1.
La semiótica de la experiencia histórica
de los siglos XVIII y XIX
1.1. La filosofía y la ciencia en il
siècle des lumières
A partir de 1750, comienzan las
profundas transformaciones que cambiarán el panorama de Europa. El río Elba
es la frontera y el Oeste la zona más activa.
Desde el punto de vista económico,
cabe hablar de una revolución demográfica: de 120 millones en 1700, se pasó a
190 millones de habitantes en 1800.
En 1798, se explica que Malthus publicase su famoso Ensayo sobre la población. Sigue el
predominio de la economía agraria, aunque a partir de 1750 se puede hablar de
revolución industrial, cuya locomotora es Gran Bretaña, aunque la industria
sigue ocupando un lugar secundario en la economía real. Además, la mayoría de
los estados, debido en parte a las continuas guerras, están al borde la
quiebra. El alza de precios y la multiplicación de los impuestos ahogan a la
mayor parte de la población.
En este siglo surge la economía como ciencia. Hay que citar a
los fisiócratas franceses (F. Quesnay,
Fisiocracia, o gobierno de la naturaleza,
1768) desechan el mercantilismo y ven la tierra la principal fuente de riqueza.
Estos defenderán también el liberalismo económico: el Estado no debe intervenir
–laissez faire, laissez passer-
porque la economía se rige por las leyes naturales –derecho natural-.
El liberalismo económico inglés (Adam Smith, Ensayo sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones,
1776) considera el trabajo, y no la tierra, como el origen de la riqueza.
Inglaterra está mucho más industrializada que Francia. El Estado solo debe
intervenir para garantizar el orden y la justicia, y abstenerse en el mecanismo
de las leyes económicas, tras el que se oculta la mano de la Providencia. Smith crea así el modelo de “economía
política” en que se inspirará el siglo XIX. De esta forma Smith traduce loa intereses de la burguesía inglesa.
El siglo XVIII significa la crisis
de la sociedad estamental, el Ancien
Règime (Antiguo Régimen). Es una sociedad jerárquica, en la que no hay
igualdad ante la ley, ante los impuestos, ni para los cargos oficiales. Esta
situación comienza a entrar en crisis: el absolutismo de los reyes quita poder
a la aristocracia, que además se ve fuertemente presionada por la burguesía y
por los deseos de emancipación del campesinado. La burguesía termina
triunfando.
El Estado adopta la forma de
monarquía absoluta, que se sirve cada vez más de una amplia burocracia. Caso
excepcional es la monarquía parlamentaria británica. Y al este del Elba, donde
todavía persisten restos feudales (Polonia, Imperio germánico, Rusia) surge el
despotismo ilustrado (Federico II el Grande, 1740-1786), Austria (José II, 1765-1790),
Rusia (Catalina II la Grande, 1762-1796). Son todos países atrasados y el
Estado se ve obligado a modernizar el país y doblegar a la aristocracia. Los
“déspotas” se sirven de las ideas de la Ilustración, a menudo mecenas de
filósofos, y justifican su poder con la intención de promover la felicidad del
pueblo.
En el orden internacional, Francia y
Gran Bretaña son predominantes en Europa, al tiempo que surgen dos potencias:
Prusia y Rusia.
La guerra es la forma de resolver
los conflictos, lo que hará que los ilustrados defiendan una “paz perpetua” (Kant).
El prestigio y la economía se basa
en los imperios coloniales. Francia se arruina en una guerra frente a Gran
Bretaña en la que pierde sus colonias en América. Pero también Gran Bretaña
pierde: en 1776 los EE.UU de América se declaran independientes, con el apoyo
de Francia y España.
En 1787 los EE.UU proclaman su
propia Constitución, la primera de la historia, siendo este uno de los
acontecimientos más importantes del siglo XVIII.
Desde el punto de vista religioso,
disminuyen los problemas religiosos, desaparecen las “guerras de religión” y
las persecuciones decrecen. El Papado pierde influencia y las iglesias se
encuentran bajo el dominio de los monarcas (“regalismo o sistema de los regalistas”). Una cierta tolerancia
religiosa será difundida por los filósofos y los francmasones. En 1773, el Papa
Clemente XIV tiene que ceder ante los monarcas borbones y disuelve la Compañía
de Jesús por su defensa incondicional del Papado, su actividad intelectual, su
poder financiero y su influjo político.
El deísmo o la indiferencia solo penetran en las capas más cultas. Voltaire comentará: “Vivimos entre contrastes asombrosos: la
razón por una parte, el fanatismo por otra. Una guerra civil en cada espíritu”.
[i]. El Elba, río de Europa Central,
con una longitud de 1165 km, nace en Bohemia, pasa por Dresde y Magdeburgo y
desemboca en el mar del Norte.
El Tratado de Versalles (1919)
al final de la Primera Guerra Mundial fue roto
unilateralmente por el régimen Nazi
en 1938,
que puso el río nuevamente bajo administración de Alemania anexionando los
territorios de Checoslovaquia con población de origen alemán (Sudetes).
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Alemania vuelve a
perder el dominio sobre el Elba.
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