El Timeo lo escribe Platón (428/427-347
a. C.) al final de su vida, entre 358-356 a. C. Este diálogo relata una discusión
que se produce entre 430 y 425 a. C.; junto con el Critias y el Hermócrates,
debiera formar parte de una trilogía que describe el origen del universo, del
hombre y la sociedad.
Platón, siguiendo a otros pensadores precedentes, recoge el
testimonio de poetas como Hesíodo cuando expone lo que fueron la aparición y
evolución de toda la realidad.
Aquellos filósofos, cuyas obras llevaron el título genérico Sobre la naturaleza, pretendieron
describir el origen del universo (macrocosmos), del hombre, considerado como un
universo en miniatura (microcosmos), y de la sociedad, considerada como
arquetipo al que tenía que configurarse la ciudad real.
El diálogo principia con un resumen de la constitución ideal
de la ciudad descrita en la República,
obra conocida también Sobre la justicia,
y prosigue aludiendo a la guerra victoriosa que mantuvo la antigua Atenas
contra la Atlántida.
El "filósofo" que pretende describir el origen del
universo, del hombre y de la sociedad se encuentra tan limitado como el poeta
Hesíodo, que en su Teogonía invoca a las musas para saber a qué atenerse sobre
el origen de los dioses. A semejanza de lo que dice el poeta, lo que expresa
Platón no puede afirmarse ni verdadero ni falso, pues ni uno ni otro fueron
testigos del origen de la humanidad y del universo. Este tipo de discursos, sin
duda, entra en la categoría del mito.
Platón, tradicional en su objetivo y en la forma de
"diálogo" que adopta, sin embargo, es innovador, especialmente porque
es la primera vez que en la historia de la ciencia se emplea la matemática como
lenguaje. Por esto, los límites de la idea y explicación del universo que nos
presenta Platón se adapta a los límites de la matemática de su época.
En esta pieza de Platón, Sócrates resume una conversación
que tuvo lugar el día anterior entre el mismo Sócrates, Timeo, Critias,
Hermócrates y otro tertuliano, este último ausente en el banquete de hoy, el
día siguiente.
Zamora Calvo en su edición crítica de Timeo, ABADA editores, pág. 11, n. 1, traza un paralelismo entre
este ausente del Timeo cuando expone sus ideas sobre la constitución de los
cuerpos elementales donde examina sucesivamente los cuatro poliedros regulares
-tetraedro, octaedro, icosaedro y cubo-, de los que están constituidos
respectivamente los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra. Luego señala:
Había aún una quinta composición; el dios la utilizó para el universo cuando lo
pintó con diversos colores". Se está refiriendo al dodecaedro, el quinto
de los poliedros regulares inscribibles en la esfera, y el que más se aproxima
a ella. Una figura bien conocida por los pitagóricos, no nombrada y ausente,
solo citada como "quinta".
Lo que se dice en el Timeo
es una prolongación de la conversación mantenida en la República. El ausente del Timeo
representa el principio de unificación, de totalidad. Del mismo modo que los
cuatro interlocutores presentes en el diálogo suplen la parte del ausente, los
cuatro poliedros presentes engendran por sí solos la totalidad del universo,
que se relacionan simbólicamente con el quinto cuerpo. Así, Timeo, siguiendo la tradición
pitagórica, asocia el dodecaedro a la totalidad.
El
dodecaedro simboliza geométricamente la totalidad y es, por su volumen el más
próxima a la esfera. El dodecaedro está constituido de 12 pentágonos, pudiendo
dividirse cada uno en cinco triángulos, divisibles a su vez en seis triángulos.
Así, un dodecaedro equivale a 360 triángulos, esto es, el número de días
siderales que componen el año.
El mundo que describe el Timeo
está sometido a las únicas transformaciones de los cuatro poliedros. En
palabras de Sócrates sobre la mejor constitución de las ciudades falta el
hombre que unifica las mismas, el filósofo-rey; sin este tipo de hombre, la
ciudad se asemeja a un cuerpo sin cabeza, un alma sin su principio hegemónico,
la parte racional (νούϛ).
En ausencia de los filósofos, la ciudad que describe
Sócrates en el Timeo está gobernada
por los guardianes. La enfermedad del quinto invitado, presente en el banquete
de ayer y ausente en el de hoy, está relacionada con el silencio de una teoría
principal en la República, y con el
olvido sobre el dodecaedro.
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