El sueño de la razón produce monstruos

martes, 7 de diciembre de 2010

Apología de Sócrates. Platón (II)

Contexto extralingüístico

a. Lugar: Atenas, “La ciudad en forma de rueda”, según el oráculo; dedicada a Atenea, la diosa lechuza, que significa racionalidad y arte. Ser ateniense implicaba pertenecer a la mejor de las polis ciudad; Estado). En esta época contaba de unos cincuenta mil hombres libres, más unas decenas de miles de esclavos y una población flotante (extranjeros y mercaderes) muy importante.

Grecia, territorialmente, estaba formada, más o menos, por la Grecia actual, más un grupo numeroso de islas habitadas; políticamente mantenían formas de gobierno o politeias (del gr. gobierno, constitución; régimen político) independientes (Aristóteles habla de 171), incluso opuestas. Pero una historia, mitología y lengua común les hacía unirse para empresas colectivas: guerras, juegos, etc. Así sucedió en el 499 a. C. con las Guerras Médicas; entonces las colonias de Mileto y de Jonia, apoyadas por Atenas, se sublevaron contra la invasión persa.

La lucha por la hegemonía griega, entre Atenas y Esparta y apoyadas mutuamente por colonias aliadas, desemboca en el 431 a. C. en la Guerra del Peloponeso, que duró 30 años. En Atenas, la aristocracia, controlada por la democracia, apoya a Esparta, tratando de recuperar privilegios perdidos. Atenas es derrotada en Egospotamos y la ciudad capitula; se destruyen las murallas, exilio o muerte para muchos atenienses y se implanta un gobierno oligarca espartófilo (el de los Treinta Tiranos).

b. Tiempo del diálogo: hacia el 399 a. C., fecha del juicio y condena de Sócrates, que muere bebiéndose la cicuta. Patón tiene unos 28 años. El maestro había nacido hacia 470 a. C.

Con el siglo V, se inicia el llamado “Siglo de Oro de Pericles” y se convierte en la cita obligada de todos los filósofos y sofistas. Las reformas democráticas alcanzan la cima con el gobierno personal de Pericles (449 a. C.); poco antes se habían recortado los poderes del Consejo de Aristócratas o Areópago, para constituir la democracia radical, dotando de poder a las instituciones de Gobierno del pueblo: la Asamblea (Ecclesia) en la que participaban todos los ciudadanos, y el Consejo Ejecutivo (Boulé), Consejo de 500, elegidos por sorteo, 50 por tribu. El siglo termina con el lógico desgaste de unas largas guerras y rivalidades intestinas entre la nobleza de sangre y latifundista y las clases medias (mercaderes, artesanos y gentes sin tierra).

c. Escenario

Pórtico del Arconte-Rey, presidente del Tribunal de Jueces o DIKASTAI. La acusación de Sócrates, por tratarse de un proceso de impiedad, le incumbía a éste. Comprobaba requisitos legales, recogía las declaraciones de ambas partes, publicaba acusaciones. No existía un cuerpo específico de jueces si no que se elegían por sorteo de entre los ciudadanos. El Tribunal era un órgano formado por unos 500 jueces; asistían al juicio, deliberan, estudian propuestas o “antitimesis”, aplican penas, por el sistema de votación secreta. El Tribunal Popular o HELIEIA no intervino en el juicio de Sócrates; este tribunal estaba compuesto por 6000 miembros, más otros mil de reserva.

d. Personas

Sócrates: Ateniense, de la tribu Antióquida. Edad: 70 años. Criticó la democracia, no por sus contenidos ideológicos (ley igual para todos, igual participación en las tareas de gobierno, igual poder para todos), sino por sus concreciones prácticas; descubre los fallos de un sistema que depende del azar del sorteo de unos cargos o de las artimañas de los buscadores de votos donde democracia (gobierno del pueblo) se convertía en demagogia (conducción del pueblo).

