1º. El fuego-artífice
El profesor Friedrich Lang[1] escribió un interesante artículo sobre el fuego en la cultura antigua; sin embargo, adolece del aspecto metafísico al que responden muchas de las especulaciones conceptuales. Se trata, pues, del mismo defecto que aparece en la crítica antiestoica de los filósofos griegos y latinos.
El profesor Friedrich Lang[1] escribió un interesante artículo sobre el fuego en la cultura antigua; sin embargo, adolece del aspecto metafísico al que responden muchas de las especulaciones conceptuales. Se trata, pues, del mismo defecto que aparece en la crítica antiestoica de los filósofos griegos y latinos.
Comparar
los pasajes de Zenón y Crisipo, sobre el fuego, con los relatos bíblicos en los
que interviene el fuego durante todo el primer milenio a. de C., es muy
ilustrativo. Esa confrontación nos hace ver, no sin cierta sorpresa, un
concepto metafísico sobre la naturaleza del fuego en la Estoa y en el Antiguo
Testamento. Así por ejemplo, las Escrituras, sobre la misión profética de
Elías, nos lo presenta como el profeta del fuego:
"1Como
un fuego se levantó Elías; / su palabra era ardiente como antorcha; 2
y trajo sobre ellos el hambre, /y en su celo los redujo a pocos. 3 Con
la palabra del Señor cerro los cielos / y por tres veces hizo bajar
fuego." [2]
En
tiempos de Zenón todavía se conservan vivos, a pesar de haber transcurrido
cinco o seis siglos, la memoria de las violentas guerras de los sacerdotes de
Baal y Astarté contra los profetas de Israel. Uno de los episodios más
relevante es, sin duda, el acuerdo que alcanza Elías con sus rivales sobre la
prueba de la supremacía entre Yahvé y
Baal, durante el reinado de Acab. Elías les lanza el siguiente reto, que es
aceptado sin obstáculos por sus enemigos:
"22
Volvió a decir Elías al pueblo: "solo quedo yo de los profetas de
Yahvé, mientras que hay cuatrocientos cincuenta profetas de Baal. 23 Que
traigan bueyes para que escojan ellos uno, lo corten en pedazos y lo pongan
sobre la leña, pero sin poner fuego debajo; yo prepararé otro sobre la leña,
sin poner fuego debajo. 24 Después invocad vosotros el nombre de
vuestro dios y yo invocaré el nombre de Yahvé. El Dios que respondiere con el
fuego, ése sea dios"; y todo el pueblo respondió: "Está muy
bien". [3]
Esta
escena, poco comprensible para un grecorromano, se ajusta perfectamente en el ignis artificiosus o del artificiose
ambulans de la cosmovisión de Zenón, cuyas propiedades específicas ígneas
entran en todas las actividades que expresa el verbo arameo qânâh,
que más adelante analizaremos. El rasgo común de esas propiedades del fuego, en
el estoicismo, es su profunda intimidad en el seno de la naturaleza, por un
lado, y por el otro, la disponibilidad del fuego para ser usado y utilizado por
la voluntad libre de los dioses.
Los
dos bandos, el de Elías y el de los profetas de Baal produjeron matanzas al
adversario sin piedad; solo se diferenciaron en las liturgias que emplearon.
Los sacerdotes de Baal, invocaron a sus dioses dando saltos rituales en el
fuego de la pira, se hieren los cuerpos y usan todo procedimiento que pueda
conmover a Baal. Elías, en cambio, se burla de ellos y se limita hacer la
siguiente plegaria:
" 36Yahvé, Dios de Abraham, de
Isaac y de Israel: que se sepa hoy que tu eres el Dios de Israel y que yo soy
tu siervo, que todo esto lo hago por mandato tuyo. 37 Repóndeme,
Yahvé; respóndeme, para u todo este pueblo conozco que tú, ¡Oh Yahvé!, eres
Dios y que tu conviertes a tí su corazón. 38 Bajó entonces fuego de
Yahvé, que consumió el holocausto y la leña, las piedras y el polvo, y aún
lamió las aguas que había en la zanja. 39 Viendo esto el pueblo,
cayeron todos sobre sus rostros y dijeron: "¡Yahvé es Dios, Yahvé es
Dios!" 40 Y dijo Elías: "Prended a los profetas de Baal,
sin dejar que escape alguno". Apresáronlos ellos, Y Elías los llevó al
torrente de Cisón, donde los degolló".[4]
Para
uno y otro de los grupos en pugna aparece como absolutamente normal el juicio
del fuego, como signo de la divinidad. Y hemos de decir que la mayoría de las
teofonías o manifestaciones de la divinidad, al menos las más relevantes,
acontecen y suceden después del fuego.
Aunque
la historicidad de algunos pasajes de se cuestionan actualmente, la guerra
religiosa de los adoradores de Yahvé contra los de Baal y Astarté fue demasiado
larga y sangrienta como para considerarla como fruto del reino de la imaginación
popular.
