El sueño de la razón produce monstruos

jueves, 3 de septiembre de 2015

El estoicismo de Séneca


"a quien toca en suerte nacer, le falta luego morir"  (99,8)
cui nasci contigit, mori restat

                                               Séneca, Epístolas morales a Lucilio.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

martes, 25 de agosto de 2015

Quevedo y la abuela de Canarias

A un juez mercadería

  1. Las leyes con que juzgas, ¡oh Batino!, 
  2. menos bien las estudias que las vendes; 
  3. lo que te compran solamente entiendes; 
  4. más que Jasón te agrada el Vellocino. 


  1. El humano derecho y el divino, 
  2. cuando los interpretas, los ofendes, 
  3. y al compás que la encoges o la extiendes, 
  4. tu mano para el fallo se previno. 


  1. No sabes escuchar ruegos baratos, 
  2. y sólo quien te da te quita dudas; 
  3. no te gobiernan textos, sino tratos. 


  1. Pues que de intento y de interés no mudas, 
  2. o lávate las manos con Pilatos, 
  3. o, con la bolsa, ahórcate con Judas.
                                                         Francisco de Quevedo

sábado, 15 de agosto de 2015

Estoicismo en Cervantes

DIÁLOGO ENTRE BABIECA Y ROCINANTE
Soneto
Babieca.  ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
Rocinante.  Porque nunca se come, y se trabaja.
Babieca.  Pues ¿qué es de la cebada y de la paja?
Rocinante.  No me deja mi amo ni un bocado.
Babieca.  Andá, señor,  que estáis muy mal criado,
                 pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
Rocinante.  Asno se es de la cuna a la mortaja.
                     ¿Quereislo ver? Miraldo enamorado.
Babieca.             ¿Es necedad amar?
Rocinante.                                          No es gran prudencia.
Babieca.       Metafísico estáis.
Rocinante.                                 Es que no como.
Babieca.       
Quejaos del escudero.
 Rocinante.                                        No es bastante.
                       ¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,
                         si el amo y escudero o mayordomo
                         son tan rocines como Rocinante?

                                                          Miguel de Cervantes

Descubre la cita y si no, da lo mismo.


                    LA DOCENCIA DE LA INVESTIGACIÓN EN HUMANIDADES

         "[...] en las humanidades, la transmisión es, al mismo tiempo, lección y descubrimiento."
                                                                                          Babelia, 1.238

