Ante la
imposibilidad de exponer aquí la filosofía del estoicismo en materia de lógica
y física, sí destacaremos algunas de sus ideas relacionadas con la moral,
fundamento del Enquiridión.
Para los estoicos, al igual que para
otros muchos filósofos helenísticos, el objetivo de la filosofía es sobre todo
ético: el hombre debe vivir en armonía con la naturaleza para poder alcanzar la
sabiduría y la felicidad.
Sin embargo, para los estoicos el
vocablo "naturaleza" se acerca más a lo que podemos entender por
"realidad" o incluso por "Dios" que el restrictivo sentido
que hoy se da al término "naturaleza".
Para el estoicismo, el mundo es un
organismo vivo, eternamente existente. Un todo en armonía y causalmente
relacionado, regido por un principio activo, el Logos o Pneuma, del gr. πνεῦμα, que
significa "espíritu", soplo, hálito,
viento; y que metafóricamente describe un ser inmaterial.
En este mundo nada queda al azar o es
fruto de éste, pues todo está gobernado por una Ley inmanente y necesaria.
Ante el mundo, la voluntad y la
inteligencia humana jamás podrán dirigir el curso de los acontecimientos
inscritos en el orden cósmico, encadenados con un férreo rigor al que llaman destino.
Esta aceptación desapasionada
de las leyes del mundo, exigía del hombre una clara distinción previa entre lo
que dependía de uno mismo y lo que no depende de nosotros. Por ejemplo, afirman
que hay cosas que dependen de nosotros y otras, que no; entre las primeras
destacan la opinión, las
inclinaciones, el deseo, la aversión y todo lo que son nuestros propios actos. Éstas son por naturaleza libres, no
están sujetas a restricciones ni impedimentos. En cambio, entre las que no
dependen de nosotros está nuestro cuerpo,
las riquezas, la reputación, los cargos y, en conclusión, todos los que no son
nuestros propios actos. Todas
estas son débiles, serviles, están sujetas a restricciones impuestas por la
voluntad de otros.
La anterior diferenciación es propia
propia de la Stoâ, que Epicteto nos indica desde el principio de su Enquiridión, y hace que
esa diferenciación sea el fundamento mismo del discernimiento, tratando de
evitar y no confundir que si crees libres las cosas que por naturaleza son
serviles, y que es tuyo lo que depende de otros, encontrarás problemas, lo
lamentarás, te sentirás turbado y censurarás tanto a lo dioses como a los
hombres. Si intentas evitar la enfermedad, la muerte o la pobreza, serás
desgraciado. Aleja de tí la aversión hacia todo aquello que no depende de tí, y
pásala a las cosas contrarias a la naturaleza que dependen de tí. Elimina
completamente el deseo, porque si deseas cualquier cosa que no dependa de tí,
serás necesariamente desafortunado.
Lo que depende del hombre es su
actitud que no puede ser otra que la aceptación. Rebelarse contra las leyes del
mundo, es decir, correr tras lo que no depende de uno mismo, es de necios. Pero
esto no significa que el estoico fomente una actitud pasiva de resignación,
sino más bien la búsqueda activa de la armonía con as leyes y el orden del
cosmos.
La virtud estoica consiste en vivir en
la mayor concordia y armonía con el orden del mundo, y en la voluntad de
interiorizar esas leyes del cosmos. Ahí reside la moral y la felicidad.
Para lograr alcanzar la verdadera
libertad el hombre tiene que deshacerse de las pasiones, auténticas
desviaciones irracionales de nuestra verdadera naturaleza. El ser humano, para
ser feliz, ha de suprimir todo deseo y todo apego a las pasiones materiales y
las cosas eternas.
Los sentimientos y los deseos pueden
dominarse con autocontrol y una ascesis que ha de conducir necesariamente, a la
impasibilidad (apatheia < del gr. ἀπάθεια o el estado mental alcanzado cuando una persona está libre de
alteraciones emocionales) y a la
imperturbabilidad (ataraxia < del gr. ἀταραξία, "ausencia de
turbación").
La historia del estoicismo se halla
religada a la filosofía moral, que se acentúa en el último estoicismo, el de
Epicteto y Marco Aurelio. Con todo, el estoicismo siempre tuvo una versión
globalizadora del universo, con una clara conciencia de la insociabilidad de
las tres partes en que se plantean las interrogante filosóficas: física, lógica
y ética. Así pues, la filosofía estoica es un todo coherente, una filosofía de
la totalidad, conscientemente sistemática, una "especie de
filosofía-bloque [...]que recuerda las creencias globalizadoras de las
religiones de Oriente", como señala el francés Émile Bréhier, citado por
Agustín López, en su Prólogo al Enquiridión
de Epicteto.
A.T.T.
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