Las
propiedades de aquel fuego concuerdan mal con los conceptos científicos,
filosóficos y religiosos de Grecia y Roma. Dada su complejidad, lo mismo
podrían llevarnos al monoteísmo hebreo, al politeísmo de Canaán o a las
supersticiones de Siria, quizás por eso el cronista de Israel se burla de los
sirios, cuando explican a su rey las causas del desastre sufrido en Israel:
"23Los
siervos del rey de Siria dijeron a este: "Su dios es un dios de monte por
eso nos han vencido, pero si peleamos con ellos en el llano, los
venceremos."[5]
Con
esta tradición histórica se crearon teorías de gran complejidad espiritual, que
escapan al "cientificismo" de los griegos. Frente al naturalismo de
los helenos, nómadas y guerreros, que veían el mundo ingenuamente y lo
interpretaban inducidos por relatos mitológicos, la mente de los arameos se
caracterizó por la intervención activa de elementos religiosos universales
entrelazados con las fuerzas misteriosas de la vida.
Si
comparamos las categorías[6]
aristotélicas, entendidas después por los escolásticos, en su metafísica, como
los modos de ser, a las que también llaman predicamentos,
son los géneros supremos del ente finito. Sin embargo, Aristóteles hace que las
Categorías sea el primero de sus
tratados de lógica, lo que nos lleva a pensar que para él son modos
lingüísticos de predicación en lugar de modos metafísicos de ser. El mismo
Aristóteles, de forma ingenua quizás, no distingue el modo de ser de las cosas
(formas del ser) y el modo en que las aprehendemos (modalidades de
predicación). Estas categorías aristotélicas serán las propias del helenismo y
su cosmovisión y pertenecen al campo de la física, en contraposición al modo de
pensar arameo o palestinense en el que inciden sofisticadas concepciones metafísicas
y físicas, con frecuencia enraizadas en la superstición, tal y como ocurre con
el concepto de fuego a través del cual se producen las teofonías.
Cicerón
concebirá ese fuego como un duende que interviene y actúa en todas partes; es
la fuerza activa de los estoicos que está por
todas partes coexistiendo con la materia; el mundo es un ser animado y
armonioso que posee vida propia; en él solo existen los individuos concretos,
siempre diferentes entre sí; por eso afirma el filósofo y escritor... que cada cosa
posee su propio carácter y nada es idéntico a otra cosa. En cambio, Yahvé
emplea el fuego como elemento instrumental de las manifestaciones de sus libres
designios personales. Para los estoicos Dios es Fuego, energía activa, y Lógos,
la razón, expandida por todo el cosmos; además concibieron que la Ley Natural
era la presencia material de Dios en el universo. Del mismo modo que la razón
cósmica, el Lógos, Dios era la providencia que regía todas las cosas. Dios como
Fuego era similar a una semilla interior, la razón de todas las cosas y causa
de lo que era, es y será. El principio vital es esa energía que hace posible
florecer todo la flora y nacer, crecer y desarrollarse la fauna. Como fuerza
viviente, Dios se encuentra en cualquier fase de desarrollo de los seres del
cosmos y del cosmos mismo, el cual domina y moldea la materia pasiva hasta
hacerla progresar. Esto genera el Destino que impone un cierto determinismo a
los hombres, solo libres si aceptan la
necesidad cósmica.
Es
difícil concretar con rigor cuáles son los atributos de Yahvé en comparación a
las divinidades fenicias. En las peticiones punitivas de Elías para los
sacerdotes de Baal predomina el efecto destructor del fuego; en el rapto del
profeta al cielo, se subraya el poder discriminatorio y mayestático del fuego,
y en el monte Tabor, cuando Jesús habla con Elías y Moisés, el fuego deslumbra
con el brillo de la Gloria.
Todas
estas misteriosas cualidades ígneas que se manifiestan configuran la mentalidad
aramea de Zenón, y todas rechinan y encajan mal en las concepciones helénicas
de griego y romanos, a excepción de los planteamientos especulativos de
Heráclito sobre el fuego. Las similitudes entre la Biblia y el Estoicismo sobre
las propiedades naturales del fuego como energía activa, poco tienen que ver
con la ἐνέργεια griega.
2. El lógos estoico vs. el qânàh arameo
Dada su importancia metafísica, pasamos ahora a comparar la
actividad del lógos estoico con el qânâh de los arameos. El verbo qânâh[1], analizado por los
escrituristas y dependiendo de los contextos, presenta diversas acepciones
tales como crear, procrear, poseer -con mando e imperio-), engendrar...
Cicerón - Cayo Cotta, en el diálogo De natura deorum, se burla del contenido metafísico o religioso que
Antíoco Ascolonita, filósofo y maestro de Cicerón, hace en su exposición; sin embargo, esas
denotaciones y connotaciones del verbo en las fuentes orientales, adquieren un
enorme valor en los pasajes ciceronianos relativos a Zenón.
