Siguiendo a Émile Bréhier, cerramos esta breve serie de
artículos con una reflexiones de matiz metafísico.
En el helenismo, el pensamiento estoico aporta un nuevo
concepto de Dios, un Dios que deja de adaptarse al mito pero también al
concepto de Dios de Platón o Aristóteles: un Ser Supremo alejado, en su perfección
existencial, al modo de ser del hombre, de la condición humana.
Bréhier lo señala con clarividencia:
"El
Dios de los estoicos [...] es un Dios que vive en sociedad con los hombres y
con los seres racionales [...]; su potencia penetra todas las cosas y ningún
detalle, por ínfimo que sea, escapa a su providencia. Su relación con el hombre
y con el universo se concibe de una manera nueva; no es ya el ser solitario,
ajeno al mundo, que atrae mediante su belleza, sino el artífice mismo del
mundo, cuyo plan ha concebido en eu pensamiento; la virtud del sabio no es ni
la asimilación a Dios, que añoraba Platón, ni la simple virtud cívica y
política que describía Aristóteles; es la aceptación de la obra divina y la
colaboración con ella gracias a la inteligencia del sabio."
(Cfr. López, Agustín, Prólogo al Enquiridión de Epicteto, pág. 21 y ss. en Bréhier, É., Histoire de la philosophie II, pág. 298).
Anteriormente Zenón se refirió a un Dios todopoderoso que gobierna el destino
de los hombres y de las cosas con lo que se aproxima a la idea semítica de
Dios. Así, las dos concepciones de Dios, la semítica y la helénica, irán
forjando una historia de coincidencias y divergencia a lo largo de los tiempos.
El acercamiento del estoicismo a la
configuración semítica de Dios permitirá una aproximación similar por parte del
cristianismo que, a través de los siglos, ha habido en la moral estoica como un
manantial vivífico e inagotable. No es de extrañar, pues, que el Enquiridión de
Epicteto, adoptado al devenir de los tiempos, se constituyera en una fuente de
influencia de algunas reglas monásticas.
Las
raíces del Enquiridión penetran en el derecho romano, en la moral cristiana, en
el llamado Cicerón cristiano Lactancio, por su elegancia en el manejo de la
lengua latina, o en el neoplatónico Boecio, fundador éste, entre otros, de la
filosofía cristiana de Occidente, proyectándose y alargándose en pensadores
posteriores como Pascal o en la inteligente y audaz Simone Weil.
La vigencia del estoicismo hoy no solo
no ha perdido vigor sino que puede ser la propuesta del pensamiento a la espiral
delirante de un sistema periclitado o en grave crisis cuyas recetas son y han
sido la creación de necesidades ficticias estimulando en las sociedades
capitalista, es decir, consumistas, todo tipo de deseos y apetitos insaciables,
resultado de esta profunda descomposición que estamos viviendo en los ámbitos
económico, político y social.
A.T.T.
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