lunes, 3 de agosto de 2015

Orígenes del estoicismo

              Estoicismo: primeras influencias.
            Zenón de Citium fue discípulo de Crates el cínico, de Estilpón el megárico y de Jenócrates y Polemón, escolarcas de la Academia. También se relacionó con Diodoro Crono y su pupilo Filón el dialéctico. Como se ve, sus influencias son muy variadas.
            Zenón tenía a gala leer a los antiguos, y su doctrina, en algunos aspectos, se veía como una reinstauración de la de Heráclito. Esta influencia que los historiadores antiguos apuntaban, especialmente Apolonio de Tiro, en su obra Sobre Zenón[1], no desvela el enigma sobre la aparición del estoicismo. Zenón toma de los megáricos la dialéctica árida y abstracta propia de la enseñanza del antiguo estoicismo; se cuenta que Estilpón, el megárico, sintió el mismo rechazo que los cínicos hacia los prejuicios sociales, al tiempo que situaban el bien soberano en el alma impasible. Jenócrates también exageró el papel de la virtud, a la que considera la condición esencial de la felicidad. Polemón hizo hincapié, como los cínicos, en la superioridad de la ascesis sobre la formación puramente dialéctica, y afirmaba que la vida perfecta lo era si coincidía con la de la naturaleza. Espeusipo, el primer sucesor de Platón como escolarca en la Academia, clamó contra el placer con tanta violencia como el cínico Antístenes. Las nuevas evoluciones del pensamiento de la civilización griega, de fuerte rigorismo y naturalismo, se expandía y difundía entre todas las tendencias filosóficas, a finales del siglo IV a. C.
            En Atenas continúan la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles, y aparecen el epicureísmo y el estoicismo. Por todo el mundo helenístico brotan otros centros, que tuvieron gran importancia. El más importante de todos fue Alejandría, que tras la muerte de Alejandro, en la partición del imperio, le fue entregado a Tolomeo Soter (323-283), quien construyó el Museo, que más que un dentro de enseñanza fue un centro de investigación, junto al Palacio Real.
            El origen de todas las influencias filosóficas y culturales, al menos en parte, está en Grecia, porque el pensamiento del siglo IV no termina ni con el conceptualismo de Platón y Aristóteles ni en las enseñanzas de los socráticos, aunque se hace más extenso, multiforme y diverso. No podemos olvidar que las escuelas de medicina eran prósperas, con anfiteatros de anatomía en los hospitales y otros edificios, y se ocupaban intensamente de la naturaleza del alma y de la estructura del universo. Únicamente hemos de recordar aquí las insólitas alusiones de la medicina en el Fedro y, sobre todo, en el Timeo.
            Galeno, una de las mejores fuentes para el estoicismo, en su obra Contra Juliano, asegura que Zenón, Crisipo y los demás estoicos escribieron extensamente sobre las enfermedades. Además asegura que la escuela metódica se inspiraba en Zenón y que las teorías médicas de los estoicos coincidían con las de Aristóteles y Platón.
            Las especulaciones de los estoicos acerca del ser vivo aparecen citadas en Filón de Alejandría, prototipo el filósofo judío que ha absorbido toda la tradición griega y hace uso de su rico vocabulario conceptual y de sus recursos literarios para defender y probar sus especulaciones a su compatriotas judíos. Aquellas opiniones fueron tomadas por los médicos de los filósofos de la naturaleza. Estos fragmentos de Filón sobre anatomía de los seres vivos nos han llegado de Diocles Karystos, médico del siglo IV a. C., de la escuela hipocrática,[2] citado por Aristóteles. Plinio el Viejo asegura que Diocles sigue en edad y fama a Hipócrates de Cos (Cos, c. 460-Tesalia, 370 a. C.).
            Según la doctrina fisiológica, atribuida a los estoicos, Diocles defendió que todos los fenómenos de la vida de los animales están regidos por lo caliente y lo frío, lo seco y lo húmedo, y que en todo cuerpo viviente hay un calor innato que, al alterar los alimentos ingeridos, produce los cuatro humores: sangre, bilis, flema ácida y flema salada. La saludo, como señala Galeno, es el resultado de la correcta mezcla de esos cuatro humores. Diocles también admite que el aire exterior, atraído hacia el corazón por la laringe, el esófago y los poros, se transforma en el hálito psíquico donde reside la inteligencia, que da vigor a todo el cuerpo y le permite los movimientos voluntarios.
            Afirma Diocles de Karystos que los cuerpos vivos se componen de dos cosas: a) lo que lleva, es decir, la potencia y lo que es llevado, esto es, el cuerpo. Identifica la potencia con el hálito psíquico y asegura que las enfermedades se producen por la obstrucción e impedimentos de la potencia por acumulación de los humores.
            Estas doctrinas sobre el ser vivo son también propias de los estoicos y esta explicación se generaliza: todo cuerpo, animado o inanimado, es concebido como un ser vivo. Y en el ser vivo hay un hálito (pneuma) cuyo vigor sostiene a las partes. Los diversos grados de ese vigor-tensión vivificador justifican y explican la dureza de los metales, la solidez de las piedras... El universo total, como se señala en el Timeo, profundamente penetrado de ideas médicas, es también un ser vivo cuya alma o hálito ígneo, generalizado y expandido por todas las cosas, sostiene a las partes armónicamente..
            Según Werner Jaeger, tan importante es la synkrâsis o fusión orgánica de las sustancias, como la simpnoia, referente a la "conspiración o "respiración conjunta" del pneûma, es decir, la comunidad de espíritu, donde el verbo sympneo significa tener un espíritu, un animus o hálito común. Esta explicación pasó de la medicina griega a la filosofía estoica y neoplatónica, hasta llegar al racionalismo de Leibniz. Esta explicación fue muy adecuada para dar cuenta de la vida orgánica del cuerpo, pero esa sympnoia se producía también en el universo, sympnoia panton. En todo caso, se trata de uno de esos conceptos metafóricos que se pueden aplicar a los casos más heterogéneos, pues, la idea de synkrâsis y la de sympnoia van unidas y denotan poseer una misma procedencia en una misma fuente filosófica, dedicada a la armonía política en la sociedad humana[3].
            En sus raíces primigenias, la imagen estoica del universo se alimenta de ideas médicas cuyo origen se remonta a la física presocrática y que se vuelven a sistematizar en otra física y otra cosmología. Los estoicos no fueron los pioneros, en aquel momento, de crear una cosmología plena de vida, partiendo de fuentes de la medicina. Entonces todavía existían pitagóricos (segunda mitad del IV a. C.); el filósofo y músico Aristógenes de Tarento, del sur de Italia, discípulo de Aristóteles, se hizo famoso por defender que el alma era la armonía del cuerpo,  se relacionó con aquellos pitagóricos y nos dejó los nombres de varios de ellos[4].
            El polígrafo Alejandro Polihístor (siglo I a. C.) dejó una reseña de la cosmología pitagórica, que procedía de las Noticias pitagóricas, recogidas por Diógenes Laercio. Esa cosmología está vinculada con la especulaciones de los jonios del último periodo (Alcmeón de Crotona, filósofo pitagórico, médico e investigador de la naturaleza[5], y Diógenes de Apolonia), muy vinculados con la escuela pitagórica, en la que predominaban astrónomos, filósofos, músicos, matemáticos que defendieron que el número era el principio de todas las cosas, y también se relaciona con los médicos del siglo IV y la teoría de dos parejas de fuerzas: caliente y frío, seco y húmedo, cuya reparto desigual origina las cuatro estaciones y las enfermedades del cuerpo. Las cualidades divinas del calor y sus rayos, que proceden del sol, engendran la vida de las cosas. El alma, una parte del éter cálido mezclado con el frío, es inmortal como el ser de donde procede: el éter (espíritu universal, infinito e inmortal) y se alimenta de partículas sutilísimas de sangre; la razón, de donde proceden las sensaciones... y otras muchas especulaciones pertenecen a una época anterior al estoicismo y son recogidos por los antiguos estoicos, y a través de ellos tendrán una influencia tardía en los neopitagóricos de los siglo II y I a. de C. Algunas de esas teorías como la triple partición del alma en: razón ( φρένες ), inteligencia ( νοῠν ) y corazón ( θυμόν ) son muy arcaicas. Este pitagorismo, cargado de connotaciones físicas y médicas, antecede al estoicismo. La especulación de Aristógenes de Tarento, discípulo de Aristóteles, acerca del alma-armonía está muy relacionada con las explicaciones de la medicina, que compara la armonía con la salud del cuerpo, cuando los cuatro elementos, fuego (bilis amarilla), tierra (bilis negra o melancolía), aire (sangre) y agua (flema) están  mezclados equilibradamente. En esa distribución se entremezclan la teoría cosmológica de los pitagóricos de Alejandro Polihístor y la teoría médica de la vida.
            Los estoicos reconstituyeron el vitalismo médico, muy diferente del mecanicismo matemático hacia el que se inclinaba Platón. Y ese mundo animado de los estoicos se vinculaba claramente con la tradición jónica[6], que aparece incluso en el mundo matematizado de Platón, pues en el Timeo, lo concibe como un ser vivo. Sin embargo, y aun aceptando esas influencias, lo principal del estoicismo continúa sin explicación.
            Los estoicos, por el lugar que colocan a dios, en su manera de concebir la relación de dios con los hombres y con el universo, aportan elementos nuevos que nunca se encuentran en la concepción filosófica de dios de los griegos, ni en sus especulaciones religiosas, ni menos aun en las obras de Homero ni en la vieja Teogonía mítica de Hesíodo.
            La teología griega de dios siempre actúa con las imágenes y los símbolos de un mundo de ideas religiosas vivo y fuertemente enraizado en la conciencia popular a través de los mitos; es el mundo mítico de los dioses antropomórficos de Homero y Hesíodo. Cuando los filósofos empiezan a repetir insistiendo en lo sublime y extraordinario de su propia concepción de Dios, más se afirman en sus convicciones los que aceptan la vieja idea de una pluralidad de seres divinos siguiendo la tradición hereditaria griega de dotar a sus dioses  de nombres y formas definidas. Ni siquiera las intuiciones de Jenófanes, que expresaba en versos y que recitaba públicamente como un rapsoda, cuyos teman versaban sobre problemas de Weltanschauung, sobre la naturaleza de los dioses, sobre fenómenos naturales, sobre el origen de todas las cosas, sobre la verdad, sobre la duda o sobre la falsa autoridad, al tratar del problema de Dios, sus especulaciones nunca  implican que dios carezca de forma, aunque ataque a los dioses antropomórficos de la tradición. Pero la forma efectiva de dios queda sin definir[7].
            La concepción griega de dios, que está reflejada en los mitos, al igual que la Idea de Bien en Platón o principio mismo de todas las cosas, o el Acto puro y Forma pura de Aristóteles ( el Primer motor eterno e inmutable), es un Ser que tiene una vida ajena a los hombres, desconoce los males de la humanidad y las vicisitudes del mundo. Únicamente actúa sobre el hombre y el universo por la fuerza de atracción de su belleza. Su voluntad no interviene y Platón condena a los que creen que pueden influir en él y su voluntad con plegarias. Platón también condena las viejas creencias de un dios defensor de sus prerrogativas y privilegios, porque lo que veían los griegos no era su bondad moral, sino una perfección intelectual de la que el orden del mundo era una prolongación, una especie de irradiación.
            Junto a las divinidades del Olimpo, los griegos también conocían en Dionisos a un dios cuyas muertes y resurrecciones periódicas y cíclicas aportaban al hombre un ritmo de vida, las estaciones y los días. Llegado de Anatolia o Asia Menor según los más, las tragedias le presentan como dios extranjero, que es incorporado al panteón griego como hijo de Zeus y Sémele; otras versiones lo dan como hijo de Zeus y Perséfone. Dios de la vendimia y del vino, es el dios que inspira e induce la exaltación violenta, los delirios furiosos, el frenesí, la locura ritual y el éxtasis. Sus seguidores participaban, en el monte Citerón, del drama divino, sufriendo y gozando de la pasión del dios, uniéndose a él a través de la orgía mística, hasta fusionarse con él en uno solo. Pero ni en los cultos báquicos, el dios desciende hasta los hombres, sino que les permite a estos ascender hasta él.
            El dios de los estoicos no es ni Olímpico ni Dionisos: es un dios que convive con los hombres y que pone a disposición todas las cosas del universo en favor de los seres racionales. Su potencia penetra todas las cosas y nada por nimio que sea, escapa a su providencia.
            Esta es una forma radicalmente nueva de pensar la relación divina con el hombre y con el universo. Ese dios ya no es un ser ajeno y aislado del mundo y del hombre, que atrae por su belleza; antes bien, se trata de un artesano del mundo, cuyo proyecto y diseño se ha cambiado en su pensamiento. La virtud del sabio ya no srá ni la identificación a dios que planeaba en Platón, ni la virtud cívica y política de Aristóteles, sino la aceptación de la construcción divina y la participación en ella tras haber sido comprendida por la inteligencia.
            Esta novedosa concepción, ajena a los teólogos griegos y también a los filósofos es la semítica de un dios todopoderoso que gobierna el destino de los hombres y de las cosas, idea totalmente diferente de la concepción helénica. Pero no se trata de una irrupción abrupta y repentina en el pensamiento griego, porque en el Timeo, el dios de Platón es un demiurgo, el ser divino que genera las cosas naturales, al servirse de las Ideas como modelos y plasmarlas en la materia, como un artesano; el de las Leyes se ocupa del hombre, y el de Sócrates y Jenofonte, que ha puesto en el hombre los sentidos, inclinaciones e inteligencia, les sirve de guía a través de los oráculos y la adivinación. De ese modo se va confeccionando lo demiúrgico y providencialista de ese dios que Zenón de Citium (Kitium, Chipre) convirtió en la clave de la filosofía. Y desde aquí ya iremos viendo como esas dos concepciones, la semítica y la helénica, unas veces coinciden y otras divergen, adoptando diversas formas hasta  penetrar en el cristianismo.




