El sueño de la razón produce monstruos

domingo, 8 de enero de 2012

Eric Berne y su Análisis transaccional... (IV)


ANALISIS TRANSACCIONAL



El Análisis Transaccional (propiamente dicho), de Eric Berne (VALBUENA DE LA FUENTE, F., 2006, págs. 35 y ss.) tiene por objeto el control social, es decir, que el Adulto retenga el poder ejecutivo para no manipular ni dejarse manipular.

La filosofía del A.T. se basa en cuatro postulados:

Todos nacemos con los mismos valores y derechos, todos somos iguales, tan sólo nos diferencia que algunos tienen mayores capacidades. Berne decía “todos nacemos bien” y afirmaba metafóricamente que “todos nacemos príncipes y princesas”. Sin embargo, por causa de factores intrapsíquicos y ambientales, endógenos y exógenos, algunas personas nos convertimos en “sapos y ranas”. Así que el objetivo terapéutico es volver a la situación de “príncipes y princesas”.
El resto de los postulados son inherentes al primero, a saber: Todos tenemos la capacidad de pensar; todos tenemos la capacidad de decidir y todos tenemos la posibilidad de cambiar.
El desarrollo del potencial humano o fuerza vital pude verse disminuido por causas endógenas (herencia biológica) y exógenas (ambiente social), pudiendo producir en los seres humanos infelicidad, dificultades para la resolución de problemas y/o enfrentarse a la vida, etc.; en definitiva, sufrir alguna/s patología/s paralizantes que impidan el crecimiento personal. Sin embargo, todos podemos cambiar para lograr mayor autonomía personal y tomar decisiones que potencien nuestra personalidad.
Cuando se enfrentan dos personas, hay seis Estados del Ego implicados, tres en cada persona. Como los Estados del Ego son tan diferentes unos de otros como lo son las personas reales, es importante saber qué Estados del Ego está activado en cada persona cuando sucede algo entre ellos. (Berne, 2002: 31-32; cf. Valbuena, 2006: 110).

El A.T., como método, tiene los siguientes pasos:

1º. Averiguar quién (Padre, Adulto o Niño) está dirigiendo el estímulo transaccional.
2º. Concretar qué estado del Ego (Padre, Adulto, Niño) se activa en la respuesta.
Al dar estos dos pasos se percibe el Primer Genero de Materialidad (M1), es decir, las expresiones verbales y no verbales de las personas que intervienen. Es evidente que lo que conocemos positivamente es el lenguaje (Exterioridad).
3º. Visualizar en diagramas, mediante vectores, la dirección del estímulo y de la respuesta.
4º. Denominar el carácter de la transacción.

Con este paso, quedará reflejado el Segundo Género de Materialidad (M2), es decir, los fenómenos de la vida interior etológica y psicológica, el carácter subjetivo de las transacciones (Interioridad).
5º. Hallar el significado esencial e intemporal de las transacciones.
Así se identifica el Tercer Género de Materialidad, es decir, las relaciones objetivas (objetos abstractos) entre los fenómenos interiorizados de M2 por medio de las entidades del Mundo Físico Exterior (sonidos del lenguaje y las expresiones no verbales concomitantes: gestos, expresión de la cara, etc. en este caso) (M1), y de la entidades de M1 a través de los fenómenos de M2; esto es, conjunto de relaciones de naturaleza “ideal” o “esencial”, no propiamente subjetivas, aunque tampoco corpóreas, pero sí objetivas.
Cuando las personas interactúan de manera asertiva y no asertiva se produce una transacción, donde una responde a la otra. Una transacción es un intercambio entre los Estados del Yo específicos de diferentes personas (SÁEZ ALONSO, R., 2006, pág. 33); o dicho de otro modo, una transacción consiste en un solo estímulo y una sola respuesta, verbal o no verbal, entre los Estados del Yo específicos de dos personas diferentes.

El estudio de las transacciones recibe el nombre se Análisis Transaccional (A.T.). Las transacciones se definen, pues, como intercambios de estímulos y respuestas entre Estados del Yo Específicos de diferentes personas.
En definitiva, podemos decir, que el A.T. es una Teoría de la Personalidad y de la Acción Social, y un método de psicoterapia, basado en el análisis de todas las transacciones posibles entre dos o más personas, sobre la base de unos Estados del Yo específicamente definidos, que dan lugar a un número finito de tipos establecidos (9 complementarias, 72 cruzadas, 6.480 dobles y 36 angulares). Sólo unas 15 de éstas suelen darse ordinariamente; el resto son sobre todo de interés académico.

El maridaje de Las armas y las letras constituye un viejo tópico que está grabado en nuestra memoria colectiva, unas veces como conceptos antagónicos, y otras como artes que debía cultivar el individuo español.

