La
inmolación de Dioniso Zagreo
La
muerte del primer Dioniso es el cenit del mito y en ese punto se encierra la
máxima enseñanza religiosa para los iniciados en los misterios órficos. El
sacrílego crimen de los Titanes marca la consagración de Dioniso Zagreo como el
arquetipo de un dios sacrificado y consumido, quizás para la salvación de la
humanidad, como señala el Pseudo Nono, un comentarista neoplatónico.
También se ha de destacar que en el sacrificio del primer
Dioniso el engaño de los Titanes juega un papel crucial para embaucar al niño
dios y entretenerlo para asestarle el golpe mortal. Los Titanes van
enmascarados para cometer el crimen. Llevan las caras pintadas de blanco con
yeso, aspecto este que aparece en la literatura griega, siendo indicio
indiscutible de que esta práctica se llevaba a cabo con fines belicosos. Según
West[i],
el yeso convertía a los guerreros en fantasmas y esto tal vez fuera realizado
como un ritual entre los iniciados. Además, en la tradición órfica hay una
serie de utensilios con el fin de engañar al niño dios: tabas, pelotas,
trompos, manzanas, peonzas, espejos, copos... En los misterios, cada uno de
esos utensilios denotaban un significado preciso, pero eran parte del tabú que
no podía ser desvelado. En el relato de Nono solo figura el espejo con el que
los Titanes distraer al niño hasta llevarle al sacrificio mortal.
Fernández de la Fuente, op. cit., 2002, pág. 40, intuye que quizás la intención de Nono, al
relatar, en su extenso poema épico, la vida de Dioniso y su horrendo crimen por
los Titanes, fuera señalar el inicio de una catástrofe universal y un cambio de
época, desde una edad ancestral y mítica a la época del segundo Dioniso o Baco,
hijo de Zeus y Sémele: la renovación de la vida a través del fin de una vida;
en definitiva, una transformación positiva para los hombres y la humanidad.
El
descuartizamiento del niño dios, según la tradición órfica, termina por ser
cocinado; luego cuecen y asan los miembros de Dioniso, para después ser
consumidos por los Titanes en una bárbara eucaristía. Pero el relato noniano no
recoge todas estas aberraciones, acaso porque podían ser consideradas
blasfemas; solo se narra el descuartizamiento, usando como instrumento
"ese cuchillo infernal". Sin embargo, según el corpus órfico, es el humo del impío festín el que llega a Zeus, que
no duda, enfurecido, de castigar a los Titanes reduciéndolos a ceniza. Quizás
la razón de esta omisión esté marcada por el paganismo que impregnaba las Dionisíacas, como por el Cristianismo
que recorría la Paráfrasis a Juan en
un periodo ciertamente agitado.
Existen
otras versiones. Para Proclo, los Titanes dividieron a Dioniso en siete pedazos
y los pusieron a asar en un trípode, dejando solo su corazón consciente[ii],
que será recogido por Atenea. Aquí tenemos que subrayar el hecho de que los
Titanes cocinen el cuerpo de Dioniso antes de comérselo. Luego Atenea o Apolo
entregarán el corazón del niño dios a Zeus, y el dios padre engendra al segundo
Dioniso, con dos versiones distintas; la primera asegura que Zeus se tragó el
corazón de Zagreo y dio a luz al nuevo Dioniso de su muslo, y, la segunda, Zeus
preparó una pócima y se la hizo beber a Sémele, que quedó preñada del segundo
Dioniso. Y el final de la narración enlaza con el doble nacimiento mítico de
Dioniso.
Según
Olimpiodoro,, citado por Hernández de la Fuente (2002: 41) Zeus se encolerizó
con los Titanes y los destruyó con su rayo; de la materia llameante, de las
cenizas que resultaron de ellos, nació la raza humana, portadora de una doble
naturaleza, una divina, la que procede de Dioniso, el niño dios que devoraron
los Titanes, y, la otra terrígena, la que procede de los Titanes. No cabe duda
que Olimpiodoro recoge doctrinas órficas al considerar que el género humano
procede del monstruoso crimen de los Titanes, de sus cenizas. Somos, pues, de
naturaleza malvada, aunque participamos de una parte divina, la carne de
Dioniso que ingirieron los Titanes en su festín.
En
Nono, el crimen de los Titanes no es el fin para Dioniso. Su muerte es el
comienzo del ciclo de la vida verdadera: el final de su vida fue el inicio
regenerador de Dioniso. En esta proyección se puede ver un reflejo del concepto
cristiano de resurrección, porque los humanos también van a participar de esa
verdadera vida gracias al vino, como señala Nono en aquellos episodios en los
que el dios dispensa su bebida o sus lágrimas para consolar de sus penas a los
mortales como, por ejemplo, cuando se apiada de Ágave y su familia
entristecidos por la muerte de Penteo, o cuando consuela a la ménade Mete por
la muerte de su marido, etc. Siempre es la muerte el motivo de aflicción que
Dioniso Lieo, 'el liberador', aplaca con su bebida redentora "que alivia
las penas" (Lysiponos).
Dioniso
aparece en Nono como el personaje necesario par unir al hombre con la divinidad
a través de la redención, concepto esencial que la religión tradicional no
había alcanzado en la Grecia Clásica. En tiempos de Nono, proliferan los cultos
que prometían la salvación en el Más Allá, concepción esta que triunfará con el
cristianismo. De ahí que ese Dioniso 'redentor' tenga una significación
extraordinaria en ese contexto socio-cultural, mítico y religioso.
