Los cínicos por entonces se ocupaban especialmente de la
ética. De ellos recibió Zenón su concepción, presente en todas las etapas del
estoicismo, de que la verdadera naturaleza o physis de un hombre radica en su racionalidad. Se trata de una
ética eudaimonista cuyo objeto es
alcanzar la felicidad a través de la sabiduría.
Esta idea no era ajena ni a Platón ni algunas tesis de Aristóteles,
pues la misma se inspira en el intelectualismo socrático. Pero Diógenes, y
antes Antístenes, hacen una interpretación radical y rigurosa, tomando un sesgo
ascético que fue rechazado por Platón y Aristóteles. Para Antístenes y
Diógenes, el hombre necesita una disciplina propia, física y mental, para vivir
de acuerdo con la Naturaleza, evitando las pasiones, el pathos. Las cosas tales como la propiedad, la riqueza, el status
social... son insignificantes y además perjudican al bienestar y la felicidad
del hombre que constantemente tendrá que preguntarse si una cosa o una acción
está o no de acuerdo con su naturaleza como ser racional. Es difícil saber que
entendía Diógenes por razón, lógos,
pero no es irrelevante deducir que sus connotaciones se acercaban en su mente a
phronesis, es decir, sabiduría practica o prudencia, más
valiosa que las riquezas o el status
social. La phonesis no está al albur
ni de los juicios convencionales, sociales o morales, ni de los cambios de
fortuna; en esa virtud moral está el bienestar interior del hombre y así se
alcanza la verdadera libertad. Llevar una vida así sería natural porque el hombre no precisa nada extraordinario, excepto
las cosas mínimas necesarias del mundo exterior.
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