El sueño de la razón produce monstruos

domingo, 13 de noviembre de 2016

EPICUREÍSMO vs ESTOICISMO (I Parte)


EPICUREÍSMO vs ESTOICISMO

0. Introducción

El estoicismo, el epicureísmo y el escepticismo son las tres escuelas que aparecen  y se desarrollan en el Helenismo con la expansión de la cultura griega a partir de Alejandro Magano (s. III a. C.: Macedonia, 356 - Babilonia, 323). Aristóteles había muerto un año antes, 322 a. C., en Calcis o Calcidia, la capital de la isla de Eubea en Grecia, también llamada Negroponte, localizada en la costa oriental del Mar Egeo.

Las escuelas del periodo helenístico se han clasificado (HADOT, P., 1998, págs. 117-118) en dos tipos:

            1º.- Escuelas dogmáticas: su terapéutica consiste en transformar los juicios de valor. Y sus enfoques son de tipo pedagógico. El mismo Hadot afirma que la enseñanza del periodo que tratamos es dialogada y dialéctica (periodo antiguo de la filosofía), mientras que en la época imperial, a partir del s. I d. C. y posteriores, la tarea docente de los filósofos será el comentario de texto.

Zenón y Aristón, por ejemplo, los dos estoicos, aprecian las potencialidades intelectuales del alumno y rechazan una educación enciclopédica, es decir, la pura y simple erudición y la acumulación del saber de los grandes libros de los antiguos. Se puede hablar, pues, de una paideia estoica (<παιδεία, 'educación o formación'); el termino fue usado por Jenófanes (Colofón?, siglos VI-V a. C.), fundador de la escuela eleática[i], para referirse a una plena y rigurosa formación intelectual, espiritual y atlética del hombre. La enseñanza del alumno sobre sí mismo es propia del estoicismo si se le compara con el epicureísmo. El privilegio que el estoicismo otorga al criterio propio del estudiante es, sin duda, legado de Sócrates (BUSTOS, N., 2013: 24 y ss.)

Entre las escuelas dogmáticas, Hadot diferencia el epicureísmo donde lo que incentiva toda actividad humana es la búsqueda del placer, del platonismo, el aristotelismo y el estoicismo. En estos tres últimos discursos filosóficos, aparecen muy evidentes las influencias de la herencia socrática de la mayéutica y la concepción de que la tendencia principal de los seres humanos va dirigida hacia el amor al bien, es decir, la kalokagathia (kalokagathia
está atestiguado desde Heródoto (484 a, C. -426 a. C.), el primer historiador griego, para describir un ideal de conducta personal, especialmente en un contexto militar y se seguirá usando durante el periodo clásico y siguientes con otras connotaciones.
            2º.- Las escuelas escépticas: su objetivo es suspender los juicios de valor. Aunque ya la Academia, con anterioridad a Antíoco de Ascalón, mostró signos inequívocos del escepticismo, fue la escuela de Pirrón la que se consideró  como antecesora del nuevo escepticismo (Elis, 360 a. C. - 270 a. C.) Los miembros de la escuela trataron de hacer comprender  lo relativo de todos los juicios y opiniones y aunque se opusieron al dogmatismo filosófico reconocen los derechos de la vida práctica y elaboraron normas (Τρόποι, 'argumentos') para guiar la conducta de los hombres. El mismo Pirrón , a pesar de su escepticismo, defiende que las costumbres, las tradiciones y las leyes del Estado son vías que había que seguir por el bien de la república. Sexto Empírico (c. 250 d. C.) es la principal fuente para la doctrina escéptica (COPLESTON, F., 2011: págs. 377 y ss.)

1.- LA LÓGICA O CANÓNICA EPICÚREA (Teoría del conocimiento)

La LÓGICA CANÓNICA EPICUREA elabora y conforma los cánones para reconocer la verdad. Para ello basa el conocimiento en la sensación. La Física analiza la constitución de lo real y la Ética tiene por objetivo el estudio de la finalidad del hombre, o sea, los medios que ha de emplear para alcanzar la felicidad..

Platón, en su Teoría de las Ideas, afirma que la sensación confunde al alma y desorienta al ser. En cambio, Epicuro da la vuelta a este planteamiento y sostiene que la sensación y solo ella es capaz de captar el ser de modo infalible. Las sensaciones nunca se equivocan. Y usa los siguientes desarrollos filosóficos como el primer criterio de verdad:

a) La sensación es una afección o impresión que hace algo en otra cosa; es algo positivo y está provocada por los sentidos constituyendo un efecto en el alma.

b) La sensación es objetiva y verdadera porque nace del impacto de flujos de átomos procedentes de los objetos, esto es, de la estructura atómica de la realidad. a esos impactos los llama simulacros, o imagen hecha a semejanza de alguien o algo, sobre nuestros sentidos. Estos simulacros son positivos y mecánicos, de modo tal que la impronta del mundo exterior registrada por los sentidos se corresponden con el original. De este fenómeno deduce Epicuro que siempre las sensaciones son verdaderas y objetivas. Al emanar de todas las cosas conjuntos de átomos, que configuran imágenes o simulacros, y que penetran en nosotros a través de los sentidos, son las sensaciones y solo las sensaciones las que ocasionan las ideas que poseemos del mundo físico.

c) La sensación es algo arracional. En su lógica canónica, la sensación es la base del conocimiento. Nace y se genera como huella de los simulacros -flujos de átomos- de las cosas sobre los sentidos. La sensación es mecánica y arracional -ni racional ni irracional- y, en consecuencia, objetiva y siempre verdadera. Los sentimientos de dolor y placer son la resonancia interior de las sensaciones. Sobre este planteamiento, se fundamenta la moral epicúrea.