Las transformaciones de Dioniso Zagreo en
Nono
Una innovación
específica de Nono, según Hernández de la Fuente (2002: pág. 43 y ss), parecer ser
esa larga digresión que relata las metamorfosis del niño dios, aunque no
debemos olvidar que sus Dionisíacas
son, sobre todo, un compendio de mitología. Su relato se inicia un vez que
Dioniso Zagreo ha sido ya inmolado y descuartizado por los Titanes, durante las
etapas que atraviesa las cuatro edades del hombre: a) edad adulta: se configura
mutándose con la gallardía de Zeus, su padre, "el joven Crónida"; b)
luego se transmuta en anciano, tomando la forma de Cronos, que derrama la
lluvia; c) más tarde, como recién nacido, un bebé polimorfo, como no podía ser
de otra forma en un dios, y d) finalmente, aparece como adolescente; ésta será
la imagen que más se repetirá en las diversas iconografías plásticas y
simbólicas de Dioniso.
Las
explicaciones de las cuatro edades de la humanidad es evidente si pensamos en
las imágenes e iconografía desde la época arcaica hasta las figuras más
tardías. Unas veces Dioniso aparece barbado y anciano; otras como un vástago
renovado, aunque el icono más persistente del dios clásico-helenístico es el de
un afeminado adolescente. Total, que Dioniso es un personaje mitológico que
reúne en sí todas las edades del hombre. Prosigue Nono, a renglón seguido, con
las mutaciones de Dioniso en distintos animales: primero, león; luego caballo y
serpiente cornuda; más tarde tigre, otro de los animales que aparecen en la
cohorte báquica, y, por último, toro, con el que alude a su muerte y
despedazamiento a manos de los Titanes, Y
los Titanes trocearon con su cuchillo el cuerpo de Dioniso, de forma taurina[iii].
Al
traer a la memoria los animales en que se transmuta Dioniso, Nono evoca el archianimal órfico: Fanes (en gr. ant.
Φανης Phanês, 'el resplandeciente'), la novena metamorfosis y ahí se
detiene. El número nueve connota un valor simbólico en el neoplatonismo de
Porfirio, discípulo de Plotino, quien recopilara y editara Las Enéadas (en gr. Ἐννεάδες; en latín, Enneades), obra escrita por su maestro. La
descripción de Fanes o Primogénito (en gr. Πρωτογόνος, 'el primero que nace')
se
encuentra en el filósofo neoplatónico griego Proclo, siglo V d. C., donde se le
describe como mezcla de león y toro, pero también con una cabeza de serpiente.
Es un dios nacido del huevo cósmico que engendró El Tiempo, deidad primigenia
que constituye el origen de la procreación y la generación de todas las cosas.
Se le equipara con Eros, una de las divinidades primordiales según la Teogonía de Hesíodo. Por eso Fanes es
"en un mismo ser lo masculino y lo
femenino" como animal primigenio que es. La descripción que hace
Proclo de Fanes continúa y si se compara con algo similar en el cristianismo,
se puede relacionar con los animales que nos describe el Apocalipsis de San Juan. También se puede relacionar con los
animales que sirven de símbolo a los evangelistas: Mateo, un hombre con alas,
el Ángel; Marcos, el león; Lucas, el toro, y Juan, el águila.
La
creación del mundo o su destrucción, en definitiva, cualquier cambio relevante
en el orden del cosmos, se ve marcado por los mencionados animales en más de
una ocasión, como testimonia Ovidio en el libro IV de las Geórgicas, hablando de las metamorfosis del dios Proteo (del gr.
ant. Πρωτεύς Prôteús; en la
Odisea, 'un dios del mar', encardado de apacentar los rebaños de focas y otros
animales marinos pertenecientes a Poseidón), curiosamente el dios que
invoca Nono al iniciar las Dionisíacas,
que puede metamorfosearse en cualquier forma que desee: puede convertirse no
solo en animal -león, serpiente, pantera, enorme jabalí, etc.-, sino en
elemento, tal como el agua o el fuego; o el caso de Fanes, arcaica divinidad de
la creación del mundo en la Teogonía
órfica.
A.T.T.
A.T.T.
[i].
Cf. M. L. West, The orphic poems,
Oxford, 1983, pág. 156; cit. por Hernández de la Fuente.
[ii]. Sobre el
"corazón" que es salvado del macabro festín de los Titanes se ha
especulado mucho con relación a su función en los rituales. Es frecuente
equiparar el "corazón" a los falos dionisíacos de las faloforías,
procesiones en honor de Dioniso, el dios del vino, en las que los participantes
disfrazados de animales portaban falos simbolizando la fuerza generadora de la
naturaleza y se entonaban canciones de tipo burlesco. También se ha asociado
con el mito de Isis y Osiris: en la cista
mystica (del gr. κίστη 'cesta o
vaso sagrado utilizado en los cultos mistéricos') se guardaba lo esencial del
rito: acaso el corazón o el falo. Otra versión cuenta que Apolo se hizo cargo
del "corazón" de su hermano, lo llevó a Delfos, al oráculo, y
expuesto en un trípode, cumplía funciones mánticas o adivinatorias del futuro.
[iii].
Cf. Nono, Dion. VI 205.
Chuven,
Nonnos de Panopolis. Les Dionysiaques III: VI-VIII, París,
Belles Letres, 1992, págs. 153-4, citado por Hernández de la Fuente, trata de
explicar y buscar antecedentes de estas transformaciones animales del Dios,
pero todo queda un tanto confuso. En las Bacantes
de Eurípides (vv. 1017-19) se mencionan el león, la serpiente y el toro.
También Chuven echa mano a los oráculos caldeos y la muerte prematura de niños
darían una explicación de la transmutación en caballo, pero este análisis
resulta demasiado problemático.
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