Hablar del “mundo
helenista” es hablar del mundo habitado de entonces. Las conquistas de
Alejandro, sucesor de Felipo II, habían conectado el Oriente Próximo hasta la
India y el Occidente hasta Libia, surgiendo una nueva civilización.
La ciudad de Alejandría, en el delta del Nilo, fue
fundada por el mismo Alejandro en el año 331 a. C. Ptolomeo I Soter, uno de sus
sucesores (323-283 a. C.), tuvo la voluntad política de construir en esta
ciudad una biblioteca capaz de salvaguardar todos los saberes del mundo. Llegó
a reunir lo mejor de la producción científica y literaria del mundo antiguo:
Egipto y Mesopotamia, Persia y Grecia. Llegó a convertirse en el principal
vehículo de transmisión del conocimiento antiguo, hasta que desaparece a
finales del siglo III d. C. Las causas de su desaparición todavía levanta
encendidas controversias.
La biblioteca de Alejandría, denominada “Museo” (= casa
de las musas), se convierte en lugar de investigación por el mecenazgo del rey
Ptolomeo, de la estirpe de los Lagidas.
Aquel scriptorium
en el que se copiaron, corrigieron y editaron los textos antiguos, estuvo
regido por profesores, en su mayoría científicos y hombres de letras. Eran
nombrados por el rey y residían dentro del palacio real. Sus condiciones de
trabajo fueron similares a las descritas por la Carta de Aristeas para los traductores de la Biblia al griego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario