El sueño de la razón produce monstruos

domingo, 12 de julio de 2015

Sócrates o el origen de las Ideas (I)


            Aristóteles afirma que a Sócrates se le pueden atribuir: los razonamientos inductivos y las definiciones universales. Sin embargo, no fue Sócrates el que hizo existir independientes los universales ni las definiciones. Fue Platón el que les dio una existencia separada y las denominó Ideas.
            Si los sofistas proponían doctrinas relativistas y rechazaron las doctrinas necesaria y universalmente válidas, Sócrates trató por todos los medios de alcanzar definiciones universales a través de conceptos precisos y fijos. A él le sorprendió el hecho de que un concepto universal siga siendo siempre el mismo. Por ejemplo, y según Aristóteles, la definición de hombre es la de "animal racional", pero cada caso particular poseyendo distintas cualidades: alto, bajo, listo, torpe, sabio, inculto, libre, esclavo, vicioso, virtuoso... son hombres y la definición de hombre se acopla a ellos y permanece constante y válida para todos. Se da un contraste, pues, entre el individual y el universal quedando así subrayado el carácter constante de la definición. El asunto de la objetividad y de la naturaleza metafísica de los universales es cuestión que no podemos debatir aquí. Solo nos debe quedar claro que el concepto universal o la definición se nos manifiestan como algo constante y permanente.
            Con lo anterior podemos comprender lo que le llamó poderosamente la atención a Sócrates, las definiciones universales. Al estar interesado sobre todo por la conducta ética, se dio cuenta que con ellas podían desaparecer las doctrinas relativistas de los sofistas y crear, con las definiciones, un código moral sólido como una roca, que sirviera para todas las ciudades estados: Atenas, Esparta, Tracia... con el fin de juzgar no solo las conductas individuales, sino también los códigos morales de los distintos Estados, en la medida en que estos incardinaran la definición universal de JUSTICIA.
            Con respecto a los razonamientos deductivos, Aristóteles entiende que Sócrates no desarrolló explícitamente una teoría de la inducción desde el punto de vista lógico. El método práctico de Sócrates consistía en una dialéctico o conversación con alguien y procuraba ir sacándoles las ideas que este tuviera sobre un tema. Si la definición a la que llegaba el interlocutor era inadecuada, se volvía a repetir el proceso hasta llegar a una definición universal, aunque no siempre se llegaba al concepto universal y válido. Lo único cierto del método socrático es que los razonamientos siempre partían de lo particular a lo universal, de lo menos perfecto, a lo más perfecto; de ahí que pueda decirse que se trataba de un proceso inductivo, aunque no rigurosamente lógico.
            Esta dialéctica de Sócrates podía convertirse en algo humillante, desconcertante o irritante porque a veces el interlocutor quedaba en evidencia o lo que es peor, ridiculizado. Pero lo que proponía era nada más y nada menos que descubrir la verdad. Su posición de "ironía", su profesión de ignorancia, en Sócrates, eran sinceras, porque deseaba dar con la verdad. Alcanzar la sabiduría verdadera, era prestar al alma la auténtica atención que merecía; el valor del alma era para Sócrates el sujeto pensante. A su método lo llamó "mayéutica", "obstetricia", no solo por la alusión chistosa a su madre, si no por el deseo de que los demás dieran a luz en sus mentes ideas verdaderas., con el fin de que se realizaran acciones éticamente justas. Por esto vemos en Sócrates sus preocupaciones éticas, cuestiones que tanto le preocupaban. Y así quedó corroborado por Aristóteles, Platón o Jenofonte. Tal era su misión, impuesta por el Dios de Delfos, estimular a los hombres a que cuidaran de lo más noble, de su alma, y buscar con empeño la sabiduría y la virtud; porque el conocimiento se busca como un instrumento para las acciones éticas.
            La relación entre el saber y la virtud es una característica esencial de la ética socrática. El saber y la virtud quedan identificados en Sócrates, porque el sabio, el que reconoce lo recto, actuará también con rectitud; para nuestro filósofo, nadie obra mal a sabiendas y nadie escoge el mal en cuanto mal. A este planteamiento se le ha llamado "intelectualismo ético", pero es más que evidente que entra en contradicción con muchos sucesos de la vida cotidiana. Ya Aristóteles criticará esta identificación del saber con la virtud, porque Sócrates olvidó las partes irracionales del alma y no tuvo en cuenta la debilidad moral, por la que el hombre hace a sabiendas el mal[1].



[1].  Copleston, F., op. cit., págs. 94 y ss.

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