[1]. Conocido por Diógenes Laercio, VII, 2; cf. VII, 16.
[2].  La elaboración de una anatomía científica y la disección del cuerpo humano son uno de los logros de los médicos griegos. Anatomía procede del griego anatémnein que significa disección, lo que implica que es más un método de investigación que un grado de conocimiento.
            (GARCÍA BALLESTER, Luis, Los orígenes del saber anatómico occidental. Del corpus Hippocraticum a la anatomía alejandrina, Revista de estudios históricos-informativos de la Medicina, Barcelona, junio 1973, núm. 25, pág. 8)
[3]. JAEGER, Werner, Cristianismo primitivo y paideia griega, México, FCE, 1993, págs. 26-39.

[4]. Diógenes Laercio, VIII, 46.

[5]. JAEGER, Werner, ibídem, pág. 61, afirma que Alcmeón de Crotona coincide con Jenófanes cuando éste último subraya que ni el más sabio de los hombres sabrá nunca si ha encontrado la verdad sobre Dios y el universo. Hipócrates de Cos, que ejerció la medicina en el siglo de Pericles y autor del tratado Sobre la Medicina Antigua, mantiene la misma convicción de Alcmeón de Crotona y de Jenófanes.
                                              
[6]. Región de la Grecia antigua que está ahora en lo que es Turquía, costa del mar Egeo. Allí estaban las ciudades de Mileto, Efeso, Eritrea, Pirene y la isla de Samos. Los principales filósofos jonios que especularon sobre el principio rector y explicativo del mundo, fueron: Thales de Mileto (el agua como arjé), Anaxímenes (un arjé ilimitado y abstracto), Anaximandro (lo apéiron τὸ ἄπειρον = lo indefinido, lo que no tiene límites, la materia infinita, indeterminada como arjé. Hay que entenderlo en el sentido del concepto aristotélico de materia. Anaximando no distingue todavía entre SER como materia y SER como forma. Su apéiron es la cosa que abraza todas las cosas y gobierna todas las cosas, algo activo, lo más activo del mundo), Heráclito (el fuego como arjé), Pitágoras (la armonía matemática del mundo)...
            Los antiguos distinguían dos escuelas filosóficas en Grecia, una en la Jonia y la otra en Italia. A la escuela itálica asociaron a Jenófanes de Colofón, Pitágoras y Parménides. Los tres vivieron en Italia meridional y en Sicilia donde ejercieron su principal actividad, pero sus antecedentes intelectuales están marcados por sus orígenes: Jenófanes vino de Colofón, en la costa de Asia Menor; Pitágoras, de Samos. Los dos fueron emigrantes, el primero sale huyendo tras la conquista de Colofón por los medas; el segundo deja Samos para escapar a la tiranía de Polícrates. Elea, la patria de Parménides, en la Italia meridional, fue una colonia fundada por refugiados de Asia Menor, y Parmenides lo fue, por tanto, intelectualmente es un hijo de Jonia, como los demás. Y los tres estuvieron en contacto con la filosofía jónica de la naturaleza y desarrollaron sus ideas en diversas direcciones.
            Jaeger, W., La teología de los primeros filósofos griegos, págs. 24 y ss.

