Desastres 39, Grande hazaña! Con muertos!
Todo el horror de la barbarie más inhumana que se enseña (y el rótulo lo acusa con rara eficacia verbal) con quien ya no pueden defenderse. Es una de las estampas más atroces de la serie y muy notable el tratamiento de los desnudos con las sombras obtenidas con un singular punteado que aparece en algunas otras planchas (37, 18, etc.) pero que aquí alcanza su más eficaz utilización.
Los desastres de la guerra
La visión que tiene el artista aragonés de la guerra es, como puede apreciarse en la colección de 82 estampas titulada Los desastres de la guerra (1810-1823; editada en 1863; Madrid, Calcografía Nacional), bien distinta a la común de la pintura heroica. Goya no contempla la guerra como el marco de una actividad heroica, sino como el ámbito de la crueldad, la tortura, el hambre y la miseria, la violación... Ni siquiera se permite tomar partido por unos u otros. No hay buenos y malos, no son buenos los españoles que resisten a los franceses, tampoco los franceses que difunden las nuevas ideas. Si éstos matan y aniquilan a los patriotas por procedimientos bestiales -la horca, el fusilamiento, la mutilación...-, los españoles no les van a la zaga: arrastran y golpean a sus invasores hasta que mueren -Populacho (desastre núm. 28)-, los empalan y mutilan, tal como se ve en la que quizá es una de las estampas más brutales de la colección, y una de las imágenes más violentas de la historia del arte moderno: Esto es peor (desastre núm. 37). Podemos tener dudas sobre la nacionalidad de este empalado, pero franceses son los mostachos de los mutilados y descuartizados en Grande hazaña! Con muertos! (desastre núm. 39).
Suele dividirse la colección de estampas en tres partes, las dos primeras constituyen los "desastres de la guerra" propiamente dichos, la tercera, denominada “caprichos enfáticos”, se prolonga como una reflexión política sobre las consecuencias de los acontecimientos. La primera representa escenas de violencia en el campo de batalla o en sus aledaños. La segunda gira en torno a un tema central: el hambre que se extendió en Madrid durante 1811 y 1812 y sus consecuencias terribles entre la población civil. La tercera y última, de más difícil interpretación por el carácter enigmático de algunas estampas, es una reflexión crítica sobre el poder reaccionario de la Iglesia y del monarca absoluto. Cierran la colección cuatro estampas de muy dudosa interpretación: Murió la verdad (núm. 79), Si resucitará? (núm. 80), Fiero monstruo! (núm. 81) y Esto es lo verdadero (núm. 82).
Si hasta ahora la negatividad había sido sublimada en aras de la felicidad, de la justicia y la libertad, en atención al Emperador, a la difusión del nuevo orden político y social, a la nación, ahora abandona Goya cualquier tipo de sublimación para ofrecernos la negatividad sin contrapartida alguna. Una negatividad en los Desastres, que es absoluta y nuestra. Los autores de tanta violencia no son fuerzas cósmicas desatadas, ni fuerzas políticas de carácter universal, son hombres concretos, en los que todos podemos reconocernos.
Un mundo dislocado es el que representa también en algunos de los cuadros de la serie de los marqueses de la Romana, aunque la mayor parte de ellos no tenga que ver directamente con la Guerra de la Independencia. Son ocho óleos de pequeño tamaño con escenas de violencia -Bandido asesinando a una mujer, Fusilamiento en un campo militar, Bandido desnudando a una mujer... (todos h. 1808-12, Madrid, Marqués de la Romana) -y un dramático Hospital de apestados que intensifica los efectos alcanzados antes con sus escenas de locura.
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