El sueño de la razón produce monstruos

miércoles, 4 de enero de 2012

Eric Berne y su Análisis transaccional: una aplicación práctica (I)



A modo de biografía de Eric Berne

Eric Berne fue hijo de David Hiller Berstein, médico que muere tuberculoso a los 38 años de edad, y de Sarah Gordon, una mujer ambiciosa, escritora y editora. El matrimonio, siguiendo la tradición judía, emigra desde Polonia y Rusia a Canadá en busca del progreso familiar. Eric Lennard Bernstein nació en Montreal en mayo de 1910; de pequeño, siempre acompaña a su padre, pauperibus medicus, a visitar a los enfermos y así comienza a entrenar su intuición y a ejercer de marciano […]. La intuición es una gnosis, un saber sin saber que se sabe, un saber rápido, hecho a golpe de vista o a golpe de oído […] La intuición hace fotos de la realidad desde el satélite; aparenta imprecisión, pero comprende una ingente cantidad de información […].Como método heurístico para discurrir por los vericuetos del psiquismo humano, la intuición es un recurso fiable, incauto y directo (MASSÓ CANTARERO, F., 2006, pág. 14).

Se graduó en la Facultad de Medicina de la MacGill University de Montreal; más tarde se traslada a los EE.UU. y estudió en el Instituto Psicoanalítico de Nueva York. Corría el año 1938, cuando muere Eric Lennard Berstein y nacía Eric Berne como ciudadano americano.

Escribió varios libros donde expuso los principios de su sistema (A.T.). La descripción más detallada del A.T. se encuentra en su obra titulada El Análisis Transaccional en Psicoterapia (Transactional Analysis in Psychotherapy, Nueva York, 1961); la aplicación del A.T. a la dinámica de grupo la esboza en su obra La Estructura y la Dinámica de Organizaciones y grupos (The Structure and Dynamics of Organizations an Groups, Filadelfia, 1963); en su obra Los Juegos en que Participamos o Juegos a los que Juega la Gente (Games People Play , Nueva York, 1964) aplica esos principios del A.T.; el empleo de de esos mismos principios o puntos básicos del A.T. a la práctica clínica, en su trabajo como psiquiatra, se puede observar en Principios del Tratamiento de Grupo (Principles of Group Treatment, Nueva York, 1966), y en su Guía de Psiquiatría y Psicoanálisis para el Profano (A Layman´s Guide to Psychiatry and Psychoanalysis, Nueva York,, 1968) lo que hace es una extensa divulgación de de su teoría.

Análisis transaccional aplicado al Discurso de las Armas y las Letras
de
El Quijote

En el Cap. XXXVIII de la Primera Parte de El Quijote, Cervantes pone en boca de su personaje una serie de ideas que conocemos con el nombre de Discurso de las Armas y las Letras.

A pesar de la numeración y el título, el curioso discurso de El Quijote no empieza en el Cap. XXXVIII sino en el anterior, el Cap. XXXVII Donde se prosigue la historia de la famosa infanta Micomicona, con otras graciosas aventuras.

El curioso discurso está en la novela y la novela está en el discurso; ambos textos se enfrentan en el mismo instante de iniciar un combate entre las armas y las letras que se multiplica hasta el infinito, una mise en abyme literal de armas y letras.

El discurso de Don Quijote irrumpe y continúa el episodio de Zoraida María. Mora cristiana, sus nombres designan el conflicto de identidad y deseo: “Mora es en el traje y en el cuerpo; pero en el alma es muy grande cristiana, porque tiene grandísimos deseos de serlo”, las tribulaciones de su figura ambivalente escinde al personaje, como otras anfibologías que el Quijote multiplica. La dualidad de su nombre “No, no Zoraida: ¡María, María!” y “la congoja y donaire” de su lamento, así como la admiración por las habilidades de Cide Hamete Benengeli, pueden justificar su amor por la palabra frente a la violencia de las armas.

Entre ficciones y traducciones, del árabe al español, del latín al español, Cervantes no podía dejar de oír las resonancias de un término en otro. Locura o lectura. Marcel Bataillon afirmó que si España no hubiera pasado por el erasmismo, no nos hubiera dada a Don Quijote. Quizás por eso, semejante al Elogio de la locura, el Quijote es un Elogio de la lectura. Locura o lectura, gracias a ambas, sin distinguirlas, Don Quijote, que leyó al pie de la letra, sabe, sin embargo, transformar sus lecturas, realizarlas. Empieza sustituyendo algunas letras de su nombre –Quijada, Quijana o Quesada- y lo transforma en el nombre de un arma: quijote (Discurso de las armas y las letras).

Pero antes de entrar a analizar la figura de don Quijote, expongo un breve resumen de la historia con el fin de contextualizar al personaje, como el juego del perspectivismo que Cervantes utiliza en el desarrollo de la narración.