[7]. Cfr. Jaeger, W., ibídem, págs. 43 y ss.

sábado, 1 de agosto de 2015

La ética de la Estoa


            Los cínicos por entonces se ocupaban especialmente de la ética. De ellos recibió Zenón su concepción, presente en todas las etapas del estoicismo, de que la verdadera naturaleza o physis de un hombre radica en su racionalidad. Se trata de una ética eudaimonista cuyo objeto es alcanzar la felicidad a través de la sabiduría.

            Esta idea no era ajena ni a Platón ni algunas tesis de Aristóteles, pues la misma se inspira en el intelectualismo socrático. Pero Diógenes, y antes Antístenes, hacen una interpretación radical y rigurosa, tomando un sesgo ascético que fue rechazado por Platón y Aristóteles. Para Antístenes y Diógenes, el hombre necesita una disciplina propia, física y mental, para vivir de acuerdo con la Naturaleza, evitando las pasiones, el pathos. Las cosas tales como la propiedad, la riqueza, el status social... son insignificantes y además perjudican al bienestar y la felicidad del hombre que constantemente tendrá que preguntarse si una cosa o una acción está o no de acuerdo con su naturaleza como ser racional. Es difícil saber que entendía Diógenes por razón, lógos, pero no es irrelevante deducir que sus connotaciones se acercaban en su mente a phronesis, es decir, sabiduría practica o prudencia, más valiosa que las riquezas o el status social. La phonesis no está al albur ni de los juicios convencionales, sociales o morales, ni de los cambios de fortuna; en esa virtud moral está el bienestar interior del hombre y así se alcanza la verdadera libertad. Llevar una vida así sería natural porque el hombre no precisa nada extraordinario, excepto las cosas mínimas necesarias del mundo exterior.

La teología física de la Estoa: la actividad divina.


            La concepción estoico-semítica del alma -material e inmortal, que forma parte del fuego divino- y del espíritu tuvo calado en sus teorías sobre la divinidad y la providencia, ambas inmanentes a la naturaleza e identificadas (monismo materialista).
            Zenón formula su filosofía sobre la naturaleza inmanente vinculada al lógos, considerado como una realidad absoluta o hipostasiada. Sin embargo, esta concepción es ajena a la mentalidad griega. Esta teología física de Zenón atribuye a dios, fuego divino, un protagonismo histórico como regidor-hegemonikón[1] del mundo natural. Ese fuego, es decir, dios, eterno y dinámico, conciencia del mundo, se desenvuelve en la naturaleza como un artesano del cosmos y un sembrador, generador de todas las especies.
            Zenón dirá que la naturaleza es un fuego artificioso, que lo abrasa y lo contiene todo y que actúa como un artista porque es maestro de todas las artes. De mismo modo que las otras naturalezas nacen, crecen y están contenidas en sus semillas, la naturaleza del mundo y sus movimientos y sus tendencias y sus deseos realizan sus actos lo mismo que nosotros ejecutamos nuestros movimientos por efecto de nuestra alma y nuestros sentidos. Por ser de esta condición, el lógos del mundo, también llamado providencia del mundo (prónoia), desempeña la misión de proveer que el mundo, como gran ser vivo, perdure en la infinitud[2].
            Zenón, coherente con sus concepciones cananeas, y aunque admitía la existencia de los dioses y defendía su culto, llega a la conclusión de que el lógos divino es el creador de la naturaleza. Su carácter histórico, temporal, le impide una duración infinita, por lo que tiene que admitir su corruptibilidad; de ahí la idea de la infinidad de mundos sucesivos -no simultáneos- que se autodestruyen y autoconstruyen cíclicamente.
            Con esta ultima teoría, Zenón se enfrenta abiertamente a uno de los dogmas griegos        . En su libro περὶ Ούσία, los todos o seres totales contienen dos principios: el paciente, la ousía informe o materia incualificada, y el agente, el que hace en esa materia; ese agente es el lógos-dios, que es eterno y permite que cada uno de los seres sean parte del cosmos[3].
            Los griego jamás defendieron que el mundo fuera hecho por el lógos-dios. Ni Platón ni Aristóteles admiten que Dios fuera causa eficiente primera de nada, es decir, una causa que no es causada, que no es efecto de nada. En su cosmovisión, los griegos señalan que la materia y la forma del cosmos son ingénitas, necesariamente increadas y, en consecuencia, incorruptibles. La posición de Zenón, en cambio, con respecto a la materia es de origen semítico y oriental.
            El cosmos, que procede del fuego y se consume en fuego, es un gran holocausto del mundo que retorna a la divinidad. Una combustión continua causada por el choque de los elementos que se rompen, fraccionan y se van pulverizando generan irremediablemente su corrupción, su descomposición, al arder en la última hoguera de la conflagración, que es la apoteosis (< gr. ἀποθέωσις, 'deificación') del mundo, su extinción, que luego volverá a crearse. Es el eterno retorno de la escuela estoica, en que todo volverá a repetirse un número infinito de veces: todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones, volverán a repetir eternamente.
            Esta concepción de la Estoa Antigua forma parte de la interpretación de la teología física religiosa, de las tradiciones rituales de los sacrificios en Canaán, una geografía caracterizada por los sacrificios sinfín que se ofrecían en honor de El, Baal, Astarté y otros dioses de la naturaleza. Los sacrificios en Fenicia, en los que se ofrecían objetos parecidos a los de Israel, excepto los sacrificios humanos prohibidos por Yahvé, se hacían a dioses o diosas de la naturaleza, mientras que en Israel se ofrecían a un Dios personal y trascendente al cosmos y a la naturaleza.
            Zenón llamó anathymiásis a aquella pluralidad de sacrificios cruentos e incruentos, puros e impuros, ejecutados a cuchillo y a fuego. Se corresponden y relacionan con las inmensas catástrofes y luchas entre los elemento de la naturaleza, que al fin quedarán reducidos por el fuego religioso del sacrificio.
            El sacrificio del holocausto o anathymiásis ya lo vimos en la lucha sagrada del profeta Elías contra los 450 sacerdotes de Baal, sacrificados a cuchillo, una vez derrotados por el israelí, a quien Yahvé le entrega milagrosamente el fuego del cielo para que consumara el sacrificio[4].



[1]. Los estoicos consideraron que el alma humana constaba de partes, siendo la más importante el Hegemonikón. El Hegemonikón es lo que da unidad a toda la vida psíquica humana, la fuente de la vida del alma y del conjunto psico-físico, de la conciencia y de las facultades cognoscitivas superiores como la capacidad representativa, el juicio y la razón. La situaron en el pecho. (http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la- filosofia/Filosofiagriega/Filosofiahelenistica/Hegemonikon.htm)


[2]. Cicerón, De nat. deor., II, 57-58, citado por Elorduy, ibídem, pág. 43.

