Las Leyes de los Medios
de
McLuhan
Desde el punto de vista antropológico, McLuhan formula las Leyes de los Medios: Extensión, Obsolescencia o atrofia, Recuperación y Reversión.
La mitología y la literatura (épica y trágica), como artefactos humanos, creadas por las necesidades básicas (la caza, alimentación, reproducción, organización social…) y también por las necesidades de auto-realizacion (perpetuarse en el tiempo y escapar a la muerte…), defendidas por Maslow (1908-1970), tiene efectos transformacionales en su entorno de servicios, y en la propia estructura psíquica y la biológica del hombre.
1º. Extensión: ¿Qué cambia o intensifica de la estructura psíquica, física y de su entorno de servicios?
Las formulaciones fantásticas, fabulosas y comunicativas de la imaginación creadora y la intuición humanas hunden sus raíces en la propia experiencia del hombre.
En este sentido, la mitología y la literatura, pues, extiende, intensifica o desarrolla el sistema límbico o visceral, constituido por las estructuras cerebrales que gestionan las respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales y que se relaciona con la memoria, atención, instintos sexuales, emociones (placer, miedo, agresión), personalidad y conducta.
La Imaginación, al crear fórmulas innovadoras, va dirigida a las EMOCIONES cuyo motor son los bulbos límbicos del cerebro humano (tálamo, hipotálamo, hipocampo, amígdala cerebral, cuerpo calloso, septum y mesencéfalo).
2º.Obsolencencia o atrofia: ¿Qué atrofian o disminuyen las representaciones mitológico-literarias del entorno del hombre y de su propio psiquismo?
Con la mitología, en todas sus manifestaciones: épicas, líricas o dramáticas, se produce un dominio de la conducta de retroceder a ese estado de su psique que se halla fronterizo entre los animales salvajes y el hombre, a la contumaz insistencia de regresar, una y otra vez, al estado natural incivilizado donde se confunden interpenetrándose la humanidad y la bestialidad.
El hombre, con el mito-el rito-las fiestas religiosas-y-el teatro, es capaz de controlar esa peligrosa retrocesión o vuelta atrás a estados psicológicos o formas de conducta cercanas al estado animal, al estado de las bestias salvajes.
3º. Recuperación: ¿Qué recuperan los mitos, los rituales y la literatura fabulosa del entorno de servicios y de los caracteres y funciones del psiquismo del propio hombre?
Las formas del pensamiento mítico son sugestivas, hechizan al hombre, le despiertan admiración, afecto y deseo, aunque también temor y miedo. Pero todas esas emociones le trasladan o transportan del ámbito de la vida real, a menudo asfixiante, a otros universos creados por la fantasía y la imaginación.
El hombre, pues, recupera, intensificándolas, las necesidades de reconocimiento (auto-reconocimiento, confianza, respeto, éxito) y autorrealización (moralidad, creatividad, espontaneidad, falta de prejuicios, aceptación de hechos como la muerte, resolución de problemas, organización social…) y la búsqueda de algo distinto que lo libere de la vida cotidiana.
Cuando leemos mitos o tragedias no somos lo que habitualmente somos sino seres transformados, extasiados, trasladados a vivir vicariamente experiencias que la ficción hace nuestras (VARGAS LLOSA, M., La verdad de las mentiras, Alfaguara, 1990). Sueño lúcido. Fantasía encarnada. La ficción nos da plenitud al hacernos ocupar ese espacio entre nuestra vida real limitada, similar a la del barón rampante de Italo Calvino, demediada, asfixiante, repelente, que siente nostalgia por tiempos mejores, y nuestros deseos y fantasías de regresar a un paraíso perdido donde encontrar la felicidad. La ficción mítica y la literatura maravillosa narran situaciones extraordinarias en el sentido de que lo que allí ocurre se sale de lo ordinario, de lo sabido, de lo cotidiano, de la rutina.