No cabe duda que los conceptos dinámicos expresados por
el arameo qânâh son ponen de manifiesto aspectos diversos del ignis artificiosus o artificiose ambulans
de Zenón. Las propiedades de la actividad ígnea está íntimamente relacionada
con la naturaleza y puede, además, ser manejada por la voluntad de los dioses,
totalmente libre. Ambas propiedades, inmanencia y trascendencia, se
complementan y sus límites son absolutamente difusos; esta imprecisión de
advierte en la leyenda de Prometo, de origen semita o preario, que los griegos
-Hesiodo y trágicos- presentan como rival de Zeus, e inferior a los cultos
helénicos.
En la cosmogonía helénica o prehelénica, el que entrega a
los hombres el fuego divino es Prometeo, un titán descendiente de Urano (el
Cielo) y Gea (la Tierra), que dominaron el mundo bajo el mandato de Cronos, antes
de ser desplazado por los dioses olímpicos liderados por Zeus, hijo de Cronos y Rea. Se considera a los
titanes, seis varones y seis mujeres, como divinidades menores al compararles
con los olímpicos y como seres primordiales, violentos y caóticos. El más
importante de los titanes fue Cronos, símbolo hiperbólico de la ambición de
poder, que destronó y emasculó con una hoz a su padre Urano. Urano, temeroso,
devoraba a sus hijos recién nacidos; Su mujer y hermana Rea esconde a Zeus en
la isla de Creta, aunque antes envuelve una piedra entre pañales para engañar a
su marido. Zeus termina derrocando a su padre e instaura el poderío de los
dioses y sus descendientes en el Olimpo, hogar de los principales dioses del
panteón griego.
Prometeo (Προμηθεύς, ‘previsión’,
‘prospección’) equivale a Providencia. Zenón pudo
identificar dos mitos, uno hurrita y otro griego, sobre la creación del hombre.
En el primero, recién descubierto, fue identificado por los mismos hurritas
con el sumerio
Enlil y por los ugaritas con El, Anus dios del cielo es castrado por su hijo Kumarbi. Es una
variante del ἅρπαγμα o "rapiña" celeste cometida por el hombre. Kumarbi es
destronado por su hijo; en el segundo, Cronos castra también a su padre Uranos,
y es destronado por su propio hijo. Zeus, que se entroniza así dios del cielo y
castiga a Prometeo (=la Providencia), quien regala el fuego divino al hombre
creado por su hermano Epimeteo. Zenón concibe el lógos (Prónoia[2]) como hacedor del hombre
racional. Sin embargo, los griegos -Hesíodo, Esquilo y Platón- modifican el
mito de Prometeo haciendo que Zeus le castigue y le encadene a las rocas del
Cáucaso, para allí ser devorado continuamente por un buitre que le roe las
entrañas y le atormenta eternamente. Con todo, el mismo Zeus envía a Mercurio
para que dé una mayor inteligencia político-social a sus enemigos los hombres,
para evitar que mueran desamparados y abandonados por la Providencia
(=Prometeo).
En estas variaciones mitológicas se puede observar que el
enfrentamiento religioso entre Zenón y los helenos es evidente. Zenón defiende
a la Providencia, como los cananeos y los prehelenos de Grecia. Aristóteles,
representante del panhelenismo, la niega. Platón la imagina torturada en
Prometeo, y, luego, el Sócrates de Jenofonte adopta una tradición primitiva,
prearia, que coincide con la cananea.
[1].
Elorduy, E., ibídem, págs. 30 y ss.
[2]. Los filósofos
griegos dedujeron la realidad de una Providencia que está sobre los hombres,
del conocimiento de la ordenación racional del mundo, adecuada a un fin y
dirigida a él. Se entendió esta ordenación como el hacer de un espíritu divino
(pneuma), fuego artífice que gobierna el universo y lo mantiene, y que
vela, además, por la felicidad de los hombres. El término PRÓNOIA significa el
alma del mundo; se la puede llamar sabiduría o providencia, cuyo principal
cometido es procurar que el mundo
mantenga las mejores condiciones para conservarse, que no le falte de nada,
pero especialmente que se encuentren en él una belleza extraordinaria y un
ornato total. El concepto aparece por
primera vez en el V a. C. (Cicerón, De
natura deorum, II, XXI-XXII).
[1].
Lang, Fr., v. πὖρ
en Kittel, vol. VI, págs. 957-963; citado por Elorduy, E., Ibídem, pág. 27, n. 9.
[3]
. I Reg., 18, 22-24.
[4]. I Reg.,
18, 35 y ss.
[5]
. I Reg. 20, 23.
[6].
El origen del término categoría es
jurídico: kategoreîn, en griego clásico, que significa "hablar en contra
de alguien o de algo"; y categorías < del gr. Κατηγορίαι. . Aristóteles
usa el vocablo con el sentido de predicación de alguna característica con
relación a alguien o a algo. Así, una categoría sería el referente de un predicado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario