El sueño de la razón produce monstruos

lunes, 9 de diciembre de 2013

Y las Comedias Bárbaras en el contexto del teatro de Valle Inclán (VI)


El teatro de Valle-Inclán es una de las más extraordinarias aventuras del teatro europeo contemporáneo y, desde luego, el de más absoluta y radical originalidad en el teatro español del siglo XX.
La obra dramática de Valle-Inclán muestra una constante voluntad de renovación formal y temática y una insobornable vocación de ruptura con los dramaturgos del primer cuarto de siglo.
El sistema dramático de Valle-Inclán se nos presenta como un sistema de variaciones cuya cristalización última será el esperpento.
Valle-Inclán que comenzó escribiendo un teatro que tenía mucho de callejón sin salida, romperá con él mediante una vuelta a las fuentes del drama, vuelta que adoptará dos direcciones fundamentalmente:
1º. LA DEL MITO (gr. μῦθος, mythos, "relato, cuento"=cosa fabulosa; fábula religiosa): esta dirección le llevará a la adopción de un espacio galaico. La Galicia real servirá de base para configurar una imagen del hombre y del mundo. Lo social y lo histórico será mitificado por Valle-Inclán.
2º. LA DE LA FARSA: que le llevará a la adopción de un espacio dieciochesco, donde aloja una visión del mundo en la que el mal, la irracionalidad y la animalidad humanas, el sexo y la muerte, en tanto que fuerzas primarias que rigen la existencia del hombre, actúan en libertad.
En 1920, con el comienzo del esperpento pleno, aparecerá un nuevo espacio: el de la España contemporánea, pero el procedimiento dramático será justo el inverso: la desmitificación.
EL CICLO MÍTICO
Este ciclo está constituido por las Comedias bárbaras, El embrujado y Divinas palabras.
Las Comedias bárbaras es una trilogía constituida por:

Águila de blasón (1907)
Romance de lobos (1908)
Cara de plata  (1923)

En ellas se desarrolla la tragedia de los Montenegros, antifiguras de los Infantes de Lara. Valle-Inclán nos presenta una raza, que es el final de un mundo, sobre el que impera el Diablo y la Muerte, es decir, las potencias del mal y de la destrucción.


