Según Epicteto, únicamente aquello que
afecta a lo más noble del ser humano, al albedrío o proaíresis, merece el nombre de verdadero bien o verdadero mal.
Hay
cosas que dependen de nosotros y otras que no. Dependen de nosotros la opinión,
las inclinaciones, el deseo, la aversión y, en definitiva, todo lo que no son
nuestros propios actos. Las cosas que dependen de nosotros son por naturaleza
libres, no están sujetas a restricciones ni impedimentos; pero las cosas que no
dependen de nosotros son débiles, serviles, están sujetas a restricciones
impuestas por la voluntad de otros. Recuera, pues, que si crees libres las
cosas que por naturaleza son serviles, y que es tuyo lo que depende de otros,
encontrarás impedimentos, te lamentarás, te sentirás turbado, censurarás tanto
a los dioses como a los hombres; pero si solo consideras tuyo lo que es tuyo, y
de los otros lo que es de los otros, tal como realmente es, nadie te exigirá
nada ni te pondrá obstáculos; y tu nunca
censurarás a nadie, ni acusarás a nadie, ni harás nada contra tu voluntad;
nadie te perjudicará, no tendrás enemigos, no sufrirás ningún daño.
Si
aspiras a tan altos objetivos, recuerda que no debes regatear esfuerzos para
alcanzarlos; además deberás renunciar por completo a algunas cosas y posponer
otras para más adelante. Pero si anhelas también tener al tiempo cargos y
riquezas, quizás no los consigas si realmente aspiras a aquellos otros grandes
objetivos; y, ciertamente, no conseguirás lo único que puede asegurarte
felicidad y libertad.
[...] (Manual, I)
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