El sueño de la razón produce monstruos

jueves, 28 de febrero de 2013

El espiritualismo de Schopenhauer bajo la influencia de la tradición brahmánica-budista y del cristianismo primitivo (VIII)



La revolución copernicana de Kant
         Hasta La crítica de la razón pura (1781), Kant había intentado explicar el conocimiento suponiendo que era el SUJETO el que debía girar alrededor del OBJETO; pero con eso quedaban sin explicar muchas cosas.
            Kant invertirá los papeles y supuso que el OBJETO era el que debía girar en torno al SUJETO. Copérnico hizo una revolución análoga: si la Tierra permanecía quieta en el centro del universo y los planetas giraban alrededor de ella, muchos fenómenos no se explicaban. Así se le ocurre mover la Tierra y hacerla girar en torno al Sol.
            Analizando la revolución copernicana, Kant considera que no es el SUHETO el que, al conocer, descubre las leyes del OBJETO, sino al contrario, el OBJETO es el que se adapta, al ser conocido, a las leyes del SUJETO que lo aprehende.
            En conclusión: “a priori solo conocemos de las cosas lo que nosotros mismos ponemos en ellas”.
             Esta idea abrió una nueva era en la Filosofía con consecuencias teóricas de un alcance incalculable.

El concepto kantiano de los trascendentales como MODOS DE CONOCMIENTO A PRIORI DEL SUJETO.
         Para la metafísica clásica, los “trascendentales” eran las condiciones del ser en cuanto tal, esto es, aquellas condiciones cuya eliminación suponía la eliminación del OBJETO mismo.
            Después de Kant, ya no se puede hablar de condiciones del OBJETO       en sí, sino únicamente de condiciones del OBJETO EN-RELACIÓN-CON EL-SUJETO; por tanto, el trascendental se desplaza desde el OBJETO hasta el SUJETO, de modo que “TRASCENDENTAL”  es aquello que el SUJETO pone en las cosas en el acto mismo de conocerlas.
         * “TRASCENDENTAL”, en Kant, hay que diferenciarlo de lo “trascendental”, que se aplica a lo que supera toda posibilidad de experiencia.
            La estética trascendental y las formas a priori de la sensibilidad
         Tradicionalmente, la filosofía divide en dos ramas el conocimiento:
            1ª. Conocimiento por los “sentidos” u oscuro: se percibe a través de los sentidos; los objetos nos son “dados”.
            2ª. Conocimiento por el “entendimiento” o claro: por medio del entendimiento, los objetos son “pensados”.
           
            Kant llamará “estética” a la “sensación”, a la “percepción sensorial”, a los “estímulos sensoriales” en sentido etimológico (aísthesis
).        
            La “estética trascendental” es, pues, la doctrina que estudia las estructuras de la sensibilidad, el modo en el que el hombre recibe las SENSACIONES y se forma el CONOCIMIENTO SENSIBLE.
            El mismo Kant hace las siguientes precisiones:

            - La SENSACIÓN es una pura modificación o afección que el SUJETO recibe pasivamente por obra del OBJETO, es decir, una ACCIÓN que el OBJETO produce en el SUJETO modificándolo. Ejs. Sentir calor o frío, ver el rojo o el verde, saborear dulce o amargo…
            - La SENSIBILIDAD es la facultad de recibir sensaciones capaces de ser susceptibles de ser modificadas por los OBJETOS.
            -  La INTUICIÓN es el conocimiento inmediato de los OBJETOS. Kant defiende que el hombre está dotado de un solo tipo de INTUICIÓN, la propia de la sensibilidad. El hombre, por el entendimiento, no intuye, piensa a partir de los datos que le suministra la SENSIBILIDAD.
            - El OBJETO de la intuición sensible es el FENÓMENO (< gr. phainómeno o “apariencia o “manifestación”.
            Por el conocimiento no captamos el OBJETO como es en sí, sino tal como se nos “aparece”: el conocer de los sentidos; una ACCIÓN que el OBJETO produce en el SUJETO modificándole.
            - En el FENÓMENO distingue:
            a) una MATERIA: dada por las sensaciones que el OBJETO produce en nosotros, que solo puede ser a posteriori, no antes de la experiencia.
            b) la FORMA que no viene de la experiencia o de las sensaciones, sino del SUJETO. Por la FORMA, los múltiples datos sensibles son “ordenados en ciertas relaciones”. La FORMA es el modo de funcionar de la sensibilidad, es algo que se da a priori en el SUJETO, en nosotros.
            - Kant llama:
            a) INTUICIÓN EMPÍRICA o MATERIA al conocimiento sensible donde están presentes las sensaciones;
            b) e INTUICIÓN PURA, a la FORMA de la sensibilidad de la que se excluye la MATERIA, que son dos: el ESPACIO y el TIEMPO.

