Hace unos días, en la Casa de América de Madrid, María Kodama nos decía que Borges pasó sus últimos días estudiando árabe, lo que nos demuestra su insaciable sed intelectural. Cuando supo lo de su cáncer, se retiró a Ginebra y mientras que esperaba a la Dama de la Guadaña, que a todos nos igual, se entretuvo estudiando árabe.
XXXIX
Letanía
de nuestro señor don Quijote
Rey de los hidalgos, señor de los tristes,
Que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
Coronado de áureo yelmo de ilusión;
Que nadie ha podido vencer todavía,
Por la adarga al brazo, toda fantasía,
Y la lanza en ristre, todo corazón.
Noble peregrino de los peregrinos,
Que santificaste todos los caminos
Con el paso augusto de tu heroicidad,
Contra las certezas, contra las conciencias
Y contra las leyes y contra las ciencias,
Contra la mentira, contra la verdad...
Caballero errante de los caballeros
Varón de varones, príncipe de fieros,
Par entre los pares, maestro, salud!
¡Salud, porque juzgo que hoy muy poca tienes,
Entre los aplausos o entre los desdenes,
Y entre las coronas y los parabienes
Y las tonterías de la multitud!
¡Tu, para quien pocas fueran las victorias
Antiguas y para quien clásicas glorias
Serían apenas de ley y razón,
Soportas elogios, memorias, discursos,
Resistes certámenes, tarjetas, concursos,
Y, teniendo a Orfeo, tienes a orfeón!
Escucha, divino Rolando del sueño,
A un enamorado de tu Clavileño,
Y cuyo Pegaso relincha hacia ti;
Escuchas los versos de estas letanías,
Hechas con las cosas de todos los días
Y con otras que en lo misterioso ví.
¡Ruega por nosotros, hambrientos de vida,
Con el alma a tientas con la fe perdida,
Llenos de congojas y faltos de sol,
Por advenedizas almas de manga ancha,
Que ridiculizan el ser de la Mancha,
El ser generosos y el ser español!
¡Ruega por nosotros, que necesitamos
las mágicas rosas, los sublimes ramos
de laurel! Pro nobis ora, gran señor.
(Tiembla la floresta de laurel del mundo,
y antes que tu hermano vago, Segismundo,
el pálido Hamlet te ofrece una flor)
Ruega generoso, piadoso, orgulloso;
Ruega casto, puro, celeste, animoso;
Por nos intercede, suplica por nos,
Pues casi ya estamos sin savia, sin brote,
Sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,
Sin pies y sin alas, sin Sancho y sin Dios.
De tantas tristezas, de dolores tantos,
De los superhombres de Nietzsche, de cantos
Áfonos, recetas que firma un doctor,
De las epidemias de horribles blasfemias,
De las Academias, líbranos, señor.
De rudos malsines,
Falsos paladines
Y espíritus finos y blancos y ruines,
Del hampa que sacia
Su canallocracia
Con burlar la gloria, la vida, el honor,
Del puñal con gracia,
¡Líbranos Señor!
Noble peregrino de los peregrinos,
Que santificaste todos los caminos
Con el paso augusto de tu heroicidad,
Contra las certezas, contras las conciencias
y contra las leyes y contra las ciencias,
Contra la mentira, contra la verdad...
Ora por nosotros, señor de los tristes,
Que de fuerza alientas y de ensueño vistes,
Coronado de áureo yelmo de ilusión;
Que nadie ha podido vencer todavía,
Por la adarga al brazo, toda fantasía,
Y la lanza en ristre, toda corazón!
(Darío, Rubén: “Otros poemas” en Azul...Cantos de vida y esperanza Edición de José María Martínez 3ª.Edición revisada. Madrid Cátedra. Letras hispánicas 2000 págs. 461 y ss.)
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