Christine de Pizan, la primera escritora profesional de la Historia
La sinrazón de la misoginia
Epístola del Dios del Amor
(1399), donde rechaza a los falsos amores y amantes, quienes prometen y
luego no dan.
Dechado de Poissy y Debate de los dos
amantes (1400): dos ensayos
sobre el amor cortés. En ellas se planteó el papel de la mujer en las
composiciones poéticas y cómo éstas le afectaban.
En
La ciudad de las mujeres, escrita
en1405, la más importante de sus obras, clamó contra el sistema misógino
y a favor de los derechos de las mujeres. En él da voz a las mujeres, esta vez
como ciudadanas, status exclusivo de los hombres, y crea una ciudad donde
ellas, con las Tres Virtudes, al igual que ellos, tienen sus espacios y toman
sus decisiones. Christine comienza su obra así:
Me preguntaba cuáles podrían ser
las razones que llevan a tantos hombres, clérigos y laicos, a vituperar a las
mujeres, criticándolas bien de palabra bien en escritos y tratados... Yo, que
he nacido mujer, me puse a examinar mi carácter...
Me propuse decidir, en
conciencia, si el testimonio reunido por tantos varones ilustres podría estar
equivocado. Pero, por más que intentaba volver sobre ello, apurando las ideas
como quien va mondando una fruta, no podía entender ni admitir como bien
fundado el juicio de los hombres sobre la naturaleza y conducta de las mujeres.
Al mismo tiempo, sin embargo, yo me empeñaba en acusarlas porque pensaba que
sería muy improbable que tantos hombres preclaros, tantos doctores de tan hondo
entendimiento y universal clarividencia -me parece que todos habrán tenido que
disfrutar de tales facultades- hayan podido discurrir de modo tan tajante y en
tantas obras que me era casi imposible encontrar un texto moralizante,
cualquiera que fuera el autor, sin toparme antes de llegar al final con algún
párrafo o capítulo que acusara o despreciara a las mujeres...
Querella de las mujeres
Desde
esta perspectiva, dio un impulso definitivo a lo que en el Renacimiento se dio
en llamar Querella de las mujeres
debate histórico que comienza en la Edad Media pero que continúa hasta épocas
posteriores, que trata sobre la naturaleza, posición y esencia de la
mujer, determinando el lugar que ésta debía ocupar en la sociedad y la familia.
“A todas vosotras, mujeres de alta, media y baja condición, que nunca os
falte conciencia y lucidez para poder defender vuestro honor contra
vuestros enemigos. Veréis cómo los hombres os acusan de los peores defectos,
¡quitadles las máscaras, que nuestras brillantes cualidades demuestren la falsedad
de sus ataques! (…) Huid, queridas amigas, huid de los labios y sonrisas que
esconden envenenados dardos que luego os han de doler. Alegraos apurando
gustosamente el saber y cultivad vuestros méritos”.
(Cristina
de Pizán, La Ciudad de las Damas,
III, 29)
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