            ESPACIO y TIEMPO como estructuras de la sensibilidad
            Es evidente, en Kant, que ESPACIO y TIEMPO ya no son determinaciones ontológicas o estructuras de los OBJETOS.
            ESPACIO y TIEMPO se convierten en MODOS y FUNCIONES PROPIAS DEL SUJETO, “formas puras de la intuición sensible como principios del conocimiento a priori.”
         El ESPACIO es la FORMA de la sensibilidad externa a la que se somete la representación de los OBJETOS SENSIBLES.
            El TIEMPO es la FORMA de la sensibilidad interna a la que se someten todos los datos internos en la medida que los conocemos.
            El espacio abarca todas las cosas que pueden aparecer externamente y el tiempo, todas las que pueden aparecer interiormente. No son FORMAS del OBJETO, sino FORMAS del SUJETO. Por tanto, el ESPACIO y el TIEMPO KANTIANOS no son realidades absolutas, inherentes a las cosas como cualidades de estas, sino que el espacio y el tiempo forman parte de nuestra sensibilidad.


Distinción entre FENÓMENO Y NOÚMENO
         El conocimiento científico es universal y necesario, pero es fenoménico. La ciencia es universal y necesaria porque proviene del SUJETO y de sus estructura a priori.
            El FENÓMENO, pues, es la cosa tal como se nos aparece y esto presupone evidentemente la COSA EN SÍ.  Kant no niega la existencia de una realidad metafenoménica. Sin el supuesto de la COSA EN SÍ, la filosofía trascendental no se podría sostener.
            El FENÓMENO (< gr. phainómeno = “aparición, apariencia”) es el OBJETO de la intuición sensible, con la cual no aprehendemos nunca el OBJETO como COSA EN SÍ, sino tal como se nos “aparece”. Tiene materia y forma: la MATERIA la proporcionan las sensaciones particulares, siempre a posteriori; la FORMA, en cambio, no procede de las sensaciones ni de la experiencia, sino que la proporciona el SUJETO; es, pues, a priori y permite ordenar sistemáticamente los datos sensoriales según determinadas relaciones espacio-temporales.
            Sin embargo, a los FENÓMENOS contraponemos los OBJETOS mismos en su naturaleza en sí, que son OBJETOS simplemente pensados por el entendimiento, y los llamamos seres inteligibles (NOOÚMENA).
            El NOÚMENO (“cosa en sí”): las COSAS EN SÍ no son OBJETO de los sentidos, sino que solo pueden ser pensados por el entendimiento. Las  COSAS EN SÍ son, por tanto, una entidad inteligible, un noúmeno, que para Kant tiene solo el sentido negativo de no ser fenómeno. Únicamente podemos pensarlo pero no conocerlo.

            En resumen, los FENÓMENOS no son realidades en sí, sino que consisten en puras relaciones de espacio, tiempo y causalidad  que como FORMAS A PRIORI solo existen en el SUJETO, no en las cosas.
            Kant afirma que las cosas que intuimos no son en sí mismas tal como las intuimos, ni se relacionan como se nos manifiestan. Si suprimiéramos nuestro SUJETO o simplemente el carácter subjetivo de los sentidos en general, los OBJETOS y sus relaciones espaciales y temporales, incluso el espacio y el tiempo mismo, desaparecerían. Como FENÓMENOS no pueden existir en sí mismos, sino solo en nosotros. Desconocemos que son los OBJETOS EN SÍ, INDEPENDIENTES DE NUESTRA SENSIBILIDAD. Solo conocemos nuestro modo de percibirlos.