Sócrates aparecía como amigo de las familias que habían tenido más poder durante la oligarquía de los Treinta Tiranos, entre ellos Critias y Alcibíades. Sócrates afirma neutralidad, sospechosa para muchos, y alega como prueba su oposición a la oligarquía y sus ataques a Critias y Caricles, que le llaman y le prohíben tener conversaciones con los jóvenes. Los hechos dejan claro la posición política de Sócrates. Desmontada la acusación, Sócrates proclama que su condena no es por motivos religiosos ni jurídicos, sino por intereses de ciertos sectores sociales o de ideologías políticas enmascaradas. El juicio de Sócrates ha quedado como paradigma de juicios políticos con apariencias religiosas o de corrupción social. En el diálogo se dirige a:

- Tribunal de 500 jueces, de entre los 6000 ciudadanos integrantes del Tribunal heliástico; 600 de cada una de las diez tribus. Corte numerosa y heterogénea.

- Acusadores oficiales:

Ánito: rico curtidor de pieles, general, político activo contra los Treinta. Enemigo de los sofistas. Representante extraoficial de artesanos y políticos, quizás enojados, como clase media, contra Sócrates. Dirige los hilos de la acusación desde la sombra; pertenece al grupo de los demócratas conservadores, según información de Platón en el Menón. Defensor de los valores conservadores, quiere presentar en Sócrates el escarmiento ejemplar

Meleto: “Piteo, lacio de pelo, menguado de barba, de nariz ganchuda” (Eutifrón, 26); habla extraoficialmente por los poetas, quizás también enfurecidos, como clase media, contra Sócrates. Fue quien depositó la acusación: “Meletos, del demos de Pithos contra Sócrates...”. Oscuro poeta, autor de malas tragedias sobre Edipo, parece que quiso ganar popularidad a consta de su protagonismo en un juicio tan famoso. El mismo Sócrates dirá con ironía: “¡Creo que ha emprendido bien la carrera del Estado!”. Este joven sin experiencia dirige la acusación y Sócrates le deja en ridículo.

Licón: poco conocido; habla extraoficialmente por los retóricos, también malquistados contra Sócrates por los mismos motivos. Pudo ser hijo del atleta Autolico, muerto en el año 404 por los Treinta, en la ocupación espartana; de ahí su odio contra Sócrates y la obra de los Treinta, todos etiquetados y sin matices como espartófilos.

Parecen poco fiables las versiones (Plutarco, Diodoro Sículo, Diógenes) sobre la posible venganza de Atenas contra los acusadores.

- Público: “... ¿Los hacen mejores también estos que están asistiendo al juicio, o no?. ( 25 a ) -Ellos también”. (La defensa de Sócrates. Traducción y comentario de Miguel García-Baró).

e. Lugar y tiempo del diálogo redactado por escrito:

Atenas, Academia, h. 395 a. C.

Platón (427-347 a. C.) tenía 29 años cuando obligaron a su maestro a beber la cicuta. La primera acción de Platón como filósofo fue publicar la Apología de Sócrates. Aparte del discurso de defensa de Sócrates, escribió una colección entera de cartas, y 35 diálogos filosóficos. Se cree que se han conservado todas sus obras principales. Fundó su propia escuela de filosofía fuera de Atenas, llamada Academia, al situarla en una arboleda que debía su nombre al héroe mitológico griego Academo, junto al río Cefiso, a seis estadios de Atenas.

Glosa

El juicio de Sócrates se realiza en el 399; los atenienses que asisten viven el pesimismo de la derrota del Peloponeso; aún está vivo el recuerdo de la gloria de la victoria de Maratón, que tuvo lugar en Grecia, en la llanura de Maratón en el año 490 a.C., en las inmediaciones de esa ciudad griega. Aquella batalla puso fin a la primera guerra médica; demostró el poderío de Atenas frente a las tropas Persas y logró frenar la expansión de los Persas a pesar de tener un ejército menos numeroso; también habían vivido el esplendor del siglo de Pericles.

¿Quiénes eran los culpables de aquella decadencia que estaban viviendo?. Muchos señalan a los sofistas como principales elementos corrosivos, que contribuyeron al caos social e intelectual de Atenas; ellos fueron casi autores intelectuales del desastre; la guerra se ha perdido, porque se han perdido los ideales y se han degradado las costumbres. La frase de Protágoras, “el hombre es la medida de todas las cosas”, se interpretaba con ligereza; las actitudes relativistas de unos arremetían contra todo; el dogmatismo de otros, lo hacía contra todos. Sócrates representa una tercera vía, solo sabe que no sabe nada, y esa honestidad intelectual de búsqueda constante se la exige a todos con los que habla, de lo contrario, les desenmascara. Por eso sus enemigos tienen contra él como respuesta el odio, la envidia, la calumnia hasta conducirlo a la muerte.