Tal vez por esa recuperación, se hace posible enlazar el mito con los ritos a los que desde antiguo se vincula el teatro como parte importante de una serie de celebraciones y fiestas religiosas. Verbi gratia: los Juegos Pitios, celebrados en Delfos en honor de Apolo, o las Grandes Dionisias, grandes por su carácter panhelénico, que se conmemoraban en honor de Dionisio, el dios del vino, de la máscara y la representación, inspirador de la locura ritual y del éxtasis báquico.
En el teatro trágico, los rituales de purificación (Edipo en Colono), de súplica (Edipo Rey) o funerarios (Antígona) tendrán un enorme impacto escénico y dramático, produciendo una acción liberadora, purificadora, terapéutica; una catarsis del alma.
4º. Reversión: ¿Qué vuelve al estado anterior cuando leemos mitos o contemplamos, como espectadores los ritos de la tragedia griega?
La vida cotidiana, lo conocido, lo habitual se queda en el fondo del vaso como dormido, estático, sin mudanza, borroso, difuminado, casi desaparecido.
Las fronteras entre la verdad y la mentira se desbaratan, se arruinan, se deshacen porque las formas del pensamiento mítico, fruto de la imaginación creadora, del reino de la fantasía, al utilizar símbolos, ficciones, metáforas o alegorías, hacen que el hombre se salga de lo común, rompa con la rutina cotidiana, se conmueva, se estremezca, se asuste, tiemble incluso… El mito, el rito y la tragedia griega nos causan sobresalto, temor, al tiempo que nos van purificando, divirtiendo, enseñando (la vieja fórmula: “Delectare et prodesse”, Enseñar deleitando).
En definitiva, tras la ocultación momentánea de lo rutinario, se produce la implantación de la cultura del espectáculo y del arte, suplantando la aburrida cotidianidad. La irrealidad de la obra fantástica se vuelve, para los lectores o espectadores, símbolo y alegoría, metáfora, representación de una realidad otra que nos lleva a experiencias que sí podemos identificar en el mundo y en nuestro psiquismo.
Las palabras míticas o trágicas, el arte en definitiva, transforman los hechos al imprimirlos, al representarlos y una de sus modificaciones más relevante que ocasiona es que la vida de la ficción se hace simulacro en el que el vertiginoso desorden del noúmeno kantiano, de la cosa en sí (“la vida real no se detiene, fluye constantemente, es inconmensurable) se vuelve orden, fenómeno, apariencia: organización, causa y efecto, espacio y tiempo, fin y principio. Ahí radica la verdad de las mentiras de la mitología en todas sus manifestaciones literarias, y probablemente de los rituales religiosos. Por delirante que sea la ficción, siempre hunde sus raíces en la experiencia humana, en la relación cognoscitiva que se produce entre el hombre y las cosas que le rodean. Schopenhauer, en su obra El mundo como voluntad y representación, afirmará: “El mundo es mi representación”.
Sin embargo, no dudamos que junto a la creatividad artística, existe la creatividad filosófica (el paso del mito al logos) y la creatividad científica: “Hay más imaginación en Arquímedes que en Homero”, hemos podemos escuchar entre los científicos, entre aquellos que transitan por el camino de la ciencia, el que viene trazado fundamentalmente por el entendimiento y la razón, por la corteza cerebral (diez mil millones de neuronas, con cerca de cincuenta trillones de sinapsis), el manto de tejido nervioso que cubre la superficie de los hemisferios cerebrales, alcanzando su máximo desarrollo en los primates.
La mitología, los rituales religiosos, la tragedia, la filosofía y ciencia son artefactos humanos y como tal se hacen peligrosos para el hombre. Únicamente tenemos que recordar que Anaxágoras y Protágoras tuvieron que salir por pies de Atenas pues sobre ellos pendía la acusación de IMPIEDAD. Y poco tiempo después, Sócrates, bajo la misma imputación, se bebió la cicuta. Las Leyes de los Medios de McLuhan, una vez más, quedan corroboradas para escarnio de Prometeo que robó el fuego a Zeus para dárselo a los hombres y de la Humanidad civilizada.
A.T.T.
Madrid, 27 de septiembre de 2010
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