El sueño de la razón produce monstruos

lunes, 29 de abril de 2013

Fenomenología del FAUSTO de Johann Wolfgang von Goethe (I)


               INTROITO
           Para toda época y todo lector, siempre subyacen en Fausto los interrogantes de qué lleva a los hombres a pactar con el diablo; qué es tan preciado y deseable por el ser humano que se haga conveniente una alianza con las fuerzas de la oscuridad.
            Goethe tardó más de sesenta años en resolver ese dilema. Cuando terminó su ficción sobre el mito fáustico, nuevos aires corrían por Europa: en Francia, la revolución hizo rodar la cabeza del rey; en los estados de habla alemana, las monarquías temerosas, hacen cambios políticos, sociales y económicos, y los pensadores siguen a la plácida sombra de los príncipes y el pueblo no había llegado aún a la "mayoría de edad" como definió Kant a la Ilustración: el campesinado, súbdito de las monarquías, les bastaba asegurar su subsistencia.


               FAUSTO I
            Sin duda, plantea un proyecto de liberación acorde con el ambiente intelectual de la época: una liberación individual caracterizada por la acumulación de experiencias y apoyada en una esperanza implícita y la convicción en la armonía entre el alma y el mundo.
            El doctor Fausto sale de su estudio de libros apolillados hacia el sol de primavera con la confianza de llevar consigo la semilla de la plenitud.
            El precio del pacto con el diablo es la armonía del individuo y la totalidad, aunque no una armonía filosófica y abstracta, sino la efectiva y gozosa encarnada en la propia vida.

            FAUSTO II
            La perspectiva del Fausto II es muy distinta. La historia deja de sentirse como un drama con nudo y desenlace y se sigue como una gruesa novela decimonónica. El Estado moderno, fruto de las revoluciones, se ha articulado como un poder al que todos tienen acceso, pero sobre el que nadie tiene el control. Las monarquías dejan de justificarse en Dios y aparecen como garantes de unas leyes y unas instituciones que garantizan un marco estable para la acumulación de capital.
            El doctor Fausto abandona todo lo relativo a su formación individual; su proyecto ha pasado a ser colectivo. El precio por el pacto con el diablo es la gestión de una comunidad en una nueva tierra, incentivada por la conquista de la riqueza, aunque el entorno siempre precario no dejará de descansar definitivamente.
            Detrás del primer Fausto están los delirios de grandeza de un Ego agraviado por la fortuna; tras el segundo Fausto se oculta una utopía capitalista y colonial.
            Goethe, en su Fausto, intenta justificar el pacto con el diablo, y para ello nos muestra las tendencias cambiantes de la mentalidad de su época. De hecho, la ruptura formal que aparece en el drama expresa, nada más y nada menos, que una quiebra histórica lo que trajo consigo un profundo cambio en el ejercicio de poder.
            Goethe, entre tanta búsqueda, encuentra una certeza: Dios no se sirve del diablo para que el hombre, rechazando el mal que este encarna, haga un buen uso de la libertad y se salve. Dios emplea al diablo para que el hombre afronte empresas que valgan la pena. Esa certeza, afirma Miguel Salmerón[1], queda constatada por medio de la dilatada creación de la obra.

           La tradición literaria faustiana se remonta a 1587 cuando el editor Spiess publica Historia von D. Johann Fausten y continúa con La verdadera historia del doctor Fausto, 1599, de Georg Rolf Widmann. Hasta 1810 no se publica la espléndida variación sobre Fausto de Cristopher Marlowe: The tragical history of doctor Faustus (1587-1593).



[1]. Goethe (2007), Fausto, Madrid, Austral teatro, pág. 21.

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