Estoicismo:
primeras influencias.
Zenón de Citium
fue discípulo de Crates el cínico, de Estilpón el megárico y de Jenócrates y
Polemón, escolarcas de la Academia. También se relacionó con Diodoro Crono y su
pupilo Filón el dialéctico. Como se ve, sus influencias son muy variadas.
Zenón
tenía a gala leer a los antiguos, y su doctrina, en algunos aspectos, se veía
como una reinstauración de la de Heráclito. Esta influencia que los
historiadores antiguos apuntaban, especialmente Apolonio de Tiro, en su obra Sobre Zenón[1],
no desvela el enigma sobre la aparición del estoicismo. Zenón toma de los
megáricos la dialéctica árida y abstracta propia de la enseñanza del antiguo
estoicismo; se cuenta que Estilpón, el megárico, sintió el mismo rechazo que
los cínicos hacia los prejuicios sociales, al tiempo que situaban el bien
soberano en el alma impasible. Jenócrates también exageró el papel de la
virtud, a la que considera la condición esencial de la felicidad. Polemón hizo
hincapié, como los cínicos, en la superioridad de la ascesis sobre la formación
puramente dialéctica, y afirmaba que la vida perfecta lo era si coincidía con
la de la naturaleza. Espeusipo, el primer sucesor de Platón como escolarca en
la Academia, clamó contra el placer con tanta violencia como el cínico
Antístenes. Las nuevas evoluciones del pensamiento de la civilización griega,
de fuerte rigorismo y naturalismo, se expandía y difundía entre todas las tendencias
filosóficas, a finales del siglo IV a. C.
En
Atenas continúan la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles, y aparecen el
epicureísmo y el estoicismo. Por todo el mundo helenístico brotan otros
centros, que tuvieron gran importancia. El más importante de todos fue
Alejandría, que tras la muerte de Alejandro, en la partición del imperio, le
fue entregado a Tolomeo Soter (323-283), quien construyó el Museo, que más que
un dentro de enseñanza fue un centro de investigación, junto al Palacio Real.
El
origen de todas las influencias filosóficas y culturales, al menos en parte,
está en Grecia, porque el pensamiento del siglo IV no termina ni con el
conceptualismo de Platón y Aristóteles ni en las enseñanzas de los socráticos,
aunque se hace más extenso, multiforme y diverso. No podemos olvidar que las
escuelas de medicina eran prósperas, con anfiteatros de anatomía en los
hospitales y otros edificios, y se ocupaban intensamente de la naturaleza del
alma y de la estructura del universo. Únicamente hemos de recordar aquí las
insólitas alusiones de la medicina en el Fedro
y, sobre todo, en el Timeo.
Galeno,
una de las mejores fuentes para el estoicismo, en su obra Contra Juliano, asegura que Zenón, Crisipo y los demás estoicos
escribieron extensamente sobre las enfermedades. Además asegura que la escuela metódica se inspiraba en Zenón y
que las teorías médicas de los estoicos coincidían con las de Aristóteles y
Platón.
Las
especulaciones de los estoicos acerca del ser vivo aparecen citadas en Filón de
Alejandría, prototipo el filósofo judío que ha absorbido toda la tradición
griega y hace uso de su rico vocabulario conceptual y de sus recursos
literarios para defender y probar sus especulaciones a su compatriotas judíos.
Aquellas opiniones fueron tomadas por los médicos de los filósofos de la
naturaleza. Estos fragmentos de Filón sobre anatomía de los seres vivos nos han
llegado de Diocles Karystos, médico del siglo IV a. C., de la escuela
hipocrática,[2] citado
por Aristóteles. Plinio el Viejo asegura que Diocles sigue en edad y fama a
Hipócrates de Cos (Cos, c. 460-Tesalia, 370 a. C.).
Según
la doctrina fisiológica, atribuida a los estoicos, Diocles defendió que todos
los fenómenos de la vida de los animales están regidos por lo caliente y lo
frío, lo seco y lo húmedo, y que en todo cuerpo viviente hay un calor innato
que, al alterar los alimentos ingeridos, produce los cuatro humores: sangre,
bilis, flema ácida y flema salada. La saludo, como señala Galeno, es el
resultado de la correcta mezcla de esos cuatro humores. Diocles también admite
que el aire exterior, atraído hacia el corazón por la laringe, el esófago y los
poros, se transforma en el hálito psíquico donde reside la inteligencia, que da
vigor a todo el cuerpo y le permite los movimientos voluntarios.
