XXXIX
Letanía
de nuestro señor don Quijote
Rey de los hidalgos, señor de
los tristes,
Que de fuerza alientas y de
ensueños vistes,
Coronado de áureo yelmo de
ilusión;
Que nadie ha podido vencer
todavía,
Por la adarga al brazo, toda
fantasía,
Y la lanza en ristre, todo
corazón.
Noble peregrino de los
peregrinos,
Que santificaste todos los
caminos
Con el paso augusto de tu
heroicidad,
Contra las certezas, contra las
conciencias
Y contra las leyes y contra las
ciencias,
Contra la mentira, contra la
verdad...
Caballero errante de los
caballeros
Varón de varones, príncipe de
fieros,
Par entre los pares, maestro,
salud!
¡Salud, porque juzgo que hoy
muy poca tienes,
Entre los aplausos o entre los
desdenes,
Y entre las coronas y los
parabienes
Y las tonterías de la multitud!
¡Tu, para quien pocas fueran
las victorias
Antiguas y para quien clásicas
glorias
Serían apenas de ley y razón,
Soportas elogios, memorias,
discursos,
Resistes certámenes, tarjetas,
concursos,
Y, teniendo a Orfeo, tienes a
orfeón!
Escucha, divino Rolando del
sueño,
A un enamorado de tu Clavileño,
Y cuyo Pegaso relincha hacia
ti;
Escuchas los versos de estas
letanías,
Hechas con las cosas de todos los días
Y con otras que en lo
misterioso ví.
¡Ruega por nosotros,
hambrientos de vida,
Con el alma a tientas con la fe
perdida,
Llenos de congojas y faltos de
sol,
Por advenedizas almas de manga
ancha,
Que ridiculizan el ser de la
Mancha,
El ser generosos y el ser
español!
¡Ruega por nosotros, que
necesitamos
las mágicas rosas, los sublimes
ramos
de laurel! Pro nobis ora,
gran señor.
(Tiembla la floresta de laurel
del mundo,
y antes que tu hermano vago,
Segismundo,
el pálido Hamlet te ofrece una
flor)
Ruega generoso, piadoso,
orgulloso;
Ruega casto, puro, celeste, animoso;
Por nos intercede, suplica por
nos,
Pues casi ya estamos sin savia,
sin brote,
Sin alma, sin vida, sin luz,
sin Quijote,
Sin pies y sin alas, sin Sancho
y sin Dios.
De tantas tristezas, de dolores
tantos,
De los superhombres de
Nietzsche, de cantos
Áfonos, recetas que firma un
doctor,
De las epidemias de horribles
blasfemias,
De las Academias, líbranos,
señor.
De rudos malsines,
Falsos paladines
Y espíritus finos y blancos y
ruines,
Del hampa que sacia
Su canallocracia
Con burlar la gloria, la vida,
el honor,
Del puñal con gracia,
¡Líbranos Señor!
Noble peregrino de los
peregrinos,
Que santificaste todos los
caminos
Con el paso augusto de tu
heroicidad,
Contra las certezas, contras
las conciencias
y contra las leyes y contra las
ciencias,
Contra la mentira, contra la
verdad...
Ora por nosotros, señor de los
tristes,
Que de fuerza alientas y de
ensueño vistes,
Coronado de áureo yelmo de
ilusión;
Que nadie ha podido vencer
todavía,
Por la adarga al brazo, toda
fantasía,
Y la lanza en ristre, toda
corazón!
(Darío, Rubén: “Otros poemas” en Azul...Cantos de vida y esperanza Edición de José María
Martínez 3ª.Edición revisada. Madrid
Cátedra. Letras hispánicas 2000 págs.
461 y ss.)
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