El sueño de la razón produce monstruos

viernes, 30 de septiembre de 2011

Lope de Vega

Soneto

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

El teatro de Calderón o la transmisión de la ideología dominante(II)

Destino y poder, juntos o separados, se han vinculado siempre con la tragedia. Las tragedias de destino, en Calderón, presentan una estructura similar: el Hado es representado dramáticamente por el horóscopo, la profecía o el sueño.

El dramaturgo se concentra desde el principio no en lo que va a suceder sino en el cómo va a suceder. De este modo la dramaturgia calderoniana se acerca a la tragedia griega clásica. El qué era conocido por el espectador, pero lo verdaderamente importante eran las relaciones dialécticas que dramaturgo griego establecía en el qué y el cómo desarrollando las significaciones últimas que de esas relaciones emanaban.

De la variada galería de figuras del Poder que Calderón lleva a escena, nos centraremos en el rey cristiano, Basilio, más simbólico que histórico, y acaso el más complejo de sus reyes, pues desde el principio de la acción, Basilio[1] será responsable de los males del reino, cuya estabilidad aparece amenazada.

Presentado al juicio del público es difícil diferenciar entre el deleite y la enseñanza que produce por lo que tiene de fascinante y de terrible como figura de poder, pues a la vez es ejemplo de grandeza y de miseria, de soberbia y de impotencia.

El lenguaje del drama no es nunca ni absolutamente transparente ni absolutamente opaco para todos a la vez, pero sí, como lenguaje teatral, se nos muestra problemático y ambiguo.

De la acción dramática aparecen imbricadas algunas preguntas tales como: ¿cuáles son los límites de la libertad y los límites del poder y del saber?, ¿cuáles son los límites del amor?, ¿cuáles son los límites del sueño, de la verdad y de la ficción?, ¿cuáles son los límites del deseo y de la ley, de la conciencia y del miedo?

En La vida es sueño los principios de composición dramática de lo trágico son los mismos que en las tragedias griegas y que Aristóteles registró en su Poética[2]: hybris (ant. gr. ϐρις húbris, desmesura y/o orgullo exagerado, furia; también desprecio temerario hacia el otro; los que padecían de hybris eran castigados por los dioses), hamartia (gr. ant. άμαρτία; se suele traducir como error trágico, defecto, fallo o pecado. Es el error fatal en que incurre el héroe trágico que intenta hacer lo correcto en una situación en la que lo correcto simplemente no puede hacerse), y anagnórisis (del gr. ναγνρισις, acción de reconocer; significa “revelación”, “reconocimiento” o “descubrimiento”) o agnición (del lat. agnitĭo, -ōnis, de agnoscĕre, reconocer).



[1]. Basileus será acusado de Tirannos (II, v. 1504; v. 2065; III, v. 2300).

[2]. ARISTÓTELES (2009), Poética, Traducción, introducción y notas de Alicia Villar Lecumberri, 3ª. reimpresión, Madrid, El libro de Bolsillo, Clásicos de Grecia y Roma, Alianza Editorial.

¿Qué cosa es amor?

Celestina es una servidora de la sexualidad en todas sus formas; toda su vida se ha dedicado al amor ilícito, hace juicios y da consejos relacionados con el amor y la sexualidad en general. A sus experiencias se unen todo un repertorio de sentencias de los sabios y de refranes populares que dan fuerza doctrinal a sus observaciones (Russell, P. E., 1991:63 y ss.)

Celestina no sirve al mal por el mal (Maeztu, R., 1962); es capaz de servir al bien si le rinde provecho. Nada le importa fuera de la utilidad; va a lo suyo; es, en una palabra, una mujer lista; sabe lo que le conviene y como conseguirlo; es una profesional del sexo y medra de las pasiones, el vicio y la miseria moral del prójimo, y así lo proclama en varias ocasiones. Sabe que "la naturaleza huye lo triste y apetece lo deleitable", y a procurarlo se dedica, y de lograrlo vive. Es la voz inequívoca de la nueva moral utilitaria, la victoria del interés y del dinero sobre el honor y la religiosidad

Celestina practica la magia unida a la alcahuetería. El elemento mágico en LC responde a que la magia es la gran ciencia en el primer Renacimiento y va ligada a la concepción de la Fortuna: un mundo de fuerzas invisibles que favorecen o perjudican al hombre, lucha contra ellos, los ensalza, los abate, los prima, los castiga...(Maravall, 1976 : 147); exclamará Calixto (Acto XIII, 4.ª):

"Cal.- ¡Oh, Fortuna, quanto y por cuantas partes me has combatido!" Pues, por más que sigas mi morada y seas contraria a mi persona, las adversidades con ygual ánimo de han se sofrir, y en ellas se prueva el coraçon rezio o flaco[1]".