"En un lugar de La Mancha, vivía un hidalgo que rozaba los cincuenta años; era de complexión recia, delgado, gran madrugador y amante de la caza. En su casa tenía un ama que pasaba los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte. Muy frecuentemente, este hidalgo se dedicaba a leer libros de caballerías con tanto énfasis que hasta olvidó el ejerció de la caza y tubo que vender gran parte de sus tierras para comprar más libros, hasta tal punto que de tanto leer se le secó el cerebro. Su cabeza se llenó de tantas fantasías que un día se le ocurrió la idea de hacerse caballero. Lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus antepasados. Más tarde, se fue a ver a su caballo, y tras mucho nombres que se le pasaron por aquella creativa, ilusoria y delirante cabeza, decidió ponerle Rocinante. También quiso ponerse nombre a sí mismo y dispuso en llamarse Don Quijote de La Mancha. Limpias las armas, puesto nombre a su caballo y a sí mismo, se le ocurrió buscar una dama de la que enamorarse. Cerca de donde vivía, había una moza que se hacía llamar Aldonza Lorenzo; pero a Don Quijote le pareció bien darle título de señora y vino a llamarla Dulcinea del Toboso, pues era natural de aquella población. La tradición manda que todo caballero andante tenga un escudero y “En ese tiempo solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien –si es que este título se puede dar al que es pobre-, pero de muy poca sal en la mollera” (Quijote, I, VII, pág. 99).

E
ste breve resumen argumental sirve para imbricar el curioso discurso a través del que trataré de estudiar los estados del ego del ente de ficción, creado por don Miguel de Cervantes, escondido, como bien sabemos, en el juego de los diversos autores de la Historia con sus distintas versiones, lo que contribuye poderosamente al perspectivismo de la novela y a ofrecer a sus lectores una visión poliédrica de la realidad.

Aunque el narrador del discurso es omnisciente, se retira a un último plano donde actúa a modo de observador objetivo de los acontecimientos, pensamientos y sentimientos y no se inmiscuye en los actos de sus criaturas; de ahí que se declare padrastro de Don Quijote o segundo autor, pues el primero es Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo; entre ambos mediará el traductor aljamiado.

Acotado el texto que nos ocupa, el Discurso de las Armas y las Letras, (parte del Cap. XXXVII y del Cap. XXXVIII de a Primera Parte), no consideraremos otros autores de la historia como son el mayordomo de los duques, sosia de Cide Hamete, que da cuenta de la actuación de Sancho gobernador, el propio Don Quijote, aficionado a escribir, que en el Cap. I de la Primera Parte imagina e inicia la novela que un sabio ha de escribir algún día sobre él; el mismo Yo del narrador del Cap. I, “de cuyo nombre no quiero acordarme”, y que vuelve a aparecer en el IX (pág. 118) para contarnos cómo halló en Toledo la continuación de las aventuras del héroe:

Cuando yo oí decir `Dulcinea del Toboso´, quedé atónito y suspenso. […] aquellos cartapacios contenían la historia de don Quijote. […] le di priesa que leyese el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de don Quijote de La Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo”.

Y para más rizar el rizo, algunos capítulos se presentan como apócrifos.

A.T.T.


Notas aclaratorias

i. Cervantes, Miguel, (2004), “Cap. XXXVIII El curioso discurso sobre las armas y las letras” en Don Quijote de la Mancha, Edición del Instituto Cervantes, Barcelona, Galaxia Gutenberg, Círculo de lectores.

ii. Mise en abyme. Expresión francesa, perteneciente al lenguaje de la heráldica, que se utiliza para designar la reduplicación especular propia de las estructuras metanarrativas en las que se insertan relatos dentro de otros relatos. Véase hipodiegético o niveles narrativos. En una novela en tercera persona, el narrador radicaría en un nivel básico extradiegético, los personajes de la historia en un segundo nivel intradiegético y cuando uno de ellos, mediante un desembarque interno, asumiese el papel de narrador secundario o paranarrador, se abriría el primero de los posibles niveles hipodiegéticos propios de las obras concebidas según la estructura de la llamada «caja china» o de la mise en abyme metanarrativa.

iii. Borges, Jorge Luis (1972), “Pierre Menard, autor del Quijote” en Ficciones, Madrid, Alianza Editorial (e.o.,1944). Borges proclama, antes de que lo hiciera Barthes, la muerte del autor. El autor ha muerto y el lector viene a ocupar su lugar. Ello es posible gracias a la “lectura irreverente” del Quijote practicada por Borges, lectura fundada en el “robo” y la “traición”. A comienzos del siglo XX el novelista y poeta simbolista francés Pierre Menard concibe un proyecto asombroso: “producir unas páginas que coincidieran —palabra por palabra y línea por línea— con las de Miguel de Cervantes”. “No quería componer otro Quijote —lo cual es fácil— sino el Quijote”. Menard, al efectuar una “citación total” del texto de Cervantes, lo “roba” letra por letra, traicionando, asimismo, las nociones de autor y original. Lo que hace Menard es “escribir su lectura” del Quijote, que aunque resulta ser una copia a la letra, es radicalmente distinta en el significado de ella, porque se lee siempre desde una tradición cultural, que muchas veces se construye. Resulta, así, que hay tantos Quijotes como lectores del Quijote.



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