El segundo criterio de verdad que nos propone Epicuro consiste en afirmar que las prolepsis, anticipaciones o prenociones constituyen las representaciones mentales de las cosas. Las sensaciones, al representarse muchas veces y mantenerse en el alma, producen imágenes desvaídas y poco nítidas que pueden desplazarse a múltiples objetos del mismo género y anticipan, en consecuencia, las características de las cosas antes de que estas se presenten ante nuestros sentidos. De ahí los términos prolepsis o anticipaciones, que también pueden representar las cosas en ausencia, lo que acerca esta hipótesis al equivalente sensitivo del concepto. Estas prolepsis o anticipaciones funcionan como conceptos pero su validez depende del vínculo y relación que se establezca con la sensación. Los nombres son "expresión natural" de estas anticipaciones y también constituyen una manifestación natural de la acción o impresión originaria de las cosas en nuestra alma, o sea, su impacto y penetración en la sensibilidad del hombre.

Su tercer criterio de verdad, Epicuro lo sitúa en los sentimientos de dolor y placer. Ambos se originan por la proyección interna de las sensaciones, en el efecto que estas producen en nosotros. Y constituyen la base de su Ética, dado que construyen y articulan los criterios que sirven para distinguir el bien del mal.

Por otro lado, las afecciones o impresiones poseen, en Epicuro, una relevancia adicional; como las demás sensaciones, sirven como criterio para distinguir lo verdadero de lo falso, el ser del no ser. Además esas sensaciones de dolor y placer constituyen de por sí el criterio axiológico -teoría de los valores- que servirán  para discernir el bien del mal y marcan la vía esencial de la elección o no elección, de elegir o no elegir una determinada conducta. De todo ello, emanarán los códigos o conjuntos de reglas que han de orientar nuestras  actuaciones y comportamientos.

En conclusión, en Epicuro, sensaciones, prolepsis o anticipaciones y sentimientos de placer y de dolor tienen en común un valor de verdad que se fundamenta en la evidencia inmediata, esto es, en la certeza clara y manifiesta de lo que no se puede dudar, la prueba determinante de un proceso. Si aceptamos esa evidencia como verdadera, pues se origina de la acción directa que ejercen las cosas en nosotros, no podemos equivocarnos ni errar.

Sin embargo cuando falta la garantía de la evidencia, surgen las opiniones y no todas las opiniones son verdaderas. Con las opiniones es necesario emplear un criterio de valoración: solo si las opiniones son confirmadas por la sensación son verdaderas, y falsas, cuando las desmienten su falta de evidencia.

Los límites de la Lógica canónica de los epicúreos está en afirmar que todas las sensaciones son verdaderas, de lo que se deduce un OBJETIVISMO ABSOLUTO así como un SUBJTIVISMO ABSOLUTO, por lo que Epicuro cae en el RELATIVISMO de los Sofistas: de ese relativismo, Protágoras de Abdera defendiera que "el hombres es la medida de todas las cosas".

La sensación no es el referente objetivo y directo de la realidad en sí, sino solo los simulacros o imágenes que producen los flujos de átomos en la sensibilidad. Y esos flujos pueden ser distintos según las condiciones externas o del mismo sujeto. Es por esto que cada ser humano puede tener sensaciones distintas aunque se encuentren ante la presencia del mismo objeto y a este fenómeno se le llama relativismo (REALE, G. y ANSERI, D., Barcelona, 2010: págs. 261 y ss.)

Con respecto a la FÍSICA de Epicuro, eligió su teoría con un fin práctico: el de liberar al hombre del temor a los dioses y al otro mundo, con la finalidad de buscar la paz del alma. Epicuro no niega la existencia de los dioses, pero asegura que estos no interfieren en los asuntos humanos y que los hombres no tienen que realizar ni propiciaciones, ni sacrificios, ni súplicas, ni otras "supersticiones"... para ganarse su favor o aplacar la justicia divina. Al mismo tiempo niega la inmortalidad del alma con el objeto de liberar al hombre del temor a la muerte, alegando que no hay razones para tener miedo a morir porque la muerte es un puro extinguirse, es ausencia de sentimientos y de conciencia, sin juicios ni castigos en el más allá. La muerte no puede perturbarnos en nada porque lo que perece carece de sensaciones y lo insensible no es nada para los hombres. Y de la nada no procede nada: nada se resuelve de la nada, afirmaba Epicuro, siguiendo el argumento de los antiguos cosmólogos, quienes especularon sobre el origen del universo y su evolución como un todo. Los cuerpos que conocemos por la percepción y la experiencia se componen de átomos -entidades materiales- y su muerte solo es un disolverse o deshacerse en las entidades que los constituyen. Los elementos últimos que componen el universo son, pues, los átomos y el vacío.

El universo todo es un cuerpo porque así lo atestiguan nuestros sentidos: todos los cuerpos tienen una existencia real tal y como lo evidencian los sentidos, de la cual parten también todos nuestros argumentos para afirmar la existencia de todo aquello que no percibimos directamente como el vacío y el espacio o la naturaleza intangible. Porque si estas tres realidades no tuvieran existencia real no habría nada donde pudieran estar contenidos los cuerpos, ni donde se pudiesen mover mientras vemos que se mueven realmente.

Los átomos tienen diversos tamaños, formas y pesos y son indivisibles e infinito en número. El poeta Lucrecio, en su obra De Rerum Natura (Sobre la Naturaleza), compara sus movimientos con las motas de polvo que se ven en un rayo de sol. Al final terminan colisionando. Para explicar el origen del mundo, Epicuro tiene que admitir una colisión, un choque de los átomos entre sí, concepción que se relaciona con la idea de un "deus ex machina"[ii].

Con este planteamiento, parece querer dar también una explicación de la libertad humana, afirmada por la Escuela del Jardín. Loa átomos no caen siempre en vertical y supone que se produce un movimiento espontáneo en sentido oblicuo, desviándose de la línea recta en su perpetuo descender. Y así sucede la primera colisión entre ellos, y de ese choque de átomos y de las aglomeraciones que surgen entre ellos se originaron los movimientos rotatorios que causan la formación de innumerables mundos, separados entre sí por espacios vacíos.

