- `La apertura del Quinto Sello del Apocalipsis', de El Greco, perteneció al pintor Ignacio Zuloaga y fue una obra decisiva para el Picasso de 'Las señoritas de Aviñón'.
Icono del siglo XVI con imágenes del Apocalipsis
Las apocalipsis constituyen uno de los cuatro géneros
que aparecen en la literatura apostólica: Epístolas, Evangelios, Hechos de los
Apóstoles y Apocalipsis.
El género
literario apocalipsis tiene su origen en el judaísmo, cuya obra más
destacada es el Libro de Daniel.
Las apocalipsis
cristianas emulan en gran medida las fórmulas de las judías a las que dotan de
su propia escatología y aunque no se puede documentar una estructura común de
todas ellas, si se han podido destacar una serie de características de
contenido y estilo propias del género[i],
a saber:
a) Todas las obras del género apocalíptico
se escriben bajo seudónimo; usan el nombre de un hombre relevante de la
Antigüedad con el fin de otorgar a la obra de una autoridad de la que no goza
el verdadero autor.
Toda
apocalipsis se escribe en un tiempo pasado ficticio, que debe mantenerse en
secreto hasta que llegue el final de los tiempos.
"8 Yo oí, pero no
entendí. Entonces dije: «Señor mío, ¿cuál será la última de estas cosas?».
9 El respondió: "Ve Daniel, porque estas palabras están
ocultas y selladas hasta el tiempo final."
(Dan
12, 8)
1 Después vi que el
Cordero abría el primero de los siete sellos, y oí al primero de los cuatro
Seres Vivientes que decía con voz de trueno: "Ven".
2 Y vi aparecer un
caballo blanco. Su jinete tenía un arco, recibió una corona y salió triunfante,
para seguir venciendo.
3 Cuando el Cordero
abrió el segundo sello, oí al segundo de los Seres Vivientes que decía: "Ven".
4 Y vi aparecer otro
caballo, rojo como el fuego. Su jinete recibió el poder de desterrar la paz de
la tierra, para que los hombres se mataran entre sí; y se le dio una gran
espada.
5 Cuando el Cordero
abrió el tercer sello, oí al tercero de los Seres Vivientes que decía:
"Ven". Y vi aparecer un caballo negro. Su jinete tenía una balanza en
la mano;
6 y oí una voz en medio
de los cuatro Seres Vivientes, que decía: "Se vende una ración de trigo
por un denario y tres raciones de cebada por un denario. Y no eches a perder el
aceite y el vino".
7 Cuando el Cordero
abrió el cuarto sello, oí al cuarto de los Seres Vivientes que decía: "Ven".
8 Y vi aparecer un
caballo amarillo. Su jinete se llamaba "Muerte", y el Abismo de la
muerte lo seguía. Y recibió poder sobre la cuarta parte de la tierra, para
matar por medio de la espada, del hambre, de la peste y de las fieras salvajes.
9 Cuando el Cordero
abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido
inmolados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que habían dado.
10 Ellas clamaban a voz
en cuello: "¿Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, tardarás en hacer
justicia y en vengar nuestra sangre sobre los habitantes de la tierra?".
11 Entonces se le dio a
cada uno una vestidura blanca y se les dijo que esperaran todavía un poco, hasta
que se completara el número de sus compañeros de servicio y de sus hermanos,
que iban a sufrir la misma muerte.
12 Y cuando el Cordero
abrió el sexto sello, vi que se produjo un violento terremoto. El sol se puso
negro como ropa de luto y la luna quedó como ensangrentada;
13 los astros del cielo
cayeron sobre la tierra, como caen los higos verdes cuando la higuera es
sacudida por un fuerte viento.
14 El cielo se replegó
como un pergamino que se enrolla, y todas las montañas y las islas fueron
arrancadas de sus sitios.
15 Los reyes y los
grandes de la tierra, los jefes militares, los ricos y los poderosos, los
esclavos y los hombres libres, todos se escondieron en las cavernas y entre las
rocas y las montañas,
16 y decían a las
montañas y a las rocas: "Caigan sobre nosotros, y ocúltennos de la mirada
de aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero".
17 Porque ha llegado el
gran Día de su ira, y ¿quién podrá resistir?
(Ap 6)
Toda obra del género encierra hechos históricos que
acaecerán en el futuro (vaticinia ex
eventu; en español, "profecías a posteriori") con el fin de que
los lectores confíen en las visiones referidas al tiempo final. Siempre aparecerá
dividida la Historia de la Humanidad en periodos y el último de los mismos
acaba de comenzar.
b) El escritor apocalíptico
transmite su mensaje, fruto de una fantasmagoría o visión vivida en un estado
de éxtasis o en sueños. A veces, el apocalíptico es arrebatado hasta el mundo
del más allá para conocerlo y darlo a
conocer a sus lectores y oyentes. Veamos:
1 Revelación de
Jesucristo, que le fue confiada por Dios para enseñar a sus servidores lo que
tiene que suceder pronto. El envió a su Angel para transmitírsela a su servidor
Juan.