            Schopenhauer interpretará esa distinción de FENÓMENO y COSA EN SÍ con un significado propio. Pero esto lo dejamos para el próximo artículo.

martes, 26 de febrero de 2013

El espiritualismo de Schopenhauer bajo la influencia de la tradición brahmánica-budista y del cristianismo primitivo (VII)


            El Idealismo alemán
            Actualmente se entiende por Idealismo la filosofía defendida por Johann Gottlieb Fichte (1762-1814), Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling (1775-1854) y Georg Wilhelm Friedrich Hegel (Stuttgart, 1770Berlín, 1831) y proseguida por otros pensadores como Arthur Schopenhauer (1788-1861) o el filósofo inglés Francis Herbert Bradley (1846-1924), exponente del idealismo absoluto, un sistema que concibe el conjunto de la realidad como producto de la mente y no como algo percibido por los sentidos. Su filosofía deriva directamente de la obra del filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel.
            La filosofía de Kant provocó un extraordinario renacer filosófico en Alemania, y el Idealismo “alemán” consiste en una transformación del pensamiento de Kant y dentro de un contexto socio-político y cultural marcado por:
a)      una pasión por la historia y por la nación alemana y el concepto de “pueblo” en coincidencia con los movimientos nacionalistas;
b)      un renacer “espiritual” donde surgen genios tan grandes como Goethe, Kant, Hegel, Beethoven…;
c)      una profunda preocupación religiosa de carácter heterodoxo (mística o panteísmo);
d)      una pasión por el mundo de la Antigüedad greco-latina, explícita en Goethe y en la mayoría de los románticos;
e)      un interés desmedido por la estética presente en la tradición alemana. Kant ya había estudiado la categoría de lo “bello”, tan relevante en la cultura griega, y que Federico Schiller en sus Cartas sobre la educación estética del hombre llega a decir: “para resolver el problema político es preciso tomar el camino de lo estético, porque a la libertad se llega por la belleza”;
f)        la inspiración de los poetas en los filósofos, de manera que el ansia por lo infinito, la fusión con la Naturaleza (Schopenhauer), la identificación de la filosofía, poesía y religión, y la fuerza creativa del hombre son temas que aparecen en el romanticismo de Hölderlin (+1843), Schlegel (+1829) y Novalis (+1853) cuyas fuentes se hallan en el idealismo de Fichte y Schelling.
g)      el carácter predominantemente teórico del movimiento idealista que no lleva a revolución social o política alguna. Se ha dicho que la Reforma enseñó a los alemanes a considerar la libertad como una libertad “interior” compatible con la servidumbre interior. Hegel escribió que si en Francia los hombres pasan directamente de las ideas a los actos, en Alemania todo queda en el desarrollo teórico.
            Sea como fuere, la “libertad” es la gran palabra de la época. Así, en 1785, Friedrich von Schiller compuso su más que famosa oda A la alegría (An die Freude): la libertad, que hace a todos hermanos, es don celestial, de “más allá de las estrellas”. En 1793, aparece el Himno a la libertad; toda esta época se encierra en la palabra “libertad”, hasta el punto que Hegel glosa la oda de Schiller en su célebre Fenomenología del espíritu (1807) y Beethoven la utiliza para la su Novena Sinfonía (1824).


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sábado, 16 de febrero de 2013

El espiritualismo de Schopenhauer bajo la influencia de la tradición brahmánica-budista y del cristianismo primitivo (VI)



