El sueño de la razón produce monstruos

viernes, 12 de junio de 2015

María de Quiñones, impresora española del siglo XVII del Madrid de los Austrias.






La protagonista es María de Quiñones, impresora madrileña del s. XVII y doblemente viuda, primero de Pedro Madrigal, hijo del impresor del mismo nombre, muerto en 1602 y más tarde de Juan de la Cuesta. La  ausencia de datos, tanto biográficos como tipográficos con que contamos, contrasta con su voluminosa producción tipográfica que alcanza 133 impresos, de los cuales 62 custodia la Biblioteca Histórica. Tras realizar un microanálisis de estos ejemplares, presentamos aquí otra aportación más para avanzar en el estudio de la incursión de las féminas en este oficio. 

            María de Quiñones aparece vinculada a la imprenta a raíz de los sucesivos matrimonios con linajes de impresores, ocupando la posición secundaria de transmisora de los negocios. Era la tónica general en una sociedad tremendamente misógina, donde a la mujer se la excluía de los ámbitos profesionales y culturales quedando relegada, bajo la tutela dominante del varón. Sólo cuando enviudaba y alcanzaba la mayoría de edad contaba con total libertad en el ámbito legal para gestionar oficio y patrimonio. Con este telón de fondo, es difícil delimitar unas fechas que abarquen su actividad tipográfica. A la muerte de Pedro Madrigal, se casa el 26 de junio de 1602 con Juan de la Cuesta, que con su presencia activa desde 1604 y ausencia a finales de 1607, nos descabala esta crónica. "El 4 de diciembre de 1607, Juan de la Cuesta se encuentra en Sevilla y ante notario da amplios poderes a su mujer, María de Quiñones, a su suegra, Maria Rodriguez de Ribalde y a Jerónimo de Salazar para regir la imprenta, cobrar lo que se les debiere y actuar en su nombre". Dejaba en Madrid a su mujer embarazada y deudas a pagar.
            [...]
               
El año 1633 marca los inicios de esta impresora con la obra Patrocinium de pro regia iurisdictione inquisitoribus siculis concessa,de Mario Cutelli [BH DER 6050] donde María de Quiñones figura ya con su nombre en la sintaxis de los pies de imprenta, hasta 1666. Un periodo en el que desplegó una gran actividad tipográfica traduciéndose en  86 obras salidas de sus prensas. Su apellido cubre así 33 años ininterrumpidos de la  historia de la imprenta madrileña. En este arco temporal entra en escena un nuevo editor, Pedro Coello muy activo en el campo teatral, y la Hermandad de los Mercaderes de Libros para la que trabajó en 1638.

            Destacamos de esta época, la publicación de 3 partes de comedias  de célebres dramaturgos del Siglo de Oro español que alcanzaron un gran éxito editorial, presentes en la Biblioteca Histórica: Cuarta parte de Comedias, de Tirso de Molina. Madrid: María de Quiñones, 1635 [BH FLL 29558]; Segunda parte de las comedias de Don Pedro Calderon de la Barca, recogidas por D. Ioseph Calderón de la Barca su hermano. En Madrid, por Maria de Quiñones, 1637 [BH FLL Res.509]; y Parte veinte y tres de las comedias de Lope Félix de Vega Carpio. Madrid, Maria de Quiñones, a costa de Pedro Coello, 1638 [BH FOA 253].
                                                                                                                     http://biblioteca.ucm.es/blogs/Foliocomplutense/3244.php


            De esta época también es Epicteto y Phocilides en español con consonantes, [...] Francisco de Quevedo, imprenta María de Quiñones, a costa de Pedro Coello... Madrid, 1635.






sábado, 6 de junio de 2015

La Tabla de Cebes y Epicteto

La Tabla de Cebes, publicada frecuentemente con el Manual de Epicteto, comparte con él un lugar privilegiado y prevalente en la tradición grecolatina occidental. Ambas se encuentran entre las obras más publicadas y traducidas, especialmente entre los siglos XVI y XVIII, como lectura obligada en las clases de lengua griega (enseñanza moral + brevedad y sencillez).
            Además la Tabla ha sido fuente de inspiración para grabadores y se ha reservado un papel crucial en el nacimiento de la literatura emblemática.

Resultado de imagen de tabla de cebes
Theatro moral de la Vida Humana en cien emblemas con el Enchiridion de Epicteto y la Tabla de Cebes, philósofo platónico.

