El sueño de la razón produce monstruos

sábado, 27 de octubre de 2012

El Tenorio mágico vs. Halloween (III)



      Antonio de Zamora (Madrid, 1660-Ocaña, 1728), No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague o convidado de piedra (Teatro de la Cruz de Madrid, 9 de septiembre de 1713).
      Antonio de Zamora, además de cortesano, gentilhombre de la Casa del Rey y oficial de la Secretaria de Indias, fue dramaturgo meritorio y muy apreciado cuando representaba con éxito en el Coliseo del Buen Retiro o en el Salón de Palacio así como en los teatro públicos de Madrid. A principios del s. XVIII, fue uno de los escritores que perfeccionó las comedias de magia, de santos, de aventuras, de bandoleros…
      Fue partidario de los Borbones tras la muerte de Calos II y celebró la entrada de Felipe V en Madrid con el auto sacramental El pleito matrimonial del cuerpo y el alma  (1701).
     
      No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, y convidado de piedra venía representándose cada año el Día de Difuntos desde que se estreno en 1713, en el Teatro de la Cruz de Madrid, el 9 de septiembre.
      Este evento se convierte en costumbre anual, en requisito imprescindible del mes de noviembre, enraizando de este modo una larga tradición española que ha perdurado casi ininterrumpidamente hasta la actualidad.
      Más tarde fue sustituida por la de José Zorrilla. De modo que cronológicamente el orden de representación en la Fiesta de Difuntos es el siguiente:
      Tirso de Molina (1612-1625), El burlador de Sevilla y convidado de piedra, cuyo precedente bien pudiera ser Tan largo me lo fiais;
      Antonio de Zamora (1713-1744), No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, y convidado de piedra.
      Julio Caro Baroja sugiere que Antonio de Zamora entendió que el Don Juan de Tirso era susceptible de un desarrollo más efectista y lo reelaboró a su manera para el teatro hasta llegar al siglo XIX.
      En su refundición del mito, en 1744, Don Juan perseguido por Filiberto Gonzaga y por doña Ana de Ulloa, el seductor escapa del rey y acude al banquete con la estatua del comendador. Ante la muerte segura, consiente salvar su alma. Y esta fue la adaptación que parece que desplazó al Don Juan de Tirso, antes del estreno del Don Juan de Zorrilla.
      José Zorrilla (1844), Don Juan Tenorio.

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