El sueño de la razón produce monstruos

sábado, 31 de marzo de 2012

Goya (VII) tras la Huelga General (29-M): amnistía fiscal (30-M)

La última comunión de San José de Calasanz
Francisco de Goya, 1780
öleo sobre lienzo - Prerromanticismo
250 cm *180 cm
Museo de la Residencia de Calasanz, Madrid





Cristo en el huerto de los olivos
Francisco de Goya, 1819
Pintura al óleo -Prerromanticismo
47 cm * 35 cm
Escuelas Pías de San antón, Madrid

En Goya atendido por Arrieta (1820), no es la única vez que en estos años el pintor aborda el tema de la muerte. En comparación con éste, un cuadro también magnífico, La última comunión de San José de Calasanz (1819, Madrid, Capilla de San Antón), resulta excesivamente expresivo y consolador.



Con Cristo en el monte de los Olivos (1819, Madrid, Escuelas Pías), donado por el artista a esta comunidad, es la obra cumbre de Goya en el ámbito de la pintura religiosa. Prescinde de los aspectos retóricos del acto religioso y se concentra en la vivencia existencial del individuo, en un caso extremo. Una sensibilidad profundamente moderna, que destaca los rasgos individuales sobre los institucionales y eclesiales.


Goya pintó ambos cuadros antes de caer enfermo. También poco antes, el 27 de febrero de 1819, adquiere una propiedad con diez hectáreas de terreno a la orilla derecha del río Manzanares, desde la que se podrá ver el mismo paisaje que pintara en el boceto para cartón titulado La pradera de San Isidro (1788, Madrid, Prado). Goya encontró en esta quinta apartada -derribada años después- refugio y retiro. La situación política, su avanzada edad, su eventual relación íntima, y por tanto escandalosa, con Leocadia Weiss, las suspicacias de la Inquisición... son otras tantas razones para explicar ese retiro.

Pero la situación no se solucionó. Nada sabemos de la vida privada de Goya en 1821 y 1822, bien poco lo que se refiere a 1823, año en el que dona (17 de septiembre) la Quinta a su hijo Mariano. Para esa fecha ya se había producido la invasión de «Los Cien Mil Hijos de San Luis» (7 de abril), que habían tomado Madrid (23 de mayo) y reinstaurado la monarquía absoluta de Fernando VII. Cádiz caerá poco después, el 30 de septiembre, intensificándose la represión fernandina. Tras la ejecución de Rafael de Riego, el Deseado entra triunfalmente en Madrid el 13 de noviembre de 1823. Nunca una entrada real fue tan humillante y canallesca: recibido con los gritos de Muera la Constitución, Viva la Inquisición, el monarca extendió el terror más cruel por todo el reino. Goya temió por su seguridad y se refugió en casa de José Duaso y Latre a finales de enero de 1824, y en ella permaneció hasta mediados de abril, poco antes de que se promulgara un decreto de amnistía general (el 1 de mayo). No sabemos las razones que movieron al artista a ocultarse y algunos historiadores han sospechado que no temía tanto por sí mismo como por Leocadia, de conocidas convicciones antiabsolutistas, uno de cuyos hijos, Guillermo, había formado parte de la milicia de Madrid y había huido a Francia.

Nada más promulgarse el decreto de amnistía, Goya solicita permiso para trasladarse a Francia con licencia de seis meses. El motivo: “tomar las aguas minerales de Plombières para mitigar las enfermedades y achaques que le molestan en su avanzada edad”. Comoquiera que sea, el monarca accede a la petición y el 24 de junio el subprefecto de Bayona comunica al ministro del Interior el paso de Goya por esta ciudad camino de París. Se detiene tres días en Burdeos y marcha luego a la capital francesa, en la que permanece desde el 30 de junio al 31 de agosto. La policía está atenta a sus movimientos y hace informes que han permitido a los historiadores obtener los datos fundamentales. Quizá se deba esta vigilancia a la posible relación de Goya con los círculos de emigrados, entre ellos Joaquín María Ferrer, considerado en esos informes como un “temible revolucionario”. Pinta su retrato Joaquín María Ferrer- y el de su esposa Manuela Álvarez Coiñas de Ferrer (ambos 1824, Roma, Marquesa de la Gándara)- y hace algunos dibujos. Visita los monumentos y pasea por los lugares públicos, es posible que fuera al Louvre.

El 1 de septiembre marcha a Burdeos, donde se instala con Leocadia Weiss y sus hijos hasta 1828, año en el que muere. En estos cuatro años logra renovar su licencia y hace dos viajes a Madrid (en 1826 y 1827), en el primero de los cuales obtiene su jubilación con todo el sueldo y es retratado por Vicente López. En Burdeos no sólo continúa pintando, dibujando y grabando al aguafuerte, también realiza litografías que imprime Cyprien-Charles-Marie-Nicolas Gaulon, que posiblemente fue también su maestro en esta técnica (Goya la había iniciado en Madrid en el taller litográfico de José M." Cardano, 1819) y del que hizo un soberbio retrato litográfico: Retrato de Gaulon (1824-25, Middletown, Davison Art Center). Litografías son también las series de Los toros de Burdeos (1825), que posiblemente hiciera temeroso de su situación económica y con el afán de remediarla.