[3]. Diógenes Laercio, VII, 134.
[4]. I Reg., 18, 21-42.

lunes, 27 de julio de 2015

La aparición del estoicismo: su enigma (V)

     

     A) La teoría del conocimiento en Zenón.
    Con respecto a su teoría del conocimiento, está marcada por la impronta del sustantivismo del cínico Antístenes, que se opuso al mundo de las Ideas de Platón. El fundador de la escuela cínica mantuvo que lo único que hay en a realidad son los individuos; a cada cosa solo le debería predicar su propio nombre, por ejemplo, el hombre es hombre o lo bello es bello. Ningún predicado debería atribuirse a un sujeto, sino únicamente el sujeto mismo. De un individuo se puede predicar su propia naturaleza individual, no se le puede atribuir el ser miembro de una especie como lo feo es malo. De ahí su negación de la teoría de las Ideas. Para el estoicismo no existe otra realidad que la que conocemos por la percepción y su teoría del conocimiento propone la representación cataléptica o comprensiva como criterio de verdad.

    Katalepsis significa acción de coger, capturar, sorprender, además de percepción y comprensión, pero también implica no solo la captación directa de la realidad, sino la conciencia de esa captación. Un representación es una huella en el alma o una alteración del alma, una imagen mental producida por un objeto exterior. Sin embargo, no toda representación es válida porque nuestro sentidos nos pueden engañar; únicamente la representación catalepsis o comprensión implica la certidumbre de que la representación se ajusta al objeto real.

      B)El elogio de la sabiduría.
            El lógos de Zenón, al igual que el de Heráclito, coincide con el concepto fenicio de la sophia personificada, tanto por su carácter dinámico como por su unidad sustancial. Así, como diosa de la sabiduría, aparece en un texto cananeo del II milenio a. C. Y esa concepción de la Sabiduría penetra en el pensamiento judío y luego en el gnóstico, pero no en la concepción griega del lógos.
    El máximo grado de conocimiento es el de la sabiduría, es decir, si la representación concuerda con la ordenación jerárquica y sistemática de los conceptos supremos, que son la base para la comprensión. Su fundamento metafísico es que la razón pueda captar la realidad, porque se afirma a priori que la realidad es racional. La sabiduría como poder divino bienhechor, ordena el universo y pertenece a Dios.     
Zenón defenderá que solo los sabios pueden alcanzar la sabiduría; solo ellos son capaces de  conocer las cosas en forma comprensiva. En la Biblia de Alejandría, que no es una simple traducción, sino que añade libros históricos, como los de los Macabeos o sapienciales, o como el de la Sabiduría de Salomón, también conocido como el Libro de la Sabiduría, el elogio de la Sabiduría se  mantiene. Este libro defiende la inmortalidad del alma y el juicio, ideas nuevas en el judaísmo y nos transmite expresiones cuyo origen estoico está fuera de toda duda:
   El soplo (pneuma[1]) del Señor llena la tierra entera, y él, que mantiene la cohesión del universo, tiene conocimiento de toda palabra[2].

            La omnipresencia pneumática de un Dios que garantiza la cohesión del mundo, es un pensamiento propio de la Estoa o Pórtico, de la filosofía estoica. Queda asociada en la Biblia la sabiduría divina con un soplo inteligente (< gr. πνεῦμα νοερόν), uno y múltiple, móvil e igualmente bueno, que penetra todas las cosas. El "materialismo" estoico, pues, pasa subrepticiamente a la Biblia de Alejandría.

    22Pues en ella (es decir, la sophia) hay un soplo inteligente, santo, único y múltiple, sutil ágil, penetrante, inmaculado, cierto, impasible, benévolo, agudo, libre, bienhechor.
   23Amante de los hombres, estable, seguro, tranquilo, todopoderoso, omnisciente, que penetra en todos los espíritus inteligentes, puros, sutiles.
   24Porque la sabiduría es más ágil que todo cuanto se mueve, se difunde su pureza y lo penetra todo;
   25 porque es un hálito del poder divino y una emanación pura de la gloria de Dios omnipotente, por lo cual nada manchado hay en ella[3].

            Esta concepción pneumática de la omnipotencia divina, que penetra todo, es propia del estoicismo y contrasta con el Dios de la Biblia hebrea. Es, sin duda, el Dios estoico, ordenador universal que solo puede hacer el bien. La Sabiduría, que ordena el universo, puede conocer el pasado y anticipar el futuro, puede interpretar los signos y los prodigios, la sucesión de las estaciones y los tiempos... Esa Sabiduría, como ciencia divina es accesible al hombre sabio y reúne, pues, las cualidades del profetismo hebreo y la adivinación estoica.


[1]. pneûma procede del griego; en latín significa spiritus  (=soplo, aliento, respiración). El mismo Homero ya identificó la vida es identificada con el aliento vital, que escapa de la boca de los muertos en la guerra de Troya. Con un significado similar, aunque menos mitológico y más metafísico, el término lo podemos encontrar en Anaxímenes y, sobre todo, en los estoicos:
   "Los estoicos [creen que Dios] es un soplo [pneûma] que se extiende aun a través de las cosas podridas." (Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos)
          Su origen está en la medicina y/o en los filósofos de la naturaleza, incluso en los materialistas. De ahí pasará a la Biblia con el mismo sentido de vida, aunque según  el filólogo e historiador israelí Scholem, especialista en mística judía, el vocablo alude al lenguaje:
    "Entonces formó Yavéh Elohim al hombre del polvo del suelo, e insuflando en sus narices aliento de vida [spiriculum vitae], quedó constituido el hombre como alma viviente." (Génesis, II, 7)
   Sánchez Tortosa, J., "Espiritualismo: esto no se va ni con agua caliente", El mundo, Madrid, 18 de abril de 2015.
          El verbo sympneo significa tener un 'espíritu común, un soplo inteligente'. Su empleo trata de dar una explicación de la vida orgánica de las partes del cuerpo humano; en este sentido, el pneuma penetra y anima todo el organismo del cuerpo del hombre y de ese ámbito se traslada a la vida del universo.  El termino, efectivamente, fue tomado por la escuela estoica antigua de la medicina griega.
           Jaeger, Werner, Cristianismo primitivo y paideia griega, 1971, pág. 37 y ss.

[2]. Cfr.  DUHOT, Jean-Joël, ibídem, pág.157, n. 9:  Sab, I, 7.