El alma humana está compuesta también de átomos, lisos y redondos, pero a diferencia de las de los animales, el alma de los hombres posee una parte racional, que reside en el pecho, como lo prueban las pasiones del temor y del gozo. La parte irracional, el principio vital, se expande por todo el cuerpo. Al morir, los átomos del alma se separan y se eliminan las percepciones y sensaciones: la muerte es la privación de la percepción.

El mundo, pues, es el resultado de unas causas mecánicas. No son necesarios los argumento que defienden cualquier tipo de teleología, es decir, la doctrina de las causas finales. Así los epicúreos rechazan la antropocéntrica teleología de los estoicos y su teodicea panteísta e inmanente, pues la naturaleza estoica aunque se asemeja al primer motor de Aristóteles, causa última de todas las cosas, también la conciben, como una sustancia material (fuego artífice de Heráclito[iii]) que traspasa todas las cosas y no como un dios fuera del mundo, trascendente, tal y como lo planteó Aristóteles. (COPLESTON, F., Barcelona, 2011, págs. 344 y ss.)

 

Escribe Seneca (ESTOICO), en su Naturalium quaestionem, II, 45:

"¿Quieres llamarle Destino (fatum) No te equivocas; de él dependen todos los acontecimientos; en él están las causas de las causas. ¿Quieres llamarle Providencia (providemtiam)? Bien le llamas: su providencia vela por las necesidades del mundo, para que nada altere su marcha, y realice su ordenado fin. ¿Prefieres llamarle Naturaleza? No errarás: de él ha nacido todo; de su aliento divino. ¿Quieres llamarle Mundo? No te engañas: él es todo lo que ves, está todo entero en cada una de sus partes y se sostiene por su propio ser. De la misma manera que nosotros pensaron los etruscos, y si dicen que el rayo procede de Júpiter, es porque nada se hace sin él[iv]".

 

 

El mal que padece a vida humana es incompatible, en El Jardín de Epicuro, su escuela, con las concepciones de un universo regido por los dioses. La divinidades habitan en los inter-mundos (< latín intermundia), que surge de la tesis física de la pluralidad de los mundos, que constituyen el Cosmos. Los dioses, concebidos con formas antropomórficas, son bellos y felices y no se ocupan ni se preocupan por los seres humanos ni de sus asuntos. También están constituidos de átomos y Epicuro los necesita para justificar su ideal ético de asegurar a los hombres tranquilidad de ánimo, calma, serenidad e imperturbabilidad. La  creencia universal en ellos es, para los epicúreos, la mejor hipótesis de su existencia objetiva. De las divinidades solo nos llegan sus imágenes a través de los sueños. La verdadera piedad es el pensamiento justo y el sabio no debe temer la muerte, porque esta es pura extinción, ni tampoco ha de temer a los dioses porque ellos no se ocupan de nosotros.

Durante el helenismo, el pensamiento espiritualista que brota de los grandes sistemas de Platón y Aristóteles se resiente con los epicúreos y escépticos. En cambio, en el estoicismo, a pesar de su materialismo corporealista, se pueden encontrar mayores afinidades con las ideas del platonismo y su espiritualidad. Y todo ello por muy diversos motivos que seguidamente veremos al analizar la LÓGICA estoica.

                                                                                                                      A.T.T.

            MADRID 13 de noviembres de 2016

 




[i]. Jenófanes de Colofón pudo ser discípulo de Anaximandro y provocó una auténtica controversia sobre el politeísmo y la idea antropomórfica de los dioses griegos. Ironizó y se burló de Homero y Hesiodo al proyectar en los dioses las peores cualidades de los humanos. Propuso sustituir esta tradición por la concepción de la existencia de un solo dios, indivisible y de naturaleza distinta a los hombre: su dios es todo ojo, oído, conocimiento,  razón (λóγος), ingénito e inmortal. Con relación a su concepción del cosmos, sus ideas fueron sistematizadas por Parménides. Afirmó que el elemento "tierra" es el principio, pero no de todo el Cosmos, tan solo de nuestro planeta (REALE, G. y ANTISERI, D.: 2012: 32-33)
 
[ii]. Traduce la expresión griega απò μηχανῆς θεóς (apò mēchanḗs theós) del teatro griego y romano cuando una grúa (machina) o cualquier otro medio mecánico introducía desde fuera del escenario a un actor interpretando a una deidad (deus) para resolver una situación o dar un giro a la trama. Se refiere a un mecanismo de poleas que en los teatros griegos permitía que un personaje apareciese en el escenario como si descendiese desde las alturas. Cuando el desenlace de una obra no resultaba fácil y la situación estaba muy embrollada, se utilizaba la máquina para hacer descender a Zeus, quien era capaz de arreglarlo todo en un momento. Gracias a la intervención del padre de los dioses, el mundo volvía en un instante a estar ordenado, lo que era un alivio para el autor de la obra, que, de este modo, salía fácilmente de cualquier callejón sin salida narrativo. (http://wordpress.danieltubau.com/que-es-el-deus-ex-machina/ Página consultada el 9/XI/2016, hora 20:03)
 
[iii]. Cicerón (106 a. C.- 43 a. C.) escribe De natura deorum (=Sobre la naturaleza de los dioses). Se trata de un diálogo entre tres personajes, llamados príncipes (=los primeros): los tres protagonistas representan a tres escuelas filosóficas: Veleyo, de la epicúrea; Balbo, de la estoica, y Cayo Aurelio Cotta (124 a. C. - 73 a. C.), de la Academia.
En esta obra Cicerón-Cotta se burla del fuego divino artífice de las cosas. Heráclito, siguiendo la tradición de los filósofos jonios, ve en el fuego, el arché - fuente, origen, principio- del universo: no solo las cosas individuales salen del fuego y vuelven a él, sino que es el mundo entero el que acaba en el fuego, en algo similar a una conflagración universal, para después volver a renacer. Se encierra aquí la antigua idea griega del Eterno Retorno, que luego vuele a reaparecer en Platón y los estoicos; y también la idea de un juicio universal: al sobrevenir el gran fuego, juzgará y condenará todas las cosas, señala Heráclito en uno de sus fragmentos. Y en esto se ha visto las influencias de la astronomía caldeo-babilónica y de las religiones de los misterios.
 