La filosofía en el siglo XIX
Contexto político y sociocultural
El siglo XIX es el “siglo de las revoluciones” debido al hundimiento del Áncien Régime, los cambios económicos y sociales a causa de la revolución industrial.
En Europa parecen las clases sociales; la sociedad estamental ha desaparecido. Sale triunfante la burguesía capitalista e industrial; junto a ella aparece el proletariado en condiciones de vida deplorables que irá tomando conciencia poco a poco de su miseria y marginación. El aumento de las industrias hace que las ciudades crezcan por la necesidad constante de mano de obra. Junto a ellas, surgen las clases medias por el desarrollo del sector terciario (maestros, médicos, funcionarios…).
La Revolución Francesa y las conquistas napoleónicas golpean el continente. El Congreso de Viena (1815) aparece como el triunfo de la Restauración bajo la vigilancia de la Santa Alianza y la recomposición del mapa político de Europa, al tiempo que las monarquías tienen que ceder a las presiones liberales.
Sin embargo la inestabilidad se pone de manifiesto con las revoluciones -1830, 1848,1871- que estallan en Francia y se extienden por toda Europa. Las fuerzas enfrentadas son, por un lado el liberalismo, los movimientos democráticos, el socialismo y el anarquismo, y por el otro, el tradicionalismo, la iglesia católica y la misma burguesía conservadora.
Junto a todos aquellos impulsos, un nuevo movimiento surge en todo el continente europeo: el nacionalismo que a finales del siglo desemboca en el Imperialismo. El nacionalismo decimonónico suscitará la mayoría de las guerras y será una de las causas principales de las transformaciones en el continente. La Revolución francesa había proclamado la soberanía de la nación y aunque el “principio de las nacionalidades” es contenido por el Congreso de Viena, a mediados del siglo las colonias españolas en América ya eran independientes, y el Imperio turco comienza a desgajarse (Grecia, 1829; luego, Rumanía y Bulgaria). Más tarde se producen las unificaciones de Italia (1861) y Alemania (1871, obra de Bismark).
El nacionalismo no adopta una forma uniforme porque se inspira en variopintas ideologías y filosofías: el idealismo alemán (Fichte), el romanticismo, el liberalismo, el tradicionalismo… únicamente el socialismo reniega de este movimiento por su tendencia al internacionalismo. En su origen, el nacionalismo es especialmente liberal y democrático, más tarde será contaminado por el tradicionalismo y su defensa a ultranza de conceptos como historia, patria, tradición nacional, lengua, religión… a la postre virará hacia el Imperialismo.
El Imperialismo supondrá la expansión colonialista de Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, EE.UU. de América y Japón, y la desaparición de los imperios español y chino. La Inglaterra victoriana (1837-1901) se alza en la primera potencia mundial con el gobierno del partido conservador (Disraelí). De pangermanismo se viste el nacionalismo alemán adoptando una actitud cada vez más agresiva y avasalladora. Todos los estados imperialistas pregonan su alta misión civilizadora en el mundo inspirada y dirigida por Dios. Años después estallará la Primera Guerra Mundial, a penas iniciado el siglo XX.
Desde el punto de vista cultural, en el siglo XIX la Universidad vuelve a recuperarse como el alma de la cultura, sobre todo en Alemania y Francia. Se luchará contra el analfabetismo, la obligatoriedad de la enseñanza primaria y la difusión de periódicos y revistas.
Romanticismo y Positivismo
El Romanticismo triunfará como reacción contra la Ilustración, y el Positivismo surgirá, a su vez, como reacción contra el Romanticismo.
El Romanticismo es algo más que un movimiento estético; se trata de una cosmovisión nueva del mundo y de la vida. A finales del XVIII encontramos prerrománticos en Inglaterra, Francia (Rousseau) y Alemania (Strurm und Drang, Tempestad e Ímpetu,  Goethe). En realidad, el Romanticismo se inicia en Alemania muy influenciado por el idealismo; más tarde se expande por toda Europa. Al principio fue un movimiento conservador (Chateaubriand, Manzoni); a partir de 1830 se proclama liberal: Inglaterra (Byron), Francia (Hugo), Italia (Leopardi), España (Espronceda), Alemania (Heine), Rusia (Pushkin). El triunfo del Romanticismo se solapa con los impulsos revolucionarios (liberal y nacional).
El Romanticismo se caracteriza, frente a la Ilustración, por los siguientes aspectos:
