El sueño de la razón produce monstruos

martes, 30 de septiembre de 2014

domingo, 28 de septiembre de 2014

Cataluña hoy mismo...

 
El Roto 
en
El País del día

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Mitología y Arte


 Amigos del Museo del Prado
     Prometeo encadenado Pedro Pablo Rubens y Frans Snyders, Philadelphia Museum of Art
                                     

De civitate Dei, de San Agustín, en el Occidente cristiano, aparece por primera vez la idea de la THEOLOGÍA NATURALIS, donde el arzobispo de Hipona, tras atacar la fe en los dioses (cinco primeros libros), expone en el sexto la doctrina cristiana del Dios único, pretendiendo demostrar su concordancia con las ideas de la filosofía griega.
Verner Jaeger (1971), en su Teología de los primeros filósofos griegos, afirmará que la teología cristiana es una doctrina que confirma las verdades del pensamiento precristiano y pone de manifiesto las relaciones positivas entre la nueva religión y la Antigüedad pagana.
Tal vez, y en su desarrollo ya iremos viendo, uno de los objetivos esenciales, si no el principal, de una posible investigación sería mostrar, en la medida de lo posible, uno de los más evidentes empeños artísticos de la Humanidad: la mitología arcaica y clásica griega en tres de sus derivas sustanciales: el arte, la literatura y la filosofía, como fundamentos del pensamiento precristiano, tan solo comparables a la religión cristiana en teología, a la configuración de la Capilla Sixtina en pintura, a la aventura inenarrable del descubrimiento de América por Cristóbal Colón en el arte de la navegación o, en música, a la ópera épica El Anillo del Nibelungo (El oro del Rhin, La Valquiria, Sigfrido y El Ocaso de los Dioses), de R. Wagner, solo por poner algunos ejemplos.
Sería Ludwing Feuerbach (1995), en La esencia del cristianismo, el que persuade a Wagner de que no eran los dioses los que creaban los hombres sino éstos a los dioses, afirmándoles o negándoles todas sus virtudes y defectos.
Siguiendo y persiguiendo estos indicios, nos moveríamos por una parte de las sendas de la tradición arcaica y clásica de los griegos, de la que emergen su mitología, su arte, su filosofía y su literatura, y los infortunios de los hombres en sus relaciones individuales con el Estado y la Comunidad a través de la tragedia griega, lo que implica necesariamente mitología, filosofía, arte...
Jenofonte de Colofón (570 a. C.), presocrático, ya había afirmado "los seres humanos se han creado los dioses a su propia imagen", y Protágoras, "El hombre es la medida de las cosas".
Aquellos filósofos primitivos, quizás por primera vez, dijeron que los mitos no fueran el resultado inequívoco más que de la imaginación creadora humana, configuraciones de los hombres.
La recusación de la trascendencia teológica de Wagner (El anillo del nibelungo) es el resultado de su convicción de que solo el arte da vida y vigencia a unos dioses y a un más allá tan vulnerables, frágiles y confusos como los mismos seres humanos (Vargas Llosa, Mario, 2010).
En la mitología griega, la filosofía, la literatura... se desencadenan las pasiones, las hazañas, los crímenes y, a partir de ese pecado original (Vargas Llosa, Mario, 2010), se precipitará a dioses, semidioses, titanes, gigantes, humanos, padres, consortes y descendientes, griegos y troyanos, en una orgía de violencia que terminará por destruirlos hundiéndolos en el sendero de su exterminación y de su muerte, como sucede en la extinción de la Casa de los Labdácidas o en las desgracias que acaecen en la historia de los Atridas, los descendientes de Atreo, rey de Micenas, linaje maldito por los dioses, nutrido por la sangre de su hermano gemelo Tiestes, cuyo destino estuvo marcado por el asesinato, el parricidio, el infanticidio y el incesto; solo Apolo rompió el ciclo de violencia permitiendo que Orestes, el matricida, fuese juzgado en el tribunal criminal de la ciudad de Atenas, el Areópago.
Incesto, matricidio, parricidio, filicidio... no hay tabú que no sea violado ni excesos (raptos, violaciones, sacrificios, apostasía, bacanales, traiciones, codicias...) que no acontezcan en el panteón pagano griego. Se suceden continuamente las prácticas mágicas y oráculos que fulminan la identidad de los individuos. Muchas veces nos sobrecogen, otras, nos deslumbran al acercarnos a sus líricas o épicas aventuras, en las que participan dioses, héroes y hombres, a menudo macabros y tan feroces y horrendos que serían irresistible sin la belleza de sus textos, como se puede observar en el fatum aciago de Edipo o en la muerte injustificable de Antígona.
Este mundo mítico y mágico, alejado de las experiencias vividas, se transforma en imágenes plásticas y espectáculo dramático, a menudo sacralizado, una realidad otra (Eliade, Mircea, 1991), totalmente diferente o como cosa "totalmente otra" y diferente, lo sagrado, que al manifestarse, se concreta y deja de ser absoluto, como, por ejemplo, la Encarnación del Hijo de Dios, en que Dios mismo se hace historia, Jesucristo, el Hijo del Hombre. Es ahí donde radica el mysterium tremendum, el gran misterio ininteligible de los místicos (Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz).
Esa realidad otra, configurada y creada por una imaginación visionaria y por una sensibilidad desbordante y desbordada, plena de desmesura, engendrada por poetas, filósofos, artistas o místicos, tan solo le queda el cauce, mítico y mágico, a veces apocalíptico, del arte, en el que la tragedia se transforma en espectáculo permitiendo que los seres humanos podamos contemplar las verdades ocultas sin vivirlas de verdad, únicamente como fantasías o pesadillas de la imaginación creadora.

                Madrid, 16 de septiembre de 2014
                                                                                 A. T. T.