Sus personajes se liberan no sólo de la psicología, sino también de toda presión ideológica. Vuelven a encarnar los impulsos elementales del ser humano en un cosmos primordial, y por ello mismo amenazador, con la ambigüedad del misterio.
Los personajes del teatro mítico de Valle-Inclán son movidos por las más oscuras y bárbaras pulsaciones de la carne y del espíritu, especialmente por "la impulsión sexual oscura".
Para encarnar dramáticamente ese mundo primordial (mundo del sexo, del pecado y de la muerte), Valle-Inclán se sirve de su Galicia natal para crear un cosmos mítico, pleno de temblor, de misterio.
La Galicia de la dramaturgia de Valle-Inclán no es ni un reflejo estético ni un reflejo sociológico de la Galicia real, sino su reflejo mítico, con exclusiva función de espacio dramático abierto y libre. En él, trascendida toda determinación cultural, vuelve a aparecer, mediante un héroe y un coro, la parte maldita del hombre.
Saca al hombre de los interiores burgueses, para ponerle sobre el espacio mágico de una Galicia mítica, más allá de todo condicionamiento sociológico o psicológico.
El personaje central de la trilogía es D. Juan Manuel Montenegro, el último de los héroes, en sentido clásico, de un mundo a cuya liquidación y destrucción asistimos.
Héroe de un mundo regido por valores absolutos -positivos o negativos- y por pasiones no menos absolutas, en donde no caben los términos medios entre el bien y el mal, entre la humanidad y la animalidad, ni los compromisos de ninguna índole, y en donde los sentimientos son sustituidos por los actos y las impulsiones inmediatas. No conoce fronteras en su entrega al bien o al mal.
El embrujado
Tragedia en tierras de Salnés la subtituló Valle-Inclán, incluyéndola después en el "Retablo de la Avaricia, la Lujuria y la Muerte".
El mundo dramático de El embrujado es sustancialmente el mismo de la Comedias Bárbaras. Vuelve a aparecer, como después en Divinas palabras, el Ciego Gondar, viejo mendigo con palabra de profeta y alma de rufián, cuya función como personaje es, a la vez, la de personaje-coro y personaje-emisario, que lleva y trae las noticias y las comenta, sirviendo de enlace entre la acción no escenificada y la escenificada.
Integra en sí dos dimensiones o aspectos: el bíblico y el picaresco. Los mendigos de Valle-Inclán participan de ambos mundos, desprendiéndose un doble carácter: de imponente gravedad y grosero materialismo, de sabiduría ancestral y rufianismo.
En El embrujado la acción acontece en un cosmos regido por la fatalidad, de la cual son instrumentos la avaricia y la lujuria. La víctima es un niño símbolo de la inocencia.
Divinas palabras.
La acción de la pieza está construida en torno a un enano hidrocéfalo, Laureaniño el Idiota y su carretón.
Es difícil encontrar en todo el teatro europeo de todos los tiempos una obra más desagradable, negra y atrevida. Tiene algo de romance de ciego y mucho también de juego espectacular de escarnio.
A la crueldad alía aquí Valle-Inclán una profunda piedad por los personajes, que le lleva a escribir la extraña e irónica escena final de salvación del marido ultrajado y de su esposa.
El universo dramático, en donde los personajes se mueven impulsados por las pasiones terriblemente elementales de la lujuria y la avaricia, se carga en la escena final de una extraña espiritualidad que emerge del seno de la más densa animalidad por virtud de unas palabras que no significan nada porque estaban en latín.
Las "divinas palabras", puestas con trágica ironía en Pedro Gailo, no son sino signo de esa última e insobornable irracionalidad, tanto para el bien como para el mal que late en la criatura humana.
Por ello, los personajes valleinclanescos escapan a todo sistema de coordenadas morales, enlazando así con los héroes de la tragedia antigua, situados fatalmente más allá de toda moral, exiliados fuera del territorio de la ética.
Su grotesca y terrible pasión y muerte enlaza las escenas del drama y pone en marcha la acción.
En el primer acto, muerta a la vera de un camino la madre del Idiota, éste se convierte en objeto de la codicia de los dos hermanos de la finada, Marica del Reino y Pedro Gailo, sacristán, instigado por su mujer Mary Gaila.
El pleito es fallado por un aldeano, Bastián de Candás, encarnación de la sabiduría popular, cuyo consejo de explotarlo al alimón -tres días un hermano, tres días el otro y los domingos alternados- es aceptado por ambas partes.       
En el segundo acto, Mary Gaila, que va por los caminos para explotar al Idiota, llega a las ferias de Viana del Prior, en donde topa con Miau, con el cual fornica, dejando en manos de Rosa la Tatula al Idiota, que llega con él a una taberna y allí, el marica Miguelín hace beber copa tras copa al Idiota que muere mientras menudean las burlas soeces a costa de la cabezota del enano. Y el acto termina con una de las más feroces escenas de esta cruel dramaturgia: el cadáver del Idiota es encontrado al amanecer con la cara y las manos comidas por los cerdos.
En el tercer acto, el cadáver del Idiota, "coronado de camelias", es expuesto junto al pórtico de la iglesia con el fin de recoger dinero para el entierro. Mientras tanto, Mary Gaila es descubierta en el campo fornicando con Miau, que huye. Mary Gaila, perseguida por perros y gentes, es alcanzada, forzada a desnudarse y llevada a la iglesia, desde cuyo campanario se arroja al suelo Pedro Gailo, se levanta indemne y dirigiéndose al vociferante pueblo de campesinos y pastores, dice en latín las "divinas palabras" de Cristo a la turba que quería lapidar a la adultera: "Qui sine peccato est vestrum, primus in ellam lapidem mittat".

EL CICLO DE LA FARSA
Le lleva a la adopción de un espacio dieciochesco, donde aloja una visión del mundo en la que el mal, la irracionalidad y la animalidad humanas, el sexo y la muerte, en tanto que fuerzas primarias que regen la existencia del hombre, actúan en libertad.
Constituye este ciclo cuatro piezas, a saber:
- Farsa Infantil de la Cabeza de Dragón (1909)
- La Marquesa Rosalinda (1920)
En estas dos obras, junto a los resabios modernistas, aparece un lenguaje desgarrado y bronco.
- La Farsa Italiana de la enamorada del Rey (1920), en ella se mezcla la fábula sentimental y la caricatura punzante, con personajes que, con alguna salvedad, son marionetas grotescas.
- Farsa y Licencia de la Reina Castiza (1920), es una deformación despiadada de la corte de Isabel II, donde la significación política se hace evidente. Lo sentimental de las otras farsas deja paso a lo grotesco.