      1º. Sitúa lo irracional, contra el racionalismo ilustrado, como la vía de acceso a la realidad: el sentimiento, las pasiones (amor, sufrimiento, odio), la imaginación, la intuición. Se exaltan los sentimientos religiosos, patrióticos y los inspirados en la naturaleza (el paisaje alcanza gran interés). Cobran relieve las ideas de libertad e igualdad. No desaparece el concepto de “razón”; se trata de una nueva racionalidad: la Razón adopta la forma de un poder infinito, un Espíritu Absoluto que trasciende la pura racionalidad humana.
            2º. Se tiene como un tesoro la excelencia de la imaginación y la fantasía frente al racionalismo clasicista de los ilustrados, recreando mundos pasados (fundamentalmente, la Edad Media) o exóticos (Norte de África y Oriente). Se aprecia también lo individual, lo concreto, lo popular frente a la universalidad abstracta ilustrada. Triunfa el subjetivismo, ponderándose el individuo y la nación. Individualismo y nación no aparecen como ideas antitéticas, antes bien, el espíritu del pueblo (volksgeist) radica en los individuos, sobre todo en los más excelentes (culto al héroe).
            3º. La Naturaleza se valora como algo vivo y orgánico que está haciéndose constantemente, frente a la visión mecanicista de esa misma Naturaleza en la Ilustración. No olvidemos que la filosofía cartesiana influyó en todos los campos del conocimiento humano. Una de esas consecuencias es la visión del universo y de los seres vivos como mecanismos (el paradigma mecanicista defendido por Descartes y Newton). Ahora el reloj se abandona como icono, como símbolo y surge la figura del árbol. El instinto frente a la razón y las situaciones límite frente al equilibrio y la armonía serán las pautas de conducta de muchos románticos.
            4º. Se produce una exaltación de la Historia y de la tradición, en lugar de la subestimar el pasado como hicieron muchos ilustrados. Brota una pasión desmedida por la Edad Medía, por la Antigüedad greco-latina, por la tradición brahmánico-budista y por todo lo primitivo y las “raíces” populares o nacionales.
            5º. Aparece el concepto de verdad como creación humana, alejándose de la concepción abstracta de la verdad en la Ilustración. El “yo” y el subjetivismo serán la fuente de la originalidad; la imaginación, principio de error de los ilustrados, recobra un inmenso valor, y, por tanto, la libertad del hombre y del artista pasa a primer término. El hombre romántico, que se rebela contra los límites y lo finito, ansía la libertad, la infinitud, lo absoluto.
            Prometeo se transforma en el icono por excelencia del Romanticismo. Aquél titán de la mitología e iconografía clásica, por haber robado el fuego a Zeus  que se lo había ocultado a los hombres, es condenado a ser encadenado en una roca del Cáucaso, donde cada día un águila irá a roerle el hígado y las vísceras. Prometeo, como rebelde y justo doliente, adquiere la simbología de mártir contra la tiraría de Zeus e implica una prefiguración de todos los rebeldes de la literatura occidental posterior. Por esta razón, Prometeo, en el Romanticismo (Shelley), alcanza una gran popularidad y no en vano es el héroe sin rival del romanticismo inglés.
            Por otro lado, el Positivismo surge cuando el Romanticismo declina hacia la segunda mitad del siglo. Su tendencia intelectual es fundamentarse en los hechos y en la ciencia. Coincidirá con el triunfo del Realismo: Stendhal, Balzac, Zola (naturalismo), Dickens, Tolstoy, Dostoievski, los pintores impresionistas (Manet, Renoir…).
            El hecho de que aparezcan nuevas ciencias hacen que la Filosofía se desvalorice hasta el punto que muchos pensarán que la ciencia se convertirá con el tiempo en la única guía del hombre: no había más razón que la que la razón científica.
            La influencia de la nueva metodología científica en la Filosofía, que hasta estas fechas solo había tenido en cuenta el modelo de la ciencia físico-matemática, será enorme. Como ejemplos basta citar algunos descubrimientos en Física: teoría ondulatoria de la luz (del francés Aguste Jean Fresnel, 1815), el descubrimiento de la inducción electromagnética de Michael Faraday (1831-1833), rayos X (el físico Wilhelm Conrad Röntgen, 1895), teoría cuántica (Max Karl Ernst Ludwig Planck –1858/1947-, premiado con el Nobel y considerado el creador de la teoría cuántica), teoría de la relatividad (Einstein, 1905), modelo del átomo (Rutherford, 1911 y Bohr, 1913), etc.


[i].