Celestina como hechicera o maga trata de actuar sobre las fuerzas de la Fortuna para que sean propicias al hombre y con ello gana dinero, que es su objetivo. La vieja alcahueta-hechicera es, pues, una verdadera experta en actuar sobre el devenir de las fuerzas de la Fortuna así como en el amor como artículo de consumo. Cuando Celestina define qué cosa es el amor reproduce al pie de la letra una definición petrarquista:

"Mel.- ¿Cómo dizes que llaman a este mi dolor, que assí se ha enseñoreado en lo mejor de mi cuerpo?

Cel.- ¡Amor dulce!

Mel.- Esso me declara qué es, que en sólo oýrlo me alegro.

Cel.- Es un fuego escondido, una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura, una delectable dolencia, un alegre tormento, una dulce y fiera herida, una blanda muerte.[2]"



[1]. las adversidades con ygual ánimo..., y en ellas se prueva el coraçon rezio o flaco.: se trata de dos sententiae petrarquescas que se hallan en secuencia en el Índice (1496, fol. A 2 r): (i) aduersa aequo animo sunt toleranda; (ii) In aduersis animus probatur -lugar común trillado traducido por Rojas con bastante libertad para avivarlo (Russell, P. E., 1991:494).

[2]. Véase De los remedios contra próspera y adversa fortuna (Valladolid, 1510). Traducción de Francisco de Madrid de la obra de Petrarca: De remediis utriusque fortunae.

"Est enim amor latens ignis: gratum uulnus, sapidum uenenum: dulcis amaritudo: delectabilis morbus: iucumdum supplicium: blanda mors" (De remediis); Francisco de Madrid traduce "...el amor es un escondido fuego, una agradable llaga, un sabroso rejalgar, una dulce amargura, una delectable enfermedad, un alegre tormento y una blanda muerte." Rejalgar era "combinación muy venenosa de arsénico y azufre" (DME); (Russell, P.E., 1991: 63-64)

jueves, 29 de septiembre de 2011

La Celestina: Philocaptio y el Conjuro a Plutón

Philocaptio consistía en suscitar por medios mágicos en la víctima del hechizo una violenta pasión amorosa hacia una persona determinada sin que ésta se diese cuenta de que algo anormal había ocurrido.

El primer autor de LC establece ampliamente que Celestina es o se cree hechicera, como ya hemos visto anteriormente. Fernando de Rojas la pinta empleando sus poderes hechiceriles en favor de Calisto para hacer a Melibea víctima de la philocaptio; llega a introducir en la obra una escena (Acto III, 3ª.) en la que siguiendo los manuales de magia, Celestina conjura al Demonio, "triste Plutón", hijo de Saturno y, en la mitología antigua, dios de los infiernos, y le obliga a intervenir de modo activo dentro de la casa de Melibea para conseguir que la joven se sienta locamente enamorada de Calisto:

"Cel.(Sola)- Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la corte dañada, capitan sobervio de los condenados ángeles, señor de los sulfúreos fuegos [...]: vengas sin tardança a obedescer mi voluntad y en ello te envuelvas y con ello estés sin un momento te partir hasta que Melibea, con aparejada oportunidad que aya, lo compre. Y con ello de tal manera quede enredada que, quanto más lo mirare, tanto más su corazón de ablande a conceder mi petición, y se le abras y lastimes del crudo y fuerte amor de Calisto [...]".

Fernando de Rojas, al contar los detalles de la vida de Celestina junto con su maestra en estos asuntos, la ya muerta Doña Claudina, madre de Pármeno, se refiere a toda una serie de prácticas brujeriles y hechiceriles. También describe los encuentros de ambas viejas con la ley y los castigos que les fueron impuestos ya como alcahuetas ya por sus relaciones con la magia.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Enseñanza con apólogo

—Y aun por esso. Advierte, Andrenio, que ya estamos entre enemigos: y ya es tiempo de abrir los ojos, ya es menester vivir alerta. Procura de ir con cautela en el ver, en el oír y mucha más en el hablar; oye a todos y de ninguno te fíes; tendrás a todos por amigos, pero guardarte has de todos como de enemigos. Estaba admirado Andrenio oyendo estas razones, a su parecer tan sin ella, y arguyóle desta suerte:

—¿Cómo es esto? Viviendo entre las fieras, no me previniste de algún riesgo, ¿y ahora con tanta exageración me cautelas? ¿No era mayor el peligro entre los tigres, y no temíamos, y ahora de los hombres tiemblas?

—Sí —respondió con un gran suspiro Critilo—, que si los hombres no son fieras es porque son más fieros, que de su crueldad aprendieron muchas vezes ellas. Nunca mayor peligro hemos tenido que ahora que estamos entre ellos. Y es tanta verdad ésta, que hubo rey que temió y resguardó un favorecido suyo de sus cortesanos (¡qué hiziera de villanos!) más que de los hambrientos leones de un lago; y assí, selló con su real anillo la leonera para asegurarle de los hombres cuando le dexaba entre las hambrientas fieras. ¡Mira tú cuáles serán estos! Verlos has, experimentarlos has, y dirásmelo algún día.

