El sueño de la razón produce monstruos

lunes, 27 de julio de 2015

La aparición del estoicismo: su enigma (V)

     

     A) La teoría del conocimiento en Zenón.
    Con respecto a su teoría del conocimiento, está marcada por la impronta del sustantivismo del cínico Antístenes, que se opuso al mundo de las Ideas de Platón. El fundador de la escuela cínica mantuvo que lo único que hay en a realidad son los individuos; a cada cosa solo le debería predicar su propio nombre, por ejemplo, el hombre es hombre o lo bello es bello. Ningún predicado debería atribuirse a un sujeto, sino únicamente el sujeto mismo. De un individuo se puede predicar su propia naturaleza individual, no se le puede atribuir el ser miembro de una especie como lo feo es malo. De ahí su negación de la teoría de las Ideas. Para el estoicismo no existe otra realidad que la que conocemos por la percepción y su teoría del conocimiento propone la representación cataléptica o comprensiva como criterio de verdad.

    Katalepsis significa acción de coger, capturar, sorprender, además de percepción y comprensión, pero también implica no solo la captación directa de la realidad, sino la conciencia de esa captación. Un representación es una huella en el alma o una alteración del alma, una imagen mental producida por un objeto exterior. Sin embargo, no toda representación es válida porque nuestro sentidos nos pueden engañar; únicamente la representación catalepsis o comprensión implica la certidumbre de que la representación se ajusta al objeto real.

      B)El elogio de la sabiduría.
            El lógos de Zenón, al igual que el de Heráclito, coincide con el concepto fenicio de la sophia personificada, tanto por su carácter dinámico como por su unidad sustancial. Así, como diosa de la sabiduría, aparece en un texto cananeo del II milenio a. C. Y esa concepción de la Sabiduría penetra en el pensamiento judío y luego en el gnóstico, pero no en la concepción griega del lógos.
    El máximo grado de conocimiento es el de la sabiduría, es decir, si la representación concuerda con la ordenación jerárquica y sistemática de los conceptos supremos, que son la base para la comprensión. Su fundamento metafísico es que la razón pueda captar la realidad, porque se afirma a priori que la realidad es racional. La sabiduría como poder divino bienhechor, ordena el universo y pertenece a Dios.     
Zenón defenderá que solo los sabios pueden alcanzar la sabiduría; solo ellos son capaces de  conocer las cosas en forma comprensiva. En la Biblia de Alejandría, que no es una simple traducción, sino que añade libros históricos, como los de los Macabeos o sapienciales, o como el de la Sabiduría de Salomón, también conocido como el Libro de la Sabiduría, el elogio de la Sabiduría se  mantiene. Este libro defiende la inmortalidad del alma y el juicio, ideas nuevas en el judaísmo y nos transmite expresiones cuyo origen estoico está fuera de toda duda:
   El soplo (pneuma[1]) del Señor llena la tierra entera, y él, que mantiene la cohesión del universo, tiene conocimiento de toda palabra[2].

            La omnipresencia pneumática de un Dios que garantiza la cohesión del mundo, es un pensamiento propio de la Estoa o Pórtico, de la filosofía estoica. Queda asociada en la Biblia la sabiduría divina con un soplo inteligente (< gr. πνεῦμα νοερόν), uno y múltiple, móvil e igualmente bueno, que penetra todas las cosas. El "materialismo" estoico, pues, pasa subrepticiamente a la Biblia de Alejandría.

    22Pues en ella (es decir, la sophia) hay un soplo inteligente, santo, único y múltiple, sutil ágil, penetrante, inmaculado, cierto, impasible, benévolo, agudo, libre, bienhechor.
   23Amante de los hombres, estable, seguro, tranquilo, todopoderoso, omnisciente, que penetra en todos los espíritus inteligentes, puros, sutiles.
   24Porque la sabiduría es más ágil que todo cuanto se mueve, se difunde su pureza y lo penetra todo;
   25 porque es un hálito del poder divino y una emanación pura de la gloria de Dios omnipotente, por lo cual nada manchado hay en ella[3].

            Esta concepción pneumática de la omnipotencia divina, que penetra todo, es propia del estoicismo y contrasta con el Dios de la Biblia hebrea. Es, sin duda, el Dios estoico, ordenador universal que solo puede hacer el bien. La Sabiduría, que ordena el universo, puede conocer el pasado y anticipar el futuro, puede interpretar los signos y los prodigios, la sucesión de las estaciones y los tiempos... Esa Sabiduría, como ciencia divina es accesible al hombre sabio y reúne, pues, las cualidades del profetismo hebreo y la adivinación estoica.


[1]. pneûma procede del griego; en latín significa spiritus  (=soplo, aliento, respiración). El mismo Homero ya identificó la vida es identificada con el aliento vital, que escapa de la boca de los muertos en la guerra de Troya. Con un significado similar, aunque menos mitológico y más metafísico, el término lo podemos encontrar en Anaxímenes y, sobre todo, en los estoicos:
   "Los estoicos [creen que Dios] es un soplo [pneûma] que se extiende aun a través de las cosas podridas." (Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos)
          Su origen está en la medicina y/o en los filósofos de la naturaleza, incluso en los materialistas. De ahí pasará a la Biblia con el mismo sentido de vida, aunque según  el filólogo e historiador israelí Scholem, especialista en mística judía, el vocablo alude al lenguaje:
    "Entonces formó Yavéh Elohim al hombre del polvo del suelo, e insuflando en sus narices aliento de vida [spiriculum vitae], quedó constituido el hombre como alma viviente." (Génesis, II, 7)
   Sánchez Tortosa, J., "Espiritualismo: esto no se va ni con agua caliente", El mundo, Madrid, 18 de abril de 2015.
          El verbo sympneo significa tener un 'espíritu común, un soplo inteligente'. Su empleo trata de dar una explicación de la vida orgánica de las partes del cuerpo humano; en este sentido, el pneuma penetra y anima todo el organismo del cuerpo del hombre y de ese ámbito se traslada a la vida del universo.  El termino, efectivamente, fue tomado por la escuela estoica antigua de la medicina griega.
           Jaeger, Werner, Cristianismo primitivo y paideia griega, 1971, pág. 37 y ss.

[2]. Cfr.  DUHOT, Jean-Joël, ibídem, pág.157, n. 9:  Sab, I, 7.

[3] . Ibid.,V, 22-25.

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