Miguel de Cervantes puso el topos en boca del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y nos dejó sus comentarios como huella imperecedera del pensamiento y sensibilidad de la historia de España hasta aquel momento. La guerra siempre es destrucción, derramamiento de sangre, crueldad sea cual fuere el momento histórico en que produce. Es difícil encontrar en el arte y en la poesía testimonios realistas de esa experiencia vital; con demasiada frecuencia esos testimonios aparecen enmascarados con elogios a los héroes, a monarcas, las victorias, los ideales de paz... y hasta las derrotas pueden ser motivo de exaltación patriótica, de encomio del arte militar y de las necesidades de la guerra.

Los fenómenos culturales siempre aparecen vinculados a la vida de una persona individual y/o a una sociedad; nunca son realidades abstractas, en sí mismas, trascendentes, autónomas, un cuerpo ajeno desprendido de la idiosincrasia de los pueblos. Lo mismo sucede con la literatura. Por esta razón el tópico de Las armas y las letras, el Sapientia et fortitudo de los clásicos, además de constituir un valor individual, afirma también un valor social, y Cervantes lo recoge con acierto en su obra inmortal como huella imborrable del pensamiento y de los saberes acumulados hasta ese momento de historia en los reinos de España y en Europa.

Al llegar el Renacimiento, la literatura clásica grecolatina será el vivero de donde las letras toman los géneros y temas. Cuando en 1543 se publican póstumamente las obras de Juan Boscán y Garcilaso, los dos pioneros en la defensa de la nueva poesía, y su rápida difusión, trajo consigo el triunfo de la poesía renacentista italianizante.

En toda Europa, en la primera mitad del XVI, se busca de conciliar los metros y las formas existentes, desarrollados en Italia por el petrarquismo, con los géneros poéticos grecolatinos (la égloga, el epigrama, la oda, la elegía, la sátira, la epístola, el epigrama, etc.) que el humanismo vuelve a sentir con intensidad y a cultivar. Así, toda una serie de tópicos clásicos reaparecen con fuerza inusitada: Carpe diem, College, virgo, rosas, Aurea mediocritas, Beatus ille...

El tema Sapiencia et fortitudino entra en el Renacimiento bajo la forma de tratado sobre los ideales cortesanos que se inaugura con El Cortesano de Baltasar de Castiglione , que fue traducido por el barcelonés Juan Boscán de Almogaver, preceptor del duque de Alba y gran amigo de Garcilaso, que participó en la expedición a la isla de Rodas y figuró entre los caballeros que acompañan a Carlos V a levantar el cerco de Viena; esa traducción simboliza uno de los ejemplos más brillantes de la prosa en la época del César. Pietro Bembo, uno de los personajes de El Cortesano, contesta al conde Luis de Canosa:
Yo no sé por qué queréis que este nuestro Cortesano, teniendo letras y tantas otras buenas cualidades, tenga todas estas cosas por ornamento de las armas, y no las armas, con todo lo demás, por ornamento de las letras, las cuales, por sí solas, sin otra compañía, llevan tanta ventaja a las cosas de la guerra, cuanta es la que el alma lleva al cuerpo.
(Lib. I, cap. IX, ed. “Libros de Antaño”, p.113, cit. por Américo Castro, 2002, p. 197).

En el Renacimiento, pues se valora la igualdad armónica de las armas y las letras, el equilibrio entre el coraje militar y la sabiduría intelectual. Ese ideal de igualdad está personificado por Garcilaso de la Vega y Francisco de Aldana (1532-1578), al que Cervantes llama “el Divino”: poetas-soldados ambos, o el propio Carlos V, que tuvo por maestro a Adriano de Utrech.

Sin embargo, en la época de Carlos V y Felipe II fueron demasiado frecuentes, y del desencanto de la guerra dan fe soldados-escritores de la talla de Garcilaso de la Vega, Hernando de Acuña, Gutierre de Cetina, Francisco de Aldana, Alonso de Ercilla, Miguel de Cervantes... El siguiente soneto lo refleja de forma espléndida

En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto varïar vida y destino,
tras tanto, de uno en otro desatino,
pensar todo apretar, nada cogiendo,

tras tanto acá y allá yendo y viniendo,
cual sin aliento inútil peregrino,
¡oh, Dios!, tras tanto error del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro siendo,

hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se asconde,
pues es la paga dél muerte y olvido,

y en un rincón vivir con la vitoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.
(Francisco de Aldana)

En los textos cervantinos, las transacciones ulteriores* son con mucho prevalentes sobre todas las demás, lo que perfectamente podemos comprobar con el tratamiento que Cervantes hace del tópico de Las armas y las letras, el Sapientia et fortitudo de los clásicos.

“Para distinguir bien las transacciones ulteriores, es importante tener en cuenta que las personas transmiten verbalmente el significado ostensible, social o manifiesto, pero extraverbalmente el significado encubierto. O dicho de otro modo, predicen con palabras en el nivel social y mediante gestos, entonación… en el nivel psicológico o encubierto.”
(VALBUENA, ibídem, pág. 137).

