El sueño de la razón produce monstruos

miércoles, 15 de febrero de 2012

Goya: vida y obra (IV)

Capricho 23, Aquellos polbos.

Surge aquí el tema de los sentenciados por la Inquisición, que tantas veces comparece en el temario goyesco. El título se ha puesto en relación con el refrán: “Aquellos polvos trajeron estos lodos”, lo que parecía justificar el castigo. El manuscrito del Prado ironiza también en esa dirección, pero conociendo la posición de Goya frente a “la Santa” es más aceptable el comentario del manuscrito de Ayala, donde sin juzgar al sentenciado, se subraya el aspecto cruel y sádico de la ceremonia: “Auto de Fe”. Un vulgo de curas y frailes necios hacen comidilla de semejantes funciones” y se añade el nombre del sentenciado: “Perico el cojo que daba polvos a los enamorados”.


Primeros dibujos


Los cuadros de gabinete que remite a Iriarte dan testimonio de la libertad que Goya se ha tomado con el lenguaje pictórico. Son cuadros estilísticamente originales, por encima no sólo de lo que habían hecho los pintores españoles, también muy por encima de lo que hacían los artistas europeos sometidos ya en este momento a los dictados del neoclasicismo, a pesar de la humildad con que se refiere a ellos.

Los dibujos del llamado Álbum de Sanlúcar o Álbum A (1796-97), realizados durante su estancia en Sanlúcar tras la muerte del duque de Alba, suponen un paso importante: Goya “pinta” con tinta y agua. Capta escenas cotidianas, la siesta, una mujer joven en camisa -¿la Duquesa, una criada?- que se asoma al balcón y levanta los brazos, una “toilette”..., y prescinde de la minuciosidad en el detalle para ofrecernos aquellos elementos necesarios en la representación de la viveza que es propia de lo cotidiano.

A partir de estas fechas, Goya hace una considerable cantidad de dibujos que se han agrupado en álbumes: tras el Álbum de Sanlúcar, vendrá el Álbum de Madrid o Álbum B (1797), después siguiendo la cronología de P. Gassier, los Álbum D (1802-03) y E (h. 1806-12); el Álbum C será cronológicamente posterior, en torno a 1814-23. También, en relación con el Álbum de Madrid, los dibujos preparatorios para las estampas de los Caprichos, cuya venta será anunciada en 1799, el mismo año en el que es nombrado Primer Pintor de Cámara.


Los Caprichos


No es la primera vez que Goya hace grabados. En 1778 había realizado una serie de aguafuertes sobre temas velazqueños y una estampa, también al aguafuerte, con un tema sobrecogedor, El agarrotado (1778-80). Los Caprichos es serie mucho más ambiciosa, compuesta de ochenta estampas, realizada en tono crítico -tal como indica el anuncio de venta, que muchos historiadores creen redactado por Leandro Fernández de Moratín-; es la primera vez que un artista español se empeña en una obra de tal envergadura, capaz de competir, en tanto que serie, con las que se hacían en Francia y muy por encima de ellas en calidad, comparable en este punto a la obra grabada de Rembrandt. Las técnicas usadas por Goya son preferentemente el aguafuerte y el aguatinta, que utiliza especialmente para los fondos, aunque también las aplica matizadamente a las figuras. Los recursos técnicos son fundamentales para comprender las estampas, pues gracias a ellos alcanza un expresivo dramatismo en las figuras y crea una luz igualmente expresiva. El aguatinta introduce una nota de homogeneidad en el conjunto de las estampas: los fondos nocturnos de espacio indefinido contribuyen de manera poderosa a universalizar la anécdota. El aguatinta le permite crear superficies modernas evitando el empaste de la tonalidad, de tal modo que la homogeneidad lumínica no se frustre en una superficie plana: los poros de la resina "animan" esa superficie y producen ese efecto de indefinición y oscuridad que permite hablar de un mundo de la noche, un mundo del sueño, más verdadero que el real, y no por monstruoso -El sueño de la razón produce monstruos, dice el paradigmático capricho número 43 menos verdadero y menos real. Dos son los temas dominantes de la colección: la relación amorosa y el mundo de la brujería; aquél domina en su primera parte, éste en la segunda. Con ambos, otros asuntos propios de la sátira del momento: el mundo al revés en las asnerías o en las sillas «sentadas» sobre las cabezas de las jóvenes, el anticlericalismo de algunas caricaturas de frailes, el matrimonio por conveniencia, la mentira y la inconstancia... Los asuntos se despliegan en series o variaciones, como si con ellas deseara el artista agotarlos, abordarlos desde puntos de vista diferentes. De tal manera que la condición de los protagonistas no varía en exceso: majas y prostitutas, lechuguinos, madamitas, brujos y brujas, frailes, asnos médicos y sabios, algún labriego, alguaciles..., un mundo que en modo alguno podemos reducir a Madrid o Cádiz, pero que sí es para Madrid o Cádiz, tanto como para París o Venecia.

Cabe preguntarse si tanto dislate no forma parte también de la naturaleza humana y, por tanto, si no hay que buscarle un acomodo en nuestra vida, a veces con la risa -una risa lúcida, como lúcido es el sueño-, otras con la sorna de quien sugiere más que representa: la realidad monstruosa que el sueño ha puesto en pie es la nuestra. De esta manera desborda Goya los límites que hasta el momento se había puesto a lo cómico, pues lo positivo de tanta negatividad no aparece por parte alguna. Como si el artista, y nosotros con él, disfrutáramos con esas brujas que acuden al aquelarre y con las madamas que gustan del cortejo, olvidando la moralización que hasta ahora las había legitimado. Que no todo lo real es racional me parece consecuencia inevitable de estas estampas, también lo monstruoso es real y nos pertenece. Que no todo en la Ilustración es racional y moralizante, que el proyecto ilustrado, el proyecto moderno, no puede olvidarse de la negatividad que anima nuestra naturaleza, como parte sustancial de ella, es cosa que las estampas de Goya ponen en primer plano. La «cara oculta del Siglo de las Luces» tiene en ellas su manifestación mejor y más rigurosa, aunque no la única. Es una «cara» que acompañará siempre a la modernidad que en estos momentos se inaugura, y que acompañará a la obra del aragonés como una de sus marcas fundamentales.



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