Afirma
Diocles de Karystos que los cuerpos vivos se componen de dos cosas: a) lo que
lleva, es decir, la potencia y lo que es llevado, esto es, el cuerpo.
Identifica la potencia con el hálito psíquico y asegura que las enfermedades se
producen por la obstrucción e impedimentos de la potencia por acumulación de
los humores.
Estas
doctrinas sobre el ser vivo son también propias de los estoicos y esta
explicación se generaliza: todo cuerpo, animado o inanimado, es concebido como
un ser vivo. Y en el ser vivo hay un hálito (pneuma) cuyo vigor sostiene a las partes. Los diversos grados de
ese vigor-tensión vivificador justifican y explican la dureza de los metales,
la solidez de las piedras... El universo total, como se señala en el Timeo, profundamente penetrado de ideas
médicas, es también un ser vivo cuya alma o hálito ígneo, generalizado y
expandido por todas las cosas, sostiene a las partes armónicamente..
Según
Werner Jaeger, tan importante es la synkrâsis
o fusión orgánica de las sustancias, como la simpnoia, referente a la "conspiración o "respiración
conjunta" del pneûma, es decir,
la comunidad de espíritu, donde el verbo sympneo
significa tener un espíritu, un animus
o hálito común. Esta explicación pasó de la medicina griega a la filosofía
estoica y neoplatónica, hasta llegar al racionalismo de Leibniz. Esta
explicación fue muy adecuada para dar cuenta de la vida orgánica del cuerpo,
pero esa sympnoia se producía también
en el universo, sympnoia panton. En
todo caso, se trata de uno de esos conceptos metafóricos que se pueden aplicar
a los casos más heterogéneos, pues, la idea de synkrâsis y la de sympnoia van
unidas y denotan poseer una misma procedencia en una misma fuente filosófica,
dedicada a la armonía política en la sociedad humana[3].
En
sus raíces primigenias, la imagen estoica del universo se alimenta de ideas
médicas cuyo origen se remonta a la física presocrática y que se vuelven a
sistematizar en otra física y otra cosmología. Los estoicos no fueron los
pioneros, en aquel momento, de crear una cosmología plena de vida, partiendo de
fuentes de la medicina. Entonces todavía existían pitagóricos (segunda mitad
del IV a. C.); el filósofo y músico Aristógenes de Tarento, del sur de Italia,
discípulo de Aristóteles, se hizo famoso por defender que el alma era la
armonía del cuerpo, se relacionó con
aquellos pitagóricos y nos dejó los nombres de varios de ellos[4].
El
polígrafo Alejandro Polihístor (siglo I a. C.) dejó una reseña de la cosmología
pitagórica, que procedía de las Noticias
pitagóricas, recogidas por Diógenes Laercio. Esa cosmología está vinculada
con la especulaciones de los jonios del último periodo (Alcmeón de Crotona,
filósofo pitagórico, médico e investigador de la naturaleza[5],
y Diógenes de Apolonia), muy vinculados con la escuela pitagórica, en la que
predominaban astrónomos, filósofos, músicos, matemáticos que defendieron que el
número era el principio de todas las cosas, y también se relaciona con los
médicos del siglo IV y la teoría de dos parejas de fuerzas: caliente y frío, seco
y húmedo, cuya reparto desigual origina las cuatro estaciones y las
enfermedades del cuerpo. Las cualidades divinas del calor y sus rayos, que
proceden del sol, engendran la vida de las cosas. El alma, una parte del éter
cálido mezclado con el frío, es inmortal como el ser de donde procede: el éter
(espíritu universal, infinito e inmortal) y se alimenta de partículas
sutilísimas de sangre; la razón, de donde proceden las sensaciones... y otras
muchas especulaciones pertenecen a una época anterior al estoicismo y son
recogidos por los antiguos estoicos, y a través de ellos tendrán una influencia
tardía en los neopitagóricos de los siglo II y I a. de C. Algunas de esas
teorías como la triple partición del alma en: razón (
φρένες ),
inteligencia ( νοῠν ) y corazón (
θυμόν )
son muy arcaicas. Este pitagorismo, cargado de connotaciones físicas y médicas,
antecede al estoicismo. La especulación de Aristógenes de Tarento, discípulo de
Aristóteles, acerca del alma-armonía está muy relacionada con las explicaciones
de la medicina, que compara la armonía con la salud del cuerpo, cuando los
cuatro elementos, fuego (bilis amarilla), tierra (bilis negra o melancolía),
aire (sangre) y agua (flema) están
mezclados equilibradamente. En esa distribución se entremezclan la
teoría cosmológica de los pitagóricos de Alejandro Polihístor y la teoría
médica de la vida.