[iv]. Traducción de Rodrigo S. Braicovich, en "Monismo e inmanencia en la cosmología estoica", Anuario Filosófico, XXXIX, 2006, págs. 675-676.
 

domingo, 25 de septiembre de 2016

El sentido religioso de la Filosofía


Incertidumbres

            Si el creyente únicamente puede ejercitar su fe en Dios en el abismo de la incertidumbre, de lo problemático, de la oscuridad, de las sequedades e incluso de la nada, es exactamente ese océano de la inseguridad el único espacio que se le ha adjudicado  para vivir la fe, su íntima fe.

            Esta circunstancia no permite pensar que el no-creyente (ateo y/o agnóstico) es el que carece de problemas, en relación al pensamiento que nos ocupa, al carecer simplemente de fe o aparcarla por incomprensible y/o irracional. El no-creyente no vive sin problemas, sino que está constantemente amenazado por la caída en otras incertidumbres engendradas de su misma convicción sobre su certeza de las profundidades de la nada.

            Partiendo de estas situaciones contrapuestas, no nos queda otro opción que aceptar que los destinos de los seres humanos, de los hombres, se cruzan, se entretejen unos con otros, entrelazándose inevitablemente como los hilos de un tapiz. Tampoco el no-creyente vive una existencia plena en sí misma, pues al asumir interiorizando el positivismo puro, los aspectos materiales de la realidad y rechazar a priori lo universal y absoluto; este, en apariencia y solo en apariencia, vence la tentación de lo sobrenatural, pero siempre le inquietará con vehemencia la desazón de la inseguridad y de la duda sobre si el positivismo y el racionalismo, como weltanschauung, es la última palabra y verdadera respuesta al misterio del mundo y de la vida.

            Así como el creyente se esfuerza por no dejarse ahogar por la duda, por la terrible duda que el abismo continuamente le pone en su pensamiento, parece que, del mismo modo, el no creyente duda de su propia incredulidad, de ese mundo que ha aceptado y decidido explicar como un todo, aunque jamás estará, pues, seguro, al igual que el creyente de su fe, de su propia incredulidad y se preguntará si, a pesar de todo, la certidumbre de la fe que vive el creyente no será lo real y la única forma de que es capaz el hombre para expresar lo real.

            Del mismo modo que el creyente se siente constantemente amenazado por la incredulidad, su más temida y obstinada inclinación, así también la misma fe del creyente será el mayor obstáculo para el sentir del no-creyente y una amenaza para la explicación de su convicción y un peligroso obstáculo para el convencimiento ético que ha adquirido, al eludir, evitar o esquivar su encuentro con la fe del creyente. Se ha escrito magistralmente que quien quiera escapar de la incertidumbre de la fe caerá, inexorablemente, en la incertidumbre de la incredulidad.

                                                                       A.T.T.

Madrid, 23 de septiembre de 2016

martes, 21 de junio de 2016

CONCIENCIA E IDENTIDAD (I)


            CONCIENCIA E IDENTIDAD (I)

            Según del Diccionario de la Real Academia[1], en su primera acepción de conciencia[2] dice: "la propiedad del espíritu humano de reconocerse en todos sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que experimenta".

            En cambio, el mismo Diccionario de la Real Academia, en su 23ª. edición, 2014, nos ofrece como definición de conciencia, también en su acepción primera: "conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios", significado que está implícitamente contenido en el primero y que aparece como una consecuencia necesaria del mismo.

 

            Ambos aspectos están contenidos en el concepto que da Santo Tomás de la sindéresis: Synderesis dicitur pars intellectus nostri, in quantum est habitus continens praecepta legis naturalis quae sunt prima principia operum humanorum (Summa Theologica, I/II, Quaestio 94, artículo 1, ad 2.)[3]

 

            Conciencia, pues y siguiendo a Santo Tomás, es primero consciencia. Como apunta Calvo Espiga, A., la conciencia es la capacidad o facultad para percibir la propia identidad personal como radical libertad, en lo que cada uno es similar y distinto de "lo otro" y de "los otros" (vivencia de lo común y de lo singular), de sus posibilidades y de sus límites, sintiéndose sujeto único al que han de referirse todos los cambios, transformaciones y acciones, dando así unidad a la propia historia (de lo que hace, de lo que le hacen y de lo que le acontece)[4]

 

            La conciencia  es  fuente de criterios para la valoración moral de las conductas del sujeto, tanto hacia sí mismo como con respecto a "lo otro" y a "los otros". Así el sujeto viene predeterminado por la percepción  no solo de su propia identidad  sino también de su propia historia: de lo que se es, de lo que se puede ser y de lo que  se debe ser.

            Llamazares continúa diciendo que es esa percepción la que le dicta al sujeto lo que debe hacer o no hacer , lo que es correcto o incorrecto, hasta alcanzar el máximo ideal de persona, al que aspira todo ser humano en la sociedad histórica que le ha tocado vivir, con el desarrollo libre de sus potencialidades, al tiempo que se hace consciente de sus límites. La dignidad personal radica, entonces,  en la coherencia entre convicciones de conciencia y conductas externas, entendida la dignidad como merecimiento de respeto tanto a sí mismo como a los otros.

 

            La dignidad de la persona humana se asienta sobre la conciencia y la libertad. Y este es el punto de partida hacia el ideal utópico: la máxima realización del libre desarrollo de la personalidad singular. Las normas morales son los principios ideales de las conductas; en el ideal de persona de cada sociedad, de cada momento histórico, es la fuente de la moral y de esa fuente se alimentan  las dos máximas kantianas: no utilizar nunca a la persona como un fin, porque la persona humana es un fin en sí misma, y obrar de tal modo  que puedas siempre querer  que la máxima de tu acción sea una ley universal.

