V
Los
hombres se sienten molestos no por las cosas que les suceden, sino por las ideas
que tienen acerca de las cosas; por ejemplo: la muerte no es nada terrible,
pues, si lo fuera, también a Sócrates se lo habría parecido; por la idea acerca
de la muerte, que la muerte es terrible, resulta terrible la muerte. Cuando nos
sintamos contrariados, molestos o apenados, nunca deberíamos censurar a otros,
sino a nosotros mismos, es decir, a nuestras ideas. Es acción propia de hombres
escasamente instruidos censurar a los otros por la mala disposición propia; es
acción propia de quien ha comenzado a ser instruido, dirigir la censura a sí
mismo; y es propio de aquel cuya instrucción ya se ha completado no censurar a
los demás ni tampoco a sí mismo. (Manual, V) [1].
[1].
Cfr. Epicteto, Enquiridión, Prólogo
de Agustín López, Traducción de Agustín López y María Tabuyo; José J. Olañeta,
Editor, Arts Grafiques, Barcelona, 2007, pág. 35.
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