[3] . Ibid.,V, 22-25.

sábado, 25 de julio de 2015

El aparición del estoicismo: su enigma (IV)

    El encuentro de Zenón con la filosofía: Antístenes
    Se cuenta que Zenón llegó a Atenas como mercader; naufragó en un viaje de Fenicia al Pireo; llega a Atenas y topa con la filosofía leyendo un libro de Jenofonte sobre Sócrates. El relato continúa diciendo que quedó tan entusiasmado con aquella lectura que preguntó dónde podría encontrar hombres como Sócrates. Pasaba por allí Crates el Cínico y el librero le dijo: "Sigue a ese hombre". Crates Tebano, discípulo directo de Diógenes, fue el sucesor de Antístenes, escolarca de la escuela cínica. La primera gran influencia en Zenón parece que fue la de un cínico, así se pone de manifiesto en fragmentos que han quedado de la República de Zenón, tales como la abolición del acuñamiento de moneda, de los matrimonios, de los templos y su concepción de que una verdadera república y su sociedad es que la formen hombres buenos y virtuosos. No se descarta que la República de Zenón fuera un ataque directo contra Platón.
    Las causas de su simpatía hacia Crates son varias pero destaremos aquella por la cual Crates prefería ser hombre, razonable y sabio, a ser griego, ya que se consideró un hombre del cosmos, o sea, una porción sabia del mundo. Esta idea la encontró en Jenofonte, ateniense desilusionado de Grecia, muy alejado del panhelenismo de Platón y Aristóteles, y panegirista de Ciro y de la educación Persa. Antístenes es seguro que compartió esa misma desilusión, probablemente ya alimentada por Sócrates.
    Zenón, profundamente religioso y amante de la verdad, le atrajo el espíritu crítico de Antístenes. Es más que probable que Zenón conociera las descalificaciones que padeció la mitología cananea por el monoteísmo de Israel, al tiempo, que no podía compartir las creencias de los hebreos porque su mentalidad fenicia rechazaba la moral mosaica, esencialmente normativa. Zenón jamás negó si origen ketiense ni renegó de su religión y sus mitos, a pesar del descubrimiento de la filosofía cínica y conocer que Antístenes dejó los mitos sin caer por eso en el ateísmo; siguiendo al cínico Antístenes, Zenón pudo abandonar las tradiciones mitológicas fenicias sin romper con la religiosidad que encerraban las mismas.
    Antístenes se alimenta de un monoteísmo racional, tras rechazar la religiosidad tradicional griega. En un fragmento que se conserva expresa: según las leyes, hay muchos dioses, pero uno según la naturaleza[1]. La actitud crítica de los cínicos les llevó a comentar los mitos alegóricamente
    El filósofo chipriota, influido por el racionalismo radical del cínico Antístenes, combatió las normas que prohibían la homosexualidad y el incesto. Pero esto no escandalizaba a nadie en Grecia. En cambio, Zenón si condenó el adulterio, vicio también abominable en Israel. Por todo esto se puede afirmar que la moral cananea de Zenón, unas veces fue sancionada por la Ley mosaica, y otras, reprobada por los Profetas Lot, Rubén y Judá.
    Zenón terminó saliéndose de la escuela cínica de Crates, pero más por la incompatibilidad de caracteres y temperamentales que por sus discrepancias filosóficas. Diógenes Laercio señala que la falta de vergüenza de los cínicos chocó con el carácter comedido y discreto de Zenón. Luego pasaría diez años con Jenócrates, escolarca de la Academia de Platón. Pero insatisfecho de las escuelas griegas, también de la Academia y del Cinismo, opuesto a las orientaciones aristotélicas y epicúreas, empezó a enseñar su propia filosofía en el Pórtico o Estoa poikile de Atenas.
    Desde la epistemología, Zenón se acerca o se aleja de los filósofos griegos. El concepto de Dios y la teoría del conocimiento son las dos caras que determinan una filosofía. La escuela griega que mejor satisfizo la mentalidad fenicia de Zenón fue la del cínico Antístenes.
    Lo que rechazó  Antístenes de todos los filósofos griegos, fue el concepto de lógos, uno de los más importantes en la actitud racional ante el mundo; el significado castellano que más se le ajusta es el de de razón, y también pensamiento, palabra, discurso, concepto, conocimiento. Zenón ve al lógos como fuego divino creador del mundo y del hombre; y con su concepción del lógos quiere explicar o dar razón de Dios, del mundo y del hombre.
    Censorino, gramático romano del siglo III, de gran interés por su origen arameo, que pone entre sus fuentes a Varrón y Suetonio, citado por Elorduy[2], aproxima a Zenón, en este punto, al pensamiento hebreo, y escribe en su De die natale:

Zenón Kitiense, fundador de la secta estoica, creyó que el principio del género humano proviene del mundo nuevo. Los primeros hombres nacieron del suelo con el adminículo del fuego divino, es decir, de la Providencia de Dios.

    Prometeo, en la mitología griega, simboliza a la Providencia que será castigada por Zeus por entregar el fuego divino al homínido, el ser creado por su hermano Epimeteo. En Zenón, en cambio, considera al lógos (=Prónoia) el alma del mundo, racionalidad, sabiduría o providencia, capaz de crear al hombre racional. Con esta interpretación, Zenón sigue a los cananeos, cuya tradición mitológica es contraria a la mentalidad helena. El lógos de Zenón es un principio inmanente y dinámico, llamado razón universal o lógos providente o ley eterna inmutable, que equivale, en definitiva a Dios, un dios que se manifiesta como conciencia del mundo, como fuego inmanente creador de todas las especies del universo, como alma generadora que vivifica y moviliza el mundo y sus partes, como la fuente de energía creadora que encierra en sí la semilla de todas las cosas.




[1]. Cfr. Elorduy, E., ibídem, pág. 33, n. 26.
[2]. Ibídem, 17, n, 17: Censorino,  De die natale (=Sobre el día del nacimiento), IV, 10.

viernes, 24 de julio de 2015

El aparición del estoicismo: su enigma (III)

            1º. El fuego-artífice
             El profesor Friedrich Lang[1] escribió un interesante artículo sobre el fuego en la cultura antigua; sin embargo, adolece del aspecto metafísico al que responden muchas de las especulaciones conceptuales. Se trata, pues, del mismo defecto que aparece en la crítica antiestoica de los filósofos griegos y latinos.
            Comparar los pasajes de Zenón y Crisipo, sobre el fuego, con los relatos bíblicos en los que interviene el fuego durante todo el primer milenio a. de C., es muy ilustrativo. Esa confrontación nos hace ver, no sin cierta sorpresa, un concepto metafísico sobre la naturaleza del fuego en la Estoa y en el Antiguo Testamento. Así por ejemplo, las Escrituras, sobre la misión profética de Elías, nos lo presenta como el profeta del fuego:
  "1Como un fuego se levantó Elías; / su palabra era ardiente como antorcha; 2 y trajo sobre ellos el hambre, /y en su celo los redujo a pocos. 3 Con la palabra del Señor cerro los cielos / y por tres veces hizo bajar fuego." [2]