            Atribuida a Cebes, hasta bien entrado el siglo XVIII, su autoría se empieza a cuestionar: el filósofo Cebes de Tebas aparece en el Fedón y el Critón platónicos, conocido discípulo, primero, del pitagórico Filolao, y luego como perteneciente al círculo socrático. En cambio, la Tabla menciona a los peripatéticos (en XIII 2) y se perciben claramente huellas platónicas, estoicas y algunos rasgos comunes con el pitagorismo.
            Argumentos de carácter lingüístico, usados desde el XIX (Drosihn, 1871; Praechter o Joly), avalan que la Tabla no corresponde a la época del discípulo de Sócrates, Platón, sino que hay que fecharla en el siglo I d. C.

            Problemas de la clasificación literaria
            En una ciudad sin nombre, ante el templo de Crono (gr. antiguo Κρόνος, de la primera generación de los titanes, descendientes divinos de Gea y Urano) , unos extraños, también sin nombre, pasean por entre las ofrendas y ven una tabla pintada cuyo asunto no comprenden. Un anciano, también innominado, se orece para dar una explicación. Se trata de una alegoría pictórica de la vida. Simboliza las relaciones de los seres humanos con los vicios y las virtudes. Entre el anciano y los presentes se desarrolla un diálogo en relación con algunos tópicos morales propios de la literatura filosófica del siglo I d. C.
            En la Tabla se mezclan tres géneros literarios: el diálogo, la écfrasis (gr. ἔκφρασιϛ, 'explicar hasta el final') y la erotapócrisis.
            La écfrasis[i] es "una forma de discurso descriptivo que presenta a la vista de modo vivaz lo que manifiesta". Hay ejemplos en Homero. En la literatura de la época imperial (gusto por la retórica), se refleja en las descripciones de las obras de arte, de las ciudades y de los países que van ofreciendo los geógrafos. Se trata de un uso del discurso con fines pedagógicos, ya practicado por Platón en Leyes 785 b para presentar la ciudad ideal, y también lo hacía Cleantes, según Cicerón (De Finibus 2, 21, 69), en sus clases recurriendo a cuadros imaginarios para sus explicaciones. Écfrasis, pues, es el vocablo griego que en la retórica antigua designaba cualquier tipo de descripción vívida, aquella que tiene la capacidad de poner el objeto descrito delante de los ojos del receptor, es decir, lo que los latinos llamaron evidentia...[1]
            La erotaprókrisis es también un discurso con fines esencialmente didácticos y pedagógicos, en forma de preguntas y respuestas, con el que se escriben las colecciones que se intitulan Problemas o Cuestiones, por ejemplo, los catecismos.
            Hay acuerdo entre los estudiosos en situar la Tabla de Cebes en el s. I d. C.; pero en cuanto a su adscripción a una corriente filosófica, la cuestión es problemática.
            Para Wolf, muestra tendencias estoicas; von Arnim, Praechter y Pesce defienden los planteos socrático-cínicos; Joly, en cambio, dice que es obra de influencia neo-pitagórica y para Fitzgerald y White, es de origen ecléctico, opinión que apoya Schmid-Stählin, en su manual de literatura griega, cuando afirma que se va a tratar de autores de tendencia estoica, dice que la Tabla de Cebes, además, presenta una alegoría de la vida "según el espíritu platónico-pitagórico".
            M.B. Trapp defiende que la Tabla forma parte de la alegoría moral y cuenta entre sus conexiones con la literatura protréptica o exhortativa y con el mito platónico de la alegoría de la Caverna.
            La Tabla no es una obra maestra ni un monumento literario; ni tampoco es original ni lo pretende. Pero posee la gracia humilde de las figurillas de terracota, sencillas, cotidianas y entrañables sin carecer por ello de inquietudes artísticas[2].
Bibliografía
"Tabla de Cebes" en Tabla de Cebes [.... ], Introducción, traducción y notas de Paloma Órtiz García, Madrid, Gredos, 1995.




[1]. Cfr. Albero, ibíd., pág. 2.
[2] . Cfr. Tabla, ibíd., pág. 15.




[i]. La pintura y la literatura tienen una filiación que se remonta a las indagaciones de Platón en torno a lo bello y a la mímesis, filiación cuya divisa es la frase horaciana Ut pictŭra poĕsis  ('La poesía es como la pintura'; Horacio, Epístola a los Pisones, 361, traducción de Helena Valentí, Barcelona, Bosch, 1961, p.54.) y que se instrumenta en la literatura a través de la figura de la retórica de la écfrasis, descripción vívida y detallada de objetos y personas. La écfrasis alcanza su acmé en Metamorfosis de Ovidio, obra que viene inspirando a plásticos, escritores y músicos. Sin embargo, la crítica moderna restringe el uso del vocablo.
          Danilo Albero, en su trabajo, elaborado desde la perspectiva de un narrador, aporta algunas observaciones que ayuden a recuperar el significado amplio del término como instrumento expresivo. (Albero, D., La écfrasis como mímesis, Universidad Nacional de San Martín, USAM, 2007)

miércoles, 3 de junio de 2015

ADENTRARSE EN LOS DESARROLLOS FILOSÓFICOS DEL ESTOICISMO... (I)

            El matrimonio y sus hijos han soportado un accidente estoicamente.