En 1920 se adentra ya en el esperpento. Aparece un nuevo espacio: el de la España contemporánea pero con un procedimiento nuevo: la desmitificación.
EL CICLO DEL ESPERPENTO
Valle-Inclán dice, en una entrevista que le hace G. Martínez Sierra en ABC (diciembre de 1938), que hay tres modos de ver el mundo artística y estilísticamente:
1º. De rodillas: esta es la posición más antigua en literatura; se da a los personajes, a los héroes, una condición superior a la condición humana. Así Homero atribuye a sus héroes condiciones que en modo alguno tienen los hombres.
2º. En pie: que consiste en mirar a los protagonistas novelescos como de nuestra naturaleza, como si fuesen nuestros hermanos, con nuestras mismas virtudes y nuestros mismos defectos. Así lo hace Shakespeare.
3º. Levantado en el aire: es mirar al mundo desde un plano superior y considerar a los personajes de trama como seres inferiores al autor, con un punto de ironía. Los dioses se convierten en personajes de sainete. Esta es una posición muy española, manera de demiurgo, que no se cree en modo alguno hecho del mismo barro que sus muñecos. Quevedo tiene esa manera. Cervantes, también.
Esta tercera manera es la que dice elegir, definiendo a los personajes de sus esperpentos como enanos y patizambos que juegan una tragedia.
El descubrimiento del esperpento no es exclusivo de Valle-Inclán. A finales del XIX y principios del XX se desarrolla en toda Europa una corriente de esperpentismo en la literatura y el arte: aspectos del expresionismo pictórico y teatral español, parodias y cabriolas grotescas de los futuristas italianos, la ferocidad del dadaísmo francés, las audacias, con frecuencia jugando con lo estrambótico de Apollinaire, la comicidad sarcástica de Pirandello, las novelas de Kafka, etc.
Por lo cual el esperpento es fruto de una determinada situación histórica, ya no sólo individual, ni siquiera nacional, sino europea.
En lo que se refiere a Vallé-Inclán, hay que añadir evidentemente, la valoración de la corriente barroca española representada por Quevedo y Goya, y también diversas circunstancias de orden personal, entre las cuales hay que reseñar los graves problemas de orden económico familiar.
Partiendo de una visión grotesca del presente, en la cual Valle-Inclán no se siente a gusto y de la que es insolidario, el esperpento valleinclanesco se profundiza más y más hasta alcanzar, como todo el arte de lo grotesco, una significación ontológica: la sistemática destrucción de la realidad que llega a poner en cuestión al ser.
El esperpento de Valle-Inclán es no sólo un género literario, sino una estética y, una visión del mundo, a la cual llega el escritor desde una concreta circunstancia histórica española, y desde una determinada ideología. Es el resultado de una toma de posición crítica cuya raíz es a la vez individual y social, pero que coincide con un movimiento estético de protesta y de búsqueda general en la literatura europea.
Obras:
Luces de bohemia (1920)
Los cuernos de D. Friolera (1921)
Las galas del difunto (1926)
La hija del capitán (1927)
Los tres últimos esperpentos lo recoge después bajo el título común de "Martes de Carnaval".
En ellos se agitan figuras marginales o fantoches grotescos, presentados con una técnica de chafarrinón y un lenguaje que no retrocede ni ante lo soez. Todo ello revela una visión ácida y vilentamente disconforme con la realidad. El autor se complace en degradarla y agredirla con una carcajada que no perdona a personas, instituciones o mitos, pero que en el fondo oculta no pocas veces llanto. Aquí está ese Valle-Inclán más iconoclasta aún que lo fueron los "jóvenes del 98".

LUCES DE BOHEMIA, EL PRIMER "ESPERPENTO"
(Nota: atención muy especial a esta obra.)


A principios del s. XX se producen dos grandes convulsiones sociales en España: La Semana trágica de Barcelona (1909) y la huelga general de 1917. Las consecuencias de esta última son decisivas: acaba el régimen de partidos turnantes y acceden nuevas fuerzas al primer término de la escena política. Valle-Inclán recogerá las tensiones de este periodo en Luces de bohemia. Tras la I Guerra muldial (1914-18) se produce una fuerte recesión económica, agitación campesina y obrera... la crisis llega a ser total al unirse con los reveses de la guerra de Marruecos (Desastre de Annual,1921), nuevo motivo de malestar, especialmente en los militares. Poco después, el general Primo de Rivera implanta la Dictaruda, por concesión del rey.