           

            La percepción  que tiene el sujeto de sí mismo como yo referencial de cuando hace, de cuanto le hacen y de cuanto le sucede se fundamenta en tres evidencias:

            1ª. Se siente distinto de lo demás (mundo animal, vegetal o mineral), dado que su respuesta  no es un simple estímulo-respuesta, si no que analiza como posibles varias alternativas y se hace sabedor, además, que cada nueva elección es irreversible y pone límites a sus futuras elecciones;

            2ª. Descubre la corporeidad como una de las partes de su mismidad siendo el cuerpo el instrumento de expresión y realización de sus vivencias (convicciones) internas;

            3ª. Se siente a gusto consigo mismo en la medida en que dice lo que cree y actúa según a sus creencias y con lo que dice, haciendo de la coherencia su norma de conducta (ética autónoma).

           

            A priori, esa percepción es un fenómeno interno que no se rige por el Derecho. Sin embargo deja de ser no controlable cuando se exterioriza. La misma expresión de esa percepción es jurídicamente relevante, de tal modo que la coherencia e incoherencia entre convicción interna y conducta externa es jurídicamente controlable.

 

            Por otro lado, la norma de conciencia puede convertirse en norma jurídica reguladora de la convivencia en el instante mismo en que cada sujeto reconoce capacidad autonormativa en las otras personas, de acuerdo con el imperativo categórico de la ética kantiana, no dependiente de ninguna religión ni ideología.

           

            A.T.T.



[1]. Rae, 21º. ed., Espasa Calpe, Madrid, 1994
[2]. conciencia < lat. conscientĭa, y este calco del gr. συνείδησις syneídēsis.
[3] . Citado por Llamazares Fernández, D., Derecho de la Libertad de conciencia I, pág. 16,  n. 4, Pamplona, Thomson Reuters, 2011.
[4] . "Conciencia y Estado de Derecho", en Laicidad y Libertades. Escritos Jurídicos, núm. 1, 2002; cit. por Llamazares Fernández, D., ibídem, pág. 15, n. 2.

viernes, 17 de junio de 2016

Obra para la reflexión de las matanzas étnicas, religiosas,... y todas las fobias que se pueden generar en los grupos humanos (II)


"¿Qué es lo que, en la cultura del país de acogida, constituye el bagaje mínimo que toda persona se supone que ha de asumir, y qué es lo que legítimamente se puede discutir o rechazar? Lo mismo vale decir de la cultura de origen de los inmigrados: ¿qué componentes de ella merecen ser transmitidos al país de adopción como una dote de gran valor, y qué otros- qué hábitos, qué prácticas- deberían dejarse en el vestuario?"

                            (Maalouf, A., Identidades asesinas, págs. 50 y ss.)

         "Cuanta gente, presa de vértigo, renuncia a  comprender lo que está pasando... han decidido que el mundo que les rodea es impenetrable, hostil, depredador, demencial, demoníaco. Cuánta gente siente la tentación de encastillarse en su papel de víctimas -víctimas de EEUU. víctimas de Occidente, víctimas del capitalismo o del liberalismo, víctimas de las nuevas tecnologías, del cambio... No puede negarse que esas personas se sientan efectivamente expoliadas y que sufren por ello, en una reacción de lo que me parece un error. Encerrarse en una mentalidad de agredido es para la víctima aún más devastador que la propia agresión. Y por otra parte esto es tan aplicable a las sociedades como a los individuos. Se hacen un ovillo, levantan barricadas, se defienden de todo, se cierran, dan vueltas a la situación, dejan de buscar, de explorar, de avanzar, le tienen miedo al futuro, y al presente, y a los demás."

                            (Maalouf. Amin, Identidades asesinas, pág. 133)

jueves, 16 de junio de 2016

Obra para la reflexión de las matanzas étnicas, religiosas,... y todas las fobias que se pueden generar en los grupos humanos (I)


De IV Domesticar a la pantera

UNO

         " [...] Que nadie se sintiera excluido.

         En el plano mundial, al igual que en el seno de cada sociedad, nadie debería sentirse ridiculizado, minusvalorado, objeto de burla, 'demonizado', hasta el extremo de verse obligado, para poder vivir en su entorno social, a disimular con vergüenza su religión, su color, su lengua, su apellido o cualquier otro componente de su identidad. Todos los seres humanos deberían poder asumir, con la cabeza alta, sin miedo y sin resentimiento, todas y cada una de su pertenencias."

(Maalouf, Amin, Identidades asesinas,  pág. 132)

domingo, 13 de marzo de 2016

La Europa insolidaria

Construir muros no es cristiano


Victor CodinaEsta afirmación de Francisco en su vuelo de regreso de Ciudad Juárez a Roma, que evidentemente tiene como trasfondo las afirmaciones del candidato republicano Trump, no es una simple respuesta coyuntural, sino que enuncia un principio cristiano y de validez universal.
En diversas ocasiones Francisco ha contrapuesto los puentes a los muros, el diálogo a la confrontación, lo cual se aplica tanto a cuestiones familiares y de género como a la economía, política, cultura y religiones. Pero hoy la alusión a los muros reviste una especial y urgente gravedad ante la tragedia de los refugiados y migrantes que dejan sus países huyendo en busca de mejores condiciones de vida en Europa o Estados Unidos y que se encuentran frente a verdaderos muros que les cierran el paso.
Construir puentes y no muros significa generar no hostilidad sino hospitalidad, no exclusión sino inclusión, no rechazo sino acogida, no xenofobia sino aceptación de las diferencias y vale tanto para Lampedusa como para Ciudad Juárez…
La motivación ética para esta actitud de hospitalidad es la igual dignidad de toda persona humana y la necesidad de compartir entre todos los bienes de la tierra. La fe cristiana nos ofrece una profunda explicación ya que Dios nos ha hecho a todos los seres humanos a su imagen y semejanza, y gracias a Jesús, único mediador y puente entre Dios y la humanidad, sabemos y creemos que Dios es nuestro Padre-Madre, que todos somos hijos-as suyos y que por tanto todos somos hermanos-as y todos hemos de compartir los bienes de la creación, sin que nadie los pueda acaparar de forma exclusiva.
Pasar del muro al puente implica un profundo cambio de actitud, una profunda conversión, que tiene grandes consecuencias positivas en todas las dimensiones de la vida, y nos lleva a superar todo machismo y racismo, toda prepotencia económica y política, cultural y religiosa.
Los cristianos creemos que en esta urgente tarea de conversión no estamos solos, sino que el Espíritu del Señor, presente en la creación y en la historia, nos ayuda a construir una comunidad humana más justa y equitativa. El Espíritu clama a través de las víctimas de la exclusión y de los muros y nos interpela para que construyamos no muros sino puentes de justicia y de paz.

