El Greco, Laocoonte (1614). National Gallery of Art, Wshintong.
Libre interpretación con Toledo
Libre interpretación con Toledo
al fondo del grupo escultórico griego Laocoonte y su hijos.
Sobre todo, El Greco pintó imágenes religiosas. Resulta extraño encontrarnos en su producción una escena mitológica como la de Laocoonte.
Sobre todo, El Greco pintó imágenes religiosas. Resulta extraño encontrarnos en su producción una escena mitológica como la de Laocoonte.
Antonio Gracián,
tío paterno del jesuita universal, era capellán en la iglesia de Toledo,
Capilla de San Pedro de los Reyes. Con él se crió en Toledo, según confiesa en
su Agudeza.
Se supone que allí cursó sus primeros
estudios, los de humanidades, en el Colegio de la Compañía de Jesús. Su
estancia en la Imperial Ciudad le dejó una huella imborrable. En El Criticón elogia la casa de
Buenavista, que fue del cardenal Sandoval y Rojas, situada en la vega del Tajo.
Allí acudían los más altos ingenios de la época. Tampoco olvidó una de las
maravillas modernas de la época, el celebrado artificio de Juanelo, situado
sobre el Tajo para abastecer de agua a la ciudad. Y de la Catedral recordó siempre
los dos maravillosos coros.
El Toledo de la
infancia de Gracián era el del Greco, el de Fray Hortensio Félix
Paravicino, el de Góngora. En 1611, coincidieron allí estos tres grandes
ingenios en la tertulia del conde de Saldaña. Años más tarde, sobre todo en la Agudeza, abundan los elogios a Góngora, culterano,
y a Paravicino, uno de los mejores representantes de la oratoria religiosa que,
junto con la barroquización de la Ratio
Studiorum o plan de estudios de los jesuitas, tanto influyeron en sus
obras.
Su entrada en la
Compañía de Jesús debió de decidirla en Toledo y, en el curso 1618-1619, ingresa
en el colegio de la Compañía en Zaragoza.
Laocoonte y sus hijos. Museo Pío Clementino. Ciudad del Vaticano
Laocoonte
era sacerdote de Apolo en la ciudad de Troya, y se opuso a la entrada en la
misma del caballo que había aparecido en las playas cercanas cuando los griegos
se habían retirado, tras varios años de guerra. Cogió una lanza y la clavó en
el enorme caballo de madera para advertir a sus conciudadanos de lo nefasto de
esa aparición. En ese momento salieron dos serpientes marinas que mataron a
Laocoonte y sus hijos. Los troyanos interpretaron el hecho como una ofensa del
sacerdote a los dioses, por lo que metieron el caballo en la ciudad, que fue
invadida por los griegos, vencedores finales de la larga guerra.
Las serpientes habían sido enviadas por Apolo como castigo a Laocoonte por
haberse casado con Antiope y haber tenido hijos.
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