—Aguarda —dixo Andrenio—, ¿no son todos como tú?

—Sí y no.

—¿Cómo puede ser esso?

—Porque cada uno es hijo de su madre y de su humor, casado con su opinión, y assí, todos parecen diferentes: cada uno de su gesto y de su gusto. Verás unos pigmeos en el ser y gigantes de soberbia; verás otros al contrario, en el cuerpo gigantes y en el alma enanos; toparás con vengativos que la guardan toda la vida y la pegan aunque tarde, hiriendo como el escorpión con la cola; oirás, o huirás, los habladores, de ordinario necios, que dexan de cansar y muelen; gustarás que unos se ven, otros se oyen; se tocan, y se gustan, otros de los hombres de burlas, que todo lo hazen cuento sin dar jamás en la cuenta; embaraçarte han los maniacos que en todo se embaraçan. […]; y, finalmente, hallarás muy pocos hombres que lo sean: fieras, sí, y fieros también, horribles monstruos del mundo que no tienen más que el pellejo y todo lo demás borra, y assí son hombres borrados.

—Pues dime, ¿con qué hazen tanto mal los hombres, si no les dio la naturaleza armas como a las fieras? Ellos no tienen garras como el león, uñas como el tigre, trompas como el elefante, cuernos como el toro, colmillos como el xabalí, dientes como el perro y boca como el lobo: pues ¿cómo dañan tanto?

—Y aun por esso —dixo Critilo— la próvida naturaleza privó a los hombres de las armas naturales y como a gente sospechosa los desarmó: no se fió de su malicia. Y si esto no hubiera prevenido, ¡qué fuera de su crueldad! Ya hubieran acabado con todo. Aunque no les faltan otras armas mucho más terribles y sangrientas que éssas, porque tienen una lengua más afilada que las navajas de los leones, con que desgarran las personas y despedaçan las honras; tienen una mala intención más torcida que los cuernos de un toro y que hiere más a ciegas; tienen unas entrañas más dañadas que las víboras, un aliento venenoso más que el de los dragones, unos ojos invidiosos y malévolos más que los del basilisco, unos dientes que clavan más que los colmillos de un xabalí y que los dientes de un perro, unas narizes fisgonas (encubridoras de su irrisión) que exceden a las trompas de los elefantes. De modo que sólo el hombre tiene juntas todas las armas ofensivas que se hallan repartidas entre las fieras, y assí, él ofende más que todas. Y, porque lo entiendas, advierte que entre los leones y los tigres no había más de un peligro, que era perder esta vida material y perecedera, pero entre los hombres hay muchos más y mayores: y a de perder la honra, la paz, la hazienda, el contento, la felizidad, la conciencia y aun el alma. ¡Qué de engaños, qué de enredos, traiciones, hurtos, homicidios, adulterios, invidias, injurias, detracciones y falsedades que experimentarás entre ellos! Todo lo cual no se halla ni se conoce entre las fieras. Créeme que no hay lobo, no hay león, no hay tigre, no hay basilisco, que llegue al hombre: a todos excede en fiereza. Y assí dizen por cosa cierta, y yo la creo, que habiendo condenado en una república un insigne malhechor a cierto género de tormento muy conforme a sus delitos (que fue sepultarle vivo en una profunda hoya llena de profundas sabandijas, dragones, tigres, serpientes y basiliscos, tapando muy bien la boca porque pereciesse sin compassión ni remedio), acertó a passar por allí un extrangero, bien ignorante de tan atroz castigo, y sintiendo los lamentos de aquel desdichado, fuesse llegando compasivo y, movido de sus plegarias, fue apartando la losa que cubría la cueva: al mismo punto saltó fuera el tigre con su acostumbrada ligereza, y cuando el temeroso pasagero creyó ser depedazado, vio que mansamente se le ponía a lamer las manos, que fue más que besárselas. Saltó tras él la serpiente, y cuando la temió enroscada entre sus pies, vio que los adoraba; lo mismo hizieron todos los demás, rindiéndosele humildes y dándole las gracias de haberles hecho una tan buena obra como era librarles de tan mala compañía cual la de un hombre ruin, y añadieron que en pago de tanto beneficio le avisaban huyesse luego, antes que el hombre saliesse, si no quería perecer allí a manos de su fiereza; y al mismo instante echaron todos ellos a huir, unos volando, otros corriendo. Estábase tan inmoble el pasagero cuan espantado, cuando salió el último el hombre, el cual, concibiendo que su bienhechor llevaría algún dinero, arremetió para él y quitóle la vida para robarle la hazienda, que éste fue el galardón del beneficio. Juzga tú ahora cuáles son los crueles, los hombres o las fieras.

(Gracián, B., El Criticón, I, c. 4: El despeñadero de la vida, págs.100-103, Madrid, Cátedra, 1980).