El sueño de la razón produce monstruos

martes, 5 de marzo de 2013

El espiritualismo de Schopenhauer bajo la influencia de la tradición brahmánica-budista y del cristianismo primitivo (IX))



                Schopenhauer interpreta de forma distinta la diferenciación que hace Kant entre Fenómeno y Noúmeno o Cosa en sí, aplicándoles un significado propio. Por un lado, reduce todas las formas a priori de la sensibilidad (espacio, tiempo, causalidad) de Kant a la causalidad; y por el otro,  entiende la doctrina kantiana de  la identidad del espacio y el tiempo (que no existen sino en el pensamiento) como indicio o señal de la inconsistencia ontológica de todo ser en sentido sustancial.
            Las consecuencias de estas matizaciones a Kant acarrean importantes consecuencias:
            1º. La realidad de las cosas y de los acontecimientos se identifican con una concatenación de causas y efectos, de modo que la REALIDAD, la esencia de la materia, es el actuar de los OBJETOS los unos sobre los otros, y esa conexión causal y su estructura la produce de modo TRASCENDENTAL el mismo SUJETO, esto es, la condición de experimentabilidad y cognoscibilidad de los OBJETOS es lo que pone el SUJETO en el acto mismo de experimentarlos y conocerlos. La esencia misma de la materia es su ACTUAR, su producir efectos.
            2º. Esas relaciones entre los FENÓMENOS son indicio de la nulidad ontológica que expresa la inanidad, la futilidad, la vacuidad, la fugacidad o la vanidad de toda existencia en el mundo como algo temporal.
            La fugacidad y transitoriedad de todas las cosas en el tiempo es marca inequívoca de la nulidad de toda forma de existencia individual, de su finitud, de sus límites… frente a la infinitud del tiempo y del espacio. El presente, privado de duración, carente de desarrollo, es el único modo de existir en la realidad, en la relatividad de todas las cosas, en su continuo devenir sin llegar jamás a ser, en ese continuo anhelar sin lograr la plenitud, en ese luchar constante contra la muerte gracias a la cual permanece la vida hasta que es aniquilada por imperio aniquilador de la misma muerte.
            Schopenhauer dirá que el tiempo es aquello en virtud de lo cual cada cosa, en cada movimiento, se convierte en nada en nuestras manos, y por lo cual perdemos todo valor consistente y estable. Esta inconsistencia da a los FENÓMENOS, la REALIDAD de una SUEÑO, de una APARIENCIA, de una SOMBRA, y los convierte en algo de lo que no se puede predicar ni decir si existen o no.

            De este análisis surge el primero de los principios básicos de la metafísica de Schopenhauer: el mundo es mi representación, porque las conexiones causales se producen únicamente en las FORMAS A PRIORI del sujeto (espacio, tiempo, causalidad). Ni el ESPACIO, ni el TIEMPO, ni la CAUSALIDAD son entes que se encuentren en las cosas, sino en las estructuras innatas del SUJETO, de la SUBJETIVIDAD.
            Cuando Schopenhauer afirma que EL MUNDO ES NUESTRA REPRESENTACIÓN, nos está diciendo que solo ese sistema de los fenómenos, estrictamente relacionados y trabados por el principio de razón, constituyen el mundo. Sin embargo, esto no implica que no se pueda satisfacer “LA NECESIDAD DE METAFÍSICA”, ni construir ninguna metafísica, como parece deducirse ante la evidencia de la inanidad e inconsistencia de toda existencia, como dejó ya apuntado por Kant. Pero eso la trataremos en el siguiente capítulo.
                                                                                               A.T.T.

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