El sueño de la razón produce monstruos

martes, 14 de junio de 2011

Jorge Luis Borges, Historia de la eternidad

14 de junio de 1986: Borges, en Ginebra, deja el tiempo y empieza la eternidad

Al analizar las influencias filosóficas en la obra literaria de Jorge Luis Borges, sobre todo si nos detenemos en el Idealismo, nos daremos cuenta del peso específico que tiene en ella la antigua sabiduría hindú e iraní.

La negación del mundo exterior, la confirmación del rechazo platónico de la identidad personal, el dualismo materia/espíritu y, por tanto, de la ética incorpórea; también el monismo o la idea de la unidad del ser, la concepción circular del tiempo y, por tanto, la idea del Eterno Retorno, tan presentes en la obra de Borges, no provienen directamente del hinduismo.

Aunque se sigue insistiendo en el orientalismo de Borges, no debemos olvidar que todas sus referencias son occidentales. Es cierto que Borges se interesó por el budismo hasta escribir un opúsculo divulgador en colaboración con Alicia Jurado, titulado Qué es el budismo (1976). Pero ese orientalismo lo recibió a través de un occidental: Schopenhauer. El apasionado y lúcido Schopenhauer, escribe Borges en su Historia de la Eternidad, por el que Borges da gracias al divino laberinto de los efectos y de las causas del siguiente modo:

Gracias quiero dar al divino
laberinto de los efectos y de las causas
por la diversidad de las criaturas
Que forman este singular universo,
por la razón, que no cesará de soñar
con un plano del laberinto,
por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
por el amor, que nos deja ver a los otros
como los ve la divinidad,
por el firme diamante y el agua suelta,
por el álgebra, palacio de precisos cristales,
por las místicas monedas de Ángel Silesio,
por Schopenhauer,
que acaso descifró el universo,

[…]

(“Otro poema de los dones”, en J. L. Borges, Antología poética)

La influencia de Schopenhauer en la formación del universo literario y la cosmovisión de Borges es fundamental. Baste señalar que el filósofo alemán aparece citado más de cincuenta veces en sus relatos y ensayos.

HIRSCHBERGER, Johannes (1963), Historia de la filosofía (2 vol.), Barcelona, Herder, asegura que la filosofía de Schopenhauer está influenciada por cinco diferentes sistemas filosóficos:

1º. Kant (el mundo como representación);

2º. El romanticismo schellingiano (Friedrich Wihelm Schelling, 1775-1854; el mundo como voluntad);

3º. La sabiduría primitiva de los Vedas y Upanishadas (negación del mundo);

4º. El empirismo ingles (ataques a la metafísica clásica; sus más destacados representantes: Locke, Berkeley y Hume), y

5º. El platonismo.

La idea del presentismo, es decir, “el individuo […]se encuentra en un espacio infinito y en el tiempo infinito como una magnitud lanzada en aquella inmensidad […]. Su verdadera existencia no es sino el presente, el cual, empero, en cuanto tal, es un continuo hundirse en el pasado […].” (HIRSCHBERGER, J., op. cit. Pág. 297), que en el universo borgiano adopta la forma de la limitación espacio temporal de los protagonistas al momento presente, constituye en el sistema de Schopenhauer una continuación del sistema neoidealista británico.

En el mundo literario borgiano, la lectura de la obra desempeña un papel creativo: “leer es escribir”. En consecuencia, si “hay tantos Quijotes cuantos lectores del Quijote” (Pierre Menard, autor del Quijote, relato de Borges incluido en Ficciones, 1944), de forma análoga hay tantos mundos cuantos hombres lo perciban. Si la esencia de la obra literaria depende más bien del lector que del escritor, entonces la esencia del mundo material depende de quien lo observa; esta cosmovisión de Borges se explicita en su cuento El inmortal, uno de los cuentos del Aleph (1949).

Del mismo modo en la creación de Borges “el tiempo se queda abolido no porque Borges se sienta eterno o porque crea que su obra lo preserva para siempre, sino porque él, Borges, no es nadie”; su actitud hacia el tiempo es denunciar su carácter ilusorio y relativo, al igual que el carácter del espacio. Además, la subjetividad de la materia se basa en los mismos pilares que la subjetividad del tiempo. Espacio y tiempo con la misma subjetividad.

Borges cita un texto de Schopenhauer, por medio del cual el filósofo alemán manifiesta su cosmovisión presentista, basada en la idea de “la pura actualidad corporal en que viven los animales, su desconocimiento de la muerte y de los recuerdos.”

Schopenhauer expresa esta convicción a través de su propio gato que lo acompañó durante parte de su turbulento camino. Con una sonrisa irónica dejó escrito:

Quien me oiga asegurar que el gato gris que ahora juega en el patio, es aquel mismo que brincaba y que traveseaba hace quinientos años, pensará de mí lo que quiera, pero locura más extraña es imaginar que fundamentalmente es otro. Y después: Destino y vida de leones quiere la leonidad que, considerada en el tiempo, es un león inmortal que se mantiene mediante la infinita reposición de los individuos, cuya generación y cuya muerte forman el curso de esa imperecedera figura. Y antes: Una infinita duración ha precedido a mi nacimiento, ¿qué fui yo mientras tanto? Metafísicamente podría quizás contestarme: “Yo siempre he sido yo; es decir, cuantos dijeron yo durante ese tiempo, no eran otros que yo.”

Presumo que la eterna Leonidad puede ser aprobada por mi lector, que sentirá un alivio majestuoso ante ese único León, multiplicado en los espejos del tiempo. Del concepto de eterna Humanidad no espero lo mismo: sé nuestro yo lo rechaza, y que prefiere derramarlo sin miedo sobre el yo de los otros. […]

(Jorge Luis Borges, Historia de la eternidad, Barcelona, Emecé Editores, 1989, pág. 357)


No hay comentarios: