco, Diodoro Sículo, Diógenes) sobre la posible venganza de Atenas contra los acusadores.

- Público: “... ¿Los hacen mejores también estos que están asistiendo al juicio, o no?. ( 25 a ) -Ellos también”. (La defensa de Sócrates. Traducción y comentario de Miguel García-Baró).

e. Lugar y tiempo del diálogo redactado por escrito:

Atenas, Academia, h. 395 a. C.

Platón (427-347 a. C.) tenía 29 años cuando obligaron a su maestro a beber la cicuta. La primera acción de Platón como filósofo fue publicar la Apología de Sócrates. Aparte del discurso de defensa de Sócrates, escribió una colección entera de cartas, y 35 diálogos filosóficos. Se cree que se han conservado todas sus obras principales. Fundó su propia escuela de filosofía fuera de Atenas, llamada Academia, al situarla en una arboleda que debía su nombre al héroe mitológico griego Academo, junto al río Cefiso, a seis estadios de Atenas.

Glosa

El juicio de Sócrates se realiza en el 399; los atenienses que asisten viven el pesimismo de la derrota del Peloponeso; aún está vivo el recuerdo de la gloria de la victoria de Maratón, que tuvo lugar en Grecia, en la llanura de Maratón en el año 490 a.C., en las inmediaciones de esa ciudad griega. Aquella batalla puso fin a la primera guerra médica; demostró el poderío de Atenas frente a las tropas Persas y logró frenar la expansión de los Persas a pesar de tener un ejército menos numeroso; también habían vivido el esplendor del siglo de Pericles.

¿Quiénes eran los culpables de aquella decadencia que estaban viviendo?. Muchos señalan a los sofistas como principales elementos corrosivos, que contribuyeron al caos social e intelectual de Atenas; ellos fueron casi autores intelectuales del desastre; la guerra se ha perdido, porque se han perdido los ideales y se han degradado las costumbres. La frase de Protágoras, “el hombre es la medida de todas las cosas”, se interpretaba con ligereza; las actitudes relativistas de unos arremetían contra todo; el dogmatismo de otros, lo hacía contra todos. Sócrates representa una tercera vía, solo sabe que no sabe nada, y esa honestidad intelectual de búsqueda constante se la exige a todos con los que habla, de lo contrario, les desenmascara. Por eso sus enemigos tienen contra él como respuesta el odio, la envidia, la calumnia hasta conducirlo a la muerte.

Preámbulo de la defensa

Sócrates, después de encomiar irónicamente la elocuencia de sus acusadores hasta el punto de llegar a olvidarse de que él mismo es el acusado, promete decir toda la verdad a los jueces de forma sencilla, sin tecnicismos jurídicos. Además les dice que con setenta años es la primera vez que comparece ante un tribunal: “Así son las cosas, hoy subo por primera vez a un tribunal, a mis setenta años.”

Corpus de la defensa

Distingue dos clases de acusadores:

1ª. Los de siempre, casi todos desconocidos para él, excepto un comediógrafo. A éstos, que no dan la cara, es imposible refutarlos porque no puede interrogarlos ni responderlos. Ellos han difundido malicias contra él: “Hay un cierto Sócrates que es un sabio. Piensa en los fenómenos del cielo e investiga cuanto queda bajo la tierra, y hace más fuerte el discurso más débil” (18 b). Todas estas acusaciones culminan en la sospecha de ateísmo (“Esos que divulgan ese rumor, atenienses, son mis acusadores más temibles, porque quienes les escuchan piensan que los que investigan esos asuntos no veneran a los dioses” ( 18 c), con el agravante de difundirlo entre los más jóvenes.

2ª. Los acusadores actuales, los de ahora.

Aquí se encuentra la acusación jurada de Meleto. “Sócrates delinque y obra mal investigando lo que hay bajo la tierra y lo que hay en el cielo y haciendo más fuerte el discurso más débil y enseñando tales cosas a otros” (19 b).

También esto aparece en la comedia de Aristófanes, Nubes, un Sócrates que transportaban de un lado a otro y decía que andaba por los aires y hacía toda clase de necedades respecto de cosas de las que no entiendo ni mucho ni poco”. Con esto, Sócrates rechaza que le acusen de hablar de Filosofía Natural, de la que no entiende nada y apela a sus oyentes para que digan si alguien le oyó hablar alguna vez de estos asuntos.

Además, tampoco es verdad que se dedique a “educar hombre” y menos por dinero, a pesar de que le parece bien que otros lo puedan hacer como Gorgias de Leontino, Pródico de Ceos o Hipias de Elis. Su pobreza da testimonio de lo que afirma.

Si Sócrates no enseña, “¿a qué te dedicas?”, ¿De dónde han surgido estas calumnias contra ti?” (20 c), pregunta a su auditorio. A continuación afirma que su “renombre de sabio” procede de poseer una cierta sabiduría humana, no superior a la de los hombres (20 d, e). Sin embargo, esta sabiduría está inspirada por una imposición divina: la que proclamó el Dios de Delfos; aquí aporta el testimonio de Querofonte. ¿Por qué Sócrates era el más sabio de todos los hombres, según la consulta que Querofonte hizo al oráculo?.

