El sueño de la razón produce monstruos

viernes, 8 de febrero de 2013

El espiritualismo de Schopenhauer bajo la influencia de la tradición brahmánica-budista y del cristianismo primitivo (IV)



Kant y su Sapere aude¡
         La propuesta que hace Kant como lema de la Ilustración es: Sapere aude¡, es decir, ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! Servirse del entendimiento sin ninguna guía de otro (tradición, religión). Es la hora de que la razón juzgue el alcance y el valor de la religión (deísmo). La autonomía de la razón significa que rechaza toda tutela exterior, todo oscurantismo, toda superstición, ya sea la tradición, ya sea la religión. Sin embargo, la razón necesita un punto de referencia y ese punto es la Naturaleza. Los científicos del XVIII pensarán que es posible prescindir de Dios para explicar el mundo y de ese modo, la ciencia ilustrada proclama la autonomía del mundo respecto a Dios, al igual que había proclamado la autonomía de la razón.
          El criticismo kantiano
            La autocrítica de la razón kantiana  trata de resolver los antagonismos a los que habían llegado las anteriores concepciones antropológicas y epistemológicas que, según Kant, pueden aunarse en dos posturas divergentes:
            El dogmatismo racionalista, inaugurado por Descartes y cuyo máximo exponente en aquel momento era el filósofo alemán Crhistian Wolff (1659-1754) y su escuela; Wolff fue un filósofo alemán que tuvo una destacada influencia en los presupuestos racionalistas de Kant. Sin embargo, su racionalismo está más cerca de Descartes que de Leibniz;  pretendía obtener la certeza a partir de ideas y principios innatos de la razón deducidos acríticamente, rechazando el valor del conocimiento que aporta la experiencia.
            El escepticismo o el empirismo radical de Hume que, reduciendo todo el ámbito del conocimiento a la experiencia, había imposibilitado la obtención de certezas universales y necesarias en el ámbito de las ciencias no formales (física, ciencias naturales, etc.), quedando sumergido todo ello en la mera probabilidad y contingencia.
            El criticismo kantiano supone un intento de conciliación y superación de ambas posturas, el racionalismo y el empirismo: aunque todo conocimiento ha de provenir de la experiencia, sin embargo no todo conocimiento se agota en ella, ya que si no, no obtendríamos nunca certezas con carácter universal y necesario.
             
            La epistemología kantiana
            Kant entiende por metafísica un conocimiento “cuyos principios jamás deben ser tomados de la experiencia, pues deben ser conocimientos no físicos, sino metafísicos,  esto es, más allá de la experiencia. Es, pues, un conocimiento a priori, o de la razón pura. Es decir, la metafísica versa sobre los objetos no empíricos (Dios, el alma, el mundo como totalidad) y es construida por una razón no empírica (o “pura”, sin mezcla de elementos empíricos),  que no utiliza dato empírico alguno.
            Kant aporta como novedad que todo juicio científico debe ser sintético a priori (es decir, independiente de la experiencia). Si tenemos la posibilidad de construir a priori juicios sintéticos, es porque no todo en nuestro conocimiento procede de la experiencia. Hay algo en nuestros juicios que es independiente de ella. La tarea de la Crítica de la Razón Pura consiste precisamente en:
a)      descubrir esos elementos no empíricos, o a priori, y
b)     justificar su uso.
            Ello supone que Kant se aparta en este sentido del empirismo (todo conocimiento procede de la experiencia), pero no por ello se alinea con el racionalismo (la razón opera, al margen de la experiencia, a partir de ideas innatas). Intenta una síntesis entre racionalismo y empirismo.
El entendimiento no comienza nunca a pensar por sí mismo; algo le viene dado desde el exterior: recibimos impresiones o sensaciones, y así tenemos una relación inmediata (o intuición) con un objeto a través de los sentidos (intuición empírica).
Pero las sensaciones no constituyen la totalidad del objeto de nuestra experiencia (contra el empirismo y el sensismo); hay algo más que es puesto por el sujeto cognoscente y que es a priori y que sirve para estructurar lo que viene dado por los sentidos.
Así, la relación entre “lo dado” por los sentidos y “lo puesto” por el sujeto en el acto de conocer es una relación que Kant llama de materia y forma.

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