2 Este atestigua que
todo lo que vio es Palabra de Dios y testimonio de Jesucristo.
3 Feliz el que lea, y
felices los que escuchen las palabras de esta profecía y tengan en cuenta lo
que está escrito en ella, porque el tiempo está cerca.
4 Yo, Juan, escribo a
las siete Iglesias de Asia. Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de
aquel que es, que era y que vendrá, y de los siete Espíritus que están delante
de su trono,
5 y de Jesucristo, el
Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes
de la tierra. El nos amó y nos purificó de nuestros pecados, por medio de su
sangre,
6 e hizo de nosotros un
Reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A él sea la gloria y el poder por los
siglos de los siglos! Amén.
7 El vendrá entre las
nubes y todos lo verán, aún aquellos que lo habían traspasado. Por él se
golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén.
8 Yo soy el Alfa y la
Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que vendrá, el
Todopoderoso.
9 Yo, Juan, hermano de
ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera
perseverante en Jesús, estaba exiliado en la isla de Patmos, a causa de la
Palabra de Dios y del testimonio de Jesús.
10 El Día del Señor fui
arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta,
que decía:
11 "Escribe en un
libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete iglesias: a Efeso, a
Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea".
(Ap
1, 10)
Tal visión culmina en
la aparición de la Sala del Trono en donde se encuentra con el mismo Dios y
permite que ese encuentro dé legitimidad al visionario. Casi siempre lo
apocalíptico irá narrado en la primera persona del singular (4 Yo, Juan, escribo a las siete Iglesias
de Asia. [...]).
c) Esas
revelaciones surgen en forma de imágenes y constituyen un cúmulo de metáforas
alegorizadas que le transmite un mediador (angelus
interpres, que ayuda a los profetas u a otros hombres y mujeres) o que el
mismo Dios o Cristo revelan y explican al apocalíptico.
d) Las apocalipsis
ordenan y hacen comprensible la caótica plenitud de los fenómenos contemplados
(fenomenología transcendente), especialmente por la interpretación de los
números, que permiten exégesis del orden divino.
e) Al carecer de
finalidad esotérica, las apocalipsis juegan un papel pragmático con la función
de guiar y afianzar al creyente en la creencia de que se encuentra en el tiempo
final. De ahí que la parénesis (exhortación o amonestación) y las oraciones
constituyen piezas constantes en ellos, adoptando fórmulas de lamentación y/o
súplica y también de acción de gracias, alabanza y/o de himno laudatorio.
En el universo conceptual de las apocalipsis aparecen como
contrapuntos: el dualismo de dos eones[ii],
universalismo e individualismo, pesimismo y esperanza del más allá, determinismo
e inmanencia.
La historia del mundo y sus etapas han sido establecidos por
Dios con antelación siguiendo su programación de salvación, desde su creación
hasta el final de los tiempos.
El eón del mundo es malvado; está bajo la influencia de
Satanás, se va deteriorando poco a poco dirigiéndose irremediablemente a las
catástrofes del tiempo final. En esa situación, el hombre debe obedecer a Dios y
cumplir sus mandamientos para alcanzar su propia salvación. La esperanza en el
eón futuro del creyente se afianza en la idea de que será premiado por su
perseverancia y fidelidad y en la certeza de que los impíos serán castigados.
Los signos de los tiempos anticipan el final del mundo previsto por Dios,
aunque sea imposible fijar con precisión el instante final; por ello, este es
un tiempo de conversión y preparación para la felicidad eterna.
En este contexto histórico y cultural surgen, a partir del
siglo II, las apocalipsis cristianas y múltiples refundiciones cristianas de
apocalipsis judías entre las que destacan el Testamento de Abrahán, la apocalipsis de Esdras y el libro eslavo de Enoc.
La escatología cristiana primitiva
sustituye o cambia las concepciones judías acerca del más allá. Las apocalipsis
cristianas del siglo II aportan un tema constante deteniéndose en explicaciones
sobre los retrasos de la Parusía o segunda venida gloriosa de Cristo al final
de los tiempos, el fin del mundo y el advenimiento del más allá.
Del siglo III, sorprendentemente, no se
han transmitido apocalipsis y las del IV, desplazan el centro de interés al
hacer descripciones minuciosas del cielo y del infierno para afianzar la moral
y la ortodoxia de los cristianos. También se interesan por conocer el ocaso del
mundo y el juicio final. Ya se ha fijado, pues, la escatología eclesiástica y
se puede constatar que los apocalípticos cristianos no gozan de la misma
libertad que los judíos para configurar todos estos asuntos de tan gran
imprecisión. Entre las primeras, destacan el Apocalipsis de Pedro, la "Ascensión de Isaías", el Apocalipsis de Pablo y el Apocalipsis de Tomás.
En Nag Hammadi han aparecido una serie
de apocalipsis gnósticas que aún no han sido bien estudiadas.
A.T.T.
Bibliografía
DROBNER, H. R., ibídem,
págs. 55 y ss.
[i] . El
Apocalipsis de San Juan destaca por su singularidad entre el conjunto de
las apocalipsis cristianas.
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