El sueño de la razón produce monstruos

domingo, 29 de enero de 2012

Goya: vida y obra (III)

Fundación Lázaro Galdeano


El aquelarre. 1797-1798


El conjuro o Las brujas. 1797-1798

De 1792 a 1808: pinturas, dibujos y estampas

Es uno de los períodos más fecundos en la vida de Goya. Crea algunas de sus obras maestras, empieza a hacer dibujos y realiza la serie de los Caprichos. Es ahora cuando se convierte en "inclasificable" para los historiadores de los estilos, porque utiliza elementos rococó y neoclásicos, pero no es un pintor rococó, neoclásico o romántico.
Los asuntos políticos ofrecen un panorama accidentado tanto en el interior como en el exterior. Manuel Godoy, favorito de los monarcas, levanta todo tipo de rechazos que se condensarán en el Motín de Aranjuez (1808), el derrocamiento del valido y la abdicación de Carlos IV. La política exterior tampoco favorece la estabilidad: guerra con Francia (1793), Guerra de las Naranjas en Portugal (1801), guerras con Inglaterra (1796 y 1804), Trafalgar (1805) y, finalmente, la invasión francesa (1808). En esta situación de tensiones, la sátira política se introduce en el teatro, la literatura o la pintura.
Sigue realizando retratos y cumpliendo como Primer Pintor de Cámara, cargo para el que fue nombrado en 1789 y la mejor expresión de esta dedicación es La familia de Carlos IV (1800, Madrid, Prado). Pero junto a estas obligaciones oficiales, la pintura por gusto empieza a ocupar un espacio y tiempo considerables.
La situación es, pues, compleja y la enfermedad de Goya no hace sino añadir nuevos problemas, ahora de carácter personal. No se conoce la naturaleza de dicha enfermedad, pero sí que le dejó como secuela una profunda sordera. Ni siquiera conocemos con exactitud el tiempo de su convalecencia, pues las cartas de Goya en las que habla de su estado más parecen destinadas a confundir que a aclarar las cosas.
Retratos
En 1792 se reponía en Cádiz, en casa de Sebastián Martínez, del que pinta un retrato excepcional -Sebastián Martinez (1792, Nueva York, Metropolitan)-. El amigo de Goya poseía una magistral biblioteca y una considerable colección de pinturas y grabados. Se supone que Goya vio allí algunas de las pinturas inglesas y muchos de los grabados cuya influencia puede rastrearse en su obra posterior. Es un buen ejemplo del tipo de amistades de Goya en este período, miembros de una burguesía culta e ilustrada, cosmopolita, que parece tienen muy poco que ver con la legendaria figura de un Goya bravucón, más aficionado a los toros que a otra cosa. Que Goya era aficionado a los toros no cabe dudarlo, lo dice en sus cartas y lo atestigua después la serie de estampas La Tauromaquia (1815-16).
Sebastián Martinez es el primero de una serie de retratos masculinos que pueden mencionarse. Pedro Romero (1795-98, Fort Worth, Fundación Kimbell), Meléndez Valdés (1797, Barnard Castle, Bowes Museum), Gaspar Melchor de Jovellanos (1798, Madrid, Prado), Ferdinand Guillemard (1798, París, Louvre), el embajador francés en España, Bartolomé Sureda (1804-06, Washington, National Gallery).
El retrato históricamente más importante es el colectivo de La familia de Carlos IV, en el que Goya parece competir con Las Meninas de Velázquez. Goya se coloca a sí mismo pintando, a la izquierda, tras un lienzo que no vemos. Entre los retratos femeninos destacaré La marquesa de la Solana (1794-95, París, Louvre); los dos de La duquesa de Alba, pintado uno en 1795 (Madrid, colección Alba) y el otro en 1797 (Nueva York, Hipanic Society), con el rótulo escrito en la pintura "Solo Goya", hacia el que señala el gesto de la duquesa, base de la leyenda de sus relaciones con el artista; La condesa de Chinchón (1800, Madrid, col. Duques de Sueca); La maja desnuda (1798-1805, Madrid, Prado); La marquesa de Santa Cruz (1805, Madrid, Prado), etc. Mucha es la distancia que separa a estos óleos de los que representan a Isabel de Porcel (1804-05, Londres, National Gallery) o a La mujer del librero (h. 1805-08, Washington, National Gallery.
También, por encargo, pintó obras de carácter religioso, inmediatamente después de su enfermedad, para la Santa Cueva gaditana, actualmente en muy mal estado y la decoración al fresco de San Antonio de la Florida, en Madrid, que inició el 1 de agosto de 1798 y terminó en ciento veinte días. Representa aquí El milagro de San Antonio de Padua en la cúpula y la Adoración de la Santísima Trinidad en las pechinas, destacando los ángeles (de hermosas manolas se han calificado) y el grupo de mendigos y harapientos, el pueblo de Madrid, que rodea a San Antonio de Padua. Lo religioso se presenta como pintoresco. Esta pintura es el primer ensayo de una multitud concebida como un todo y no como una suma de singulares, una multitud que adquiere todo su protagonismo en las Pinturas negras y en las estampas de Los desastres de la guerra.
En carta a Bernardo de Iriarte de 4 de enero de 1794, le comunica el envío de una serie de cuadros de gabinete con temas que se alejan de los más comunes, y serios, de un pintor académico: suertes de toros, cómicos ambulantes. un corral de locos. Diversiones populares son los asuntos de estas obras, próximas a otras que pinta inmediatamente después, La duquesa de Alba y su dueña y La dueña con dos niños (ambos de 1795, en Madrid Prado), óleos de pequeño tamaño que recuerdan en algún punto los que con temas teatrales había hecho años antes y que, sin embargo, parecen abrir un camino nuevo, el que se asentará de modo definitivo en los dibujos de los primeros álbumes y en las estampas de los Caprichos. Pero también, entre aquellos cuadros de gabinete, se halla un Corral de locos (1794, Dallas, Meadows Museum).

Primeros dibujos
Los cuadros de gabinete que remite a Iriarte dan testimonio de la libertad que Goya se ha tomado con el lenguaje pictórico. Son cuadros estilísticamente originales, por encima no sólo de lo que habían hecho los pintores españoles, también muy por encima de lo que hacían los artistas europeos sometidos ya en este momento a los dictados del neoclasicismo, a pesar de la humildad con que se refiere a ellos.
Los dibujos del llamado Álbum de Sanlúcar o Álbum A (1796-97), realizados durante su estancia en Sanlúcar tras la muerte del duque de Alba, suponen un paso importante: Goya «pinta» con tinta y agua. Capta escenas cotidianas, la siesta, una mujer joven en camisa -¿la Duquesa, una criada?- que se asoma al balcón y levanta los brazos, una “toilette”..., y prescinde de la minuciosidad en el detalle para ofrecernos aquellos elementos necesarios en la representación de la viveza que es propia de lo cotidiano.
A partir de estas fechas, Goya hace una considerable cantidad de dibujos que se han agrupado en álbumes: tras el Álbum de Sanlúcar, vendrá el Álbum de Madrid o Álbum B (1797), después siguiendo la cronología de P. Gassier, los Álbum D (1802-03) y E (h. 1806-12); el Álbum C será cronológicamente posterior, en torno a 1814-23. También, en relación con el Álbum de Madrid, los dibujos preparatorios para las estampas de los Caprichos, cuya venta será anunciada en 1799, el mismo año en el que es nombrado Primer Pintor de Cámara.



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