Los
estoicos reconstituyeron el vitalismo médico, muy diferente del mecanicismo
matemático hacia el que se inclinaba Platón. Y ese mundo animado de los
estoicos se vinculaba claramente con la tradición jónica[6],
que aparece incluso en el mundo matematizado de Platón, pues en el Timeo, lo concibe como un ser vivo. Sin
embargo, y aun aceptando esas influencias, lo principal del estoicismo continúa
sin explicación.
Los
estoicos, por el lugar que colocan a dios, en su manera de concebir la relación
de dios con los hombres y con el universo, aportan elementos nuevos que nunca
se encuentran en la concepción filosófica de dios de los griegos, ni en sus
especulaciones religiosas, ni menos aun en las obras de Homero ni en la vieja
Teogonía mítica de Hesíodo.
La
teología griega de dios siempre actúa con las imágenes y los símbolos de un
mundo de ideas religiosas vivo y fuertemente enraizado en la conciencia popular
a través de los mitos; es el mundo mítico de los dioses antropomórficos de
Homero y Hesíodo. Cuando los filósofos empiezan a repetir insistiendo en lo
sublime y extraordinario de su propia concepción de Dios, más se afirman en sus
convicciones los que aceptan la vieja idea de una pluralidad de seres divinos
siguiendo la tradición hereditaria griega de dotar a sus dioses de nombres y formas definidas. Ni siquiera
las intuiciones de Jenófanes, que expresaba en versos y que recitaba
públicamente como un rapsoda, cuyos teman versaban sobre problemas de Weltanschauung, sobre la naturaleza de los dioses, sobre fenómenos
naturales, sobre el origen de todas las cosas, sobre la verdad, sobre la duda o
sobre la falsa autoridad, al tratar del problema de Dios, sus especulaciones
nunca implican que dios carezca de
forma, aunque ataque a los dioses antropomórficos de la tradición. Pero la
forma efectiva de dios queda sin definir[7].
La
concepción griega de dios, que está reflejada en los mitos, al igual que la
Idea de Bien en Platón o principio mismo de todas las cosas, o el Acto puro y
Forma pura de Aristóteles ( el Primer motor eterno e inmutable), es un Ser que
tiene una vida ajena a los hombres, desconoce los males de la humanidad y las
vicisitudes del mundo. Únicamente actúa sobre el hombre y el universo por la
fuerza de atracción de su belleza. Su voluntad no interviene y Platón condena a
los que creen que pueden influir en él y su voluntad con plegarias. Platón
también condena las viejas creencias de un dios defensor de sus prerrogativas y
privilegios, porque lo que veían los griegos no era su bondad moral, sino una
perfección intelectual de la que el orden del mundo era una prolongación, una
especie de irradiación.
Junto
a las divinidades del Olimpo, los griegos también conocían en Dionisos a un
dios cuyas muertes y resurrecciones periódicas y cíclicas aportaban al hombre
un ritmo de vida, las estaciones y los días. Llegado de Anatolia o Asia Menor
según los más, las tragedias le presentan como dios extranjero, que es incorporado
al panteón griego como hijo de Zeus y Sémele; otras versiones lo dan como hijo
de Zeus y Perséfone. Dios de la vendimia y del vino, es el dios que inspira e
induce la exaltación violenta, los delirios furiosos, el frenesí, la locura
ritual y el éxtasis. Sus seguidores participaban, en el monte Citerón, del
drama divino, sufriendo y gozando de la pasión del dios, uniéndose a él a
través de la orgía mística, hasta fusionarse con él en uno solo. Pero ni en los
cultos báquicos, el dios desciende hasta los hombres, sino que les permite a estos
ascender hasta él.
El
dios de los estoicos no es ni Olímpico ni Dionisos: es un dios que convive con
los hombres y que pone a disposición todas las cosas del universo en favor de
los seres racionales. Su potencia penetra todas las cosas y nada por nimio que
sea, escapa a su providencia.
Esta
es una forma radicalmente nueva de pensar la relación divina con el hombre y
con el universo. Ese dios ya no es un ser ajeno y aislado del mundo y del
hombre, que atrae por su belleza; antes bien, se trata de un artesano del
mundo, cuyo proyecto y diseño se ha cambiado en su pensamiento. La virtud del
sabio ya no srá ni la identificación a dios que planeaba en Platón, ni la
virtud cívica y política de Aristóteles, sino la aceptación de la construcción
divina y la participación en ella tras haber sido comprendida por la
inteligencia.