            En tiempos de Zenón todavía se conservan vivos, a pesar de haber transcurrido cinco o seis siglos, la memoria de las violentas guerras de los sacerdotes de Baal y Astarté contra los profetas de Israel. Uno de los episodios más relevante es, sin duda, el acuerdo que alcanza Elías con sus rivales sobre la prueba de la  supremacía entre Yahvé y Baal, durante el reinado de Acab. Elías les lanza el siguiente reto, que es aceptado sin obstáculos por sus enemigos:
  "22 Volvió a decir Elías al pueblo: "solo quedo yo de los profetas de Yahvé, mientras que hay cuatrocientos cincuenta profetas de Baal. 23 Que traigan bueyes para que escojan ellos uno, lo corten en pedazos y lo pongan sobre la leña, pero sin poner fuego debajo; yo prepararé otro sobre la leña, sin poner fuego debajo. 24 Después invocad vosotros el nombre de vuestro dios y yo invocaré el nombre de Yahvé. El Dios que respondiere con el fuego, ése sea dios"; y todo el pueblo respondió: "Está muy bien". [3]

            Esta escena, poco comprensible para un grecorromano, se ajusta perfectamente en el ignis artificiosus o del  artificiose ambulans de la cosmovisión de Zenón, cuyas propiedades específicas ígneas entran en todas las actividades que expresa el verbo arameo qânâh, que más adelante analizaremos. El rasgo común de esas propiedades del fuego, en el estoicismo, es su profunda intimidad en el seno de la naturaleza, por un lado, y por el otro, la disponibilidad del fuego para ser usado y utilizado por la voluntad libre de los dioses.
            Los dos bandos, el de Elías y el de los profetas de Baal produjeron matanzas al adversario sin piedad; solo se diferenciaron en las liturgias que emplearon. Los sacerdotes de Baal, invocaron a sus dioses dando saltos rituales en el fuego de la pira, se hieren los cuerpos y usan todo procedimiento que pueda conmover a Baal. Elías, en cambio, se burla de ellos y se limita hacer la siguiente plegaria:
  " 36Yahvé, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel: que se sepa hoy que tu eres el Dios de Israel y que yo soy tu siervo, que todo esto lo hago por mandato tuyo. 37 Repóndeme, Yahvé; respóndeme, para u todo este pueblo conozco que tú, ¡Oh Yahvé!, eres Dios y que tu conviertes a tí su corazón. 38 Bajó entonces fuego de Yahvé, que consumió el holocausto y la leña, las piedras y el polvo, y aún lamió las aguas que había en la zanja. 39 Viendo esto el pueblo, cayeron todos sobre sus rostros y dijeron: "¡Yahvé es Dios, Yahvé es Dios!" 40 Y dijo Elías: "Prended a los profetas de Baal, sin dejar que escape alguno". Apresáronlos ellos, Y Elías los llevó al torrente de Cisón, donde los degolló".[4]

            Para uno y otro de los grupos en pugna aparece como absolutamente normal el juicio del fuego, como signo de la divinidad. Y hemos de decir que la mayoría de las teofonías o manifestaciones de la divinidad, al menos las más relevantes, acontecen y suceden después del fuego.
            Aunque la historicidad de algunos pasajes de se cuestionan actualmente, la guerra religiosa de los adoradores de Yahvé contra los de Baal y Astarté fue demasiado larga y sangrienta como para considerarla como fruto del reino de la imaginación popular.
            Las propiedades de aquel fuego concuerdan mal con los conceptos científicos, filosóficos y religiosos de Grecia y Roma. Dada su complejidad, lo mismo podrían llevarnos al monoteísmo hebreo, al politeísmo de Canaán o a las supersticiones de Siria, quizás por eso el cronista de Israel se burla de los sirios, cuando explican a su rey las causas del desastre sufrido en Israel:
"23Los siervos del rey de Siria dijeron a este: "Su dios es un dios de monte por eso nos han vencido, pero si peleamos con ellos en el llano, los venceremos."[5]
           
            Con esta tradición histórica se crearon teorías de gran complejidad espiritual, que escapan al "cientificismo" de los griegos. Frente al naturalismo de los helenos, nómadas y guerreros, que veían el mundo ingenuamente y lo interpretaban inducidos por relatos mitológicos, la mente de los arameos se caracterizó por la intervención activa de elementos religiosos universales entrelazados con las fuerzas misteriosas de la vida.
            Si comparamos las categorías[6] aristotélicas, entendidas después por los escolásticos, en su metafísica, como los modos de ser, a las que también llaman predicamentos, son los géneros supremos del ente finito. Sin embargo, Aristóteles hace que las Categorías sea el primero de sus tratados de lógica, lo que nos lleva a pensar que para él son modos lingüísticos de predicación en lugar de modos metafísicos de ser. El mismo Aristóteles, de forma ingenua quizás, no distingue el modo de ser de las cosas (formas del ser) y el modo en que las aprehendemos (modalidades de predicación). Estas categorías aristotélicas serán las propias del helenismo y su cosmovisión y pertenecen al campo de la física, en contraposición al modo de pensar arameo o palestinense en el que inciden sofisticadas concepciones metafísicas y físicas, con frecuencia enraizadas en la superstición, tal y como ocurre con el concepto de fuego a través del cual se producen las teofonías.
            Cicerón concebirá ese fuego como un duende que interviene y actúa en todas partes; es la fuerza activa de los estoicos que está por  todas partes coexistiendo con la materia; el mundo es un ser animado y armonioso que posee vida propia; en él solo existen los individuos concretos, siempre diferentes entre sí; por eso afirma el filósofo y escritor... que cada cosa posee su propio carácter y nada es idéntico a otra cosa. En cambio, Yahvé emplea el fuego como elemento instrumental de las manifestaciones de sus libres designios personales. Para los estoicos Dios es Fuego, energía activa, y Lógos, la razón, expandida por todo el cosmos; además concibieron que la Ley Natural era la presencia material de Dios en el universo. Del mismo modo que la razón cósmica, el Lógos, Dios era la providencia que regía todas las cosas. Dios como Fuego era similar a una semilla interior, la razón de todas las cosas y causa de lo que era, es y será. El principio vital es esa energía que hace posible florecer todo la flora y nacer, crecer y desarrollarse la fauna. Como fuerza viviente, Dios se encuentra en cualquier fase de desarrollo de los seres del cosmos y del cosmos mismo, el cual domina y moldea la materia pasiva hasta hacerla progresar. Esto genera el Destino que impone un cierto determinismo a los hombres,  solo libres si aceptan la necesidad cósmica.
            Es difícil concretar con rigor cuáles son los atributos de Yahvé en comparación a las divinidades fenicias. En las peticiones punitivas de Elías para los sacerdotes de Baal predomina el efecto destructor del fuego; en el rapto del profeta al cielo, se subraya el poder discriminatorio y mayestático del fuego, y en el monte Tabor, cuando Jesús habla con Elías y Moisés, el fuego deslumbra con el brillo de la Gloria.
            Todas estas misteriosas cualidades ígneas que se manifiestan configuran la mentalidad aramea de Zenón, y todas rechinan y encajan mal en las concepciones helénicas de griego y romanos, a excepción de los planteamientos especulativos de Heráclito sobre el fuego. Las similitudes entre la Biblia y el Estoicismo sobre las propiedades naturales del fuego como energía activa, poco tienen que ver con la ἐνέργεια   griega.