miércoles, 9 de marzo de 2016

¡¡¡SOLIDARIDAD, ACOGIDA Y ASILO A LOS REFUGIADOS!!!


                  Resultado de imagen de fotos sobre campos de refugiados

                        
                           La hora de Europa deja mucho que desear ante la crisis de los refugiado...

                           La Agencia de la ONU para los Refugiados - ACNUR - Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ¿está cumpliendo con sus objetivos?

                           Los medios de comunicación ¿qué están haciendo?
                         
                           ¿Y los líderes religiosos...?
                
                           Solidaridad con esos millones de desplazados de sus países por temor a las guerras.

                          Lee este mensaje y que circule por las redes... Las opiniones públicas son capaces de zarandear a los gobiernos para que cambien de actitud... entre todos

                         Yes, we can

martes, 16 de febrero de 2016

jueves, 11 de febrero de 2016

sábado, 30 de enero de 2016

LA TRADICIÓN MÍSTICA GRIEGA (VIII)


             La difícil frontera entre el dionisismo y el orfismo

            Desde los primeros testimonios, según Jiménez San Cristóbal, Ana Isabel[i], Dioniso guarda una estrecha relación con el mundo de los muertos; simboliza la muerte y el renacimiento. Por ello, numerosas tumbas griegas, itálicas o ibéricas llevan símbolos de las festividades dionisíacas, con vasos de bebida y con falos. Pero a pesar del carácter ctónico de Dioniso, la creencia en el Más Allá no aparece claramente en los misterios báquicos de época clásica, dado que los textos que se alegan en su apoyo guardan estrecha relación con el orfismo donde la dualidad cuerpo/alma supone la creencia en una vida después de la muerte en que el alma adquiere todo el protagonismo. Las almas de los iniciados órficos que superen el tránsito al Hades habitarán junto a los dioses, mientras que las de los no iniciados y las que fracasen en la travesía del Tártaro sufrirán castigo y volverán a reencarnarse. En discordancia con los órficos, ningún castigo ni pena acecha a los seguidores dionisíacos, según rezan los documentos de la época clásica. Esta es otra diferencia esencial entre los misterios de Diosiso y los ritos de Orfeo.

            En definitiva, podemos inferir que de los testimonios que relacionan los ritos de Orfeo con los misterios de Dioniso ponen de manifiesto que a Orfeo se le atribuyen la redacción de narraciones sagradas y la transmisión de rituales en que Dioniso juega un papel relevante. El dionisismo se ciñó estrictamente al ámbito del culto, mientras que el orfismo aparece reflejado en la literatura y la filosofía, además de en el culto propiamente dicho. La literatura órfica más antigua es de temática predominantemente religiosa y hunde sus raíces en cultos mistéricos dionisíacos al margen de la religión oficial. Diversos testimonios epigráficos dan fe de la existencia del culto cívico de Dioniso en época micénica, anterior, pues, a su culto mistérico. Sin embargo el orfismo se mantuvo durante siglos alejado de la religión oficial, pero sin enfrentarse a ella. En época imperial es cuando se produce el proceso de integración al fundirse los cultos órficos y dionisíacos.

            En el culto dionisiaco el iniciado participa en ritos que le aceran al dios, pero no penetra en un saber que lo transforma. En cambio, es intrínseco a las τελεταί órficas la adquisición de un saber escatológico que le haga comprender el conocimiento de la naturaleza del alma, su situación en el mundo y cómo librarse de su condición de mortal, mensaje que está fijado en relatos que sancionan los ritos donde se encuentran las claves para acceder al citado conocimiento. El orfismo puede definirse como una religión del libro cuyos textos juegan un función de suma importancia. Bianchi, afirma Jiménez San Cristóbal, Ana Isabel[ii], que el orfismo es una superación misteriosófica y gnóstica de los misterios, en el que el recurso constante al texto es una de sus principales características.

            A partir del siglo III a. C. y hasta el V d. C. abundan las referencias a ritos denominados τελεταί y ὂργια y en latín, sacra, relacionados con creencias órficas o bien instituidos por Orfeo para celebrar a Dioniso; en muchos de ellos, el desmembramiento del dios constituye un elemento esencial. Por ello no es de estañar que muchas veces los rituales órficos se denominen dionisíacos ni que a veces se confundiesen. Además, los propios mitos de Dioniso y Orfeo tienden a asemejarse en asuntos como la relevancia de la región de Tracia, los descensos al Hades y la muerte por desmembramiento.

            El orfismo se configura desde sus orígenes como un culto mistérico, cercano a cultos mistéricos dionisíacos, y al margen de la religión oficial, pero sin enfrentarse a ella; también se puede explicar como una variante del dionisismo que mitiga su parte agresiva y cruenta y, a diferencia del culto dionisíaco, el orfismo no se desdobló en fiestas cívicas y tíasos[1] privados. Solo en la época imperial, y en el ámbito de la polis, lo órfico y lo dionisíaco terminaron por fundirse.