Esta
novedosa concepción, ajena a los teólogos griegos y también a los filósofos es
la semítica de un dios todopoderoso que gobierna el destino de los hombres y de
las cosas, idea totalmente diferente de la concepción helénica. Pero no se
trata de una irrupción abrupta y repentina en el pensamiento griego, porque en
el Timeo, el dios de Platón es un
demiurgo, el ser divino que genera las cosas naturales, al servirse de las
Ideas como modelos y plasmarlas en la materia, como un artesano; el de las
Leyes se ocupa del hombre, y el de Sócrates y Jenofonte, que ha puesto en el
hombre los sentidos, inclinaciones e inteligencia, les sirve de guía a través
de los oráculos y la adivinación. De ese modo se va confeccionando lo
demiúrgico y providencialista de ese dios que Zenón de Citium (Kitium, Chipre)
convirtió en la clave de la filosofía. Y desde aquí ya iremos viendo como esas
dos concepciones, la semítica y la helénica, unas veces coinciden y otras
divergen, adoptando diversas formas hasta penetrar en el cristianismo.
[1].
Conocido por Diógenes Laercio, VII, 2; cf. VII, 16.
[2]. La elaboración de una anatomía científica y la
disección del cuerpo humano son uno de los logros de los médicos griegos.
Anatomía procede del griego anatémnein que
significa disección, lo que implica que es más un método de investigación que
un grado de conocimiento.
(GARCÍA
BALLESTER, Luis, Los orígenes del saber
anatómico occidental. Del corpus Hippocraticum a la anatomía alejandrina, Revista
de estudios históricos-informativos de la Medicina, Barcelona, junio 1973, núm.
25, pág. 8)
[3].
JAEGER, Werner, Cristianismo primitivo y
paideia griega, México, FCE, 1993, págs. 26-39.
[4].
Diógenes Laercio, VIII, 46.
[5].
JAEGER, Werner, ibídem, pág. 61,
afirma que Alcmeón de Crotona coincide con Jenófanes cuando éste último subraya
que ni el más sabio de los hombres sabrá nunca si ha encontrado la verdad sobre
Dios y el universo. Hipócrates de Cos, que ejerció la medicina en el siglo de
Pericles y autor del tratado Sobre la
Medicina Antigua, mantiene la misma convicción de Alcmeón de Crotona y de
Jenófanes.
[6]. Región de la
Grecia antigua que está ahora en lo que es Turquía, costa del mar Egeo. Allí
estaban las ciudades de Mileto, Efeso, Eritrea, Pirene y la isla de Samos. Los
principales filósofos jonios que especularon sobre el principio rector y
explicativo del mundo, fueron: Thales de Mileto (el agua como arjé), Anaxímenes
(un arjé ilimitado y abstracto), Anaximandro (lo apéiron τὸ ἄπειρον = lo indefinido, lo
que no tiene límites, la materia infinita, indeterminada como arjé. Hay que
entenderlo en el sentido del concepto aristotélico de materia. Anaximando no
distingue todavía entre SER como materia y SER como forma. Su apéiron es la cosa que abraza todas las
cosas y gobierna todas las cosas, algo activo, lo más activo del mundo), Heráclito (el
fuego como arjé), Pitágoras (la
armonía matemática del mundo)...
Los
antiguos distinguían dos escuelas filosóficas en Grecia, una en la Jonia y la
otra en Italia. A la escuela itálica asociaron a Jenófanes de Colofón,
Pitágoras y Parménides. Los tres vivieron en Italia meridional y en Sicilia
donde ejercieron su principal actividad, pero sus antecedentes intelectuales
están marcados por sus orígenes: Jenófanes vino de Colofón, en la costa de Asia
Menor; Pitágoras, de Samos. Los dos fueron emigrantes, el primero sale huyendo
tras la conquista de Colofón por los medas; el segundo deja Samos para escapar
a la tiranía de Polícrates. Elea, la patria de Parménides, en la Italia
meridional, fue una colonia fundada por refugiados de Asia Menor, y Parmenides
lo fue, por tanto, intelectualmente es un hijo de Jonia, como los demás. Y los
tres estuvieron en contacto con la filosofía jónica de la naturaleza y
desarrollaron sus ideas en diversas direcciones.
Jaeger,
W., La teología de los primeros filósofos
griegos, págs. 24 y ss.
[7].
Cfr. Jaeger, W., ibídem, págs. 43 y
ss.
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