Preámbulo de la defensa

Sócrates, después de encomiar irónicamente la elocuencia de sus acusadores hasta el punto de llegar a olvidarse de que él mismo es el acusado, promete decir toda la verdad a los jueces de forma sencilla, sin tecnicismos jurídicos. Además les dice que con setenta años es la primera vez que comparece ante un tribunal: “Así son las cosas, hoy subo por primera vez a un tribunal, a mis setenta años.”

Corpus de la defensa

Distingue dos clases de acusadores:

1ª. Los de siempre, casi todos desconocidos para él, excepto un comediógrafo. A éstos, que no dan la cara, es imposible refutarlos porque no puede interrogarlos ni responderlos. Ellos han difundido malicias contra él: “Hay un cierto Sócrates que es un sabio. Piensa en los fenómenos del cielo e investiga cuanto queda bajo la tierra, y hace más fuerte el discurso más débil” (18 b). Todas estas acusaciones culminan en la sospecha de ateísmo (“Esos que divulgan ese rumor, atenienses, son mis acusadores más temibles, porque quienes les escuchan piensan que los que investigan esos asuntos no veneran a los dioses” ( 18 c), con el agravante de difundirlo entre los más jóvenes.

2ª. Los acusadores actuales, los de ahora.

Aquí se encuentra la acusación jurada de Meleto. “Sócrates delinque y obra mal investigando lo que hay bajo la tierra y lo que hay en el cielo y haciendo más fuerte el discurso más débil y enseñando tales cosas a otros” (19 b).

También esto aparece en la comedia de Aristófanes, Nubes, un Sócrates que transportaban de un lado a otro y decía que andaba por los aires y hacía toda clase de necedades respecto de cosas de las que no entiendo ni mucho ni poco”. Con esto, Sócrates rechaza que le acusen de hablar de Filosofía Natural, de la que no entiende nada y apela a sus oyentes para que digan si alguien le oyó hablar alguna vez de estos asuntos.

Además, tampoco es verdad que se dedique a “educar hombre” y menos por dinero, a pesar de que le parece bien que otros lo puedan hacer como Gorgias de Leontino, Pródico de Ceos o Hipias de Elis. Su pobreza da testimonio de lo que afirma.

Si Sócrates no enseña, “¿a qué te dedicas?”, ¿De dónde han surgido estas calumnias contra ti?” (20 c), pregunta a su auditorio. A continuación afirma que su “renombre de sabio” procede de poseer una cierta sabiduría humana, no superior a la de los hombres (20 d, e). Sin embargo, esta sabiduría está inspirada por una imposición divina: la que proclamó el Dios de Delfos; aquí aporta el testimonio de Querofonte. ¿Por qué Sócrates era el más sabio de todos los hombres, según la consulta que Querofonte hizo al oráculo?.

Para probar que el Dios no podía mentir, Sócrates se puso a examinar el significado del oráculo por el método de investigar a los “sabios” (políticos, poetas, artesanos) (21c). Y llega a la conclusión de que los “sabios” que pensaban saber sobre todo, como dioses, solo saben con sabiduría humana, limitada a su campo de conocimientos (21 c, 22 e). Ni la política, ni la poética, ni la técnica pueden ser “sabiduría”, ni los que las cultivan “sabios”, porque se trata de conocimientos particulares y limitados, nunca totalizadores, universales.

De esta investigación, al desenmascarar a los pretendidos sabios, surgieron muchos odios contra él, y de ahí las calumnias y “se empezó a decir que soy sabio” porque “los presentes -en aquellos momentos- piensan que soy sabio en aquellas cosas sobre las que refuto a otros” (23 a).