Argumento:
Luces de bohemia se abre con una invitación al suicidio y se cierra con un suicidio doble, los de la mujer y la hija del protagonista.
La obra recoge las últimas horas de la vida de Max Estrella, bohemio y patético poeta ciego, a quien acompaña su "lazarillo", el estrafalario y vil don Latino.
El tiempo de la acción está sincopado en quince escenas, cuya duración apenas rebasa el tiempo "clásico" de veinticuatro horas -del atardecer a la noche del día siguiente-.
En quince rápidas escenas, casi con ritmo cinematográfico, se suceden variados episodios y recorremos diversos ambientes de la noche madrileña.
Max vive con su mujer y su hija en un cuarto miserable ("Bastardillos, 23, duplicado, Escalera interior, Guardilla B"). Para aliviar su miseria, va a empeñar unos libros a una librería acovachada, pero luego se gasta el dinero en una taberna sombría y en un billete de lotería. Se encuentra con unos poetas modernistas, con los que despotrica contra todo, y en particular contra el gobierno; es detenido por ello y pasará unas horas en un calabozo, junto a un preso anarquista que está condenado de antemano. Siguen otros encuentros amargos. Y asiste en la calle a las terribles consecuencias de una manifestación obrera y la represión policial; un niño ha muerto de una bala perdida ("una mujer despechugada y ronca, que tiene en los brazos su niño muerto, la sien traspasada por el agujero de una bala".). Poco después, llega la noticia de que han matado a aquel preso al intentar fugarse... Max Estrella llega al colmo de la amargura y la desesperación. Cuando la noche toca a su fin, Max sufre un ataque y muere, abandonado por don Latino.
 (Max Estrella, después de haber sido desposeído de la posibilidad de hacer vivir malamente a su familia, después de haber sido encarcelado, abofeteado, perdido su dignidad ética al aceptar una arbitraria pensión mensual (fondo de reptiles) por el ministro de la Gobernación, se muere arrimado al quicio de la puerta de su casa, para ser traicionado, esquilmado y abandonado por su grotesco lazarillo en el mismo momento en que acaba de morir con una mueca que le deforma la cara; y, aún más, hasta su misma muete es confundida con una borrachera, y, después, degradada, irónicamente, cuando Basilio Soulinake la identifica con "un estado de catalepsia".)
Tras un duelo tragicómico, su mujer (Madame Collet) y su hija (Claudinita), desesperadas y en la miseria, se suicidan. A la vez, nos enteramos de que ha salido premiado el billete de lotería que había comprado Max y que había ido a parar a manos de don Latino.
 Comentario crítico:
A la dignidad clásica de la figura del héroe, el poeta ciego, "como Homero y como Belisario", aparecen unos espacios sitemáticamente degradados donde Max Estrella, "con su clásica cabeza ciega" y su "magno ademán de estatua cesárea", vive la experiencia de sus últimas horas lleno de rabia y de vergüenza, e impotencia para el grito, experiencia que es formulada así por Max:

"Latino, yo no puedo gritar...¡Me muero de rabia!... Estoy mascando ortigas. [...] Nuestra vida es un circulo dantesco. Rabia y vergüenza. Me muero de hambre,... Latino, [...] llévame al Viaducto. Te invito a regenerarte con un vuelo". (Escena 11).

En esta obra se desarrolla la concepción literaria del "esperpento" que presenta la realidad intencionadamente deformada para mostrar mejor sus lacras, sus miserias... o sus ridiculeces. Aparece un mundo que es -y no sólo donde hay- injusticia, estupidez, miseria, arbitrariedad, traición, violencia, y en donde la única voz que suena con autenticidad es la "voz trágica", la voz "con cólera trágica" de la Madre que, simbólicamente, lleva muerto en los brazos a un niño, ¡"un inocente sin culpa!", y también la del Preso anarquista.

Hay en Luces de bohemia una feroz sátira política y social de la España coetánea de Valle-Inclán y el esperpento es la única manera de expresarlo, reflejarlo o representarlo, sin caer en la retórica, de la cual esta nueva forma teatral es la negación absoluta.


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