             2. El lógos estoico vs. el qânàh arameo
            Dada su importancia metafísica, pasamos ahora a comparar la actividad del lógos estoico con el qânâh de los arameos. El verbo qânâh[1], analizado por los escrituristas y dependiendo de los contextos, presenta diversas acepciones tales como crear, procrear, poseer -con mando e imperio-), engendrar...
            Cicerón - Cayo Cotta, en el diálogo De natura deorum, se burla del contenido metafísico o religioso que Antíoco Ascolonita, filósofo y maestro de Cicerón,  hace en su exposición; sin embargo, esas denotaciones y connotaciones del verbo en las fuentes orientales, adquieren un enorme valor en los pasajes ciceronianos relativos a Zenón.
            No cabe duda que los conceptos dinámicos expresados por el arameo qânâh son ponen de manifiesto aspectos diversos del ignis artificiosus o artificiose ambulans de Zenón. Las propiedades de la actividad ígnea está íntimamente relacionada con la naturaleza y puede, además, ser manejada por la voluntad de los dioses, totalmente libre. Ambas propiedades, inmanencia y trascendencia, se complementan y sus límites son absolutamente difusos; esta imprecisión de advierte en la leyenda de Prometo, de origen semita o preario, que los griegos -Hesiodo y trágicos- presentan como rival de Zeus, e inferior a los cultos helénicos.
            En la cosmogonía helénica o prehelénica, el que entrega a los hombres el fuego divino es Prometeo, un titán descendiente de Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra), que dominaron el mundo bajo el mandato de Cronos, antes de ser desplazado por los dioses olímpicos liderados por Zeus,  hijo de Cronos y Rea. Se considera a los titanes, seis varones y seis mujeres, como divinidades menores al compararles con los olímpicos y como seres primordiales, violentos y caóticos. El más importante de los titanes fue Cronos, símbolo hiperbólico de la ambición de poder, que destronó y emasculó con una hoz a su padre Urano. Urano, temeroso, devoraba a sus hijos recién nacidos; Su mujer y hermana Rea esconde a Zeus en la isla de Creta, aunque antes envuelve una piedra entre pañales para engañar a su marido. Zeus termina derrocando a su padre e instaura el poderío de los dioses y sus descendientes en el Olimpo, hogar de los principales dioses del panteón griego.
            Prometeo (Προμηθεύς, ‘previsión’, ‘prospección’) equivale a Providencia. Zenón pudo identificar dos mitos, uno hurrita y otro griego, sobre la creación del hombre. En el primero, recién descubierto, fue identificado por los mismos hurritas con el sumerio Enlil y por los ugaritas con El, Anus dios del cielo es castrado por su hijo Kumarbi. Es una variante del ἅρπαγμα o "rapiña" celeste cometida por el hombre. Kumarbi es destronado por su hijo; en el segundo, Cronos castra también a su padre Uranos, y es destronado por su propio hijo. Zeus, que se entroniza así dios del cielo y castiga a Prometeo (=la Providencia), quien regala el fuego divino al hombre creado por su hermano Epimeteo. Zenón concibe el lógos (Prónoia[2]) como hacedor del hombre racional. Sin embargo, los griegos -Hesíodo, Esquilo y Platón- modifican el mito de Prometeo haciendo que Zeus le castigue y le encadene a las rocas del Cáucaso, para allí ser devorado continuamente por un buitre que le roe las entrañas y le atormenta eternamente. Con todo, el mismo Zeus envía a Mercurio para que dé una mayor inteligencia político-social a sus enemigos los hombres, para evitar que mueran desamparados y abandonados por la Providencia (=Prometeo).
            En estas variaciones mitológicas se puede observar que el enfrentamiento religioso entre Zenón y los helenos es evidente. Zenón defiende a la Providencia, como los cananeos y los prehelenos de Grecia. Aristóteles, representante del panhelenismo, la niega. Platón la imagina torturada en Prometeo, y, luego, el Sócrates de Jenofonte adopta una tradición primitiva, prearia, que coincide con la cananea.




[1]. Elorduy, E., ibídem, págs. 30 y ss.
[2]. Los filósofos griegos dedujeron la realidad de una Providencia que está sobre los hombres, del conocimiento de la ordenación racional del mundo, adecuada a un fin y dirigida a él. Se entendió esta ordenación como el hacer de un espíritu divino (pneuma), fuego artífice  que gobierna el universo y lo mantiene, y que vela, además, por la felicidad de los hombres. El término PRÓNOIA significa el alma del mundo; se la puede llamar sabiduría o providencia, cuyo principal cometido es procurar  que el mundo mantenga las mejores condiciones para conservarse, que no le falte de nada, pero especialmente que se encuentren en él una belleza extraordinaria y un ornato total. El concepto  aparece por primera vez en el V a. C. (Cicerón, De natura deorum, II, XXI-XXII).





[1]. Lang, Fr., v. πὖρ en Kittel, vol. VI, págs. 957-963; citado por Elorduy, E., Ibídem, pág. 27, n. 9.
[2]. Ecclo., 48, 1 ss.

[3] . I Reg., 18, 22-24.

[4]I Reg., 18, 35 y ss.

[5] . I Reg. 20, 23.
[6]. El origen del término categoría es jurídico: kategoreîn, en griego clásico, que significa "hablar en contra de alguien o de algo"; y categorías < del gr. Κατηγορίαι. . Aristóteles usa el vocablo con el sentido de predicación de alguna característica con relación a alguien o a algo. Así, una categoría sería el referente de un predicado.