            El adverbio "estoicamente", que modifica al verbo 'han soportado', quiere indicar una cierta fortaleza de ánimo ante la adversidad. En general, se suele asociar al estoicismo la idea de que alguien ha padecido algún padecimiento con fortaleza de ánimo, con un cierto coraje personal.
            Zenón de Citio, Cleantes de Assos y Crisipo de Solos son los filósofos responsables de haber iniciado el estoicismo, una de las escuelas filosóficas griegas con mayor influencia y penetración en el pensamiento posterior.
            Efectivamente, el estoicismo, junto con el epicureísmo y el escepticismo académico, constituye uno de los tres movimientos intelectuales más destacados del Helenismo, periodo que abarca desde la muerte de Aristóteles (322 a. C.) hasta el fin de la República Romana, batalla naval de Accio (31 a. C.) o triunfo de Octavio[1] contra Marco Antonio. Este episodio sirve también para cerrar el Helenismo, ese fascinante periodo de la filosofía antigua que duró aproximadamente unos quinientos años. El pensamiento estoico tuvo una importancia decisiva en la Antigüedad tardía y en la filosofía europea posterior..
            Los estoicos se consideraron a sí mismos como discípulos más o menos directos de Sócrates, pero del Sócrates de los primeros diálogos de Platón y del retrato del Sócrates que deja Jenofonte de él (Libro II de los Memorabilia 'Memorables'), según señala Diógenes Laercio  (VII 2). Jenofonte y Platón coinciden en un punto importante: Sócrates solo debatía sobre aquello que hace buenos a los seres humanos como individuos y como ciudadano. Además de Sócrates, los cínicos también tuvieron una repercusión importante en la concepción ética del estoicismo antiguo.
            El estoicismo corrobora que es una escuela de filosofía sistemática que organiza el saber filosófico dividiéndolo en tres partes: Lógica, Física y Ética. Sin embargo, esta articulación es común en el Helenismo a todas las escuelas y se remonta al académico Jenócrates, discípulo de Platón,  y a Aristóteles.
            Los planteamientos de Zenón y sus seguidores acabarán relacionándose con el epicureísmo, la física de Heráclito[2], el atomismo de Demócrito, la ética de los cínicos y algunos enfoques de la Academia y del peripato.
            Adentrarse en el estoicismo es reabrir el pensamiento helenístico y repensar la filosofía de la Estoa, en su deriva hacia la inmanencia y el determinismo, a través de los autores más relevantes de sus distintas etapas, a saber: el antiguo estoicismo[3], la Estoa media[4] y  el estoicismo tardío[5]  hasta llegar a centrarnos en una de las obras más destacadas de Epicteto, el Enquiridión, fuente de inspiración para la figura del filósofo asesor del Helenismo y para todos cuantos estamos interesados en la 'ciencia de la vida' o 'en el arte que proporciona a los hombres la felicidad o la infelicidad', conforme a la naturaleza (RUFO, Musonio, Disertaciones VIII y XIV).



[1]. Octavio  inicia el Imperio Romano que, con el nombre de César Augusto, gobernó como Emperador entre el 27 a. C. hasta el 14 d. C.

[2]. La herencia de Heráclito es clave para comprender la inspiración de la doctrina cosmológica del estoicismo en su totalidad, pues los estoicos repitieron la doctrina heraclitea de que el Logos y el Fuego son las sustancias del mundo (monismo materialista), aunque sus principales representantes no siempre la mantuvieron con coherencia.

[3]. Siglos IV y III a. C.: Zenón de Kitio, Cleantes de Assos y Crisipo de Solos.

[4]. Siglos III y II a. C.: Panecio de Rodas y Posidonio de Apamea.

[5]. Inicios de la época Imperial Romana: Séneca, Epicteto y Marco Aurelio.
            La fuerza y la influencia del estoicismo no decayó con la caída del Imperio Romano si no que se mantuvo durante toda la Edad Media, rebrotó con bríos en el Renacimiento y dejó huellas indelebles en la filosofía y literatura moderna y contemporánea hasta nuestros días.