En realidad solo es sabio el Dios”, concluye, y que “la sabiduría del hombre vale poco o nada”. Y él sigue haciendo lo que el Dios le ordenó, que es mostrar a los que se consideran “sabios” que no lo son y así sirve al Dios, y en esto pasa su tiempo; nada ha hecho en política ni por la economía familiar –“me encuentro en la mayor miseria”- por no tener tiempo libre y por rendir culto al Dios.

Los jóvenes que me acompañaron contribuyeron a levantar odios contra mí; éstos, al disfrutar oyéndome examinar a hombres, a veces me imitaron examinando a otros hombres que creían saber y cuando se dan cuenta que saben poco o nada, se irritan conmigo, en vez de consigo mismo, y divulgan que un tal Sócrates es un tipo execrable que corrompe a los jóvenes. Sócrates nada puede reprochar a estos muchachos porque siguen la tarea que el Dios le había impuesto a él.

Basándose en el testimonio de estos jóvenes, Meleto “me persigue judicialmente” en representación de los poetas; Ánito, en la de los artesanos y políticos, y Licon, en la de los oradores. Ninguno quiere decir la verdad: “que ha quedado al descubierto que fingen saber pero no saben nada” (23 e). Ellos son los que me calumnian.

La imputación judicial: “la letra de la acusación”

Atenas no poseía un cuerpo dogmático ni una religión única estructurada; se limitaba a unas prácticas religiosas estatales y populares. Más que de impiedad se le acusaba por no acomodarse a los ritos oficiales y por la interpretación personal de la divinidad (démones<>) que es considerada como la introducción de nuevas divinidades. Veamos:

“Sócrates delinque corrompiendo a los jóvenes y no venerando a los dioses que venera el Estado (24 c) sino a otros seres demónicos nuevos”.

Ante este alegato, dado que la Ley ateniense permitía al acusado interrogar al acusador y a todos los testigos que quisiera, Sócrates le pregunta a Meleto “¿cómo llegarán a ser buenos los jóvenes? y le lleva a admitir que todos los atenienses hacen a los jóvenes bellos y buenos, que todos pueden hacerlos hombres excelentes”, todos menos él, Sócrates; él es el único corruptor.

De esta respuesta de Meleto, Sócrates deduce que su conclusión es falsa porque ser capaz de hacer mejores (educar) “en todos los órdenes –desde el adiestramiento de caballos...- es tarea de muy pocos, nunca de un pueblo entero.

Como Sócrates está convencido de que el mal se hace siempre involuntariamente, y que basta con caer en la cuenta de que algo es malo para dejar de hacerlo, se defiende diciendo que si hace algún mal lo hace involuntariamente, y para tales faltas a nadie se lleva a los tribunales; a los que comenten esas transgresiones, se los coge en privado y se les instruye y, al aprender, dejarán de hacer lo que están haciendo sin querer. Sólo hay que llevar a los tribunales a los que precisan castigo y no enseñanza.

Este planteamiento de Sócrates parece inexacto porque para el griego clásico iban juntos y fundidos bien y belleza y solo cabía en su moral una bondad-bella, así como la simple maldad no contaba, sino la maldad-fea. Así que la repugnancia del mal era doble: maldad y fealdad, lo mismo que la atracción del bien también era doble: bondad y belleza. El conocimiento del bien y del mal era un conocimiento moral y estético. Mostrarle a alguien que una acción suya era mala era mostrarle que era fea, y este segundo aspecto tenía entre los griegos especial virtud reformadora e inhibitoria.

Según Meleto, la manera como Sócrates pervierte a la juventud es enseñarles que no hay
Dios: “¿Es de esto de lo que me acusas, de que son otros –dioses-, o dices que yo no venero a Dios ninguno y eso es lo que enseño a los demás? (25 c). “¿Qué no creo en Dios alguno no lo venero?, le sigue preguntando Sócrates; la respuesta de Meleto: “No crees en ninguno en absoluto, por Zeus”.

Sócrates, irónico, alega el acta de la propia acusación de Meleto, donde éste afirma que Sócrates cree en cosas demónicas y las enseña; si esto es así, entonces es necesario que el acusado crea que existen démones por ser éstos de estilo inferior, “dioses o hijos de dioses” (27 d – e); quien admite que los mulos se dan, tiene que admitir que se dan caballos y asnos.


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