Francisco de Goya y Lucientes, pintor y grabador español, es considerado uno de los grandes maestros de la pintura española. Marcado por la obra de Velázquez, habría de influir, a su vez, en Édouard Manet, Pablo Picasso y gran parte de la pintura contemporánea.
Su obra hay que entenderla entre dos épocas muy distintas en cuanto a su cosmovisión: la Ilustración, segunda mitad del XVIII, y el Romanticismo, ya en el siglo XIX. Goya es un ejemplo fiel de la Ilustración española, al tiempo que abre el camino al Romanticismo. (Cámara Muñoz, Alicia, 2003, p. 54).
Nace en 1746 en un pequeño pueblo aragonés, Fuendetodos, y muere en Burdeos el 16 de abril de 1828. Cuando nace, ese mismo año, reina Fernando VI, segundo monarca de la dinastía borbónica; cuando muere, reina Fernando VII. Entre tanto han sucedido muchas cosas: primero se consolidó el Despotismo Ilustrado, se tensaron las relaciones entre los ilustrados y el viejo régimen, gobernó Godoy con Carlos IV, estalló el motín de Aranjuez, los franceses invadieron la Península, se proclamó la Constitución de Cádiz, volvió Fernando VII con el absolutismo, tuvo que aceptar el liberalismo a la fuerza, volvió el absolutismo... Cuando murió Goya, España era muy distinta a la que le había visto nacer, y, con España, Europa: la Revolución Francesa, el Imperio napoléonico, el desarrollo del nacionalismo... Goya vive en un período histórico en el que se han producido cambios fundamentales en la vida europea, cambios que todavía nos afectan, tanto de carácter político como cultural, social y económico. Suele decirse que es la época en que el Antiguo Régimen entra en crisis, pero la crisis lo es también de nacimiento de un régimen nuevo, de una época nueva: la contemporánea. Goya es el representante artístico de esa época, de las tensiones de ese nacimiento.
Formado en un ambiente artístico rococó, evolucionó a un estilo personal y creó obras que, como la famosa El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío (1814, Museo del Prado, Madrid), siguen causando, hoy día, el mismo impacto que en el momento en que fueron realizadas. Es, probablemente, el más próximo a nuestra sensibilidad de los pintores de su tiempo: sus grabados y dibujos parecen representar nuestro mundo, nuestras actitudes. A veces, parecen instantáneas de la prensa de actualidad.
Su obra hay que entenderla entre dos épocas muy distintas en cuanto a su cosmovisión: la Ilustración, segunda mitad del XVIII, y el Romanticismo, ya en el siglo XIX. Goya es un ejemplo fiel de la Ilustración española, al tiempo que abre el camino al Romanticismo. (Cámara Muñoz, Alicia, 2003, p. 54).
Nace en 1746 en un pequeño pueblo aragonés, Fuendetodos, y muere en Burdeos el 16 de abril de 1828. Cuando nace, ese mismo año, reina Fernando VI, segundo monarca de la dinastía borbónica; cuando muere, reina Fernando VII. Entre tanto han sucedido muchas cosas: primero se consolidó el Despotismo Ilustrado, se tensaron las relaciones entre los ilustrados y el viejo régimen, gobernó Godoy con Carlos IV, estalló el motín de Aranjuez, los franceses invadieron la Península, se proclamó la Constitución de Cádiz, volvió Fernando VII con el absolutismo, tuvo que aceptar el liberalismo a la fuerza, volvió el absolutismo... Cuando murió Goya, España era muy distinta a la que le había visto nacer, y, con España, Europa: la Revolución Francesa, el Imperio napoléonico, el desarrollo del nacionalismo... Goya vive en un período histórico en el que se han producido cambios fundamentales en la vida europea, cambios que todavía nos afectan, tanto de carácter político como cultural, social y económico. Suele decirse que es la época en que el Antiguo Régimen entra en crisis, pero la crisis lo es también de nacimiento de un régimen nuevo, de una época nueva: la contemporánea. Goya es el representante artístico de esa época, de las tensiones de ese nacimiento.
Formado en un ambiente artístico rococó, evolucionó a un estilo personal y creó obras que, como la famosa El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío (1814, Museo del Prado, Madrid), siguen causando, hoy día, el mismo impacto que en el momento en que fueron realizadas. Es, probablemente, el más próximo a nuestra sensibilidad de los pintores de su tiempo: sus grabados y dibujos parecen representar nuestro mundo, nuestras actitudes. A veces, parecen instantáneas de la prensa de actualidad.
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