Atribuida a Francisco de Goya es de técnica similar a la utilizada en su etapa de Pinturas negras, realizadas por el artista en la Quinta del Sordo. Empero,el equipo técnico del Museo del Prado ha afirmado que “El Coloso” pudiera corresponder a otro artista, discípulo suyo, de nombre Asensio Juliá.
La guerra de la Independencia
En 1807 entraron las tropas francesas en España. En 1808 el motín de Aranjuez trajo consigo la abdicación de Carlos IV y el arresto de su favorito Manuel Godoy. El traslado de la familia real a Francia es la chispa que prende la llama de la Guerra de la Independencia. La vida en España se hace azarosa, también la de Goya.
En cuanto pintor del rey, el aragonés estaba obligado a pintar retratos reales, en cuanto amigo de intelectuales afrancesados podrá ser considerado afrancesado el mismo, o al menos simpatizante de la nueva situación. Carecemos de datos que nos permitan aclarar con precisión cuál fue el sentir de Goya ante estos hechos concretos, pero disponemos de las obras que en estos años hizo, muchas y bien expresivas, así como los temores que le embargaron a la vuelta de Fernando VII, cuando la guerra había terminado. Es entonces cuando pinta los dos grandes cuadros sobre la resistencia en Madrid, realizados posiblemente con ánimo de eliminar suspicacias. La Guerra de la Independencia tuvo mucho de guerra civil y trajo consigo la ruina del régimen estamental, el hundimiento colonial y la aparición de un liberalismo tan radical en algunos momentos como débil en casi todos. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 desmontaron sobre el papel el entramado de poder del viejo régimen, pero su desaparición real se produjo a lo largo de muchos años y casi, se podría decir, hasta el siglo presente. La libertad de expresión y de reunión no terminó con el poder del absolutismo y no fue suficiente para fortalecer en la medida de o necesario el liberalismo. La transformación económica del país fue lenta y llena de contradicciones, pero estaba determinada necesariamente por los cambios habidos en los mercados y en las fuentes de materias primas. Las heridas abiertas por la Guerra de la Independencia no se cerraron en los años de “paz”, bien al contrario, se infectaron en la represión del absolutismo y en las reacciones de los liberales.
En 1808 pinta el Retrato ecuestre de Fernando VII (Madrid, Academia de San Fernando), pero ya serán pocos los retratos oficiales y de personalidades públicas, políticas y militares que haga, aunque hay algunos magníficos: Wellington (1812-14, Londres, National Gallery) y, en menor medida, el Retrato ecuestre de general Palafox (1814, Madrid, Prado). Cuando Fernando VII vuelve a España tiene que pintar su retrato, es tarea obligada del Primer Pintor de Cámara. Realiza entonces Fernando VII en un campamento y Fernando VII con manto real (ambos en 1814, Madrid, Prado). A Goya no le satisface el modelo y el rey prefiere a Vicente López como pintor oficial.
Además Goya ha recibido una condecoración importante el 11 de noviembre de 1811; José I concede a Goya la Orden Real de España, llamada despectivamente "de la berengena", y ha pintado un cuadro que puede traerle problemas. Habrá de repintarlo y finalmente se convertirá en una Alegoría a la villa de Madrid (1810, Madrid, Ayuntamiento). Primero fue un retrato de José Bonaparte encargado por el Consejo Municipal de Madrid el 23 de diciembre de 1809; posteriormente, en 1812 se cubre el retrato con la inscripción Constitución pero se realiza un nuevo retrato a la vuelta del rey José, y se vuelve a borrar en 1813; en 1814 se pinta en el medallón el retrato del deseado Fernando VII; en 1872, el alcalde liberal de Madrid ordena que se borren los repintes anteriores y se ponga el letrero Dos de Mayo.
Cuando estalla la Guerra de la Independencia el artista aragonés es un hombre mayor, tiene sesenta y dos años, una edad en la que otros pintores empiezan a repetirse. Goya no, continúa aprendiendo, todavía no ha terminado de hacer sus mejores obras. Podemos abrir un período en este años, 1808, y cerrarlo 1819, cuando compra la quinta junto al Manzanares que será conocida como Quinta del Sordo y una grave enfermedad pone en peligro su vida. Lo que, unido a los acontecimientos, contribuye a aumentar, inmediatamente después, su aislamiento.
En su vida privada, destaca la muerte de Josefa Bayeu y su relación, no enteramente esclarecida, con Leocadia, la mujer de Isidoro Weiss (con el que había roto en 1811), pero sobre todo la preocupación y el miedo ante los acontecimientos, las persecuciones a liberales y afrancesados, el clima de terror impuesto por el monarca y sus secuaces, la presencia, otra vez, de la Inquisición que, restaurada en 1814, se interesa por él. La Guerra de la Independencia es motivo de algunas pinturas narrativas como Fabricación de pólvora y Fabricación de balas (ambas h. 1810-14, Madrid, Palacio Real), pero también de otras de carácter alegórico, como la muy célebre El coloso (h. 1808-12, Madrid, Prado), en la que un gigante cruza sobre las montañas provocando el pánico de todos los que hay debajo de él, con la excepción de un asno que permanece quieto, impávido. Se ha pensado en este coloso como símbolo de la guerra o de Napoleón, y, desde esta perspectiva, pondrá compararse con aquellos grabados y esculturas que representaron al Emperador como una figura colosal y gigantesca, un Marte Pacificador. Goya invertiría el sentido de estas composiciones destacando, precisamente, lo que de terrible y negativo hay en ese Marte. Otra interpretación relaciona esta pintura con un poema patriótico de Juan Bautista Arriaza publicado en 1808, Profecía de los Pirineos, en el que se habla de un gigante que, espíritu del pueblo español, es capaz de detener a Napoleón.
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