Américo Castro (1925) considera a Cervantes como el epílogo de esta corriente armónica, aunque la cuestión no quedaba del todo resuelta. Más tarde escribe: “Cervantes puso moral e intelectualmente en su sitio a las Armas y a las Letras. Sin embargo cabe preguntarse ¿en qué sitio las puso realmente? Américo Castro, con esa pregunta, ya empieza a sospechar que la respuesta psicológica del lector de la obra de Cervantes no es fácil de precisar, porque Cervantes intencionadamente está jugando con el significado encubierto.

Guillermo Díaz Plaja, en cambio, verá en Cervantes precisamente la crisis del arquetipo, cuando triunfa el intelectual y pierde toda la estima el soldado, como se caricaturiza en el entremés La guardia cuidadosa: un soldado y un sacristán se disputan los favores de una joven fregona; sin embargo, mientras el soldado le guarda la calle para espantarle todos los galanes, la moza se va al fin con el sacristán como partido más seguro. El entremés señala la nunca extinguida antinomia entre las armas y las letras, que en Cervantes encierra una resonancia personal: el dolorido fracaso del soldado herido, perdido en una nueva sociedad de políticos y vividores. Siempre el humor cervantino humaniza los tristes recuerdos: “Ya no se estima el valor / porque se estima el dinero / pues un sacristán prefieren / a un roto soldado lego”.

Se ha significado que el debate dramático entre dos pretendientes rivales que alaban los méritos de sus respectivos oficios era un tópico en Italia y particularmente en Siena, que Cervantes conoció de joven como acompañante del cardenal Aquaviva. Parece que ya no hay armonía entre las armas y letras. Díaz Plaja, en El espíritu del Barroco, defiende que la fusión de las armas y las letras es válida mientras las grandezas aúnan las plumas y las espadas, la reflexión y la acción. Cuando la furia militar no logra los objetivos, la mente se retrae; y si el fracaso sobrevive, se evade hacia la lamentación o el pesimismo. Dice: “Las letras se apresuran a ponerse a distancia de las armas como cautas espectadoras de su caída.” Y será la derrota de la Armada Invencible el suceso que ahonde la crisis del Imperio dando lugar a la plenitud del Barroco, señala Díaz Plaja.

Cervantes y el Quijote se sitúan entre dos sensibilidades: el optimismo lleno de vitalidad del quinientos y la nostalgia de una edad heroica del seiscientos. José María Maravall hablará de dos mentalidades opuestas: la utopía arcaizante del hidalgo frente a las fuerzas dominantes del Estado Moderno. Y dice don Quijote:

“-De todo sabían y han de saber los caballeros andantes, Sancho –dijo don Quijote-, porque caballero andante hubo en los pasados siglos que así se paraba a hacer un sermón o plática en mitad de un campo real como si fuera graduado por la Universidad de París; de donde se infiere que nunca la lanza embotó la pluma, ni la pluma la lanza.” (Quijote, I, XVIII, pág. 215).

El equilibrio entre las armas y las letras se defiende, pues, en los textos del Quijote, pero ya sonaba algo antiguo en los ideales de la época que tanto influyeron, por ejemplo, en el propio Carlos V. En La guardia cuidadosa ya hemos visto que Cervantes se decanta por la superioridad de las letras sobre las armas. Y en el Quijote (I, XXXVIII, págs. 487 y ss.) el mismo Miguel de Cervantes considera que las armas superan a las letras en el camino del verdadero honor.

¿Cuál entre las tres posturas defiende realmente Cervantes? No podemos estar seguros, porque algo que pudo demostrar Américo Castro sobre El pensamiento de Cervantes, es que detrás del narrador y los personajes y situaciones mismas de sus libros, con lo que el Quijote y toda la obra cervantina es una suerte de “polifonía” en la que pueden encontrarse ideas no sólo distintas sino incluso contrapuestas, como hemos comprobado. Cervantes, pues, está a favor de las armas, a favor de las letras y a favor del equilibrio entre ambas. Si esta conclusión es posible se debe a la Inventio Lectoris o, en palabras de Berne, a las transacciones angulares logradas en las que los mensajes encubiertos juegan un papel tan importante o más que los mensajes explícitos por estar ambos tipos de significados dirigidos simultáneamente a los distintos órganos del psiquismo humano: el ethos (extereopsiquis), el logos (neopsiquis) y el pathos (arqueopsiquis).
A.T.T.


*Entre las clases de transacciones, Berne distingue aquellas en las que la respuesta no vuelve al mismo estado del yo del receptor o no es recibida por el mismo estado del que emitió el estímulo. Hay, por tanto, cruces o se forman ángulos en los vectores o flechas. La respuesta al estímulo es inesperada. La regla de tales transacciones es que, cuando se produce ese cruce, la comunicación se interrumpe. Hay cuatro tipos: quejumbrosas. arrogantes, exasperante, insolentes o punzantes.
Sin embargo, en este trabajo nos interesan especialmente las transacciones ulteriores, angulares o dobles, que son más complejas que las complementarias y las cruzadas. En ellas intervienen simultáneamente más de un Estado del Ego.

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