Para probar que el Dios no podía mentir, Sócrates se puso a examinar el significado del oráculo por el método de investigar a los “sabios” (políticos, poetas, artesanos) (21c). Y llega a la conclusión de que los “sabios” que pensaban saber sobre todo, como dioses, solo saben con sabiduría humana, limitada a su campo de conocimientos (21 c, 22 e). Ni la política, ni la poética, ni la técnica pueden ser “sabiduría”, ni los que las cultivan “sabios”, porque se trata de conocimientos particulares y limitados, nunca totalizadores, universales.

De esta investigación, al desenmascarar a los pretendidos sabios, surgieron muchos odios contra él, y de ahí las calumnias y “se empezó a decir que soy sabio” porque “los presentes -en aquellos momentos- piensan que soy sabio en aquellas cosas sobre las que refuto a otros” (23 a).

En realidad solo es sabio el Dios”, concluye, y que “la sabiduría del hombre vale poco o nada”. Y él sigue haciendo lo que el Dios le ordenó, que es mostrar a los que se consideran “sabios” que no lo son y así sirve al Dios, y en esto pasa su tiempo; nada ha hecho en política ni por la economía familiar –“me encuentro en la mayor miseria”- por no tener tiempo libre y por rendir culto al Dios.

Los jóvenes que me acompañaron contribuyeron a levantar odios contra mí; éstos, al disfrutar oyéndome examinar a hombres, a veces me imitaron examinando a otros hombres que creían saber y cuando se dan cuenta que saben poco o nada, se irritan conmigo, en vez de consigo mismo, y divulgan que un tal Sócrates es un tipo execrable que corrompe a los jóvenes. Sócrates nada puede reprochar a estos muchachos porque siguen la tarea que el Dios le había impuesto a él.

Basándose en el testimonio de estos jóvenes, Meleto “me persigue judicialmente” en representación de los poetas; Ánito, en la de los artesanos y políticos, y Licon, en la de los oradores. Ninguno quiere decir la verdad: “que ha quedado al descubierto que fingen saber pero no saben nada” (23 e). Ellos son los que me calumnian.

La imputación judicial: “la letra de la acusación”

Atenas no poseía un cuerpo dogmático ni una religión única estructurada; se limitaba a unas prácticas religiosas estatales y populares. Más que de impiedad se le acusaba por no acomodarse a los ritos oficiales y por la interpretación personal de la divinidad (démones<>) que es considerada como la introducción de nuevas divinidades. Veamos:

“Sócrates delinque corrompiendo a los jóvenes y no venerando a los dioses que venera el Estado (24 c) sino a otros seres demónicos nuevos”.

Ante este alegato, dado que la Ley ateniense permitía al acusado interrogar al acusador y a todos los testigos que quisiera, Sócrates le pregunta a Meleto “¿cómo llegarán a ser buenos los jóvenes? y le lleva a admitir que todos los atenienses hacen a los jóvenes bellos y buenos, que todos pueden hacerlos hombres excelentes”, todos menos él, Sócrates; él es el único corruptor.

De esta respuesta de Meleto, Sócrates deduce que su conclusión es falsa porque ser capaz de hacer mejores (educar) “en todos los órdenes –desde el adiestramiento de caballos...- es tarea de muy pocos, nunca de un pueblo entero.

Como Sócrates está convencido de que el mal se hace siempre involuntariamente, y que basta con caer en la cuenta de que algo es malo para dejar de hacerlo, se defiende diciendo que si hace algún mal lo hace involuntariamente, y para tales faltas a nadie se lleva a los tribunales; a los que comenten esas transgresiones, se los coge en privado y se les instruye y, al aprender, dejarán de hacer lo que están haciendo sin querer. Sólo hay que llevar a los tribunales a los que precisan castigo y no enseñanza.

Este planteamiento de Sócrates parece inexacto porque para el griego clásico iban juntos y fundidos bien y belleza y solo cabía en su moral una bondad-bella, así como la simple maldad no contaba, sino la maldad-fea. Así que la repugnancia del mal era doble: maldad y fealdad, lo mismo que la atracción del bien también era doble: bondad y belleza. El conocimiento del bien y del mal era un conocimiento moral y estético. Mostrarle a alguien que una acción suya era mala era mostrarle que era fea, y este segundo aspecto tenía entre los griegos especial virtud reformadora e inhibitoria.

Según Meleto, la manera como Sócrates pervierte a la juventud es enseñarles que no hay
Dios: “¿Es de esto de lo que me acusas, de que son otros –dioses-, o dices que yo no venero a Dios ninguno y eso es lo que enseño a los demás? (25 c). “¿Qué no creo en Dios alguno no lo venero?, le sigue preguntando Sócrates; la respuesta de Meleto: “No crees en ninguno en absoluto, por Zeus”.

Sócrates, irónico, alega el acta de la propia acusación de Meleto, donde éste afirma que Sócrates cree en cosas demónicas y las enseña; si esto es así, entonces es necesario que el acusado crea que existen démones por ser éstos de estilo inferior, “dioses o hijos de dioses” (27 d – e); quien admite que los mulos se dan, tiene que admitir que se dan caballos y asnos.