            Frente al concepto de religión mistérica que representan, afirma  Jiménez San Cristóbal, Ana Isabel[iii], las corrientes eleusina y dionsíaca, el orfismo puede definirse como una religión misteriosófica, porque el iniciado accede a un saber escatológico que lo transforma, y ese conocimiento está fijado en libros rituales donde se encuentran las claves para su interpretación. En cambio, la religión dionisíaca no dispone de una literatura propia y los ejemplos aducidos al respecto están relacionado de algún modo a Orfeo y el orfismo.




[1]. Tíaso o comitivas extáticas de Dioniso, a veces descrita como un grupo de juerguistas borrachos.




[i]. Jiménez San Cristóbal, Ana Isabel, op. cit., 2008, pág. 720.
 
[ii]. Jiménez San Cristóbal, Ana Isabel, op. cit., 2008, pág. 713
 
[iii]. Jiménez San Cristóbal, Ana Isabel, op. cit., 2008, pág. 725

jueves, 28 de enero de 2016

LA TRADICIÓN MÍSTICA GRIEGA (VII)


         La inmolación de Dioniso Zagreo

         La muerte del primer Dioniso es el cenit del mito y en ese punto se encierra la máxima enseñanza religiosa para los iniciados en los misterios órficos. El sacrílego crimen de los Titanes marca la consagración de Dioniso Zagreo como el arquetipo de un dios sacrificado y consumido, quizás para la salvación de la humanidad, como señala el Pseudo Nono, un comentarista neoplatónico.

            También se ha de destacar que en el sacrificio del primer Dioniso el engaño de los Titanes juega un papel crucial para embaucar al niño dios y entretenerlo para asestarle el golpe mortal. Los Titanes van enmascarados para cometer el crimen. Llevan las caras pintadas de blanco con yeso, aspecto este que aparece en la literatura griega, siendo indicio indiscutible de que esta práctica se llevaba a cabo con fines belicosos. Según West[i], el yeso convertía a los guerreros en fantasmas y esto tal vez fuera realizado como un ritual entre los iniciados. Además, en la tradición órfica hay una serie de utensilios con el fin de engañar al niño dios: tabas, pelotas, trompos, manzanas, peonzas, espejos, copos... En los misterios, cada uno de esos utensilios denotaban un significado preciso, pero eran parte del tabú que no podía ser desvelado. En el relato de Nono solo figura el espejo con el que los Titanes distraer al niño hasta llevarle al sacrificio mortal.

            Fernández de la Fuente, op. cit., 2002, pág. 40, intuye que quizás la intención de Nono, al relatar, en su extenso poema épico, la vida de Dioniso y su horrendo crimen por los Titanes, fuera señalar el inicio de una catástrofe universal y un cambio de época, desde una edad ancestral y mítica a la época del segundo Dioniso o Baco, hijo de Zeus y Sémele: la renovación de la vida a través del fin de una vida; en definitiva, una transformación positiva para los hombres y la humanidad.

            El descuartizamiento del niño dios, según la tradición órfica, termina por ser cocinado; luego cuecen y asan los miembros de Dioniso, para después ser consumidos por los Titanes en una bárbara eucaristía. Pero el relato noniano no recoge todas estas aberraciones, acaso porque podían ser consideradas blasfemas; solo se narra el descuartizamiento, usando como instrumento "ese cuchillo infernal". Sin embargo, según el corpus órfico, es el humo del impío festín el que llega a Zeus, que no duda, enfurecido, de castigar a los Titanes reduciéndolos a ceniza. Quizás la razón de esta omisión esté marcada por el paganismo que impregnaba las Dionisíacas, como por el Cristianismo que recorría la Paráfrasis a Juan en un periodo ciertamente agitado.

            Existen otras versiones. Para Proclo, los Titanes dividieron a Dioniso en siete pedazos y los pusieron a asar en un trípode, dejando solo su corazón consciente[ii], que será recogido por Atenea. Aquí tenemos que subrayar el hecho de que los Titanes cocinen el cuerpo de Dioniso antes de comérselo. Luego Atenea o Apolo entregarán el corazón del niño dios a Zeus, y el dios padre engendra al segundo Dioniso, con dos versiones distintas; la primera asegura que Zeus se tragó el corazón de Zagreo y dio a luz al nuevo Dioniso de su muslo, y, la segunda, Zeus preparó una pócima y se la hizo beber a Sémele, que quedó preñada del segundo Dioniso. Y el final de la narración enlaza con el doble nacimiento mítico de Dioniso.

            Según Olimpiodoro,, citado por Hernández de la Fuente (2002: 41) Zeus se encolerizó con los Titanes y los destruyó con su rayo; de la materia llameante, de las cenizas que resultaron de ellos, nació la raza humana, portadora de una doble naturaleza, una divina, la que procede de Dioniso, el niño dios que devoraron los Titanes, y, la otra terrígena, la que procede de los Titanes. No cabe duda que Olimpiodoro recoge doctrinas órficas al considerar que el género humano procede del monstruoso crimen de los Titanes, de sus cenizas. Somos, pues, de naturaleza malvada, aunque participamos de una parte divina, la carne de Dioniso que ingirieron los Titanes en su festín.

            En Nono, el crimen de los Titanes no es el fin para Dioniso. Su muerte es el comienzo del ciclo de la vida verdadera: el final de su vida fue el inicio regenerador de Dioniso. En esta proyección se puede ver un reflejo del concepto cristiano de resurrección, porque los humanos también van a participar de esa verdadera vida gracias al vino, como señala Nono en aquellos episodios en los que el dios dispensa su bebida o sus lágrimas para consolar de sus penas a los mortales como, por ejemplo, cuando se apiada de Ágave y su familia entristecidos por la muerte de Penteo, o cuando consuela a la ménade Mete por la muerte de su marido, etc. Siempre es la muerte el motivo de aflicción que Dioniso Lieo, 'el liberador', aplaca con su bebida redentora "que alivia las penas" (Lysiponos).

            Dioniso aparece en Nono como el personaje necesario par unir al hombre con la divinidad a través de la redención, concepto esencial que la religión tradicional no había alcanzado en la Grecia Clásica. En tiempos de Nono, proliferan los cultos que prometían la salvación en el Más Allá, concepción esta que triunfará con el cristianismo. De ahí que ese Dioniso 'redentor' tenga una significación extraordinaria en ese contexto socio-cultural, mítico y religioso.

            Las transformaciones de Dioniso Zagreo en Nono

            Una innovación específica de Nono, según Hernández de la Fuente (2002: pág. 43 y ss), parecer ser esa larga digresión que relata las metamorfosis del niño dios, aunque no debemos olvidar que sus Dionisíacas son, sobre todo, un compendio de mitología. Su relato se inicia un vez que Dioniso Zagreo ha sido ya inmolado y descuartizado por los Titanes, durante las etapas que atraviesa las cuatro edades del hombre: a) edad adulta: se configura mutándose con la gallardía de Zeus, su padre, "el joven Crónida"; b) luego se transmuta en anciano, tomando la forma de Cronos, que derrama la lluvia; c) más tarde, como recién nacido, un bebé polimorfo, como no podía ser de otra forma en un dios, y d) finalmente, aparece como adolescente; ésta será la imagen que más se repetirá en las diversas iconografías plásticas y simbólicas de Dioniso.

            Las explicaciones de las cuatro edades de la humanidad es evidente si pensamos en las imágenes e iconografía desde la época arcaica hasta las figuras más tardías. Unas veces Dioniso aparece barbado y anciano; otras como un vástago renovado, aunque el icono más persistente del dios clásico-helenístico es el de un afeminado adolescente. Total, que Dioniso es un personaje mitológico que reúne en sí todas las edades del hombre. Prosigue Nono, a renglón seguido, con las mutaciones de Dioniso en distintos animales: primero, león; luego caballo y serpiente cornuda; más tarde tigre, otro de los animales que aparecen en la cohorte báquica, y, por último, toro, con el que alude a su muerte y despedazamiento a manos de los Titanes, Y los Titanes trocearon con su cuchillo el cuerpo de Dioniso, de forma taurina[iii].

            Al traer a la memoria los animales en que se transmuta Dioniso, Nono evoca el archianimal órfico: Fanes (en gr. ant. Φανης Phanês, 'el resplandeciente'), la novena metamorfosis y ahí se detiene. El número nueve connota un valor simbólico en el neoplatonismo de Porfirio, discípulo de Plotino, quien recopilara y editara Las Enéadas (en gr. Ἐννεάδες; en latín, Enneades), obra escrita por su maestro. La descripción de Fanes o Primogénito (en gr. Πρωτογόνος, 'el primero que nace') se encuentra en el filósofo neoplatónico griego Proclo, siglo V d. C., donde se le describe como mezcla de león y toro, pero también con una cabeza de serpiente. Es un dios nacido del huevo cósmico que engendró El Tiempo, deidad primigenia que constituye el origen de la procreación y la generación de todas las cosas. Se le equipara con Eros, una de las divinidades primordiales según la Teogonía de Hesíodo. Por eso Fanes es "en un mismo ser lo masculino y lo femenino" como animal primigenio que es. La descripción que hace Proclo de Fanes continúa y si se compara con algo similar en el cristianismo, se puede relacionar con los animales que nos describe el Apocalipsis de San Juan. También se puede relacionar con los animales que sirven de símbolo a los evangelistas: Mateo, un hombre con alas, el Ángel; Marcos, el león; Lucas, el toro, y Juan, el águila.

            La creación del mundo o su destrucción, en definitiva, cualquier cambio relevante en el orden del cosmos, se ve marcado por los mencionados animales en más de una ocasión, como testimonia Ovidio en el libro IV de las Geórgicas, hablando de las metamorfosis del dios Proteo (del gr. ant. Πρωτεύς Prôteús; en la Odisea, 'un dios del mar', encardado de apacentar los rebaños de focas y otros animales marinos pertenecientes a Poseidón), curiosamente el dios que invoca Nono al iniciar las Dionisíacas, que puede metamorfosearse en cualquier forma que desee: puede convertirse no solo en animal -león, serpiente, pantera, enorme jabalí, etc.-, sino en elemento, tal como el agua o el fuego; o el caso de Fanes, arcaica divinidad de la creación del mundo en la Teogonía órfica.
                                                                                     A.T.T.




[i]. Cf. M. L. West, The orphic poems, Oxford, 1983, pág. 156; cit. por Hernández de la Fuente.
[ii]. Sobre el "corazón" que es salvado del macabro festín de los Titanes se ha especulado mucho con relación a su función en los rituales. Es frecuente equiparar el "corazón" a los falos dionisíacos de las faloforías, procesiones en honor de Dioniso, el dios del vino, en las que los participantes disfrazados de animales portaban falos simbolizando la fuerza generadora de la naturaleza y se entonaban canciones de tipo burlesco. También se ha asociado con el mito de Isis y Osiris: en la cista mystica  (del gr. κίστη 'cesta o vaso sagrado utilizado en los cultos mistéricos') se guardaba lo esencial del rito: acaso el corazón o el falo. Otra versión cuenta que Apolo se hizo cargo del "corazón" de su hermano, lo llevó a Delfos, al oráculo, y expuesto en un trípode, cumplía funciones mánticas o adivinatorias del futuro.
[iii]. Cf. Nono, Dion. VI  205.
            Chuven, Nonnos de Panopolis. Les Dionysiaques III: VI-VIII, París, Belles Letres, 1992, págs. 153-4, citado por Hernández de la Fuente, trata de explicar y buscar antecedentes de estas transformaciones animales del Dios, pero todo queda un tanto confuso. En las Bacantes de Eurípides (vv. 1017-19) se mencionan el león, la serpiente y el toro. También Chuven echa mano a los oráculos caldeos y la muerte prematura de niños darían una explicación de la transmutación en caballo, pero este análisis resulta demasiado problemático.